Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Wednesday, February 22, 2017

La La Land (Damien Chazelle, 2017) – 8/10

Un chico encuentra una chica. Los dos tienen sueños de éxito en su arte. Se apoyan, alcanzan sus objetivos. Una trama sencilla se transforma en homenaje al cine. La técnica del director y el talento de los actores se unen a un juego de colores, canciones, bailes y referencias que ganó una lista interminable de nominaciones para Oscar, Golden Globe y demás. 

Ficha IMDb

En Estados Unidos, la expresión “La La Land” se refiere al barrio de Hollywood en Los Ángeles al mismo tiempo que a una situación fuera de la realidad, como lo son los sueños de los que llegan ahí en busca de celebridad, o el contenido de las historias contadas por los estudios de la Meca del Cine.

Hollywwod no es real. La La Land no es real. Y la cinta de Chazelle pone muy en claro que los sueños están lejos de la realidad. Pero que los sueños pueden convertirse en realidad si uno cree, y actúa con bastante persistencia y sacrificio, y que la realidad puede convertirse en sueño si se le mete bastante canción y baile. 

Como en West Side Story, todo empieza por un baile. La realidad del embotellamiento en un periférico se transforma el tiempo de un baile de colores, como la realidad del Nueva York de las calles angostas y las canchas entre alambres se transformaban por el arte del paseo danzado de los Jets y los Sharks. Los mismos colores vivos son un escape a la realidad, una luz para transfigurar, para escapar. En Los Ángeles hoy, brincan encima de los coches como en Nueva York, en 1960, brincaban las paredes.

Además, esta famosa escena inicial no tiene casi ninguna relación con la narrativa, salvo que los dos personajes principales están sentados cada quien en su coche e intercambian unos signos de impaciencia juzgadora, lo que queda totalmente en los estándares de la comedia americana de los 50’s: primero odiarse, después amarse. 

Las escenas siguen el mismo desarrollo que en la gran cinta de Robbins y Wise : presentación de la vida de cada protagonista, y encuentro en una fiesta : salón de baile en WSS , fiesta en LLL , con distorsión de velocidad e imagen en los dos casos.

Porque,obviamente, Sebastián ( Ryan Gosling) y Mia (Emma Stone) volverán a encontrarse, compartirán canciones, bailes, paseos, sueños, decepciones y hasta una vida común. Él sueña con abrir su propio club de jazz donde podrá interpretar a sus compositores amados, y ella sueña con actuar y va de casting en casting, siempre rechazada.

Se apoyaran, se pelearan, se amaran, se odiaran. Fracasaran y triunfaran. Pro triunfaran cada quien por su lado. Y volverán a encontrarse cinco años después dela ruptura, el tiempo de una canción, de un flash back soñado de lo que hubiera podido ser. 

Son como dos pelotas de tenis que, al encontrarse se impulsan. Cada uno encontró en el otro el apoyo, la fuerza, inclusive el enojo que lo llevó a ir mas allá. Se conocieron en el momento justo en que cada uno necesitaba ese empujón y en que el amor de juventud podía darles esa energía. La vida de cada quien siguió, pero so hubiera sido igual sin este encuentro. En eso la cinta se parece a Whiplash: los encuentros son lo que dan a cada uno las armas,  los métodos y la fuerza, la seguridad para avanzar en el camino de cada uno. Después de este momento mágico, ya no se necesitan. La diferencia con Whiplash es que el encuentro con el maestro tiránico fue sufrimiento mientras en encuentro de Sebastián y Mia fue amoroso. 

La técnica cinematográfica de Chazelle es impecable, los movimientos de camera sorprenden primero pero son profundamente calculados y acaban perfectos. Satisfacen un ojo ávido de equilibrio, de simetría. La cinta esta tan llena de referencias que al mismo tiempo da una satisfacción cinéfila que un poco de cansancio. La originalidad de Chazelle es mostrar y administrar su cultura cinematográfica. En formas, como lo son las citas de comedias musicales, desde Fred Astaire y su Ginger, Gene Kelly y su farol, Jacques Demy y sus bailes en espacios abiertos. En espacios, como lo es el uso del observatorio Griffith sacado de Rebel Without a Cause (Nicolas Ray - 1956) ,  o el Paris de cartón pintado de An American in Paris (Vicente Minelli - 1951) . En objetos como el coche de Sebastián, los vestidos de colores de Mia. 

Todo hace que se pierden las referencias: ¿la historia pasa en los 60’s ? ¿O actualmente?  Pero tal vez sea eso el mensaje de Chazelle : los jóvenes de hoy son los mismos soñadores que James Dean, que Travolta y Olivia Newton-Jones  en Grease  ( Randal Kleiser -1978) , que Catherine Deneuve en las Demoiselles de Rochefort (Jacques Demy - 1967) o Nathalie Wood en West Side Story. (y en Rebel Without a Cause)

Ese tono y ese ritmo de juego con la realidad se pierden durante la parte central de la cinta, lo que deja al espectador con una impresión de vacío, como de tiempo perdido. ¿Torpeza del director? Tal vez no: ese tiempo es el de la vida normal, de los intentos, fracasos, de la vida de pareja, de los compromisos de Sebastián con la música comercial. Todo eso constituye un tiempo perdido, aparentemente, para la realización del sueño.  

Como en todas estas cintas de culto, la música se impone. Las melodías de Justin Hurwitz , al estilo de Michel Legrand, son pegajosas, y hasta las letras parecen inteligentes y portadores de una lección de vida. 

No se sabe muy bien que es lo que domina en esta cinta agridulce, el entusiasmo del sueño o el compromiso con la realidad,en Hollywood, máquina de sueños y desencantos. Chazelle se mueve en una dimensión paralela, de risas y vueltas entre las dos caras de la vida. El jazz nostálgico acentúa esta impresión que el director como su protagonista masculino quieren quedarse en unos valores pedidos al mismo tiempo que desprenderse de ellos. Tal vez lo más importante para los personajes sea jugar con su sueño, a veces defenderlo y a veces renunciar a él, pero no decidir claramente que quieren. 

En eso, le desenlace de la cinta se parece mucho al de Cafe Society de Woody Allen. Todavía jóvenes, pero cada uno con una vida ya hecha detrás de ellos, se vuelven a encontrar. La nostalgia está presente. Pero la vida real también. Y en realidad cada uno ha logrado lo que soñaba. Hubo que sacrificar. No se podía tener todo .Pero la verdad es que: tomaron las decisiones correctas. Simplemente, no hubieran podido hacerlo el uno sin el otro. Su amor fue su apoyo. Y el sacrificio necesario. 

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