En Mad City , Costa Gavras , a raíz de una información para nota roja, analiza sin piedad el poder de la televisión y sus manipulaciones. También le da a John Travolta la oportunidad de una interpretación diferente y muy interesante.
Ficha IMDb
Costa Gavras nos ha acostumbrado a películas fuertes de denuncia, contra los generales griegos (Z-1969) contra el régimen socialista de Checoslovaquia (L’aveu - 1970) las intervenciones estadounidenses en America Latina (Etat de siège - 1973; Missing - 1982 ) siempre con una figura actoral fuerte : Y Montand, Jack Lemmon , y con musica de Mikis Theodorakis, griego y mucho tiempo exiliado, como él.
En Mad City, pone en tela de juicio el cuarto poder, los medios de comunicación. En este caso particularmente la televisión y sus noticieros, obviamente mas fuerte actualmente que la prensa escrita, y mas impresionante que el radio. Escoge a dos actores conocidos, Dustin Hoffman y John Travolta. Le permite a John Travolta explorar una faceta poco conocida de su talento: encarna a Sam Baily, guardia de un pequeño museo de provincia a quien, debido a problemas económicos, la directora Mrs Banks (Blythe Danner) tuvo que despedir. El único vigilante que se quedo es Cliff, negro. Max, con las responsabilidades de cualquier hombre de su edad, casado, padre de dos hijos, con una casa hipotecada, decide pedir una segunda oportunidad a su jefa, y, para darle mas peso a su demanda, se lleva una carabina y una mochila llena de dinamita. Y, por torpe, le dispara a Cliff quien, al final de la película morirá de su herida.
Resulta que por ahí pasaba Sam Brackett (Dustin Hoffman) , ex importante reportero, caído en desgracia por herir en publico el orgullo de Kevin Hollander, reportero estrella (Alan Alda) . El asunto le parece ser la oportunidad perfecta para volver al éxito televisivo. Al mismo tiempo que le dará al pobre guardia, totalmente rebasado por la maquina que ha puesto en marcha, consejos y fama, tratando de ganarle la simpatía de la audiencia, organiza todo para ganarse publicidad para si mismo. Pero no contaba con la astucia de la jerarquía, de Kevin Hollander, de los ejecutivos, de los dueños de la cadena televisiva, de la policía.
Al utilizar a Larry King en persona, Gavras le da a su película un sello de autenticidad, probando que el funcionamiento de los medias, tema de su película, es verdadero, en caso que el espectador lo vea como ficción pura.
Gavras logra hacer una película de suspenso, con los cambios sucesivos de poder, y el columpio en el cual pone a sus dos personajes. La suerte cambia de lado en todo momento, el poder pasa de mano en mano, por un lado entre Sam y Max, pero sobre todo entre los diferentes niveles del cuarto poder. Todos ellos influyen sobre el público, amontonado enfrente del museo, o en sus casas, o frente a la casa de Sam. Y el comportamiento de la multitud obliga, dicen, a la policía a actuar. Cada uno juega sus cartas. Y la victima termina siendo el guardia.
Gavras muestra bien el uso que hacen los medios de todos y cada uno: padres, esposa, amigos. Cortando, editando los testimonios para obtener lo que necesitan en función de la reacción que quieren obtener. Gran lección para el espectador: lo que vemos en pantalla televisiva no significa nada porque no tenemos nunca el contexto. Hasta los más honestos se dejarán afectar, transformar, como la joven asistente de Max, Laurie (Mia Kirshner), quien termina obedeciendo a las ordenes superiores, y hasta cambia su apariencia, perdiendo toda sencillez y espontaneidad para volverse sofisticada y codiciosa.
Travolta interpreta perfectamente el hombre promedio, bueno y sencillo, victima a la vez de la situación económica y de su educación limitada. Torpe, generoso con los niños: les da acceso a las maquinas expendedoras del museo, y, en la noche, les cuenta historias de jefes indios, bajo los ojos del SWAT quien observa desde el techo y, sin oír lo que dice, interpreta sus movimientos como amenazantes para los chiquitos cuando estos, en realidad, estan fascinados.
Talvez esta película de Costa Gavras se siente menos fuerte en su crítica que las anteriores, menos política, porque no ataca a un objetivo preciso, localizable histórica y geográficamente. Pero tiene una función política en el sentido literal de la palabra: se trata del funcionamiento de la “polis” la urbe, la sociedad que nos rodea, en la que vivimos, cuyo funcionamiento nos afecta y, sobre todo, del funcionamiento de la cual debemos ser parte conciente.
Ficha IMDb
Costa Gavras nos ha acostumbrado a películas fuertes de denuncia, contra los generales griegos (Z-1969) contra el régimen socialista de Checoslovaquia (L’aveu - 1970) las intervenciones estadounidenses en America Latina (Etat de siège - 1973; Missing - 1982 ) siempre con una figura actoral fuerte : Y Montand, Jack Lemmon , y con musica de Mikis Theodorakis, griego y mucho tiempo exiliado, como él.
En Mad City, pone en tela de juicio el cuarto poder, los medios de comunicación. En este caso particularmente la televisión y sus noticieros, obviamente mas fuerte actualmente que la prensa escrita, y mas impresionante que el radio. Escoge a dos actores conocidos, Dustin Hoffman y John Travolta. Le permite a John Travolta explorar una faceta poco conocida de su talento: encarna a Sam Baily, guardia de un pequeño museo de provincia a quien, debido a problemas económicos, la directora Mrs Banks (Blythe Danner) tuvo que despedir. El único vigilante que se quedo es Cliff, negro. Max, con las responsabilidades de cualquier hombre de su edad, casado, padre de dos hijos, con una casa hipotecada, decide pedir una segunda oportunidad a su jefa, y, para darle mas peso a su demanda, se lleva una carabina y una mochila llena de dinamita. Y, por torpe, le dispara a Cliff quien, al final de la película morirá de su herida.
Resulta que por ahí pasaba Sam Brackett (Dustin Hoffman) , ex importante reportero, caído en desgracia por herir en publico el orgullo de Kevin Hollander, reportero estrella (Alan Alda) . El asunto le parece ser la oportunidad perfecta para volver al éxito televisivo. Al mismo tiempo que le dará al pobre guardia, totalmente rebasado por la maquina que ha puesto en marcha, consejos y fama, tratando de ganarle la simpatía de la audiencia, organiza todo para ganarse publicidad para si mismo. Pero no contaba con la astucia de la jerarquía, de Kevin Hollander, de los ejecutivos, de los dueños de la cadena televisiva, de la policía.
Al utilizar a Larry King en persona, Gavras le da a su película un sello de autenticidad, probando que el funcionamiento de los medias, tema de su película, es verdadero, en caso que el espectador lo vea como ficción pura.
Gavras logra hacer una película de suspenso, con los cambios sucesivos de poder, y el columpio en el cual pone a sus dos personajes. La suerte cambia de lado en todo momento, el poder pasa de mano en mano, por un lado entre Sam y Max, pero sobre todo entre los diferentes niveles del cuarto poder. Todos ellos influyen sobre el público, amontonado enfrente del museo, o en sus casas, o frente a la casa de Sam. Y el comportamiento de la multitud obliga, dicen, a la policía a actuar. Cada uno juega sus cartas. Y la victima termina siendo el guardia.
Gavras muestra bien el uso que hacen los medios de todos y cada uno: padres, esposa, amigos. Cortando, editando los testimonios para obtener lo que necesitan en función de la reacción que quieren obtener. Gran lección para el espectador: lo que vemos en pantalla televisiva no significa nada porque no tenemos nunca el contexto. Hasta los más honestos se dejarán afectar, transformar, como la joven asistente de Max, Laurie (Mia Kirshner), quien termina obedeciendo a las ordenes superiores, y hasta cambia su apariencia, perdiendo toda sencillez y espontaneidad para volverse sofisticada y codiciosa.
Travolta interpreta perfectamente el hombre promedio, bueno y sencillo, victima a la vez de la situación económica y de su educación limitada. Torpe, generoso con los niños: les da acceso a las maquinas expendedoras del museo, y, en la noche, les cuenta historias de jefes indios, bajo los ojos del SWAT quien observa desde el techo y, sin oír lo que dice, interpreta sus movimientos como amenazantes para los chiquitos cuando estos, en realidad, estan fascinados.
Talvez esta película de Costa Gavras se siente menos fuerte en su crítica que las anteriores, menos política, porque no ataca a un objetivo preciso, localizable histórica y geográficamente. Pero tiene una función política en el sentido literal de la palabra: se trata del funcionamiento de la “polis” la urbe, la sociedad que nos rodea, en la que vivimos, cuyo funcionamiento nos afecta y, sobre todo, del funcionamiento de la cual debemos ser parte conciente.
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