Una fantástica historia can una excelente narrativa y fantásticas actuaciones. The Truman Show parece salida de la mente del escritor existencialista de nuestros tiempos, Andy Kaufman, pero no, el merito es de Andrew Niccol (Gattaca, 1997 y muchas más). Un verdadero espectáculo, esta cinta es un clásico inmediato.
La ficha IMDB.
Truman Burbank (Jim Carrey) es un vendedor de seguros con una hermosa esposa (Laura Linney), un muy buen amigo en Marion (Noah Emmerich) y una vida si bien no perfecta, bastante buena. En su pasado hay un par de momentos tristes, la muerte de su padre (Brian Delate) y la desaparición de su primer gran amor, Lauren (Natascha McElhone). En su presente, hay algo que no se siente del todo bien. Es que Truman es el primer ser humano cuya vida entera, cada minuto, cada segundo, cada evento, es parte de un programa de televisión.
La premisa de la historia es fascinante. Fascinante no solo en sí misma, que es de por sí bastante interesante, sino también desde una perspectiva social, y desde una perspectiva humana. Por el lado social, The Truman Show expone el fenómeno del reality show llevado al extremo. Cuando la cinta apareció, el concepto no era nuevo, pero estaba en plena explosión. La idea de una vida donde la privacidad no existe, una vida donde todo (TODO) existe con tal de complacer a un público sediento de intensidad que no puede tener en su propia vida es explotada en todo tipo de emisiones televisivas (y ahora en internet también, por supuesto). The Truman Show levanta una pregunta interesante ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nombre del entretenimiento? Tanto productores como consumidores somos responsables por programas televisivos cada vez mas demenciales (Relapse de A&E por ejemplo) donde no hay ninguna idea detrás del entretenimiento, tan solo el deseo de distracciones banales. La idea de un ser humano cuya vida entera, su día con día, la muerte de sus seres queridos, todo, está destinada a satisfacer ese deseo no parece tan descabellada…y eso es patético.
Desde la perspectiva humana está la aun más interesante cuestión del propósito de la existencia y de la existencia de Dios. Si la escena final de la cinta no es indicio suficientemente evidente, The Truman Show cuestiona la idea de un Dios que ha creado a seres vivos y los ha expuesto al dolor de la existencia solo porque si. Por supuesto no se trata tanto de cuestionar la existencia de Dios, como de cuestionar nuestro rol en un mundo creado para nosotros, sin consultarnos. La siempre difícil cuestión de saber que hacer cuando la verdad es innegable. Truman hubiese podido ignorar los indicios, hubiese podido bajar la cabeza y seguir adelante. Finalmente todo estaba diseñado para que las cosas fuesen aceptables. Afuera, para parafrasear a los Caifanes, nadie estaría para cuidarlo. Pero salir es la única decisión valida, aunque la tentación de quedarse es fácil de entender.
Aun más allá, la cinta pone en evidencia algunas de las prácticas de comercialización sin fin de los medios, con el continuo product placement en la vida de Truman (no muy alejado del continuo product placement en nuestras vidas). Así como, o quizá solo soy yo, una denuncia al estilo de vida americano, que habría que dejar de llamar así, porque es cada vez más prevalente en nuestras sociedades. Un estilo de vida artificial, protegido, lleno de salidas fáciles y conformismos.
Lo mejor de The Truman Show es que si bien las ideas de fondo son tan poderosas que dominan la cinta el merito técnico no desaparece. Las actuaciones, en particular de Truman, su esposa y su amigo, son fenomenales. También Ed Harris en el rol del productor del programa es genial.
La narrativa es igualmente extraordinaria. La historia avanza antes de que entendamos nada, dando solo pequeños indicios de que algo está mal, primero con una sutileza magistral, y cada vez creciendo más y mas. Para cuando la dimensión real de la ficción es completamente revelada, la suspensión de la incredulidad es ya total, los creadores fueron capaces de llevarnos de la mano poco a poco, hasta que todo fuera creíble. El merito de Peter Weir y de Andrew Niccol es innegable.
Que la cinta no hubiese sido hecha por Andy Kaufman, David Fincher, o cualquiera de los sospechosos comunes (ósea ellos dos más Michel Gondry y Spike Jonze) es también una bocanada de aire fresco. Quiere decir que hay más autores con ideas y con el talento para explorarlas.
The Truman Show es todo lo que el cine debe ser, propositivo conceptual y formalmente, profundo, divertido y honesto.
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