Talvez lo mas interesante de esta cinta sea enseñarnos como se puede hacer una película de secuestradores en forma diferente de la estadounidense. Pero en realidad es demasiado larga para mantener el interés.
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Inspirada por un hecho real : el secuestro del barón Empain en los años 70 por un gang muy organizado, en una Francia que no acostumbraba ver a sus grandes empresarios amenazados, y menos a que manden partes de ellos para obtener un rescate.
El personaje que se nos presenta al principio, y sabemos inmediatamente que él va a ser el raptado, no es muy simpático. Autoritario en su trabajo, infiel, jugador en grandes cantidades. Y además pierde. Estas características producen una falta de empatía por parte del espectador hacia Stanislas Graff (Yvan Attal) Su destino no nos va a importar mucho.
Queda entonces la esperanza de que algo más nos vaya a motivar a seguir. Un momento se piensa que lo interesante va a residir en el manejo de la situación por la empresa: se niega a pagar. Solamente prestará el dinero a la familia. ¿Habrá algo de interés del lado político? Tal vez: el ministro explica que el presidente de tan grande empresa tiene un deber de moralidad. El papel de los medios de información es interesante: divulgan las feas verdades de la vida secreta del presidente: juego, mujeres y “garçonnière” Pero ahí se quedan las cosas.
Vamos a tener que conformarnos con seguir el desarrollo del secuestro, con dedo cortado, llamadas telefónicas, angustia y pleitos entre esposa (Yvonne Consigny) y suegra (Francoise Fabian). Una vaga investigación policíaca. Un secuestrado que día a día se vuelve más sucio, feo y temeroso. Una pista se sigue en forma más o menos coherente: el condicionamiento. Taparse los ojos cuando alguien entra a la habitación. Cuando cambia el velador, y este (Gerard Meylan) se pone a hablar mucho , con una acento del sur de Francia y entabla una relación de confianza con su prisionero, , hay un momento en que la platica vierte sobre caza (nuestro hombre cazaba, como los ricos y los políticos) sobre armas, y las ventajas comparadas de pistolas, carabinas, tenemos otra vez una esperanzad : esta aparente complicada esconde , prepara algo. Pero no. Otra vez, nuestras ilusiones se derrumban.
Viendo que no van a recibir el rescate, deciden liberarlo (en fin una escena que valga la pena: el hombre solo en la noche en una calle triste y pobre, sin música, llega caminando a un café).
. Le avisaron que el tiene que firmar tres pagarés de 50 000 euros cada uno. En cualquier momento se le pedirá pagar el primero. Si lo paga lo dejaran tranquilo. Si no, mataran a una persona al asar en la calle. Y seguirán pidiendo.
Interesante el regreso a la casa. Es ciertamente la parte más apasionante de la cinta. El único que parece feliz es el perro. Y estallan las palabras que dicen por fin la verdad de las personas: reproches de la esposa, de la madre a la esposa, de las hijas. Y actitud totalmente arrogante del esposo, que no acepta que lo juzguen. Y que se niega a ser apartado de la presidencia de la compañía, a pesar de la falta de confianza que inspira a los accionistas.
El final, aunque sea una pirueta del director, no deja con una interrogante. Por fin! Ahora que tuvo que vender sus acciones, y que esta en pleno divorcio, le cae la demanda de los primeros 50000.
Tiene dinero. Puede pagar. ¿Que va a hacer? Y quien avisó a los secuestradores, el mismo día en que cedió sus parte de la compañía. ¿El segundo de a bordo, el que va ahora a ocupar su lugar?
En resumen, una película larga, que ni es de verdadero suspenso, ni es sicológica, ni es política.
El personaje que se nos presenta al principio, y sabemos inmediatamente que él va a ser el raptado, no es muy simpático. Autoritario en su trabajo, infiel, jugador en grandes cantidades. Y además pierde. Estas características producen una falta de empatía por parte del espectador hacia Stanislas Graff (Yvan Attal) Su destino no nos va a importar mucho.
Queda entonces la esperanza de que algo más nos vaya a motivar a seguir. Un momento se piensa que lo interesante va a residir en el manejo de la situación por la empresa: se niega a pagar. Solamente prestará el dinero a la familia. ¿Habrá algo de interés del lado político? Tal vez: el ministro explica que el presidente de tan grande empresa tiene un deber de moralidad. El papel de los medios de información es interesante: divulgan las feas verdades de la vida secreta del presidente: juego, mujeres y “garçonnière” Pero ahí se quedan las cosas.
Vamos a tener que conformarnos con seguir el desarrollo del secuestro, con dedo cortado, llamadas telefónicas, angustia y pleitos entre esposa (Yvonne Consigny) y suegra (Francoise Fabian). Una vaga investigación policíaca. Un secuestrado que día a día se vuelve más sucio, feo y temeroso. Una pista se sigue en forma más o menos coherente: el condicionamiento. Taparse los ojos cuando alguien entra a la habitación. Cuando cambia el velador, y este (Gerard Meylan) se pone a hablar mucho , con una acento del sur de Francia y entabla una relación de confianza con su prisionero, , hay un momento en que la platica vierte sobre caza (nuestro hombre cazaba, como los ricos y los políticos) sobre armas, y las ventajas comparadas de pistolas, carabinas, tenemos otra vez una esperanzad : esta aparente complicada esconde , prepara algo. Pero no. Otra vez, nuestras ilusiones se derrumban.
Viendo que no van a recibir el rescate, deciden liberarlo (en fin una escena que valga la pena: el hombre solo en la noche en una calle triste y pobre, sin música, llega caminando a un café).
. Le avisaron que el tiene que firmar tres pagarés de 50 000 euros cada uno. En cualquier momento se le pedirá pagar el primero. Si lo paga lo dejaran tranquilo. Si no, mataran a una persona al asar en la calle. Y seguirán pidiendo.
Interesante el regreso a la casa. Es ciertamente la parte más apasionante de la cinta. El único que parece feliz es el perro. Y estallan las palabras que dicen por fin la verdad de las personas: reproches de la esposa, de la madre a la esposa, de las hijas. Y actitud totalmente arrogante del esposo, que no acepta que lo juzguen. Y que se niega a ser apartado de la presidencia de la compañía, a pesar de la falta de confianza que inspira a los accionistas.
El final, aunque sea una pirueta del director, no deja con una interrogante. Por fin! Ahora que tuvo que vender sus acciones, y que esta en pleno divorcio, le cae la demanda de los primeros 50000.
Tiene dinero. Puede pagar. ¿Que va a hacer? Y quien avisó a los secuestradores, el mismo día en que cedió sus parte de la compañía. ¿El segundo de a bordo, el que va ahora a ocupar su lugar?
En resumen, una película larga, que ni es de verdadero suspenso, ni es sicológica, ni es política.
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