Con un guion muy sencillo, basado sobre la búsqueda del pasado del héroe, en medio de las nuevas problemáticas sobre la protección de la privacidad, esta cinta de acción sabe conectar unas escenas de acción muy efectivas, al mismo tiempo que relata la progresión discreta pero persistente de un personaje que parecía secundario,
Ficha IMDb
Jason Bourne (Matt Damon) está oficialmente desaparecido, vive ganándose la vida en combates cuerpo a cuerpo que siempre gana. Silencioso y musculoso, se desplaza de un extremo de Europa a otro, pelea, gana y se va.
En Reykjavik, una mujer, recomendada por el prestigioso Dassault se introduce en un encuentro de hackers. Es Nicky Parsons (Julia Stiles), ex agente de la CIA. Copia documentos sobre las operaciones negras de la agencia. Así encuentra información sobre el reclutamiento de Jason Bourne en la operación Treadstone y el papel del padre de Bourne. Pero su intervención es detectada desde la CIA y Heather Lee (Alicia Vikander) genial encargada de la división de operaciones cibernéticas, asistente del director Robert Dewey (Tommy Lee Jones) implanta un virus que permite seguir a los documentos. Parsons y Bourne se encuentran en Atenas, en medio de una gigantesca manifestación en contra de las decisiones económicas del gobierno y son perseguidos por el “activo” (Vincent Cassel), asesino a saldo sin nombre de la CIA. Pero, antes de morir, Parsons tiene tiempo de entregarle a Bourne la llave del casillero donde está la memoria USB. Un viaje a Berlín lo lleva con Dassault (Vinzenz Kiefer) quien puede descriptar los documentos. Pero Bourne está bajo la vigilancia de la CIA, con todos los medios tecnológicos pensables. Sin embargo Heather Lee lo avisa de su llegada, mientras destruye a distancia todos los documentos.
Un segundo episodio en Londres permite a Bourne conocer a Malcolm Smith (Bill Camp), ex agente que trabajó con su padre. Pero, de igual manera, Dewey lanza al “activo” para liquidarlo mientras Lee trata de encontrarse con el fugitivo para convencerlo de volver a la CIA. De Smith, Bourne aprende un poco más de la manipulación de Dewey para atraerlo: hizo matar a Richard Webb (Gregg Henry) por el “activo”, haciendo creer al joven David Webb (verdadera identidad de Bourne) que se trataba de un ataque terrorista.
El tercer episodio será un congreso tecnológico en las Vegas, donde Aaron Kalloor (Riz Ahmed), creador y dueño de Deep Dream, una red social financiada en sus principios por la CIA, quiere ahora defender la privacidad de sus participantes. Pero Dewey pretende utilizar la red como herramienta de vigilancia-protección, y lleva al “activo” para eliminar a Kalloor y Lee.
Jason Bourne ya no es una cinta de espionaje. Dos historias se van siguiendo y mezclando, una persona y una pública. Por un lado, y como en las películas anteriores, Bourne busca saber quién es; esa búsqueda obsesiva de la verdad lo lleva, como antes, a pensar en los altos mandos de la CIA y del poder en general, como en enemigos personales.
Por otra parte, la “Agencia” quiere tener acceso a una red gigante, mundial, que le proporcione información. Es un tema directamente relacionado con hechos reales de los últimos años, y también utilizado en una cinta como el último James Bond. Sin olvidar que un genio de la literatura lo había anticipado hace casi setenta años. Big Brother está a la orden del día.
El punto común entre las dos intrigas es el eminente y envejecido director de la CIA, quien tiene en cierta forma bajo sus órdenes a dos jóvenes ambiciosos y geniales, dos hackers. Parece que el héroe de nuestros tiempos es el genio cibernético.
Bourne, en cambio, tiene algo en común con el espectador promedio: no sabe nada de computadoras. Necesita la ayuda de alguien, para obtener la información, para traducírsela o para mandarla.
Bourne es un asesino, al servicio de su patria, o al servicio de un dueño que lo hace pelear por dinero. La escena de abertura de la cinta muestra bien que es una bola de músculos, una máquina de matar. Esta escena primera permite mostrar a que nivel bajó, pero también es el primer componente que será desarrollado, utilizado en la escena final, esta vez útil a la búsqueda de Bourne, de un combate suyo para eliminar al malo que provocó el principio de su destino , el sicario oficial, el “activo”. Sobre esta escena, simbólica y además muy estética debía cerrarse la cinta. Pero se necesitaba un gancho comercial. Habrá una quinta parte, anunciada claramente por el epilogo.
Bourne tiene 35 líneas de dialogo, según dijo Matt Damon en una entrevista. No habla, escucha, se mueve. Es frio, calculador, egoísta, es una maquina perfecta Bourne es prácticamente un robot. No tiene tiempo para sentimientos. O para seducción como un James Bond. Ni siquiera para amistad.
El asesino a sueldo, el “activo” es una versión extrema de Bourne. Cassel no pronuncia ni diez palabras. Peor que Terminator, es programado, va adonde lo mandan y busca la mejor posición para ejecutar lo ordenado.
El guion es muy sencillo, lo que hace fácil la comprensión para el espectador. Un sistema binario muy sencillo sostiene todo: dos escenas de combate cuerpo a cuerpo, dos escenas de multitud en desorden, dos escenas de persecución con vehículos, cada vez con diferencia de fuerza. Moto contra coche, coche contra furgoneta blindada militar. Cada vez, Bourne está en la más frágil.
Inclusive los personajes se relacionan por parejas, de semejantes o de oponentes: Bourne , igual y aliado de Parsons , es igual al “activo”, Dewey se reproduce en Lee, quien es la versión femenina de Kalloor, y ambiciona reemplazar a Dewey.
El montaje es acelerado hasta los límites de la percepción por el ojo, con planos muy cortos, pero nunca se pierden las referencias de ubicación, tanto de la acción como de los personajes. El manejo del ritmo por parte del director es admirable. Para la persecución en Las Vegas se usaron 45 coches conducidos por especialistas, más 150 para figuración.
De igual forma, fue a la vez sorprendente y muy interesante situar en medio de situaciones muy actuales : el pueblo griego rebelándose contra las exigencias del FMI y de la Unión Europea, el fundador de la plataforma Deep Dream, oponiéndose al uso de su creación para fines de supervisión policiaca. O sea, los individuos, la gente normal, tratan de escapar de los grandes poderes, económicos o políticos. En paralelo, Bourne busca saber cómo un poder lo manipuló para transformarlo en simple peón mortífero, como utilizaron sus sentimientos personales para que se ponga al servicio de una potencia nacionalista.
Tal vez Bourne sea una versión moderna de David frente a Goliat.