Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, December 30, 2018

Roma (Alfonso Cuarón, 2018) – 10/10


Cinta que ha provocado mucha polémica, por varios de los temas a los que alude. Recreación de la vida mexicana de los años setenta, con muchísimo cuidado, sensibilidad. De una belleza que casi se puede tocar. Una verdadera obra de arte.

Ficha IMDb

En 1970-71, México apenas se reponía de 1968, año de muerte y de gloria. Gloria de los extraordinarios Juegos Olímpicos, con sus records, su modernidad y sus maravillas arquitectónicas; muerte con el movimiento estudiantil y su abominable represión. En 1970, siguen las protestas, sigue el autoritarismo del gobierno, pero sigue creciendo el bienestar económico. Las familias acomodadas viven en la Colonia Roma y en Polanco, siendo Roma menos ostentosa.

El salario de un médico permite vivir muy bien a una familia con cuatro hijos, una esposa que no trabaja afuera, y generalmente un abuelo o abuela que, al perder a su conyugue, no se queda a vivir solo y se une a la vida de uno de sus hijos. Esta familia, que hoy se considera como casi numerosa, vive en una casa y puede pagar sin problemas a dos sirvientas de planta y un chofer o jardinero, si la casa tiene jardín. Lo que en Europa o Estados Unidos parece lujo de familias ricas, no lo es en México porque no se le paga mucho a la gente de servicio. Las muchachas llegan muy jóvenes, a veces de menos de 15 años, desde su pueblo de provincia. Viven en el cuartito de la azotea, trabajan de sol a sol, y más, comen cuando les da tiempo, hacen absolutamente todo, descansan el domingo si tienen suerte, si la familia no tiene algún compromiso para el cual su ayuda sea requerida.

Así pasa en la familia que nos presenta Cuarón, como así pasó en su propia familia, como en todas las familias. La sirvienta hace en realidad el trabajo múltiple que se espera de una esposa y madre dedicada al hogar. Por cierto, la presencia de las sirvientas es seguramente un motivo por el cual la condición femenina no ha avanzado mucho en este país. Al no tener que asumir una doble jornada de trabajo, las mujeres no se van visto obligadas a exigir algo de ayuda por parte de los esposos, o a pedir participación a sus hijos varones.

Así, Cleo (Yalitza Aparicio) hace de todo en la casa de la colonia Roma, desde la mañana trapea el patio, pasa a recoger todo el tiradero que dejaron todos, a preparar desayunos, a llevar a la escuela, a preparar comida, a ir a recoger a la escuela, etc. Con su compañera Adela (Nancy García García), hacen funcionar la casa y la familia, en la ausencia notable de una madre, la señora Sofía (Marina de Tavira) que parece tener sus ocupaciones afuera, y de un padre lejano, importante, impresionante, aplastante (Fernando Grediaga) y en la presencia bonachona de la abuela Teresa (Verónica García).

Cloe es mas cercana de los dos pequeños, Sofía (Daniela Demesa), temerosa, tranquila, y Pepe (Marco Graf), fantasioso, imaginativo. Cloe lo ve todo, lo oye todo, aun si los patrones cierran a veces las puertas cuando hablan de cosas intimas. Con su amiga y compañera, saben organizarse una vida relativamente agradable al margen de las obligaciones: tienen una vela en su cuarto para no gastar luz, porque no le gusta a la señora, aunque la familia deje todas las luces prendidas al acostarse; a la luz de la vela, hacen algo de abdominales; en su día libre, van a comer tacos, van al cine y tienen novio.

Trabajan como un adulto, pero se les considera como un ser entre mueble y niño. No se les explica las cosas, no se les dirige mucho la palabra. En esos años, no existía todavía el culto a los niños que vivimos actualmente, no se les mezclaba a la vida y las conversaciones de los adultos. Cuando el padre deja la casa, los cuatro niños no saben nada de la situación entre sus padres, situación que obviamente se ha ido gestando desde ya cierto tiempo. Se les anuncia que el padre se va de congreso a Quebec y a nadie le importa que se vea absurdo que vaya al aeropuerto en coche y solo.

Cuando la ausencia paternal se alarga, la madre sigue con las mismas falsas explicaciones, pero empieza a tomar decisiones y a organizar la vida. Se hace más presente con sus hijos. Es el momento en que la vida de Cloe se ve también cambiada en forma dramática: su novio Fermín (Jorge Antonio Guerrero), experto en artes marciales, la ha embarazado, y la dejó al enterarse de que “está con encargo”. Sorprendentemente, la señora Sofía acepta la noticia con naturalidad y ayuda a Cleo.

Pasada la Navidad y sus festejos, Cleo busca, en la ciudad perdida que era entonces Ciudad Netzahualcóyotl, suburbio pobre de México, al padre de su bebe. Se topa con una sesión sorprendente de entrenamiento de artes marciales: la organización del transporte de tantos jóvenes hombres, su disciplina, la excelencia del entrenador del día, el profesor Zovek (latin Lover ) encontrarán su explicación el día que la abuela llevará a Cleo a comprar una cuna para el bebe a quien , ahora lo sabe, tendrá que cuidar sola, ya que Fermín se negó a reconocerse como padre y además, la trató de mentirosa y puta.

Es el jueves de Corpus Cristi 1971, el 10 de junio, las manifestaciones populares están al máximo. El presidente en turno, Luis Echeverría Álvarez manda a los Halcones a reprimir salvajemente a los estudiantes. entre ellos Cloe reconoce a Fermín.

El parto se declara, se acelera, el bebe nace muerto.

Después de la muerte, después de tocar fondo, hay que levantarse. Cloe debe seguir con su vida, con los niños que no son suyos, mientras la señora Sofía llega a su propio renacimiento: divorciar, comprar un coche nuevo, empezar a trabajar.

Cuarón lo dijo: es una película de homenaje a las mujeres que lo educaron, su mamá, su abuela, su muchacha. Es una historia sencilla, una narración lineal, cronológica, que se puede tildar de sin interés. Como la vida cotidiana de cualquiera, de cualquier mujer abandonada por un esposo irresponsable, de cualquier chica de servicio, de cualquier abuela.

Todo esta en la forma en que Cuaron cuenta esta historia simple. Se ha hablado mucho de la reconstrucción escrupulosa de la Ciudad de México, sus calles, sus cines, sus restaurantes. La cinta es como una inmensa cebolla, constituida de capas, narrativas, visuales y sonoras.

Las vivencias cotidianas de Cleo se inscriben dentro de la vida de hogar. Los espacios de las sirvientas: el patio y garaje que se lavan a cubetazos cada mañana, la cocina, el lavadero, y su cuartito, están envueltos por los cuartos de la familia, el comedor, la sala, la escalera y los dormitorios, por los cuales pasa la cámara en movimientos circulares, lentos, que siguen a Cleo a lo largo del día. Afuera se despliega otra capa, la del espacio urbano: la calle, el restaurante, el cine, el cuarto de hotel, la tienda de muebles, el hospital. Ahí empiezan los peligros provocados por los humanos: la relación con un hombre egoísta, la violencia de la milicia, la indiferencia de los médicos. Más afuera todavía se encuentran la casa de los amigos, el hotel de las vacaciones, espacios cercanos a la naturaleza y sus peligros inhumanos: el bosque con su incendio, el mar con sus olas gigantescas y mortíferas. La vida de Cleo atraviesa los espacios, la lleva a enfrentar peligrosos cada vez más grandes, hasta arriesgar su vida.

Al mismo tiempo que Cuarón nos presenta esos mundos concéntricos en imágenes sumamente cuidadas en sus detalles, sus sombreas y luces de un blanco y negro casi tangible, nos da una banda sonora extraordinaria. Los ruidos de la casa, de la calle, de la ciudad, de la naturaleza están ahí, simultáneamente, sin ninguna música extra diegética. Todo es real. No hay decoración musical. Son los sonidos de la vida. Para el espectador, es una experiencia absolutamente extraordinaria: muchos de los sonidos están fuera de campo, nos llegan por atrás, o de lado, o nos sumergen como es el caso del mar.

 El mismo sistema de capas envolventes organiza la narración. La historia personal, sentimental de Cleo esta envuelta en la historia de la familia, en el camino que va de familia “normal” con papa trabajando y mamá dependiente, hacia familia monoparental. Y esta familia que madura con dolor, evoluciona dentro de un México que vive momentos políticos de suma violencia.   

El destino de Cloe va en paralelo con el destino de Sofía. Aunque sean de clases sociales, culturales y de nivel educativo totalmente opuestos, sus destinos de mujeres se parecen: las dos se ven abandonadas por hombres que huyen, dejándolas solas con todas las responsabilidades. Las dos se levantan. La transformación de Sofía no se ve en primer plano, pero ahí esta. El coche es el símbolo: en lugar de conservar el Galaxy, enorme, que apenas cabe en el garaje, compra un Renault de su tamaño, que pueda maniobrar sin dificultad. En lugar de la ostentación masculina, la practicidad. En lugar de la distancia establecida por el padre: su música clásica, su cigarro, su destreza, en esta llegada espectacular de la primera noche, en planos cercanos, precisos, donde nunca se ve la cara; en lugar de todo este poder masculino, el coche es ahora posibilidad de evasión, de viaje, lugar de cariño y abrazos.

La cinta reúne, abraza, en un intento de restituir la integralidad de los recuerdos. De la misma forma que la sintaxis de Marcel Proust construye oraciones extremadamente complejas para serle fiel a la complejidad de los recuerdos, Cuarón coloca los indicios más pequeños, precisos, meticulosos que pueda para darle a su evocación el espesor de la realidad como la percibió de niño. Una realidad que ofrece tanto que no se puede distinguir con precisión todo; pero todo existe en su precisión. A la diferencia de Proust, aquí no hay explicación, no hay discurso o intelectualidad: se ve, se oye. Por eso la importancia de los segundos planos, como la escena terrible del parto, con los intentos de reanimación del bebe muerto; o la revelación en el cine mientras en la pantalla La Grande Vadrouille acaba en las risas. Por eso la ausencia de informaciones objetivas, como serian la vida de Cloe o la historia del matrimonio antes de la separación.

Hay momentos íntimos, hay momentos grandilocuentes, hay momentos para sonreír, para reír, para llorar, para enojarse. Eso no es muy diferente de lo que se espera en una buena película. Sin embargo, Roma va más allá de las reacciones superficiales. Puede ser vista como una cinta sentimental, una evocación de recuerdos. Sin embargo plantea como en secundo plano, con alusiones sutiles, problemas graves de la sociedad mexicana, o tal vez humana:  el racismo (y se vio claramente en los ataques y las burlas despreciativas hacia la actriz principal) ; la sumisión en la cual una parte de la sociedad inmoviliza a la otra, sumisión aceptada porque no queda de otra para sobrevivir; el desentierro que se expresa en un “ Huele a mi pueblo” , en el idioma materno, en el ensimismamiento; la violencia política; la hipocresía de una generosidad que es al mismo tiempo explotación; la alternancia entre agresividad de los reproches y abrazos ; el paternalismo que sabe mantener la distancia (como el narrador de Proust con la sirvienta Françoise) ; la violencia política que mata estudiantes ; el machismo que mantiene en inferioridad a todas las mujeres por igual, ricas o pobres, patrones o sirvientas, capitalinas o mixtecas.  En pequeños toques, casi imperceptibles, toda la mentalidad mexicana se dibuja. El adulto Cuarón, consiente de estas problemáticas, las deja adivinar atrás de los recuerdos: como el patio lavado cada mañana se vuelve a ensuciar, y mucho, con las heces del perro, México quiere verse moderno, tolerante e igualitario. Pero parece que nunca aprende de sus defectos, de sus errores.

Roma no es una película para distraer, es una película para contemplar y para pensar. Ojalá y ayude a progresar en las mentalidades.

Thursday, December 27, 2018

BlackKkKlansman (Spike Lee, 2018) – 7.5 /10




Inspirada por un hecho real, esta comedia sarcástica es el relato de una operación policiaca al mismo tiempo que una campaña contra el odio blanco, tal vez poco sutil.

Ficha IMDb

En 1979, Ron Stallworth (John David Washington, hijo de Denzel), autor del libro y personaje principal , es el primer policía negro de Colorado Springs, ciudad tradicionalmente provinciana, conservadora y blanca. Eso es su primera hazaña. Tal vez para justificar su puesto, para darse a reconocer, tiene la idea genial de infiltrarse en actividades del grupo negro local. La visita de un gran orador, Kwame Ture ( Corey Hawkins) ex Pantera Negra , es la primera oportunidad, que le permite también conocer a Patrice Dumas ( Laura Harrier), activista de izquierda.

Un día leyendo el periódico, se le ocurre a Ron responder a la invitación de un anuncio y comunicarse con la oficina del KKK.  Muy bien recibido por teléfono, sigue con la aventura y se hace invitar para un primer contacto en persona, que llevará a muchos otros encuentros. Si el policía negro es bastante bien educado y sabe modular su voz y su pronunciación para hablar como blanco, no puede visualmente hacerse pasar por uno, por lo que necesita de un doble. Su colega Flip Zimmerman (Adam Driver) será la versión visible de Stallworth. De encuentros en barbecues, de entrenamientos de tiro en bromas racistas, Stallworth sube en la confianza de la célula local del Klan, dirigida por Walter Breachway (Ryan Eggold) , secundado por un peligroso fanático, Felix Kendrickson (Jasper Pääkkönen), tan misógino como antisemita como antinegros.
El gran día llega cuando el jefe máximo del Klan, David Duke (Topher Grace) llega a entronizar a los nuevos miembros , particularmente a Stallworth con quien ha tenida charlas telefónicas muy interesantes. Mientras Zimmerman vive la intensidad de su nueva posición dentro del grupo, Stallworth tiene el encargo oficial de cuidar, él negro, la seguridad del huésped especial de Colorado Springs, al mismo tiempo que su novia Patrice asiste a una reunión con un veterano de la lucha negra, Jerome Turner (Harry Belafonte ) , que cuenta el abominable suplicio de un negro , inspirado por la película Nacimiento de una nación (D.W. Griffith – 1915)), que el Klan esta mirando en el mismo momento.
La cinta de Lee es la historia de una operación de infiltración, clásica en sus principios pero donde las características particulares del objetivo a infiltrar así como del infiltrado hacen imposible tal infiltración. De ahí surgen elementos cómicos y astucias que ponen en ridículo a los interlocutores de Stallworth. Lo saben él y su equipo, lo sabe el espectador, lo que crea una complicidad divertida, y, hay que reconocerlo, poco sutil. Provoca también para el doble blanco, Zimmerman, una serie de peligros, que pimentan el suspenso, y permiten a su personaje estar a la altura, o rebasar a su inspirador. Él que jala las cuerdas, Stallwoth, no podría hacer nada sin la astucia, la rapidez de reflejos, la inventividad y el humor de su marioneta Driver. En eso, la cinta tiene algo del humor voluntariamente forzado de los hermanos Coen. Paradojicamente, el racismo del Klan y las alusiones insistentes de Felix hacen que Zimmerman tome consciencia de que es judío, lo que nunca había en realidad sentido.
La cinta es también una operación de propaganda que usa de un sistema maniqueo. Los del KKK son estúpidos, fanáticos, manipuladores, misóginos. Los negros son listos, hábiles, divertidos, así como sus amigos. Esta dualidad sistemática se ve también en un montaje binarios, sobre todo al final de la cinta, en el momento cumbre de las reuniones de supremacía. Toma por toma, personaje por personaje y finalmente palabra por palabra, el grupo alrededor de tener hace eco al grupo alrededor de Duke. Es procedimiento es eficiente, provoca en el espectador una reacción de simpatía hacia el grupo negro y de odio hacia el grupo supremacista blanco.
Es una de las debilidades de la cinta: no invita al dialogo o a la comprensión, lleva los grupos a encerrarse sobre si mismos. Los medios que utiliza Lee son medios de propaganda, enormes, tanto por la risa, por la burla, por la ridiculización, o por la compasión.
Los momentos que no pertenecen a la narración y se incluye al principio y al final pertenecen a distintos géneros : la escena de Lo que el viento se llevó, con un panorámico sobre la estación de Atlanta llenada de soldados del Sur heridos, y que se cierra sobre la bandera de los Confederados, bandera que usaron los fundadores del grupo ya que eran veteranos del Sur, inmediatamente después de la guerra , y que sigue siendo hoy bandera del KKK; el discurso loco,  alucinado y alucinante del Dr. Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin ), como Drake, el jefe del KKK, o como cualquier miembro fanatizado, con superposición de imágenes en blanco y negro de Nacimiento de una nación  que van cambiando a colores que se vuelven sangrientamente rojas; finalmente imágenes documentales de discursos del verdadero David Duke y de los disturbios de Charlottesville en 2017, declaran abiertamente el rechazo a los movimientos de odio a los negros.

La película en ningún momento menciona fechas, pero el vestuario y sobre todo los peinados “afro” aluden claramente a los años setenta. Sin embargo, las oraciones, los términos a la Trump y, al final, las imágenes documentales dicen claramente que, si este historia no es nueva (y la cinta de Griffith remonta a una época aun más remota) , sigue muy vigente, demasiado actual.
El gran inconveniente de la cinta es que gusta, divierte mientras se ve. Su mensaje es fuerte, sus efectos funcionan, sus referencias interesan, sean políticas o, históricas o culturales. Uno sale del cine convencido de haber visto una excelente película. Pero esta impresión se diluye y, unos días después, no queda prácticamente nada del efecto producido. Sin embargo, para que una obra se pueda considerar como importante, es necesario que la impresión causada se mantenga en las memorias. Y, desgraciadamente, no es el caso, por la exagerada obviedad de los medios utilizados por Lee.

Claro que se podría objetar que acciones y posiciones tan exageradas e intolerantes que las del Klan no merecen ninguna sutileza.

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