Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, November 29, 2015

La vie d’Adèle – Chapitres 1 et 2 (Abdellatif Kechiche, 2013) – 6/10

La película con la que Kechiche (realizador de La faute à Voltaire (2001) obtuvo la Palma de Oro en Cannes, y sus dos actrices el Premio a mejor revelación femenina, tiene la abierta intensión de mostrar el deseo carnal lésbico con toda naturalidad. Pero no logra sus propósitos al ser demasiado larga, con un guion deficiente. Si las dos actrices principales Léa Seydoux y  Adèle Exarchopoulos pueden seducir, las tres horas de la película llegan a cansar. 

Ficha IMDb

La vida de Adèle es una historia convencional: los encuentros amorosos y físicos de una chica normal, de un medio social promedio, y de carácter convencional. El contenido es esquemático, construido en  dos épocas. La subida, encuentro, amor a primera vista (como en las novelas clásicas), pasión física correspondida, instalación en la cotidianidad, es seguida de una bajada: celos, engaños, ruptura, depresión, tentativa de reconciliación rechazada, regreso a una triste cotidianidad. 

Esto corresponde más o menos a la estructura de la novela gráfica que sirvió de punto de partida: Azul es un color caliente de  Julie Maroh. 

En resumen, Adèle (Adèle Exachorpoulos) cursa el penúltimo año del liceo en una ciudad del norte de Francia. Es buena alumna y le gusta la literatura, sobre todo cuando el profesor es interesante. Como sus amigas solo se interesan por el sexo, tiene una primera relación con un chico, que la deja satisfecha solo a medias. Pero camino a una de las citas, se topa con   Emma (Léa Seydoux) y su pelo azul. Siguiendo a un compañero gay, penetra en el mundo de los bares homosexuales de la ciudad, donde vuelve a ver a Emma. Una relación empieza: sexo intenso, presentación a las dos familias. Si los padres de Emma son cultos y progresistas, los de Adèle son más conservadores y menos acomodados. El perfecto paralelismo de las dos escenas de cenas resulta excesivamente pesado. La sutileza no parece ser una calidad del director. 

De la misma forma, la estrategia del cine performativo, concediendo mayor tiempo del habitual a cada secuencia, aunque no presente ningún interés, alarga mucho la narración. Es un intento de hacer cine de performance, las escenas se alargan a observar que no pasa nada. Lo que, se puede pensar, es también preparación y excusa para alargarse en las escenas de sexo. ¡Cine contemplativo de la vida de una joven que desemboca en cine contemplativo de sexo!

La historia es bastante sencilla, y, si se cambia a Emma por un chico, la evolución de la relación es de lo más previsible. El carácter de Adèle no tiene gran originalidad. A menos que se considere original a una chica que no es capaz de llevar su vida sentimental en forma independiente, se vuelve sumisa, engaña a su pareja cuando se siente abandonada por el (la) dominante, el (la) cual la echa a patadas de la casa (con todo y golpes), se deshace de tristeza, y vuelve tres años después por más. ¡Viva la mujer moderna!

Además de presentar las escenas cliché del cine de adolescentes, las inevitables escenas de clases de literatura. ¿Porque siempre de literatura? ¿Porque nunca de matemáticas o ciencias? Si una cinta sabe transmitir su significado por los medios que son propios del cine, no necesita de las explicaciones, por lo general bastante superficiales que puede dar la literatura, tal como se presenta en el cine a esas clases de literatura. Las disertaciones filosóficas, literarias o artísticas no agregan anda, al menos que uno tenga el talento de Rohmer.  A eso se agregan escenas de manifestaciones contra el gobierno, o el desfile del Gay Pride. Nada muy original. Pero eso sirve para anclar el cine de  Kechiche  en la vida real.  Como las escenas de comida, con espaguetis chorreantes, ostras que deben comerse vivas, o personajes que no saben limpiarse con una servilleta. O los invasivos cabellos de Adèle, que nunca han visto un peine. 

Los diálogos son vacíos, hasta a los actores les cuesta decir en forma natural estas frases seudo intelectuales sobre Las Relaciones Peligrosas de Laclos, La Vida de Marianne de Marivaux , o Sartre. No se hable de los intercambios cultos de los invitados artistas a la fiesta de cumpleaños de Emma. Pero al menos estos tienen una función: mostrar la diferencia entre los mundos de las dos chicas. Ver a Adèle pasando entre los invitados para proponerles más vino, más pasta o divulgar los secretos de su receta de salsa de tomate, mientras ellos comparan a Klimt con Schiele, prepara la escena siguiente de una Emma macho, tendida en la  cama mientras su esposa lava los trastes, para después reprocharle la falta de creatividad de su vida. Lo que anuncia la tonalidad de los meses venideros en la relación. 

La ruptura ya está sembrada: las diferencias de edad, de origen social y de cultura van a volverse más fuertes que la pasión. Adèle mostró que no tiene nada que decir sobre lo que le interesa a los amigos de Emma, que, en realidad, no tiene nada que opinar sobre nada. Y Además, nadie le pide su opinión. Ella es, simplemente, la pareja de Emma. 

Para colmo, la narración tiene muchos defectos, la línea temporal está llena de huecos, que se pueden llamar intelectualmente elipses. Pero no están nunca explicados. Uno puede suponer que un año pasa entre el primer encuentro y la presentación a las respectivas familias, porque Adèle pasó del secundo al tercer año de prepa. Se puede suponer que varios años de vida conyugal han pasado cuando Adèle es ahora maestra titular. Y se sabe que han pasado tres años entre la ruptura y la tentativa de reconciliación, porque la niña de la nueva pareja de Emma tiene tres años. Todo eso habla de un guion un poco descuidado. ¡Pero es cierto que se va desarrollando un gran trozo de la vida de Adèle! 

En su novela gráfica, Julie Maroh hace visibles  las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de descubrimiento de su diversidad sexual. En la cinta, este difícil proceso de aceptación por sí misma y frente a los demás, en particular las amigas adolescentes, se resume a una escena, excelente por cierto, de violencia verbal de parte de las compañeras de escuela, que manifiestan odio y vulgaridad hacia una sexualidad diferente, expresando un explícito asco, expresión en ciertos casos de implícitos celos. 

Las escenas explicitas de sexo han sido uno de los temas de las críticas. Es cierto que no son pertinentes ni para el avance de la narración, ni para la profundización del estudio de los personajes o de la relación. Son simplemente visuales. Muy repetitivas en sus enfoques, las posturas parecen hechas más para la satisfacción del camarógrafo, del director o del espectador masculino. O sea porno disfrazado de pasión. Por cierto, resulta poco lógico que una chica en su primer encuentro sexual lesbiano tenga tanta experiencia 

Más honesta es Nymphomaniac de Lars von Trier, que plantea que el amor se debe olvidar, y que el placer es lo único que hay que buscar. 

Al final de la historia, Adèle, sale, como expulsada del espacio cultural donde reinan Emma y sus amigos, a pesar de su hermoso vestido azul, color de Emma, (“Azul es un color caliente” rezaba el título de la novela gráfica), para alejarse sola, a plena luz de día, en una calle desierta. Lo único que le queda es la escuela donde interpreta el papel de maestra feliz, lejos de los entusiasmos literarios de sus jóvenes años. Adèle no ha aprendido nada. La novela de aprendizaje no ha funcionado. Los personajes del siglo XIX, de Marivaux o Laclos, sí aprendían algo. 

Hay que notar que la cinta fue recibido en un silencio total por las comunidades gay, y que las dos intérpretes denunciaron un ambiente de hostigamiento durante el rodaje, difícil, y muchas veces violento, debido a las exigencias del director, con quien, aseguraron, nunca más volverán a trabajar. La reacción de Kechiche fue atacar directamente a Léa Seydoux, calificándola de “niña mimada”. Eso no habla de mucha tolerancia por parte de alguien que pretende ser abierto y liberal. 

Saturday, November 28, 2015

A Walk in the Woods (Ken Kwapis , 2015) – 4.5/10

Un paseo en el bosque, una larga caminata, sin mucho chiste. Con dos grandes actores y un panorama espectacular, se esperaba algo mejor.

Ficha IMDb

Bill Brayson (Robert Redford), quien realmente existió, se aburre un poco en su vida. Ya no escribe grandes libros de viajes. Vive en una pequeña ciudad de New Hampshire con su esposa Catherine (Emma Thomson), cuida de vez en cuando a sus dos nietos, cuyos intereses le extrañan. Los amigos empiezan a morirse. En resumen, la vida carece de aventura. Así que decide recorrer el Sendero de los Apalaches, cuya longitud de más de 3000 km le parece un buen desafío. 

Una vez tomada la decisión, nada lo desanima. Ni la preocupación de su esposa, quien encuentra artículos angustiantes sobre excursionistas muertos, desaparecidos, atacados por osos, ni los consejos de un vendedor especialista. Acede a la solicitud de Catherine: no irse solo. Pero los amigos de su edad tienen otras ocupaciones o preocupaciones. El único que se presenta, sin haber sido invitado, es un viejo amigo de quien Bill se ha distanciado hace unos cuarenta años, Stephen Katz (Nick Nolte). Vive en DesMoines y es especialista en huir de las responsabilidades, de las deudas, y refugiarse en el alcohol o las mujeres. Además de ser un poco pasado de peso, tener una rodilla artificial, y padecer convulsiones cuando le baja el azúcar.

Catherine tiene bastantes motivos de preocuparse: casi nadie recorre el sendero en su totalidad, que va de Georgia a Maine. Los que lo logran son reconocidos como  “excursionistas auténticos” (Thru-hikers). El desafío que se propuso Bill es, en realidad imposible para alguien que no tiene la mínima experiencia en caminar. 

Pero, como nos enseñan las cintas gringas, a cada problema su solución, y uno puede volverse un especialista, o un campeón, solo con proponérselo. Compra una tienda de campaña, una gran mochila, buenos zapatos, y ya eres senderista. 

Así que los dos amigos, con tienda, mochila, y ropa interior térmica, empiezan su recorrido. Los meses desfilan: abril, mayo, junio. Nuestros senderistas no intercambian muchas noticias con sus familias. Siguen caminando, a través de unas aventuras muy previsibles: lluvia, nieve, caídas en el agua, en la montaña, o de la cama. Encuentros con jóvenes agradables y chicas pesadas, tentaciones amorosas. Platican un poco. Hasta que se cansan de estar lejos de su vida normal. Bill extraña a Catherine y Katz a su casa. Así que, a menos de la mitad de la ruta, toma cada quien su autobús de vuelta. No hay nada como el hogar, decía Dorothy.

La cinta se basa en el relato autobiográfico de Bill Bryson, pero no logra encontrar un tono personal. Es una comedia basada sobre el cliché de los viejos que quieren ser jóvenes, casi lo logran y finalmente se dan cuenta de que ya no es para ellos. La oposición entre el intelectual curioso amante de los libros y el despistado pesado sirve de fondo para varias escenas. Así como los encuentros que confrontan a la pareja, unidos, a unos elementos exteriores, sean dos jóvenes excursionistas bien intencionados, una solitaria Mary Ellen (Kristen Schaal) odiosa y experimentada, unos osos nocturnos. También es predecible la tentación sentimental durante el descanso, en tono serio para Bill, cómico para Katz.

Resulta inverosímil la facilidad con la cual los dos parecen soportar el camino. Si mencionan al final que sus pies sangraron, nunca se ve realmente el dolor físico, el cansancio. Tampoco los peligros del bosque. O los riegos de pasar tantos días en la intimidad de alguien que ni siquiera es un amigo cercano. Si con un amigo es difícil de viajar, aun con la comodidad de un coche, un tren, y unos cuartos de hotel…

Algunas platicas giran alrededor de los temas obligados: el amor, el matrimonio, la fidelidad, la vejez, pero no se dice nada revelador de los personajes, o especialmente profundo o conmovedor. 
Y, lo más imperdonable, ni siquiera hay una hermosa fotografía. Esos paisajes, esta naturaleza amplia de Estados Unidos, esas montañas, estos árboles y ríos, parecen monótonos, sin luz, sin colores, aparte de la impresionante presa que hace la frontera con Maine. 

La impresión final es que se desperdiciaron igual dos grandes actores que un gran escenario. Lástima. Tendremos que ir a recorrer el Sendero de los Apalaches por nuestra cuenta. 

Sunday, November 22, 2015

Au revoir les enfants (Louis Malle, 1987) - 8.5/10

Una cinta de emociones sobre hechos históricos y recuerdos personales del director. Como un niño descubre lo que significa guerra y ocupación en 1944, al mismo tiempo que descubre la amistad. 

Ficha IMDb

Enero de 1944, los internos de una escuela católica para niños regresan al pueblo donde sus padres, al mismo tiempo que les garantizan una educación de excelente nivel académico, los están alejando de las dificultades de Paris ocupada. Todos vienen de familias acomodadas. En particular los hermanos Quentin, François (Stanislas Carré de Malberg) y el pequeño Julien (Gaspard Manesse). Este, de unos doce años de edad, sigue muy apegado a su hermosa madre (Francine Racette). Los chicos vuelven a las clases, al frio, pero también a sus juegos, sus complicidades y sus bromas. 

Pero este regreso a clases será un poco diferente a los demás: tres nuevos alumnos se integran a las clases,  en particular Jean  Bonnet (Raphael Fetjö), quien será vecino de Julien en el dormitorio y compartirá clases con él. Julien se siente a la vez atraído por este extraño con el cual comparte el gusto por la lectura, y amenazado en su posición de mejor alumno de la clase. 

Poco a poco, el misterio de Bonet se va a elucidar, sobre todo después de sorprenderlo haciendo sus plegarias una noche. Bonet se llama  en realidad Jean Kippelstein, es un niño judío que el Padre Jean (Philippe Morier-Genoud) ha decidido proteger con otros dos niños en la escuela que dirige, con la complicidad de todo el personal, religiosos o maestros. Pero la denunciación hecha por un empleado despedido por marcado negro, Joseph (François Negret), atraerá a la Gestapo. Los tres niños y el padre Jean serán arrestados y llevados a campos de exterminio.

La cinta, basada sobre recuerdos personales del realizador lograr conjugar en forma natural y elegante varios temas clásicos del cine.

Es una historia de escuela: niños en un internado, con sus conflictos, los temas de las clases, las rivalidades y juegos. Los más grandes tienes sus propias inquietudes: sexo, tabaco, discusiones políticas y espirituales. Los pocos personajes femeninos sustituyen a las madres ausentes: Madame Perrin (Jacqueline Paris) alimenta a todos, mientras las hermanas enfermeras cuidan pequeñas heridas y enfermedades invernales. La joven y linda maestra de piano, Mademoiselle Davenne (Irène Jacob) focaliza los sueños amorosos o eróticos de los mayores. Como en todas las escuelas, están los fuertes y los débiles, los que hostigan y los que sufren. 

En este marco nace y se desarrolla una amistad, primero con suspicacia por ambas partes, después con intercambios, y finalmente con complicidad. Los momentos claves son la tarde en el bosque, cuando se pierden al anochecer y se ven rescatados por soldados alemanes, y la desobediencia a la alarma para quedarse tocando jazz al piano. Julien llega a casi prestar a su madre, el tiempo de una comida, a su amigo sin familia. 

Es también una historia de guerra, en una zona que trata de vivir con la presencia impuesta de alemanes y milicia colaboracionista. Se convive con ellos en los baños públicos, en los restaurantes, en las calles. Ellos imponen reglas a las cuales los pobladores se someten sin prohibirse cierta libertad de palabra, como lo muestra muy bien la escena dominical en el restaurante, donde los comensales protestan a favor y en contra de la incursión de la milicia y de su trato a un viejo doctor judío. El comportamiento del mayor de los Quentin es revelador de esta resistencia a medias. 

La descripción de la vida cotidiana, con las restricciones alimenticias, el sistema de tickets, y el mercado negro que provoca, las distribuciones de galletas vitaminadas, las alertas, crea un marco de dificultad, casi de tristeza que se expresa en los colores azules de la cinta. El frio es visible en los guantes, los suéteres, los cobertores. 

Pero se trata sobre todo de la recreación de recuerdos. Aunque Malle reconoce que no vivió un real acercamiento al niño judío que llegó a su escuela, mezcla elementos ficticios, elementos realistas  para reconstruir una época que marcó su vida. Reconoce Malle que realiza en la cinta lo que no hizo en la vida real y compensa así algo que lo llenó de remordimientos. Para eso mezcla recuerdos propios, anécdotas contadas y conocimientos compartidos por todos que vivieron en esa época. 

Sobre todo, la cinta logra transmitir los sentimientos de los personajes. La bondad profunda de los religiosos y los maestros, el amor discreto con el cual trataban de proteger a los niños, dentro de este mundo cerrado que constituía la escuela. Muy conmovedora es la escena del domingo en la noche, cuando los niños vuelven después de un día pasado con sus familias, y se tienen que reintegrar al frio, a la tristeza del internado. Los padres organizan una velada de cine con la proyección de una cinta de Charlie Chaplin. Niños y adultos comulgan en la risa espontanea. Pero al mismo tiempo, la cámara se detiene en unas caras donde se refleja la nostalgia, la tristeza, algo de angustia, o el amor por algo o alguien ausente. 

Au revoir les enfants también una obra personal en el sentido que sus personajes establecen lazos con otras obras del realizador. La confusa atracción que resiente el pequeño hacia su madre tan seductora sugiere el incesto relatado Le souffle au coeur (1971). El empleado de la cocina, Joseph, quien practica el mercado negro , satisfaciendo su necesidad de dinero al mismo tiempo que los deseos, de tabaco, estampillas o mermeladas, de su clientes, despreciado por todos, burlado por su pierna coja, y que se vuelve delator por venganza, es el hermano del anti héroe de  Lacombe Lucien ( 1974) 

El final da la clave autobiográfica de la cinta, con la voz off de comentario, explicando como la Historia es percibida por un individuo, sobre todo si es joven, como puede herirlo y cambiar definitivamente su percepción de la vida: “Durante mucho tiempo, me negué simple y sencillamente a tratar ese tema, porque ese suceso había sido un trauma para mí, y porque una influencia enorme sobre mi vida.” 

Las últimas palabras del Padre Jean “Au revoir les enfants” están cargadas de sentidos: es la frase ritual del director que los saludaba, se despedía de ellos con esta expresión paternal “niños míos” o “hijos míos” en el sentido religioso. Es el anuncio consolador de que se volverán a ver, en esta vida o en la otra. Mentiroso para aliviar el dolor. Y el adiós de los niños es lo que nunca se ha dicho entre ellos, una expresión de amor profundo. 

La última imagen, esta puerta que se abre hacia el exterior, es el final de la protección. Es la salida hacia la muerte, hacia el frió, la desprotección, la barbaridad de un mundo donde el amor, de Dios, de los maestros, de los religiosos, de los amigos, ya no tiene ningún poder. La guerra, que los adultos habían podido contener en el exterior, ya entró en la vida de los niños. 

Monday, November 16, 2015

Spectre (Sam Mendes, 2015) – 6.5/10

Muy decepcionante entrega de las ultimas aventuras del espía preferido de Su majestad, y del espectador. Sin duda la menos interesante de las participaciones de Daniel Craig, y una insípida película de acción.  Después de la primera secuencia, todos los personajes parecen aburrirse, salvo el malo quien trata de elevar un poco el nivel, sin lograrlo. Tal vez Skyfall nos había abierto a expectativas demasiado altas. 

Ficha IMDb

La muerte de M (Judi Dench) trae consecuencias. El nuevo M, Gareth Mallory, Ralph Fiennes) se ve amenazado, y con él toda la agencia de los 00, por una restructuración de los servicios secretos británicos. Max Denbigh (Andrew Scott, Moriarty en la serie Sherlock de la BBC), jefe del centro de Seguridad nacional, encabeza una reorganización de las actividades. Desde un magnífico edificio de vidrio y acero en el centro de Londres, reina como gallito arrogante. Está a la cabeza de un ambicioso programa de observación internacional Nueve Ojos, que dará a todos los países miembros el acceso a toda la información de vigilancia recabada en cada uno. Un gigante Big Brother, que pretende agilizar la lucha contra actividades ilícitas, terrorismo y demás, pero se puede volver muy peligroso si cae en manos malvadas. Ahí reside el fondo dela trama de Spectre.

Como en cada episodio de las aventuras bondescas, 007 se ve primero apartado. Está amenazado como en todas las historias pero también castigado por una intervención extra oficial, en México, a solicitud póstuma de M, buscar a  Marco Sciarra (Alessandro Cremona).  

Bond viaja en secreto a Roma para asistir al funeral de Sciarra, lo que le permite una noche interesante con la hermosa viuda, Lucia (Monica Bellucci), de quien obtiene información sobre la próxima junta del grupo al cual pertenecía su esposo: Spectre. Ahí conoce al jefe supremo, hombre misterioso y algo irónico.

 Persecución automovilística en las calles de Roma.

De ahí vuela a las montañas austriacas para encontrarse con White (Jesper Christensen), antiguo miembro de Quantum, brazo secundario de Spectre, El hombre se está muriendo por envenenamiento por Talio, pero antes de suicidarse, acepta decirle a Bond donde se encuentra su hija Madeleine Swann( Léa Seydoux ) quien lo puede llevar a L’Américain ,que le puede dar información vital para su investigación.

Teleférico, avioneta, persecución. 

En Tanger, L’américain es un hotel, donde White tenía un cuarto secreto con toda la información necesaria sobre Spectre , nombres, mapas, coordenadas, videos….

Viaje en tren de lujo, cena glamorosa estilo Hitchcock, con smocking et vestido de satén. 

Y por fin, Bond se encuentra frente a frente con el malvado de la junta en Roma: el jefe supremo de Spectre es Franz Oberhauser  (Christoph Waltz) .Y sobre todo es el hijo celoso del hombre que  cuidó al chico Bond cuando sus padres murieron.Veinte años antes, fingió su muerte y se cambió el nombre a Ernst Stavro Blofeld .

Escena de tortura tipo dentista. Revelaciones sobre Spectre y su plano de vigilancia mundial. Escape. Explosión. Regreso a Londres. Secuestro de Swann por Blofeld. Persecución en las calles de Londres. Amenaza de bomba…..

Al final, Bond se escapa con la chica, en el Aston Martin. 

En resumen, aventuras idénticas a las de siempre, con el apoyo discreto y eficiente de Q (Ben Whishaw) y sus inventos y de Moneypenny (Naomie Harris), con algunos cambios, aparte de la edad: salen de sus respectivas oficinas y viven algo de acción. 

La cinta funciona sobre todo sobre los recuerdos. Se ven mencionadas piezas del rompecabezas construido a lo largo de una decena de cintas  : un gato blanco, una fortaleza en el desierto, un Aston Martin, equipado con asiento eyectable y misiles, un reloj-bomba, hotel de lujo  en montañas nevadas , fotos de los malos de las películas anteriores, subalternos del malo grande, Blofeld.  

Pero la acción no ofrece sorpresas. La secuencia más entretenida es ciertamente la primera, filmada en el Centro histórico de la Ciudad de México, con acercamientos a enormes muñecos en forma de esqueletos, en un desfile que es más de Carnaval en Nueva Orleans que de Día de Muertos mexicano, como lo pretende la película. Pero está muy bien filmada, tiene ritmo, suspenso,y el Zócalo de la ciudad está muy bien aprovechado en la vertiginosa escena  de pelea en helicóptero. 

Después de lo que prometía un ritmo acelerado y tomas espectaculares, todo decae. Hasta los personajes parecen aburrirse. No se aprovecha la presencia soberbia, sensual y distinguida de Monica Bellucci, que funciona como pura diversión de una noche. La relación entre Madeleine Swann y Bond no tiene mucho sentido, y sobre todo muy poco química. Solo sirve para una hermosa fotografía retro de “madone des sleepings” estilo Hitchcock. 

Algunas escenas son hasta absurdas: ¿Cómo logra Blofeld escapar de la explosión de su cuartel general, llegar a Londres, instalar toda una red de explosivos en el viejo edifico de las oficinas 00? Y sobre todo, ¿porque darse tanto trabajo para hacer volar todo un edifico en desuso?

Si Spectre guarda un parecido con Skyfall, es en el motivo del malo por eliminar a Bond: celos. Silva (Javier Bardem) quería a M, figura materna, para sí solo. Oberthauser quiere vengarse de la preferencia que su padre manifestó hacia Bond niño.

De ahí fuera, nada que ver. La belleza de las imágenes de la película anterior, la intensidad del personaje, sumido en la debilidad y la decadencia, reviviendo poco a poco como fénix, su viaje hacia el pasado  con su reencuentro con la casa y la historia familiar, hicieron de Skyfall una película excepcional en la saga de Bond. El dolor causado por la muerte de M le dio al agente, tradicionalmente superficial, una dimensión humana que nunca se había logrado. Hasta el malo, interpretado por Bardem, tenía una fuerza y un encanto perverso que lo volvían fascinante, lo que no logra Christopher Walz, a pesar del inmenso talento que le conocemos.  

Aquí, nada de eso. Mendes vuelve a las cintas de antes, sin pretensiones, al Bond de Sean Connery, con sus tramas sencillas, sus tres o cauto escenas aceleradas, y unas cuantas chicas bonitas.

Uno sale del cine con la vaga idea de que perdió su tiempo. Si Bond no tiene la profundidad de la película anterior, ni siquiera tiene la elegancia de Connery, o Brosnan, o Moore. Sus trajecitos demasiados angostos lo hacen ver ridículo. ¡No esta guapo pero podrían vestirlo mejor! 

Un detalle interesante: la toma final no es, como es tradicional, un acercamiento de Bond a la chica en turno, sino una abertura a un plano general a una calle londinenses, poniendo en primer plano un poste con una cámara de vigilancia. Spectre es real y nos vigila.

Wednesday, November 11, 2015

Crimson Peak (Guillermo del Toro, 2015) – 9/10

Una maravillosa cinta de horror gótico, con sangre, amores prohibidos, pasiones y una estética sobrecargada que hacen de cada cuadro un encanto. Los actores se lucen para expresar las  pasiones exacerbadas de un trio de amores y miedos.

Ficha IMDb

La historia empieza en los Estados Unidos de final de siglo diez y nueve, animados por una sed de progreso, de técnica y de enriquecimiento. Edith (Mia Wasikowska) es la hija única de Carter  Cushing (Jim Beaver), rico empresario. Tiene talento para escribir y busca que le publiquen en el periódico local su primera novela corta, una historia de fantasmas, lo que, según las ideas de la época, y en particular del director del periódico, no son temas de mujeres. 

La pequeña ciudad de Buffalo es un círculo reducido donde todo mundo se conoce, platica y comenta las mínimas acciones, actitudes, palabras o pensamientos de cada uno. Cuando llegan dos extranjeros de extraño encanto y títulos nobiliarios, todo mundo quiere conocerlos. Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) y  su hermana Lucille  (Jessica Chastain), vienen de la lejana Inglaterra, pasando por países aún más lejanos: Italia, Australia. Él ha inventado una máquina para felicitar la explotación de las minas de arcilla, que yacen alrededor de la casa familiar, en los altos de Cumbría, en el norte del país, y necesita dinero para construirla. 

Al mismo tiempo, Sir Thomas tiene todos los talentos mundanos europeos que vuelvan locas a las damas de Buffalo. Edith no tardará en caer enamorada y él en pedirla en matrimonio. El padre de la joven, quien sospecha algo anormal, manda  a un detective privado a buscar la confirmación de sus sospechas. Ofrece a Thomas Sharpe y su hermana una cantidad importante para renunciar al matrimonio.

Después de la muerte violenta de  Carter Cushing  en su club, el joven amigo de la familia, el Dr Alan McMichael (Charlie Hunnam) , enamorado fiel de Edith, no cree en un accidente, pero Edith se encuentra ahora libre de casarse.

Ahí empieza la parte realmente “gótica” de la historia. Es un castillo abandonado en medio de una tierra inhóspita, donde no crece ninguna vegetación. Es Inglaterra, es decir una tierra de antes de que existieran los Estados Unidos, una tierra arraigada en tiempos pasados. Como lo es la historia de la familia Sharpe de antes. La arcilla tiñe de rojo el suelo. Desde la entrada, la majestuosa escalera recuerda a Rebecca de Daphne du Mourier, adaptada por Hitchcock (1940), y sugiere que Edith no es la primera esposa en entrar ahí. El techo de la casa se ha caído y las hojas muertas y el polvo se amontonan en el vestíbulo. Un impresionante elevador permite subir a los altos pisos de recamaras, o baja a los sótanos, cuyo acceso Sir Thomas prohíbe a su nueva esposa. El ama de la casa es Lucille, la hermana quien no quiere compartir las llaves con su cuñada. Apenas se instala Edith y empieza a recibir visitas del fantasma que la asusta desde su niñez, desde la muerte de su madre. 

Lo que sigue es tradicional en un buen cuento de horror, estilo Edgar Poe: mientras su esposo trabaja en su máquina de extraer mineral, y mientras se hacen las transacciones para que él pueda disponer de la fortuna de ella, Edith descubre más y más indicios de la vida pasada de la pareja diabólica, e incestuosa que forman Thomas y  Lucille.  Afortunadamente, el enamorado gringo siguió con la investigación paternal y decidió volar al socorro de su amada. Por suerte de Edith llegará a tiempo, en la nieve que aísla aún más el castillo encantado.

Se puede reprochar al guion su gran sencillez. Pero es tradicional en el tipo de literatura que lo inspira. Se puede también reprochar lo que parece ser inconsistencias o hasta inverosimilitud. La más fuerte es la soledad en la cual se encuentra Edith en el castillo. Llegó sin sirvienta, lo que es imposible para una joven de su nivel económico, y que contradice su aspecto tan cuidado, sus vestidos difíciles de ajustar y sobre todo, su peinado extremadamente complicado. Además, como una sola persona, y además noble como Lucille, podría llevar a cabo las tareas de limpieza, cocina y demás trabajos domésticos en tan enorme mansión. Eso nos lleva a un mundo de cuento maravilloso, donde las condiciones reales de vida no tienen ya nada que ver.  

La estructura, empezando por el final y enunciando, en voz de Edith, el peligro de la  Cumbre escarlata, evita las sorpresas pero garantiza el suspenso. Sabemos desde el principio que le va a ir muy mal a la pobre joven. 

La aparición de Sharpe, en medio la sociedad muy regulada de Buffalo es el primer indicio de la entrada a un mundo irreal: no viste como los demás, tiene el pelo negro pegado, y una mirada brillante y fija que hipnotiza. Su hermana viste un extraño vestido rojo oscuro, de cuello alto, cuando todas llevan vestidos muy escotados y claros, como se debe en un baile. La entrada, inesperada de Edith del brazo de  Sir Thomas es una aparición de cuento de hadas, que puede recordar a la cinta de Cocteau La Belle et la Bête (1946). El oscuro Thomas y la luminosa Edith recrean la oposición entre el bien y el mal, el mundo de hoy y el de ayer, donde yacen los secretos inconfesables. Al entrar a ese baile con él, y al aceptar bailar un vals rápido, Edith ya firmó su pacto con el diablo. Cabe notar que el vals era considerado, por su velocidad, el baile de diablo. 

En esta escena aparece por primera vez claramente el color rojo, color del mineral de la Cumbre Escarlata, del vestido de Lucille , del anillo familiar (que proviene de la madre) ; es obviamente alusión a la sangre de los crímenes . Y es el color del fantasma que visita a Edith, color poco habitual para un fantasma. 

Como decíamos antes, en este tipo de historias, para las cuales nuestra frecuentación de las Historias extraordinarias de Edgar Poe, nos  ha educado y preparado, sabemos de antemano lo que va a pasar.  Lo que cuenta es la forma. Y Del Toro cuidó  mucho la forma. Construyó un maravilloso cuento de horror. Viste a sus actores, sobre todo las mujeres con vestidos hermosos, elegantes al mismo tiempo que ligeramente exagerados. Las telas brillan, los pliegues, los encajes, los colores son extremadamente  cuidados. En la última parte de la cinta, cuando ya se descubrió la verdad de la relación entre hermanos, cuando Lucille, la hermana siniestra  puede al fin salir de su papel recatado y deja paso a toda su pasión, su ropa se transforma, lleva velos dramáticos y sensuales, cuyo blancura permite contrastar el color dela sangre. Jessica Chastain se reviste entonces de la belleza de los cuadros prerrafaelitas.

 El castillo es, en su sombrío abandono, una maravilla de detalles arquitectónicos, escaleras, paredes, muebles, maderas exculpadas; lleno de una grandeza perdida, impone una presencia de ser viviente, que respira, murmura y sufre. Sus sótanos encierran las pruebas del pasado diabólico y, como en “el corazón delator” van a dejar hablar las víctimas.

Las interpretaciones son perfectas, desde los burgueses ricos de Buffalo, llenos de principios y costumbres, hasta la princesa víctima, rubia pero no tonta, un ángel frente a las fuerzas del mal. Y sobre todo, en contraste con ella, la malvada hermana, posesiva, decidida, intransigente. Entre los dos, el príncipe de las tinieblas, se deja poco a poco vencer por la bondad del ángel. 

La cinta retoma todos los arquetipos, en los personajes, en los sucesos y en los espacios, del cuento de terror. Los reviste de unas apariencias minuciosamente calculadas, haciendo que uno quisiera inmovilizar cada cuadro para mirarlo más atentamente. Esta cinta es una joya sangrienta de Romanticismo negro .

Wednesday, November 4, 2015

Insurgent (Robert Schwentke, 2015) – 5/10

Segunda parte de la trilogía adaptada de las novelas de Veronica Roth, la historia de Tris sigue, acompañada de Tobias alias Cuatro, luchando contra la tiranía de Jeannine. Nada nuevo en esta cinta, una narración muy torpe y sin gran sorpresa. El resultado es bastante aburrido.

Ficha IMDb

Beatrice Prior, Tris por su nombre de guerra (Shailene Woodley) huye de la persecución, se desplaza de una facción a otra, y encuentra refugio con los Cordialidad, pero su presencia no les agrada a todos. Su antigua facción, Abnegación, está ahora destruida por Jeanine Matthews (Kate Winslet) de Erudición. Tris está llena de culpabilidad por haber sido causa de la muerte de su amigo Will y de sus padres, en particular su madre Natalie (Ashley Judd) quien le salvó la vida.

Cuatro (Theo James), Tris, su hermano Caleb (Ansel Elgort) logran escapar de un ataque a Cordialidad, y van a una zona segura de Abandonados. Pero Jeanine, para asegurar el dominio de su facción, y de ella misma, necesita a alguien que junte capacidades de las cuatro facciones. La única, obviamente, capaz de eso, es Tris, quien demostrará en simulaciones su dominio de cuatro tipos de capacidades. 

Muchos efectos visuales, mucho movimiento, en una cinta donde se han perdido  los recuerdos de la realidad que le daban su carácter a Divergent (Neil Burger – 2014) como la utilización de una ciudad de Chicago visitada por una estética post-cataclismo.

Nada nuevo pasa en realidad en esta cinta, porque ya sabemos todo sobre los personajes, sus capacidades, los antagonismos o alianzas. Lo aprendimos en la primera cinta y la segunda se limita a poner a todos esos elementos a actuar juntos. Se siente que eso podría seguir durante meses, o años, o muchas películas más. Que, de hecho, se realizarán.

Le combat dans l’île (Alain Cavalier, 1961) – 8/10

Un matrimonio se pierde en la ideología del esposo que no supo encontrar su lugar. Con las interpretaciones remarcables de jean Louis Trintignant y Romy Schneider. En tiempos difíciles políticamente en Francia.

Fiche IMDb

Clément Lesser (Jean-Louis Trintignant) es hijo de un rico industrial. Bajo la estricta vigilancia de su padre, trabaja en la administración de la empresa, con las dificultades que supone lidiar con los sindicatos. Su esposa Anne (Romy Schneider), discretamente hermosa, lleva la vida de las tradicionales esposas ricas.

Pero Clément tiene una vida secreta: pertenece a una pequeña célula de extrema derecha, dirigida por Serge (Pierre Asso) quien entrena a sus hombres en el manejo de las armas. Un día, Serge le pide a Clément que lo acompañe en una misión especial: asesinar a un diputado de izquierda, Terrasse (Maurice Garrel)  Es la primera vez para Clément y vive como un honor lo que considera como una marca de confianza y una prueba de su valor. Al disparar, cierra los ojos, asustado y compenetrado. 

Después del atentado, Clément debe esconderse  se lleva a Anne a la casa de un amigo de escuela, Paul (Henri Serre). La casa es aislada en el bosque. Paul tiene una pequeña imprenta, unos empleados y una sirvienta muda, Cécile (Diane Lepvrier). Aunque Paul sea pacifista, acepta recibir a la pareja. 

Pero Clément  no tarda en enterarse que su víctima no tiene ni un rasguño. Y entiende que todo fue trampa de Serge, quien quería deshacerse de él. Para vengarse, Clément decide seguirlo hasta Argentina donde se fue a esconder. Para eso, deja a Anne bajo la protección de Paul.

Meses pasan, Anne ha encontrado con Paul atención, paciencia, paz. Cuando Clément vuelve, la amenaza contra la nueva pareja se vuelve tangible. Paul es, ahora claramente, una máquina de odio y orgullo.

Todo acabará por un duelo en la isla, donde el pacifista  tendrá que traicionarse a sí mismo al usar un arma.

En blanco y negro, en tomas frías, calculadas, la imagen transmite el hermetismo de los personajes. Las paredes, los árboles, el yeso o la madera, la textura de una tela, hacen palpar la angustia o la felicidad. En oposición, guantes negros y Luger, símbolos del régimen nazi, quien funciona como referencia ideológica para los movimientos de extrema derecha, inquietan. 

Julien es disciplinado, por educación familiar. Pero la frustración de hijo dominado por su padre lo lleva a la rebelión. Sin embargo, el molde autoritario en el cual ha creciendo no puede llevarlo a otra parte que una organización que pide obediencia ciega, a nombre de principios de grandeza y rigor.
El miedo al enemigo interior, a la descomposición, a la dejadez que podría venir de esos independentistas, comunistas, no católicos, no blancos. En Francia, es el momento de la creación de la OAS,  en contra de la independencia de Argel. La grandeza de Francia, de sus colonias, obliga a deshacerse de los hombres sin moralidad de la izquierda. 

La primera parte de la cinta, en Paris, está bajo el tema de la política, la segunda en el campo, deja su libertad a los sentimientos.

Trintignant, frio, con esta voz que siempre ha sido fuera de tono, interpreta magníficamente un Clement gélido, tieso, e impredecible. Porque, en el fondo, es un apasionado. Porque es celoso, exigente y autoritario. Mientras Paul es un real demócrata, abierto, capaz de escuchar, de tomarse su tiempo con los demás.

En medio, Romy Schneider encuentra un de sus mejores papel, él de una mujer herida, sacrificada a los deseos de su esposo. En Paul encuentra a alguien que se parece a ella, porque también tiene que hacer el duelo de algo perdido, su personalidad de actriz, mientras él no puede sobrellevar la muerte de su esposa. 

De vuelta, Clément pide una junta del grupo, ahora reducido de doce  a tres, para juzgar a Serge en ausencia y sentenciarlo a muerte, sentencia que Clément ejecutará. Como en el  primer crimen, se trata, en su mente, de un asesinato político, no de una venganza personal. Pide reparación a su amigo, en un duelo en la isla, como se hacía en la nobleza, siguiendo códigos de honor tradicionalistas. Clément no vive en la realidad, es de otros tiempos. O, más bien, usa códigos de otros tiempos, formalismos ideológicos, para satisfacer sus deseos pasionales. 

Sin música, pero con juegos de luz triste sobre la cara de Romy Schneider, con acercamientos a manos amorosas, con pequeños detalles que transmiten ternura, la cinta establece claramente la oposición entre un mundo rígido de ideas, y un mundo lleno de humanidad. 

En la isla del final se resuelve una oposición sentimental, pero también política: extrema derecha contra humanismo de izquierda.

Clément es el soldado fiel del grupo de derecha, abandonado por sus jefes, a quien no le quedó más que la ira interior que lo había precipitado a sus brazos. Cambia el traje negro del hijo de familia para el impermeable: el “samurái” (Melville – 1967) no está lejos.

En esta cinta, su primera como realizador, Alain Cavalier recibió el apoyo financiero de Louis Malle que produjo y de la pluma de Jean Paul Rappeneau quien escribió los diálogos.

L'Exercice de l'État (Pierre Schoeller, 2011) – 7/10

Una historia sin ilusiones sobre las concesiones de los políticos, y las libertades que toman para con sus grandes principios. Cuando la imagen de un régimen político es más importante que las convicciones. 

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Bertrand Saint Jean (Olivier Gourmet) es Secretario de transportes en Francia. Por convicción se opone a la privatización de las estaciones de tren. Pero tiene que navegar entre las necesidades de su partido, las exigencias de los sindicatos,  los proyectos del Primer Ministro (Eric Naggar), los deseos del Presidente de la Republica (Stéphan Wojtowicz). Además, tiene que enfrentar las emergencias, los eventos inesperados, como el accidente de un autobús escolar, y presentar, guiado por Pauline (Zabou Breitman) , su directora de comunicación,  una reacción que los medias no puedan utilizar en contra de él o del gobierno que representa.

Todo eso no le deja mucho tiempo para efectuar un trabajo de fondo. En la cinta, todas las escenas se suceden muy rápido: juntas de gabinete, conferencias, emisiones de radio, viajes, llamadas. El personaje principal  es como una marioneta cuyos hilos serían jalados por varios marionetistas al mismo tiempo. Su vida personal se ve afectada y padece de extraños sueños donde una mujer desnuda es literalmente absorbida por un cocodrilo, en un magnifico salón como los de las oficinas ministeriales. 

Junto a él, su director de gabinete, Gilles (Michel Blanc) encarna la eficiencia al mismo tiempo que la permanencia de las convicciones. Soltero, refinado, Gilles le rinde un culto a André Malraux, quien fue Ministro de Cultura de De Gaulle, y pronunció con voz trémula y teatral un memorable discurso a la memoria de Jean Moulin, mártir de la Resistencia, discurso que Gilles escucha repetidamente en su pequeño departamento. Gilles tiene una cierta idea de la grandeza del país y de la política, que concibe como servicio al interés general, y se da cuenta que, actualmente, el poder es solo un teatro de sombras histéricas. Todo el movimiento visible es inversamente proporcional a la eficiencia y al mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. Los idealismos ya se murieron. Quedan los activistas.  
Saint Jean y Gilles se complementan, se parecen. Uno es la faz visible, el otro la faz invisible del cargo de ministro. No se dan a conocer sus colores políticos pero se sabe que son minoritarios en el equipo de gobierno. 

Cuando el ministerio decide contratar como chofer por tiempo definido a un desempleado Martin Kuypers (Sylvain Deblé), eficiente y silencioso, Saint Jean se deja llevar a soñar con una vida que podría ser más sencilla, espontanea, más libre, donde los resultados de su trabajo se vean inmediatamente y concretamente. 

Desgraciadamente, en las prisas de llegar a un meeting político en una pequeña ciudad de provincia, toman una autopista todavía en obras. Un accidente espantoso y filmado en una estética de thriller, casi “gore “pondrá fin a la vida de Kuypers, y llevará a Saint Jean al hospital. 

Poco después, el Primer Ministro lo llamará para darle una misión de confianza: en su nueva posición de secretario del trabajo, privatizar las estaciones de tren. El precio a pagar: despedir a Gilles. 

La cinta tiene una construcción peculiar: después de la secuencia del sueño erótico y angustiante de Saint Jean, simbólico de su concepción del trabajo político, presenta diversas anécdotas de la vida de un ministro, llevándonos poco a poco al punto central: ¿Saint Jean tiene opiniones? ¿Sabrá, querrá defenderlas? 

¿Debe un político mantener una dirección constante? Se acumulan las situaciones donde los personajes se salen de la carretera: un camión escolar se cae a una barranca, el ministro provoca una parada de emergencia en la autopista porque necesita bajarse para vomitar, la nueva  autopista acaba en un campo y el coche oficial se estrella. Hasta Saint Jean por poco se atraganta con un trozo de pizza que se fue por el camino equivocado. 

El titulo mismo de la cinta es una expresión donde las palabras no están en su lugar. Dos pistas se mezclan: “el ejercicio del poder” y “el servicio del estado”. El estado es una institución que busca el mejor bien para la mayoría, por medio de instituciones a las que un político se debe de servir. Esa es la visión, pura y desinteresada de Gilles. El poder no tiene forma, puede provenir del dinero, de la fuerza física, del uso de los medios de comunicación, de las influencias. Es el mundo al que finalmente Saint Jean decide pertenecer.

Bridge of Spies (Steven Spielberg, 2015) - 8/10

Una historia de espías, de los que existieron durante la Guerra Fría. Es decir sin persecuciones o gadgets, sin chicas bonitas. Solo con trámites administrativos y gente que parece burócratas.

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1957, Brooklyn: a un abogado de seguros, James B Donovan (Tom Hanks) se le pide defender a un espía comunista, Rudolph Abel (Mark Rylance) simplemente porque el gobierno le pidió a su bufete asegurar al acusado un juicio justo. Donovan es un ejemplo de buen esposo, buen padre, buen abogado, buen americano. Viste igual de gris que todos, con abrigo, paraguas, sombrero y tirantes. Su esposa es un ama de casa devota, que se preocupa pero no pregunta. Disciplinado, Donovan está decidido a hacer su trabajo lo mejor posible, a darle a su cliente la mejor calidad de asistencia legal. No importa que el acusado no se haga ilusiones, que la CIA trate de saber lo que el “cliente” pudo contarle a su abogado. Donovan respectará todas las reglas. Aún si el cliente es aparentemente enemigo de sus valores políticos. 

Porque tiene cierta idea de lo que es ser un hombre, un ser con valores, viviendo en un país con valores.

Frente al abogado, se encuentra el cliente, “el malo”, el espía, este ser despreciable durante esos años cincuenta de estados Unidos, el enemigo en el contexto de la Guerra Fría. Mientras a los niños se les prepara a lo peor, enseñándoles en la escuela películas de bombardeos atómicos, y se les entrena a las medidas de prevención, el comunista que hay que odiar es un hombre tranquilo, sencillo, amante de la pintura. Abel parece alejado del mundo y, cada vez que su abogado le pregunta, en situaciones decisivas, si no está preocupado, contesta preguntado si eso cambiaría algo. Frente a un personaje que se la pasa hablando, él se la pasa callando, y esperando que la vida decida por él.

Y se decide salvarlo de la ejecución, porque Dónovan supo anticipar que sería moneda de intercambio. 

Lo inteligente del guion es quitar todo lo que podría  estorbar en el retrato de un hombre “bueno”: no hay escenas de juicio, no hay discusión de lo que hizo o no hizo el acusado, no hay consideraciones sobre sus orígenes, sus motivaciones, sus decisiones. No hay ninguna discusión ideológica. La cinta va directamente a lo que le interesa: valores.

La descripción de ambientes de vida es interesante: la familia tradicional americana, agrupada en la casa, alrededor de los padres; del otro lado, en Berlín, impera la soledad. A Dónovan se le presenta una familia de Abel, falsa, organizada por las autoridades alemanas o rusas, y que no engaña a nadie. Los responsables diplomáticos o políticos  negocian en función de sus ideologías. El director del KGB, el responsable gringo, el alemán Vogel ( Sebastian Koch)  tienen sus líneas de conducta pero no les interesa contacto humano. Donovan, en cambio, se presenta como un hombre concreto y consciente de las situaciones personales. Para él, un joven estudiante americano de economía Frederick Pryor (Will Rogers ) , arrestado por los alemanes por falsos cargos de espionaje vale tanto como  Francis Gary Powers ( Austin Stowell) piloto de un avión-espía derribado por la Unión Soviética.

Como siempre, Spielberg trabaja con imágenes impactantes, en un sistema de referencias internas. Las escenas en el metro de Nueva York llaman a las del metro de Berlín. Las miradas de reproche, casi de odio, para él que evitó la pena de muerte al espía, llaman a las miradas de admiración para él que logró el intercambio en el puente de Glienicke. La vista desde el metro berlinés, y la escena de jóvenes fusilados al momento de treparse, llama la de niños jugando a treparse una barda en Nueva York. Es fácil, pero, hay que reconocerlo, funciona. El mensaje de Spielberg es obvio: en Estados Unidos, hay libertad, hay respeto de la vida humana, de las opiniones. Las prisiones son más confortables, se deja a los reclusos en paz, pueden pintar. Hasta el clima es más benevolente. Y no hablemos de las condiciones materiales de vida. En Berlín, ruinas, pobreza, hambre. En Estados Unidos, abrigos calientes y cenas abundantes. 

Spielberg y sus guionistas, los hermanos Coen, ponen también en claro el peso de la presencia soviética en Alemania Oriental, la Republica Democrática Alemana, en oposición a la República Federal Alemana, en la parte oeste. Berlín Este es solo el punto de contacto con el Occidente, un puesto avanzado de Moscú. La embajada soviética en Berlín es el lugar de negociaciones, él que vino a negociar con el enviado gringo es el jefe del KGB. 

Mientras el jefe de la estación de la KGB en Berlín está en voluntad de negociar a Powers por Abel, Alemania trata de existir, al intervenir en forma independiente en la negociación. Abel contra Pryor. El golpe genial de Donovan será tratar con los dos y llevarse a dos por el precio de uno.  

Las entrevistas se hacen en Berlín, pero no con Alemania. Abel lo sabe muy bien, quien da a Donovan la clave para interpretar las señales: según como lo van a recibir en medio del puente, sabrá inmediatamente como lo van a tratar después, una vez que la implacable cortina de hierro se haya vuelto a cerrar detrás de él.

Quedan unas dudas sobre la exactitud histórica: el muro se construyó de la noche a la mañana, del 12 al 13 de agosto de 1961, con alambres de púas, complementado en las semanas siguientes con cemento y tabiques y equipado con sistemas de vigilancia. Encierra totalmente el sector occidental de Berlín, transformándolo en una isla en medio de Alemania Oriental, en medio del mundo comunista.  Cuando se da el intercambio al que se refiere la cinta, que tuvo realmente lugar el  10 de febrero de 1962, ya no hay posibilidad de pasar del este al oeste de Berlín, o en sentido contrario. Eso fue posible de 1945 a 1961: mucha gente vivía en el este, donde las rentas eran más económicas, y trabajaba en el oeste, donde ganaban más. Era muy fácil emigrar de Alemania Democrática a Alemania federal, bastaba cruzar por Berlín caminando, o tomando cualquier medio de transporte. A eso los alemanes lo llamaban “votar con los pies” porque se escogía al régimen capitalista de preferencia al socialista. Por eso se fueron tantos (47 000 en la primera quincena de agosto del 1961) y Alemania perdió gran parte de su fuerza de trabajo. 

En 1961, todos los medios de transporte entre los dos Berlín son interrumpidos. El metro pasa debajo de Berlín Este, por estaciones fantasmas. Donovan no pudo pasar por encima del muro, no pudo ver lo que Spielberg, en su afán de buscar imágenes impactantes, inventó. 

Entonces, veamos lo más sutil: el retrato del hombre común y heroico en su apego al humanismo, el “alma buena” como las llamaba Brecht, ciudadano berlinés oriental; la  astucia del jefe del terrible KGB, la impenetrable tranquilidad del espía comunista, magníficamente interpretado por Mark Rylance, este hombre de quien no se sabe nada, y sobre quien está construida toda la historia. 

Les yeux jaunes des crocodiles (Cécile Telerman, 2014) – 5.5 / 10

Adaptación de la novela de Katherine Pancol que, en 2006, tuvo un extraordinario éxito, no tiene el ritmo ni el humor del libro. Y, si no fuera por la presencia de Emmanuelle Béart, no haría gran diferencia con las comedias gringas habituales.

Ficha IMDb

En la novela, todo se presenta según el punto de vista de Joséphine, la hermana más inteligente pero menos bonita, la que fue sacrificada porque no respondía a las expectativas de su madre. Erudita, buena, generosa y un poco crédula. 

En la cinta nunca se sabe bien quien es la más importante. Joséphine (Julie Depardieu), como su homónima del libro, trabaja en el CNRS, servicio responsable de la investigación en Francia. Como en el libro, casi nunca se le ve trabajar, pero se sabe que se especializó en la condición de la mujer en el siglo XII. Tiene tiempo para hacer traducciones para complementar los finales de mes, y después, para escribir una novela fascinante.

Como en el libro, Antoine (Samuel Le Bihan),  su esposo, la deja y se va a criar cocodrilos en África.
Como en la novela, tiene una hermosa hermana, Iris (Emmanuelle Béart), quien vive del dinero de su esposo Philippe, un abogado de negocios, (Patrick Bruel), se aburre. Ella sí quedó a la altura de las expectativas de su madre, es hermosa, elegante, tiene amigos, relaciones en la alta sociedad.

Joséphine tiene dos hijas, una adolescente odiosa, Hortense (Alice Isaaz) quien desprecia a su madre por demasiado buena y demasiado poco glamorosa; y una niña linda pero muy apegada a su padre,  Zoé (Apollonia Luisetti). 

Para darle más picante a su vida y a su imagen, Iris lanza en una cena elegante su proyecto de escribir una novela. Un amigo editor la toma en serio. Trata honestamente d escribir pero sin lograrlo. Así que la mejor solución es proponerle un trato a su hermana: la inteligente escribe y cobra, la bonita y extravertida hace la promoción. Gana-gana. Y la novela es un éxito….

La cinta es muy sencilla y juega sobre los espejos: una bonita, una fea; una introvertida, una extrovertida; una rica, una pobre; una amada por su mama, la otra despreciada, una trabajadora, una ociosa. Este sistema maniqueo se repite en los personajes secundarios. La oposición entre las dos hermanas, entre la mama y el padrastro, entre la esposa y la amante del padrastro. 

Eso dice bastante sobre la falta de sutilidad en la historia. Hasta los flash-backs sobre la niñez de las dos hermanas es de una simpleza psicológica para llorar. 

Pero sobre todo, la narración deja, al final, con la sensación de que la historia no ha terminado, que todo es fue solamente para preparar lo que sigue, y que existe ya en las dos novelas siguientes de Katherine Pancol. Como va a seguir la vida de Hortense en el campo de la moda, como se va construir una relación entre Joséphine y Philippe, como el padrastro Marcel (Kacques Weber)  va a disfrutar de su vida con su ex amante y secretaria y ahora nueva esposa Josiane (Karole Rocher) y su sobre dotado bebe, como la madre Henriette (Edith Scob), se va ir hundiendo en el resentimiento y la insatisfacción. Esta cinta se siente como el primer episodio de una serie gringa donde se plantea personajes, relaciones y situaciones.

Y la que nos deja más atrapados es Iris, este personaje contrastante, a quien la belleza de Emmanuelle Béart da una intensidad reveladora de su infelicidad. De su fragilisa. La que parecía dominar por sus exigencias, su falta de moral, se va literalmente a deshacer. Porque lo está perdiendo todo, o todo lo que creía, y creían los demás, que tenía. Mientras Joséphine va a crecer en todo, sensualidad, seguridad y riqueza. 

Una cinta demasiada sencillita, donde se podía profundizar en el análisis de caracteres interesantes, y en la descripción de una micro sociedad que Katherine Pancol supo abrir más allá de la simple relación de hermanas.