Una historia sin ilusiones sobre las concesiones de los políticos, y las libertades que toman para con sus grandes principios. Cuando la imagen de un régimen político es más importante que las convicciones.
Ficha IMDb
Bertrand Saint Jean (Olivier Gourmet) es Secretario de transportes en Francia. Por convicción se opone a la privatización de las estaciones de tren. Pero tiene que navegar entre las necesidades de su partido, las exigencias de los sindicatos, los proyectos del Primer Ministro (Eric Naggar), los deseos del Presidente de la Republica (Stéphan Wojtowicz). Además, tiene que enfrentar las emergencias, los eventos inesperados, como el accidente de un autobús escolar, y presentar, guiado por Pauline (Zabou Breitman) , su directora de comunicación, una reacción que los medias no puedan utilizar en contra de él o del gobierno que representa.
Todo eso no le deja mucho tiempo para efectuar un trabajo de fondo. En la cinta, todas las escenas se suceden muy rápido: juntas de gabinete, conferencias, emisiones de radio, viajes, llamadas. El personaje principal es como una marioneta cuyos hilos serían jalados por varios marionetistas al mismo tiempo. Su vida personal se ve afectada y padece de extraños sueños donde una mujer desnuda es literalmente absorbida por un cocodrilo, en un magnifico salón como los de las oficinas ministeriales.
Junto a él, su director de gabinete, Gilles (Michel Blanc) encarna la eficiencia al mismo tiempo que la permanencia de las convicciones. Soltero, refinado, Gilles le rinde un culto a André Malraux, quien fue Ministro de Cultura de De Gaulle, y pronunció con voz trémula y teatral un memorable discurso a la memoria de Jean Moulin, mártir de la Resistencia, discurso que Gilles escucha repetidamente en su pequeño departamento. Gilles tiene una cierta idea de la grandeza del país y de la política, que concibe como servicio al interés general, y se da cuenta que, actualmente, el poder es solo un teatro de sombras histéricas. Todo el movimiento visible es inversamente proporcional a la eficiencia y al mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. Los idealismos ya se murieron. Quedan los activistas.
Saint Jean y Gilles se complementan, se parecen. Uno es la faz visible, el otro la faz invisible del cargo de ministro. No se dan a conocer sus colores políticos pero se sabe que son minoritarios en el equipo de gobierno.
Cuando el ministerio decide contratar como chofer por tiempo definido a un desempleado Martin Kuypers (Sylvain Deblé), eficiente y silencioso, Saint Jean se deja llevar a soñar con una vida que podría ser más sencilla, espontanea, más libre, donde los resultados de su trabajo se vean inmediatamente y concretamente.
Desgraciadamente, en las prisas de llegar a un meeting político en una pequeña ciudad de provincia, toman una autopista todavía en obras. Un accidente espantoso y filmado en una estética de thriller, casi “gore “pondrá fin a la vida de Kuypers, y llevará a Saint Jean al hospital.
Poco después, el Primer Ministro lo llamará para darle una misión de confianza: en su nueva posición de secretario del trabajo, privatizar las estaciones de tren. El precio a pagar: despedir a Gilles.
La cinta tiene una construcción peculiar: después de la secuencia del sueño erótico y angustiante de Saint Jean, simbólico de su concepción del trabajo político, presenta diversas anécdotas de la vida de un ministro, llevándonos poco a poco al punto central: ¿Saint Jean tiene opiniones? ¿Sabrá, querrá defenderlas?
¿Debe un político mantener una dirección constante? Se acumulan las situaciones donde los personajes se salen de la carretera: un camión escolar se cae a una barranca, el ministro provoca una parada de emergencia en la autopista porque necesita bajarse para vomitar, la nueva autopista acaba en un campo y el coche oficial se estrella. Hasta Saint Jean por poco se atraganta con un trozo de pizza que se fue por el camino equivocado.
El titulo mismo de la cinta es una expresión donde las palabras no están en su lugar. Dos pistas se mezclan: “el ejercicio del poder” y “el servicio del estado”. El estado es una institución que busca el mejor bien para la mayoría, por medio de instituciones a las que un político se debe de servir. Esa es la visión, pura y desinteresada de Gilles. El poder no tiene forma, puede provenir del dinero, de la fuerza física, del uso de los medios de comunicación, de las influencias. Es el mundo al que finalmente Saint Jean decide pertenecer.
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