Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Thursday, December 28, 2017

Un beau soleil intérieur (Claire Denis, 2017) – 5.5/10


 Si no fuera por Juliette Binoche, impecable en su interpretación, la película sería de un inmenso aburrimiento, llena de palabras sin sentido y de personajes sin interés. Inspirada por los fragmentos de un discurso amoroso de Barthes, quiere ser intelectual pero no puede salir de un mundo cerrado y autocomplaciente.

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Isabelle (Juliette Binoche) se está acercando a los 50. divorciada, tiene una hija de unos 10 años que no vive con ella. Es pintora, aparentemente famosa. Viste chaqueta de cuero, minifalda, botas inmensas con tacos altísimos y sus blusas y suéteres tienen escotes profundos. Y busca el amor, el verdadero amor.

Al principio de la cinta está en una relación con el banquero Vincent (Xavier Beauvois) odioso, machista y manipulador que, lo dice claramente, nunca va a dejar a su esposa que extraordinaria. La llama y la va a ver cuándo tiene ganas, y la olvida cuando tiene algo mejor que hacer. Además, miente e inventa una relación entre el ex esposo de Isabelle y Maxime, la galerista (Josiane Balasko) quien va a organizar su próxima exposición, nada más para molestarla.

Después Isabelle pasará por un actor de teatro alcoholizó y cansado de su trabajo (Nicolás Davauchelle), por Sylvain (Paul Blain), un hombre sin educación, pero auténticamente enamorado, volverá con su ex,François (Laurent Greville). Aceptará una invitación al campo de Mathieu (Philippe Katerine), un hombre) que cruza seguido en la pescadería. No se dejará impresionar por las grandes declaraciones seudo-protectoras de Fabrice (Bruno Podalydès). Tratará de seducir con suavidad a un artista (Alex Descas) que no caerá en la trampa y acabará en el consultorio de un vidente (Gérard Depardieu).

Punto común entre todos esos encuentros: palabras, muchas palabras vacías, que parecen escenas improvisadas mientras la cámara se enfoca los dos personajes por todos los ángulos. Palabras que no van a ninguna parte, que no analizan o cuentan nada, a veces ni siquiera logran salir de las bocas. En una escena interminable Isabelle le dice à la galerista que le va a decir algo pero que no logra decírselo porque es muy personal y además no le incombe pero que si se lo va a decir….En los encuentros con hombres ,pasa lo mismo,son diálogos en los que se hacen decir lo que esperan que se digan. Confuso e inútil.

Lo que podría ser divertido es este desfile de hombres que se toman en serio y pretenden darle consejos o lecciones a una mujer con la intención oculta de aprovechar la situación. Son todos ridículos, pero no suficientemente para hacer reír. Igualmente, la escena del paseo en el campo con grandes sentencias intelectuales, de las cuales Isabelle acaba burlándose en un acceso de ira. Tampoco es divertida, ni le aporta nada al personaje.

Juliette Binoche livra insuflarle algo a su personaje, una sensibilidad, las lágrimas, de tristeza, de decepción, de frustración, siempre están cerca de una sonrisa de felicidad, de esperanza, de alivio, su falta de carácter o de fuerza se hace tangible. Pero el personaje en sí no tiene ninguna profundidad y no despierta ninguna compasión en su dolor repetido, su desesperación y su búsqueda inagotable del amor. Porque actúa, habla, piensa como adolescente.

Algunos directores hacen películas de palabras, de largos diálogos, Rohmer en sus tiempos nos dio unas maravillas de fineza, de agudeza psicológica, de precisión en en análisis de las relaciones humanas y motivaciones sentimentales.

Aquí, nada de eso. Como las palabras de Isabelle y sus hombres, la cinta es vacía. Ni supiera tiene alguna búsqueda estética, algo interesante en las imágenes.

Pero hay que reconocerlo, Gérard Depardieu vuelve a ser el gran actor que fue en sus principios. Y su escena, la más larga de la película y la última es definitivamente la más interesante y significativa. Es como un resumen de toda la película y de la actitud del personaje central: Sus consejos son confusos y serios a la vez. Lo dicen todo y no dicen nada: cuídese de este, pero sea paciente porque el otro va a volver, céntrese en usted misma, pero va a llegar El hombre destinado, encuentre y cuide su “gran sol interno” …pero siga viviendo en la dependencia de los hombres. Todo eso no significa nada, es lo que dicen todos los videntes, es lo que sus clientes atormentados esperan ye interpretan en el afán de tranquilizarse. Exactamente como lo hace Isabelle. Pero del actor emana tal magnetismo, tanta fuerza tranquila, en una voz profunda, lenta. Parece que Depardieu se deshizo de todas esas capas de histrionismo con las que vivió y actuó estos últimos años. Casi dan ganas que sea su última película para dejar ese recuerdo del gran actor que fue algún día.


Tal vez la moraleja de la película, como del texto de Barthes sea que hombres y mujeres no están iguales frente a la edad, el amor, el éxito. Y cuando las mujeres quieren igualdad, ellos consideran que es “la dictadura del proletariado “expresión que dice la cruda verdad sobre lo que los hombres piensan de las mujeres.

Tuesday, December 26, 2017

Coco (Lee Unkrich , Adrian Molina, , 2017) – 9.5/10

Un sueño de película. Da para reír, sorprenderse, enternecerse. Es una obra de arte y de imaginación. A pesar de ser adulto, uno no se aburre porque se va de sorpresa en sorpresa. Es amor a México y sus tradiciones. Pero también es amor al país de la infancia de cada uno, aun si no es tan colorido como México, porque está hecho de todos los recuerdos que nos construyen y nos dan raíces.

Ficha IMDb

La historia de la familia desfila en un prologo de papel picado, estos papeles de colores, ligeros como el viento, que se cuelgan atravesando las calles días antes del Primero de noviembre: los ancestros, Imelda, su esposo el musico y su pequeña hija, como se amaron, como el padre se fue en busca de la fama musical, y la madre abandonada tuvo que trabajar para mantener a la niña. Hasta llegar a las generaciones que viven todavía, juntas bajo el mismo techo, en este pueblito feliz llamado Santa Cecilia. Para escapar de la maldición que trae el arte, en particular la música, se pusieron a hacer zapatos. El mayor de la última generación todavía no los fabrica, pero sí los bolea, en el zócalo del pueblo. Aunque, a sus 12 años, sueñe con cantar. Por cierto, se llama Miguel Rivera (Luis Ángel Gómez Jaramillo), no Coco.

Mama Coco (Elena Poniatowska) es la más vieja de la familia. Es muy, muy vieja. Vive en su mecedora y, a pesar de ya no moverse, ya no hablar, ya no entender nada ni acordarse de nada, participa en todas las actividades. Su cara llena de arrugas y su cuerpo encorvado están de todas las aventuras de Miguelito, aun cuando juega a las luchas, con su mascara del Santo.

La que domina la casa es Abuelita (Angelica Maria), una mujer fuerte, a quien nadie ni nada se atreve a oponerse, sobre todo cuando viene armada de su chancla amenazadora y a veces voladora. En estos días se dedica a la preparación de la ofrenda de muertos. Las fotos de todos están ahí, las flores de cempasuchil, los platillos que amaban los muertos. De paso se explica, para los que no lo conocen, o sea, para el mundo entero, el significado de este ritual tan arraigado en México.

Al bolear los zapatos de un mariachi de traje azul (Jaime Lopez), Miguelito se deja ir a unas confidencias : quiere cantar pero su familia se lo prohíbe. El mariachi le sugiere participar en el concurso que tendrá lugar esta noche. Pero al niño le falta una guitarra. Hurgando en el ático, en medio de las reliquias del gran cantante Ernesto de la Cruz (Marco Antonio Solis), su ídolo, llega a la conclusión que tal vez él es el bisnieto del famoso cantor. La decisión está tomada: tomará prestada la guitarra del monumento en la capilla de la iglesia.

A partir de ese momento, la historia cambia de mundo. Miguel ha hecho contacto con la tierra de los muertos. Los demás vivos ya no lo pueden ver. Pasado el inmenso puente anaranjado de cempasuchil, entra a un universo donde detalles de la vida de aquí se transforman con humor, colores y creatividad. Va de sorpresa en sorpresa y el espectador de sonrisa en sonrisa. Sin olvidar unas cuantas lágrimas.  Ahí el niño conocerá a mucha gente, se hará amigos, como el genial Hector (Gael Garcia Bernal) con quien tiene un cierto parecido. Los muertos de su familia lo ayudarán a resolver obstáculos para llegar a su ídolo y volver al mundo de los vivos. Pero también aprenderá algunas verdades sobre los adultos y volverá un poco mas maduro de su viaje de una noche.

El vivo y los muertos darán cada uno lo que pueden dar y recibirán lo que anhelan. La reunión del 2 de noviembre será posible. El altar de Abuelita tendrá sus invitados. Pero, sobre todo, Coco saldrá de su aislamiento y recordará a su padre, Miguel sabrá al fin quien fue su bisabuelo. Y la vida podrá seguir en una familia feliz y apoyada en los que se fueron, pero siguen vigilando y protegiendo.

Es un cuento, con todas las etapas en regla. Es una estampa mexicana, es una cinta que da ganas de recordar, los momentos con los que se fueron, lo que nos dieron, lo que les debemos. Hasta alienta a poner su ofrenda para los que nos dejaron, para ser parte de una familia, de una cultura, aunque sea de adopción. Coco nos enseña que no estamos solos. Que seguiremos vivos, mientras alguien se acuerde de nosotros. Es la moraleja necesaria a todo cuento. Y la belleza de los dibujos, lo divertido de las situaciones y los diálogos son entendibles en el mundo entero.

Pero Coco es también un homenaje a la cultura popular mexicana y ahí reside un peligro. Se trata de las referencias de los adultos mexicanos, los que han visto películas de Cantinflas, que saben de memoria las canciones y los papeles de Pedro Infante, de Jorge Negrete, que vieron películas del cine de oro. Los demás, los extranjeros, los jóvenes, no verán en Ernesto de la Cruz a Pedro Infante, o Jorge Negrete, ni en mama Imelda a una diva de los 40’s como Maria Felix. La tierra de los muertos les parecerá maravillosa, fantasiosa, pero tal vez no sabrán reconocer las referencias a los muralistas, a José Guadalupe Posada y sus calaveras, a las calles de Guanajuato con sus balcones y sus galerías subterráneas, a los alebrijes, a todos esos detalles que son recuerdos no de una persona o de una familia, pero de un pueblo. Como los individuos, las culturas se van construyendo sobre los recuerdos.

Sí es una cinta gringa, sí es Pixar con sus millonadas. Si tiene significado político cuando Estados Unidos tienen a su cabeza un señor qui califica a los mexicanos como ladrones, violadores y todo tipo de criminales. Pero se hizo un trabajo exhaustivo de investigación, de inmersión en Mexico, pasando meses en Morelia, Guanajuato, Oaxaca, lugares claves para las celebraciones de Muertos. El resultado es tan perfecto que uno reconoce el pueblo porque ya lo visitó en Michoacán, la abuelita chancluda porque es el resumen de todas las abuelas mexicanas, los puestos del tianguis porque los ve a la vuelta de la esquina. El dibujo es impecable, las flores de cempasúchil son perfectas de color y de textura, el traje de terciopelo del mariachi se toca, su sonrisa y sus ojos tristes atraen un besote, las arugas de Mama Coco son impresionantes de detalles y dan ganas de pasar el dedo para contarlas.


El reparto de voces es de lujo. Para la versión mexicana, que sale un mes antes que en Estados Unidos, por obvias razones de calendario, nada menos que la escritora Elena Poniatowska como Coco, Hector Bonilla como los dos hermanos Tío Oscar y Tío Felipe, Gabriel Garcia Bernal como Hector, Angelica Vale como Mama Imelda, pero también la gran actriz Ofelia Medina, el escritor Juan Villoro, la cantante Eugenia León, o sea referencias culturales del México de hoy.

La música mezcla temas tradicionales, conocidos de memoria por cada espectador, con temas originales, que encajan perfectamente bien. Como una puesta en abismo, la cinta que habla de la memoria activa la memoria del espectador. Cada uno encuentra, en un momento u otro, algo que lo lleva a un recuerdo, a una persona. Coco, con la acción simultanea de sonidos, imágenes, colores, referencias, nos hace el mismo efecto que a Mama Coco; nos despierta, nos enternece, nos hace sonreír. Y tal vez, nos hace mas fuertes.

Dunkirk (Christopher Nolan, 2017) - 9 /10

Una narración perfectamente estructurada, un equilibrio entre escenas y personajes que transforma un hecho real poco conocido en una aventura épica y moral. Con sonidos e imágenes impresionantes. Ya no es solamente una película histórica, es una verdadera obra de arte maravillosamente lograda.

Ficha IMDb

Tres historias se entrecruzan, protagonizadas por gente normal, que no buscan ser héroes, solamente sobrevivir y, tal vez, ayudar a otros a sobrevivir. En toda simplicidad.

Estamos entre el 26 de mayo y el 4 de junio 1940. Las tropas aliadas deben ser evacuadas de Dunkerque ya que los alemanes las rodean. Esta “Operación Dynamo” muy conocida de los ingleses, es casi ignorada de los franceses a pesar de haber pasado en sus costas. Esto se nota claramente en el guion ya que se alude poco a los demás ejércitos. En mayo 1940, Francia sigue en guerra ya que el armisticio será firmado en junio por Pétain, permitiendo la ocupación del gran parte del territorio por las tropas alemanas

Tres elementos sirven de marco a tres tramas, con tres protagonistas diferentes, de profesiones y edades diferentes. En el aire, un piloto de caza (Tom Hardy); sobre la tierra, un joven soldado inglés (Fionn Whitehead), de pronto separado de sus compañeros; en el mar, un marinero civil (Mark Rylance) acompañado de su hijo. Dos espacios abiertos, cielo y mar, se oponen a los espacios cerrados de los barcos. Cada uno vive su espacio-tiempo: para el soldado es una semana para tratar de salirse de esta playa, para el navegante, es un día para acercarse a la costa francesa y rescatar a tantos pueden caber en su bote, para el piloto, es una hora para retrasar a las tropas alemanas que se acercan.

Los diálogos son casi inexistentes. Solo se pronuncian las palabras necesarias a la eficiencia de las acciones. El ritmo es primordial. Todo es cuestión de tiempo. Hay que evacuar a 400 000 hombres lo más pronto posible antes de que los alemanes reacciones. Las tres tramas de tejen en un montaje vertiginoso. Nunca hay descanso. Hay que estar siempre actuando, tomando decisiones, moviéndose.

La violencia es permanente pero casi no se enseña. Se ven las consecuencias: cuerpos amontonados, devorados por las llamas del gasóleo en el agua, un piloto inmovilizado bajo su cockpit

Si no hay casi palabras, hay muchos sonidos, como si la mente y el cuerpo en estado de alerta estuvieran más sensibles a cualquier ruido que puede ser señal de peligro o de ayuda. Las miradas se dirigen al cielo porque de ahí puede venir salvación o muerte. Los alemanes, invisibles se reducen a ruidos, que impiden moverse. Se restituyen les sensaciones de os soldados. Los franceses que aparecen son solo los que los ingleses no dejan subir al barco, y, individualizado, un traidor que acompaña durante un tiempo al joven soldado inglés. No se distinguen casi idiomas. Casi no hay palabras articuladas.

Churchill despreciara esta operación diciendo que “no se ganan las guerras con evacuaciones”, en una ideología de la época, cuando no se ponía tanta atención en cada vida individual como ahora, cuando lo importante era la visión general. Si bien es cierto que la cinta relata una derrota para una nación, son pequeñas victorias a nivel de los individuos.

Estos hombres no tienen vida personal, casi no hay relaciones salvo las del momento, cuando es necesario actuar juntos. Porque no importa quienes son, o de donde vienen, solo si van a alcanzar su objetivo. No hay héroes, o todos son héroes.

La música de Hans Zimmer se une a unas tomas, sobre todo las aéreas, magnificas, amplias, vertiginosas, liricas. La fotografía es de una nitidez que alumbra, uno cree estar en el cockpit, casi sin ventanas que lo separen de la inmensidad. Sorprendentemente la música no es triunfalista, es casi discreta, monótona, Tal vez para no restarles fuerza a los ruidos.

Si se puede reprochar a Nolan su visión cerrada, limitada a un enfoque inglés, donde elimina a casi cualquiera que no sea de esta nacionalidad. Se puede objetar la deformación de la realidad histórica ya que los barcos civiles salvaron apenas el diez por ciento de soldados, uno debe admitir que se queda boca abierta frente a tal habilidad, a la proeza técnica y a la belleza de ciertos momentos, a la atención mantenida alerta.


Hubo otras películas sobre este momento de la Guerra de 1939-40: una cinta llamada también Dunkirk de Leslie Norman de 1958, con John Mills y Richard Attenborough, que fue un éxito en Inglaterra, y transmite un ambiente pesimista al dar la palabra a los que estaban en contra de tan arriesgada operación. Mas reciente es un telefilm de la BBC de 2004, con Benedict Cumberbatch en tres episodios, Pero ninguna logró llamar la atención.

Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975) - 9,5/10

A
partir de una novela del siglo diez y nueve sobre un personaje despreciable y anti heroico, Kubrick realiza una obra de arte excepcional. A pesar de su muy larga duración logra encantar al espectador con unas imágenes más hermosas cada una que la anterior.

Ficha IMDb

La acción empieza en Irlanda en el siglo XVIII. Una voz off de narrador nos guía para entender los orígenes del protagonista. Redmond Barry (Ryan O’Neal): es un joven, guapo, pero no tan inteligente, trabajador o decidido como se podría esperar de un huérfano para quien su madre Belle (Marie Kean), ha peleado y trabajado muy arduamente, ahorrando para garantizarle un porvenir, estudios tal vez. Viven en el campo, pero Barry lleva una vida agradable, preocupado sobre todo por la hermosa Nora Brady (Gay Hamilton) su prima de quien está enamorado.  Por estas tierras pasa un regimiento con gran talento musical que hace una demostración muy apreciada por los habitantes. Sobre todo, la elegancia de su capitán al frente de las maniobras y la agilidad y sentido del ritmo que demuestren el baile que sigue seducen a la joven.

Barry siente que su amada se le está escapando, hace pataletas, berrinches y escenas de celos, al punto de ofender en público al nuevo pretendiente, ya aceptado por la madre. En el duelo, mata al capitán Quinn (Leonard Rossifer) y se ve obligado a huir de su pueblo ya que los duelos son ilegales. Con toda la pobre fortuna de su madre en sus bolsillos, se aleja sobre su caballo. Desde du primera etapa en un albergue, será identificado por el gran bandido Feeney (Arthur O’Sullivan) como posible presa, y unos kilómetros más lejos atacado en pleno bosque y desposeído de su caballo y de su dinero. lo único que le queda será alistarse en el ejército británico lo que lo lleva al continente para pelear contra los franceses en la guerra de Siete Años. En el camino, se entera por un amigo que no mato a nadie ya que el duelo fue trucado por forzarlo a huir y dejar terreno libre para que su amada restaure la fortuna familiar al casarse con el capitán Quinn.

Como no es un ejemplo de valor militar, Barry escapa a la primera oportunidad, tomando la identidad y el caballo de un oficial. después de unos días de felicidad en una granja en compañía de una viuda, decide seguir con la misión de mensajero que tenía el oficial, camino a Holanda, país neutral.  Desgraciadamente será descubierto por un oficial prusiano, el capitán Potzdorf (Harry Krüger) quien le dará la opción: fusilamiento o ejercitó prusiano. Los sufrimientos de Barry bajo la férrea disciplina militar prusiana se parecen muchísimo a los sufrimientos del joven Candide de Voltaire. Al acabarse la guerra, Barry se queda al servicio de Potzdorf quien, a petición de su tío ministro de policía, lo ubica con el Chevalier de Balibari (Patrick Magee), jugador tramposo sospechado de espionaje. Pero Barry escoge pronto su partido. Huye con el jugador, juntos recorren las cortes europeas, ganan mucho a base de trampas. A los que quieren escapar de sus deudas, Barry los desafía en duelos.

Pero Barry quiere sentar cabeza. Para eso nada mejor que la joven esposa de un rico y viejo conde (Marisa Berenson). Cuando Sir Charles de Lyndon (Frank Middlemass), muere de tristeza al enterarse del adulterio, Barry puede por fin casarse, y por fin ser rico.

Con su esposa, a quien maltrata con desprecios y engaños, con el hijo del primer matrimonio, Lord Bullingdon (Dominic Savage) que lo odia, el reverendo Runt (Murray Melvin) tutor y consejero espiritual, Barry vuelve a Inglaterra donde obtiene del rey el permiso de llamarse Lindon. Pero sabe que la fortuna no es suya y que no heredará nada. Para eso debe conseguir un título nobiliario. Sus intentos se verán manchados por su violencia abierta hacia su hijastro. Su amor por su hijo Bryan Patrick no impide la caída progresiva de Barry. Acaba con su madre, amputado de una pierna, alcohólico y dependiente de la renta que le sirve su esposa bajo órdenes de Lord Bullingdon ahora adulto (Leon Vitali ) con la condición de mantenerse alejado.

Totalmente fiel al espíritu del siglo XVIII, esta cinta se inscribe en la línea de los personajes destinados al fracaso que encuentran, por azar, un destino extraordinario. Muestra de los cambios en las sociedades y en las mentes, sus anti héroes anuncian las grandes transformaciones, las revoluciones, las independencias, el reemplazo de la clase aristocrática por la burguesa. En este gran movimiento, caótico en apariencias, algo está buscando su lugar. Barry es un “pícaro”, en el sentido literario de la palabra. Viene de abajo de la sociedad, el dinero es un valor fundamental para el por la sencilla razón de que no tiene. Son los azares de los encuentros y las circunstancias lo que van a dibujar su destino. Tiene además una apariencia agradable y un real talento para fingir, y asir la suerte al vuelo. Es el hermano de Gil Blas de Santillane en la novela de Lesage, del Figaro de Beaumarchais , de Jacques el Fatalista de Diderot. Aprovecha sus encantos como Manon Lescaut, sabe mentir, sabe fingir. A veces, la verdad, o la justicia, lo alcanza, pero siempre vuelve a caer en su camino ascendente. Bueno y generoso no es. Culto tampoco. Es el símbolo de las clases que suben. La aristocracia le sirve de modelo, de meta a alcanzar, para utilizarla y ocupar su lugar, y, si se puede, manipular su dinero y sus influencias.

Este retrato de un hombre, de un modelo romanesco, Kubrick lo pone en el entorno que le corresponde a la perfección. Desde el uso de la música de la época, en particular las músicas de guerra, hasta la reconstitución de los ropajes, los interiores, los movimientos de Los ejércitos. La cinta es una lección de historia en acción.

Pero, sobre todo, es una recreación de la pintura de la época. Los paisajes salen de Gainsborouh, de Constable, las escenas de interiores de Hoghart o de las “scènes de genre” de Greuze o Chardin, que Diderot apreciaba tanto y para las cuales inventó el género literario de la crítica de arte en sus Salones.

La perfección de la imagen, los colores de los cielos, de los pastos, los caballos., las texturas de las telas, de los cabellos, dan ganas de acercar la mano para tocar, de pausar la imagen para estudiar los detalles. Todas las excentricidades del siglo XVIII, las fiestas y los lujos antes de la erupción del volcán, están presentes. Los paseos lentos en jardines cuidados al centímetro, la presencia del confesor de la familia, compañero de fiestas más que tutor moral, los engaños, las infidelidades. Es la pintura de un mundo que va a desaparecer pocos años después y, sin saber bien a bien porque, los personajes se apresuran a disfrutar los últimos placeres.

Kubrick espero varios años para realizar esta cinta, tal vez la más hermosa de su obra, porque la tecnología no le daba todavía la posibilidad de rodar con la luz auténtica de las velas. Se utilizaron candelabros de sesenta y diez velas, complementadas a veces por candelabros de cinco o seis velas sobre las mesas. Eso produce una luz tenue, en un claro oscuro digno de los maestros pintores de la época.

La interpretación de Ryan O’Neal, expresión corporal y facial, tono de voz, ponen en evidencia la falta de carácter del personaje, su vacío emocional y moral. Barry Lyndon es un cascarón. Se llena y se vacía según los encuentros y las circunstancias. No tiene valor en sí.

Kubrick encontró en el siglo de las apariencias y de los juegos de engaños, el mundo teatral por excelencia. Barry Lyndon es la cinta de los excesos, empezando por el exceso de belleza, es barroca, es sofisticada. Es perfecta.


La violencia de la guerra, de los celos, de las combinaciones financieras o políticas, se envuelve en telas suntuosas, en luces radiosas. Es todo el arte de la superficialidad que desaparecerá en los destellos revolucionarios.

Monday, December 25, 2017

Mother! (Darren Aronofsky, 2017) - 9/10

Metáfora con varios significados, historia terrorífica, apasionada, trágica, con interpretaciones fulgurantes, con escenas abominables, se trata de una cinta absolutamente fascinante, de una extraña belleza, que asusta al mismo tiempo que saca de quicio, incomoda o enternece. De estas películas que dan para hablar durante horas.

Ficha IMDb

Después de un principio difícil de entender, con imágenes grises plateadas y llenas de polvo, que poco a poco se precisan y van formando un cuarto con una mujer acostada, la historia empieza. Una pareja vive en una casa solitaria. El (Javier Bardem) es un escritor abandonado por la inspiración ella (Jennifer Lawrence) hace todo para garantizarle un espacio propicio a su delicado trabajo: restaura la casa que fue en parte destruida por un incendio, pinta, construye, empapela paredes, al mismo tiempo que cocina, limpia, lava, etc. La casa es hermosa, antigua, con escaleras, muchos cuartos, sótanos, amplia cocina, varios cuartos de baño. O sea, mucho trabajo para una mujer sola. Pero ella nunca se queja y sigue trabajando para que su hombre este a gusto y que ni el mimo malestar o contrariedad perturbe la posible y tan esperada llegada de la inspiración.

Una noche, toca a la puerta un hombre desconocido (Ed Harris). El decide recibirlo y el hombre cena y pasa la noche, a pesar del evidente descontento de Ella. Pero ¨le se ve feliz y Ella no se atreve a protestar demasiado. La situación se complica un poco cuando, a la mañana siguiente, llega la esposa del visitante (Michelle Pfeiffer). Los dos se instalan como en su casa, sin ninguna reserva ni discreción. Cuando llegan los dos hijos del matrimonio (Brian y Domhnall Gleeson) Ella se siente claramente amenazada y trata de hacer reflexionar a su esposo. Pero es demasiado tarde y las consecuencias se van encadenando. Peleas entre hermanos, muerte, veladas mortuorias, destrucción de la casa, llegada de más y más visitantes destrucción de la casa, Él está feliz, Ella sufre. La casa parece cómplice de la tortura infligida.

Esta casa que por fin vemos de afuera, sola en medio de una pradera, extraña en su belleza arquitectónica y sus colores contrastantes con la naturaleza circundante y despoblada.

Después de unos días de calma y reconstrucción, Él ha reencontrado la inspiración, al mismo tiempo que Ella se ha embarazado. El hombre es ahora feliz y creativo, en todos los sentidos de la palabra. El éxito de su libro de poesía atrae a la casa muchos admiradores, demasiados, que, como en el primer episodio, se vuelven dueños de la casa, con el consentimiento del hombre futuro padre. Ella se ve obligada a refugiarse en un cuarto en el ultimo piso, donde da a luz sola mientras los visitantes organizan una fiesta entre religiosa, poética y orgiástica. Al nacer el bebe, exigen verlo y un duelo silencioso empieza entre padre y madre.

Cuando el escritor logra arrancar el bebe a su madre, lo enseña, lo ofrece a sus admiradores que, para unirse a su ídolo, tomen posesión del recién nacido en un ritual colectivo de antropofagia.

Para vengarse, la madre incendia la casa de su esposo, destruyendo todo antes de ofrecer su propio corazón como ultima prueba de amor. Corazón que se vuelve ceniza y vidrio, en una casa que sale de los grises para volverse real, con una mujer en la cama, junto al poeta.

Así se acaba y vuelve a empezar la historia en sus tres actos: los visitantes, la velada fúnebre, el nacimiento.

Inmediatamente surge un primer significado de la metáfora: Ella es la musa, la mujer inspiradora, infinitamente buena, amorosa sin descanso, que da su vida y su persona para que el artista pueda crear. Este, en su carrera incansable hacia la fama, la sacrifica a la admiración que tanto necesita para vivir. El arte es devorador, se alimenta de los demás. Cuando su fuente de inspiración se agota, escoge otra. La musa es una madre, da sin contar, sin cansarse, sin pedir nada a cambio.
El arte se nutre también del dolor, En Black Swan (Aronofsky - 2010) la bailarina debía sufrir, en su cuerpo y su alma, para llegar a la obra maestra. Aquí, el escritor necesita el sufrimiento de los demás para crear.
Pero Aronofsky dio una explicación diferente. Para él, la madre de su película es la madre naturaleza, que utilizamos, explotamos, de la cual nos nutrimos sin tener ninguna atención para ella, su sufrimiento, agotamiento y muerte. Si el director lo dice, ha de ser cierto. Lo difícil es que la cinta en ningún momento habla de la naturaleza, en ningún momento la enseña. La única toma en exterior es la de la casa en medio de su pradera vacía. Es cierto que esta casa en medio de un espacio amplio y desierto puede significar lo que el hombre moderno ha provocado alrededor de ál. Pero resulta difícil darle a esta única imagen todo el significado de la cinta. Se trata entonces de una metáfora muy, muy implícita y escondida.
Esta significación revelada por el director nos lleva a otras posibles interpretaciones. Una muy lógica es la del funcionamiento de las parejas, y esta sí que es frecuente. La manipulación, la explotación de la mujer por el hombre, acompañadas de todas las estrategias de amenazas, criticas, desprecios y chantajes para que ellas sigan dedicadas ciegamente a la felicidad masculina, son una realidad arcaica que se mantiene a pesar del despertar femenino, de las campañas bien intencionadas, de las tentativas educativas. Esposa, compañera, trabajadora o genitora que demuestra al mundo la capacidad reproductiva del macho, la mujer es entendida como apoyo indiscutible del narcisismo masculino, sin necesidad de agradecimientos, consideraciones o salarios.
La cinta, en su desarrollo irresistible hacia la locura, parece a veces una cinta de Buñuel. Llegan personajes y personajes, se juntan, unen sus fuerzas para utilizar, digerir, destruir a Ella. sí, al principio, la situación parece humorística, cómica por su aspecto absurdo, poco a poco el espectador empieza a entender que no hay límites, que no hay ninguna razón para que el crecimiento en numero y hostilidad, se detenga. Ya no hay reglas. Todo esta fuera de control. La primera secuencia de llegadas, por la muerte de uno de los hijos, da el tono. Pero termina, y se produce un alivio. Cuando empieza la segunda ola de llegadas, la de los admiradores, se entiende que esta no se va a detener. Ella esta perdida. Esta sola. Ella se quedó como la única exenta de locura, la única en contacto con los valores verdaderos, el nacimiento. La única persona normal no puede sobrevivir y tiene que ser sacrificada. Esto recuerda un poco a la Rosemary de Polanski, cuyo bebe es codiciado por los vecinos terroríficos.
Pero otra línea de referencias recorre la cinta. Aronofsky, en su deseo de significados sacados de un referencial cultural humano universal, llama a estructuras fundamentales: la Biblia en su primer libro, El Genesis, libro de la creación. El, el ser innombrable seria Dios, y la casa maravillosa el jardín del edén.  Los visitantes de los primeros días podrían ser Adam y Eva, pareja original modelo de todas las parejas: después de que Ed Harris enseñe la herida que tiene en el costado, aparece su mujer. sus dos hijos celosos Caín y Abel que traten de eliminarse mutuamente. Si la visitante pude muy bien representar una mujer original, modelo de todas las mujeres, sobre todo con su lascivia y sus reproches insidiosos a una Ella atemorizada y poco provocativa, su esposo tiene poca relación con Adam. Pero la mujer toca al objeto prohibido, a la piedra de vidrio, y la rompe lo que pone furioso al poeta. Su desobediencia es el principio de todas las catástrofes que van a seguir. La desgracia ha entrado al paraíso.
Meses mas tarde, Ella dará a luz, después recorrer todos los pisos de la casa, en un lugar apartado. Su hijo le será arrebatado para ofrecerlo a la adoración de los fieles, quienes lo sacrificarán y lo devorarán, volviendo al significado real de la eucaristía. Esta interpretación deja una incógnita: ¿Quién es Ella?  Si al final es la Virgen María quien debió dejar sacrificar a su hijo, no queda totalmente coherente: Cristo fue sacrificado una vez adulto. ¿Y en el resto de la cinta? Pero es cierto que la belleza de Lawrence es la de una madona.
Ella pasa el tiempo aterrorizada, tiene miedo de no complacer a su poeta, de no gustarle suficientemente para que le haga un hijo. Tiene miedo de no poder restaurar la casa, tiene miedo de las fuerzas extrañas que siente escondidas en los rincones y los sótanos. La cámara esta casi todo el tiempo junto a su cara, observando su miedo de muy cerca, o atrás de ella, viendo lo que ella ve. Este Angulo de visión, cerrado al máximo, le impide al espectador entender lo que pasa alrededor. Lo encierra, a él también, en un mundo sin explicaciones.
La mujer no entiende, no se le da alcance a la revelación, es cosa de hombres, de artistas. ¿El acceso a la verdad del mundo será acaso reservado a los hombres? ¿Aronovsky, pareja de Jennifer Lawrence en la vida real, se retrató en esta cinta? ¿Es Ella su ideal de mujer, una mujer que debe morir para que el arte siga?
Escalofriante en varios sentidos, Mother!, además de su belleza formal, da mucho que pensar.




Eaux profondes (Michel Deville, 1981) – 8.5/10

¿Quién manipula a quién? En esta cinta basada sobre una novela de patricia Highsmith, la maestra estadounidense del suspenso, y madre de Tom Ripley, dos esposos extraños se confrontan, se aman y se odian, se desprecian. Una interpretación fascinante de un Jean-Louis Trintignant dueño de todos sus efectos, hipnotizante, escalofriante.

Ficha IMDb

Michel Deville decidió cambiar el lugar de la acción de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra a las islas anglonormandas, Jersey precisamente. Quitó la pesada herencia de los Puritanos y sus sombrío pasado de cazadores de brujas para remplazarlo por la sombra de Victor Hugo exiliado. Pero supo conservar esta sociedad que se quiere culta, donde todos observan a todos, opinan sobre todos, y critican sin decir nada abiertamente.

Una pareja todavía joven, Mélanie (Isabelle Huppert) y Victor (Jean-Louis Trintignant), padres de Marion (Sandrine Kljajic) llevan la vida social obligada: cenas, bailes, garden-parties, reuniones alrededor de la piscina. Su casa es un encanto de buen gusto, tal como lo amaba la moda de los anos 80’s: flores, maderas finas y cuadros. Su hija va a un colegio privado. él es dueño de una fábrica de perfumes. Este pequeño mundo aprecia sobre todo a   Vic, siempre elegante, reservado, atento con todos, y le tiene una secreta compasión y admiración por la paciencia que manifiesta ante el comportamiento abiertamente coqueto de su esposa, unos años más joven. Solo Henri Valette (Philippe Clévenot), más cercano y más sincero, le reprocha su pasividad y lo anima a reaccionar con más firmeza.

Pero, durante una fiesta, Vic, que cultiva pasatiempos extraños, como la cría de caracoles y la contemplación de sus actividades reproductivas, sale de su pasividad y cuenta con toda seriedad a Joel (Jean-Luc Moreau), que parece ser el amante del día, que mata a los amantes de su mujer. El asesinó a Malcolm, hace unos meses, por mal educado, y nadie sabe dónde está el cuerpo.

Si Joel deja inmediatamente la relación, el anterior, Ralph (Robin Renucci), vuelve de un viaje y viene a pasar mucho tiempo en casa del matrimonio. Cenas larguísimas, prolongadas por veladas donde él y Mélanie bailan, coquetean abiertamente bajo los ojos del esposo, pacientemente ocupado en sus lecturas o sus partidas de ajedrez.

Siempre frio, reservado, Vic no reprocha nada a Mélanie. Paternal y protector, les lleva el desayuno después de la larga noche, arropa a Melanie en su cama, la ayuda a curar su resaca, le pregunta sobre su pipi y el cepillado de sus dientes. Sin embargo, semanas después, aprovecha una noche de cena en casa de los Valette, para matar en la alberca al nuevo amante, Carlo (Christian Benedetti) el musico de bar.

La guerra empieza, Melanie multiplica las tentativas de hacer saber la verdad a todos, apoyada solo por Ralph y Denis Miller (Eric Frey) quien tal vez vio algo la noche del asesinato. Pero su esposo frustra todas las trampas, como el detective Carpentier (Bertrand Bonvoisin) que Melanie trajo bajo la identidad de un investigador especializado en Victor Hugo y que no sabe nada del famoso autor. Cuando llega un empresario interesado en asociarse con Vic, el canadiense Tony Cameron (Bruce Myers), Mélanie lo atrae a sus redes y, juntos, desafían a Victor. La única solución es matar al nuevo amante y tirar su cuerpo al mar.

La investigación policiaca sobre la desaparición del canadiense no lleva a nada. Mélanie y Marion) preparan un día de campo para el cumpleaños de Victor, junto al lugar donde se deshizo del cuerpo. Felices todos, vuelven a casa. Toda huella roja ha desaparecido. Todo está blanco. La pureza volvió.
Este final abierto es invención de Deville y mantiene la ambigüedad sobre la naturaleza de la relación entre esposos, sobre el juego que llevan. ¿es amor-odio? ¿es odio puro? ¿es complicidad criminal? ¿es juego perverso para mantener viva su relación? Patricia Highsmith, mucho más moral, castigaba a su personaje, después de llevar a su lector por un sendero accidentado y sutil de suspenso e intriga, en una focalización interna. Permitía conocer paso a paso este hombre que desprecia a todos, que calcula, que analiza y adivina los pensamientos de los que cruzan su camino.

Esta caracterización del personaje principal, Deville logró transmitirla gracias a la interpretación de Trintignant. Es tal vez uno de los papeles más interesantes, y repulsivos del actor. Juega son su voz, a veces grave, a veces más aguda, su ritmo, inquietante e impasible, dominante y suave a la vez. Nos mantienen a la expectativa, nos obliga a seguirlo, a respirar al mismo ritmo, nos manipula. Frente a él, isabelle Huppert, delgada en extremo y con un pelo cortísimo que la hace lucir como niña, es perversa e infantil, a veces maternal, muchas veces cruel, siempre extraña.

Deville es un director exacto, preciso, como Stanley Kubrick quien lo admiraba y le pidió el doblaje en francés de Full Metal Jacket y Shining, en el cual Trintignant dobló a Jack Nicholson. Como Kubrick cuida cada plano, cada encuadre, cada expresión y cada entonación. Patricia Highsmith reconoció esta cinta como una de las adaptaciones mejor logradas de sus novelas.

La música de Manuel de Falla acompaña a Vic, en sus contemplaciones de caracoles, en su observación lenta de su esposa, en los juegos de reflejos, y las disimulaciones entre puertas y columnas. Vic lo ve todo, nadie lo ve, Melanie ni lo mira. Algunos amigos observan a Vic viendo a Melanie. Nadie dice nada. Es un mundo cerrado, de gente que cree conocerse, que cree saber como comportarse y como los demás deben comportarse.

La cinta, elegante en su forma, sus locaciones, sus interpretaciones, es una joya que da miedo, como estos anillos en forma de serpiente, que fascinan por sus oros y piedras preciosas, pero da la impresión de que podrían cobrar vida en cualquier momento, atacar y morder. La belleza y el control dejan adivinar abismos de maldad perversa.

Leer la novela, ver la película. Dos experiencias igualmente recomendables. 

Sunday, December 24, 2017

The Square (Ruben Ostlund, 2017) - 8.5/10

Palma de Ooro en Cannes en 2017, esta cinta, un poco extraña y muy larga, plantea el tema de la ayuda al prójimo, al mismo tiempo que habla de los nuevos conceptos del arte, del marketing, de las relaciones amorosas. Los temas se imbrican en escenas largas y, sin embargos, bastante agradables de ver.

Ficha IMdb

El tema central es, a final de cuenta, la ayuda a los demás. Es la temática del famoso “cuadrado “de 4 metros por 4, que da su titulo a la película. Este cuadrado se concibió en la vida real por la argentina Lola Arias como la instalación artística de un lugar de protección, donde uno puede sentirse a salvo y contar son el apoyo de los demás. Una entrevista del curador, Christian (Claes Bang) por la periodista gringa Anne (Elizabeth Moss) provoca declaraciones intelectuales, en una confrontación reveladora de los enfoques opuestos entre gente “normal” , imagen del público, y la voz iniciada, la del mundo artista.

Pero, sobre todo, este tema lleva, aunque el espectador no lo entienda inmediatamente, al incidente que vive Christian, incidente que funciona como elemento perturbador para lanzar la acción: en pleno centro de la ciudad, una chica es agredida y llega corriendo al centro de la plaza donde grita por el apoyo de los paseantes. Conociendo el tema de la próxima exhibición del museo, uno piensa que tal vez se trate de una intervención publicitaria para concientizar al público y suscitar su curiosidad hacia dicha exhibición. Casi nadie le contesta a la chica, todos siguen caminando hacia sus ocupaciones. Solo Christian y otro hombre le brindan apoyo, acción de la cual se sentirán muy orgullosos después. Esta escena es como una puesta en abismo dentro de la narración, ya que ejemplifica el tema de la intervención artística que se está preparando y en la promocion de la cual trabaja el curador.

También ejemplifica la actitud actual de la sociedad, que, en su egoísmo, no quiere meterse con los problemas de los demás y, tal vez, ser parte de la solución. De la misma forma, en la cena de beneficencia para recaudar fondos para el museo, y, por ende, para la exposición del “Cuadrado”, nadie interviene cuando el hombre-chango ataca a una de las invitadas.

De esta escena derivarán la mayoría de los problemas de Christian en lo que resta de la cinta, como en un efecto de domino.

En efecto, lo que se presentaba como una solicitud de apoyo es en realidad una trampa. Y Christian pierde teléfono y cartera. La lección de la cinta se voltea al revés: en esta sociedad, no hay que darles crédito a las solicitudes de apoyo. Mejor ser cauto y no arriesgarse ayudando.

El tema del cuadrado es omnipresente, en particular en los encuadres de las escenas, sobre todo de los interiores, y las hermosas tomas de cajas de escaleras.

Otro tema es el del arte conceptual, con las declaraciones de Christian, que parecen salir de un artículo de crítica de arte, o del folleto que acompaña siempre al arte conceptual, en cualquier exhibición, pretendiéndose intelectual. Lo absurdo del discurso y sus contradicciones, como la oposición entre “exhibición” y “no- exhibición”, son puestos en evidencia por Anne, la periodista que perece tener todavía los pies en la tierra. Y El curador mismo ya no sabe que contestar.

En esta misma dirección, el personaje del artista Julian Gijoni (Dominic West) también durante una entrevista, se muestra como “conceptual” por el simple hecho de no encaja con lo oficial de la situación; viste un pijama abajo de su saco. Cuando palabras altisonantes surgen fuera de cuadro, se vuelve muy interesado, como si lo absurdo de su postura se viera justificada y reforzada por la enfermedad mental, el síndrome de Tourette, que las provoca. Pero todo se vuelve aún más falso cuando uno de los asistentes justifica al enfermo y pide respecto hacia sus palabras. Parece que una inmensa espiral de justificaciones se ha puesto en marcha, y que se pierde de vista lo básico del respeto en sociedad. Alguien que perturba, distrae o molesta, debería ser retirado para permitir que se lleve a cabo una actividad pública. En una tolerancia excesiva y falsamente intelectual, la curadora y el artista tratan de incorporar las palabras del enfermo a su propio discurso, ya de por sí, bastante repleto de disparates.

Las nuevas formas que se hacen llamar “arte” aunque ya no exista maneras de evaluar su valor, artístico o intelectual, han reemplazado un arte antiguo que anunciaba claramente sus reglas, a punto de excluir oficialmente a los que no las seguían. El arte antiguo, en la forma tan tradicional de una estatua ecuestre en frente del Palacio real, figurativo y bajamente realista, es derrumbado para dejar el espacio libre para la instalación del “cuadrado”. Ni siquiera se sabe tratarlo con respecto y se vuelve arte desechable o, al menos, desechado, ya que se le trata con bastante descuido.

El arte moderno ya ocupa el espacio del arte tradicional. Las nuevas elites, las intelectuales se han apoderado de los espacios de las viejas elites. El museo de arte contemporáneo ocupa parte del antiguo palacio real y los invitados de una fiesta tipo rave, pueden infiltrarse a los viejos departamentos barrocos y dorados. De la misma forma, la cena de recaudación tiene lugar en unos amplios salones de altos techos y magnifica paredes pintadas.

El nuevo mundo hizo tabula rasa de los valores artísticos del antiguo. ¿Pero que tiene para poner en su lugar? De la misma forma, la vieja solidaridad ya no funciona, tampoco las viejas relaciones amorosas.

Christian está todo el tiempo en pantalla porque es el punto de encuentro de todas las intrigas: la artística, la policiaca, la amorosa. Pero su presencia es en realidad la presencia permanente del conflicto. Su situación indecisa en todos los campos de sus actividades es claramente revelada en la escena, casi final, de la conferencia de prensa sobre su renuncia. No se entiende muy bien si se disculpa de esta renuncia- despido, que sería una afrenta al derecho de expresión, o del video que dejo difundir por negligencia, y que es un ataque a los valores morales, o, al menos, al buen gusto. Ahí se ve a una niña de la calle que explota en el famoso “cuadrado de protección”, su osito de peluche en las manos. Al equipo de marketing le pareció buena estrategia lanzar unas imágenes que puedan volverse virales en las redes sociales.

Esto nos lleva al otro tema apasionante de la cinta, el del marketing del arte: todo se vale para promover un producto, con tal de sorprender, aunque no tenga ninguna relación con dicho producto, ningún contenido artístico y, sobre todo, ningún valor moral.

Otro hilo conductor bastante irónico es el chango de compañía de Anna, chango que ocupa el lugar de un ser humano, repetido a la inversa por el actor Oleg (Terry Notary) que interpreta a un chango en el performance en la cena de beneficencia. Pero esta vez, el actor sale de su papel y vuelve a los instintos bestiales. ¿O será parte de la representación? ¿O será juego perverso para dominar a los asistentes y para ver hasta donde los lleva su miedo, su pasividad y su egoísmo indiferente a una mujer siendo violada? LA voz off de presentación del show les aviso: Quédense inmóviles para los problemas caigan encima de los demás.

Cuando el hombre-chango está a punto de violarla, varios hombres se lanzan finalmente a su ayuda. Y se dedican a linchar al actor. ¿Lo matan? ¿es el en la bolsa de plástico de la imagen siguiente? Ambigüedades del montaje.

La intriga amorosa de Christian y Anne hubiera podido ser evitada, ya que tenía bastante para hacer una cinta en si misma. Pero es bastante divertido asistir a estos dos intercambios, el del condón y el de las sillas, que recuerdan lo absurdo que se puede volver el lenguaje, en diálogos dignos de Ionesco.

La belleza clásica de las imágenes es complementada por un uso de la música que contrasta los estilos: música sinfónica romántica para las escenas violentas o angustiantes mientras un tema moderno, estridente y de ritmo entrecortado acompaña momentos mas pacíficos. Al final, los dos estilos se sobreponen, señal de que todo ya se complicó y que es demasiado tarde para reordenar lo descompuesto.

Muchas cosas ocurren fuera de foco, llegan voces, como el enfermo de Tourette, gritos, como los de la supuesta asaltada, llamadas como las hijas de Christian esperando que les abra la puerta, ruidos en el museo durante la discusión de los amantes, gemidos como el niño herido en las escaleras.

Tal vez se trate de una cinta muy europea, muy de un país sin problemas económicos. Un país donde el desarrollo tecnológico, al dotar a cada uno de una tarjeta bancaria, hace que ya no se tenga dinero en efectivo para dar a los indigentes en la calle. Un país donde las complicaciones intelectuales desplazaron lo básico: respetarse, apoyarse. Algunas escenas, que parecen anodinas, están ahí para recordarlo: las chicas del equipo de animadoras están seguras porque los entrenadores están abajo para detenerlas si llegan a caer.

Esta cinta tiene los defectos de sus cualidades y de sus intenciones. Un actor todo el tiempo a cámara, en planos largos y fijos que necesitan un enorme talento. Diálogos, temas apasionantes, que piden tiempo, mucho tiempo. Pero casi todas las escenas se alargan mas allá del tiempo que el espectador siente como necesario y suficiente.


El final, abierto, llega sin aportar solución. O demasiado tarde, cuando las intrigas principales ya recibieron las suyas. Es a la vez demasiado y demasiado poco. Demasiada reflexión, demasiada denuncia de la sociedad, demasiado tiempo. Tal vez, finalmente, la cinta sea demasiado seria. Tal ve hable de temas demasiado serios sobre los cuales hay demasiado que decir. Tal vez la cinta busque precisamente eso: suscitar preguntas. No dar respuestas.