Si no fuera por Juliette Binoche, impecable en su interpretación,
la película sería de un inmenso aburrimiento, llena de palabras sin sentido y
de personajes sin interés. Inspirada por los fragmentos de un discurso amoroso de Barthes, quiere ser intelectual pero no puede salir de un mundo
cerrado y autocomplaciente.
FicheIMDb
Isabelle
(Juliette Binoche) se está acercando a los 50. divorciada, tiene una hija de
unos 10 años que no vive con ella. Es pintora, aparentemente famosa. Viste
chaqueta de cuero, minifalda, botas inmensas con tacos altísimos y sus blusas y
suéteres tienen escotes profundos. Y busca el amor, el verdadero amor.
Al
principio de la cinta está en una relación con el banquero Vincent (Xavier Beauvois)
odioso, machista y manipulador que, lo dice claramente, nunca va a dejar a su
esposa que extraordinaria. La llama y la va a ver cuándo tiene ganas, y la
olvida cuando tiene algo mejor que hacer. Además, miente e inventa una relación
entre el ex esposo de Isabelle y Maxime, la galerista (Josiane Balasko) quien
va a organizar su próxima exposición, nada más para molestarla.
Después
Isabelle pasará por un actor de teatro alcoholizó y cansado de su trabajo (Nicolás
Davauchelle), por Sylvain (Paul Blain), un hombre sin educación, pero
auténticamente enamorado, volverá con su ex,François (Laurent Greville).
Aceptará una invitación al campo de Mathieu (Philippe Katerine), un hombre) que
cruza seguido en la pescadería. No se dejará impresionar por las grandes
declaraciones seudo-protectoras de Fabrice (Bruno Podalydès). Tratará de
seducir con suavidad a un artista (Alex Descas) que no caerá en la trampa y
acabará en el consultorio de un vidente (Gérard Depardieu).
Punto
común entre todos esos encuentros: palabras, muchas palabras vacías, que
parecen escenas improvisadas mientras la cámara se enfoca los dos personajes
por todos los ángulos. Palabras que no van a ninguna parte, que no analizan o
cuentan nada, a veces ni siquiera logran salir de las bocas. En una escena interminable
Isabelle le dice à la galerista que le va a decir algo pero que no logra
decírselo porque es muy personal y además no le incombe pero que si se lo va a
decir….En los encuentros con hombres ,pasa lo mismo,son diálogos en los que se
hacen decir lo que esperan que se digan. Confuso e inútil.
Lo
que podría ser divertido es este desfile de hombres que se toman en serio y
pretenden darle consejos o lecciones a una mujer con la intención oculta de
aprovechar la situación. Son todos ridículos, pero no suficientemente para
hacer reír. Igualmente, la escena del paseo en el campo con grandes sentencias intelectuales,
de las cuales Isabelle acaba burlándose en un acceso de ira. Tampoco es divertida,
ni le aporta nada al personaje.
Juliette
Binoche livra insuflarle algo a su personaje, una sensibilidad, las lágrimas,
de tristeza, de decepción, de frustración, siempre están cerca de una sonrisa
de felicidad, de esperanza, de alivio, su falta de carácter o de fuerza se hace
tangible. Pero el personaje en sí no tiene ninguna profundidad y no despierta
ninguna compasión en su dolor repetido, su desesperación y su búsqueda inagotable
del amor. Porque actúa, habla, piensa como adolescente.
Algunos
directores hacen películas de palabras, de largos diálogos, Rohmer en sus
tiempos nos dio unas maravillas de fineza, de agudeza psicológica, de precisión
en en análisis de las relaciones humanas y motivaciones sentimentales.
Aquí,
nada de eso. Como las palabras de Isabelle y sus hombres, la cinta es vacía. Ni
supiera tiene alguna búsqueda estética, algo interesante en las imágenes.
Pero
hay que reconocerlo, Gérard Depardieu vuelve a ser el gran actor que fue en sus
principios. Y su escena, la más larga de la película y la última es
definitivamente la más interesante y significativa. Es como un resumen de toda
la película y de la actitud del personaje central: Sus consejos son confusos y
serios a la vez. Lo dicen todo y no dicen nada: cuídese de este, pero sea
paciente porque el otro va a volver, céntrese en usted misma, pero va a llegar El
hombre destinado, encuentre y cuide su “gran sol interno” …pero siga viviendo
en la dependencia de los hombres. Todo eso no significa nada, es lo que dicen
todos los videntes, es lo que sus clientes atormentados esperan ye interpretan en
el afán de tranquilizarse. Exactamente como lo hace Isabelle. Pero del actor emana
tal magnetismo, tanta fuerza tranquila, en una voz profunda, lenta. Parece que Depardieu
se deshizo de todas esas capas de histrionismo con las que vivió y actuó estos últimos
años. Casi dan ganas que sea su última película para dejar ese recuerdo del
gran actor que fue algún día.
Tal
vez la moraleja de la película, como del texto de Barthes sea que hombres y
mujeres no están iguales frente a la edad, el amor, el éxito. Y cuando las
mujeres quieren igualdad, ellos consideran que es “la dictadura del
proletariado “expresión que dice la cruda verdad sobre lo que los hombres
piensan de las mujeres.
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