¿Quién
manipula a quién? En esta cinta basada sobre una novela de patricia
Highsmith, la maestra estadounidense del suspenso, y madre de Tom Ripley, dos
esposos extraños se confrontan, se aman y se odian, se desprecian. Una
interpretación fascinante de un Jean-Louis Trintignant dueño de todos sus
efectos, hipnotizante, escalofriante.
Ficha IMDb
Michel Deville decidió cambiar el lugar de la acción de una pequeña ciudad
de Nueva Inglaterra a las islas anglonormandas, Jersey precisamente. Quitó la
pesada herencia de los Puritanos y sus sombrío pasado de cazadores de brujas
para remplazarlo por la sombra de Victor Hugo exiliado. Pero supo conservar
esta sociedad que se quiere culta, donde todos observan a todos, opinan sobre
todos, y critican sin decir nada abiertamente.
Una pareja todavía joven, Mélanie (Isabelle Huppert) y Victor (Jean-Louis Trintignant),
padres de Marion (Sandrine Kljajic) llevan la vida social obligada: cenas,
bailes, garden-parties, reuniones alrededor de la piscina. Su casa es un encanto
de buen gusto, tal como lo amaba la moda de los anos 80’s: flores, maderas
finas y cuadros. Su hija va a un colegio privado. él es dueño de una fábrica de
perfumes. Este pequeño mundo aprecia sobre todo a Vic, siempre elegante, reservado, atento con
todos, y le tiene una secreta compasión y admiración por la paciencia que
manifiesta ante el comportamiento abiertamente coqueto de su esposa, unos años más
joven. Solo Henri Valette (Philippe Clévenot), más cercano y más sincero, le
reprocha su pasividad y lo anima a reaccionar con más firmeza.
Pero, durante una fiesta, Vic, que cultiva pasatiempos extraños, como la
cría de caracoles y la contemplación de sus actividades reproductivas, sale de
su pasividad y cuenta con toda seriedad a Joel (Jean-Luc Moreau), que parece
ser el amante del día, que mata a los amantes de su mujer. El asesinó a
Malcolm, hace unos meses, por mal educado, y nadie sabe dónde está el cuerpo.
Si Joel deja inmediatamente la relación, el anterior, Ralph (Robin Renucci),
vuelve de un viaje y viene a pasar mucho tiempo en casa del matrimonio. Cenas larguísimas,
prolongadas por veladas donde él y Mélanie bailan, coquetean abiertamente bajo los
ojos del esposo, pacientemente ocupado en sus lecturas o sus partidas de
ajedrez.
Siempre frio, reservado, Vic no reprocha nada a Mélanie. Paternal y
protector, les lleva el desayuno después de la larga noche, arropa a Melanie en
su cama, la ayuda a curar su resaca, le pregunta sobre su pipi y el cepillado
de sus dientes. Sin embargo, semanas después, aprovecha una noche de cena en
casa de los Valette, para matar en la alberca al nuevo amante, Carlo (Christian
Benedetti) el musico de bar.
La guerra empieza, Melanie multiplica las tentativas de hacer saber la
verdad a todos, apoyada solo por Ralph y Denis Miller (Eric Frey) quien tal vez
vio algo la noche del asesinato. Pero su esposo frustra todas las trampas, como
el detective Carpentier (Bertrand Bonvoisin) que Melanie trajo bajo la
identidad de un investigador especializado en Victor Hugo y que no sabe nada
del famoso autor. Cuando llega un empresario interesado en asociarse con Vic,
el canadiense Tony Cameron (Bruce Myers), Mélanie lo atrae a sus redes y,
juntos, desafían a Victor. La única solución es matar al nuevo amante y tirar
su cuerpo al mar.
La investigación policiaca sobre la desaparición del canadiense no lleva a
nada. Mélanie y Marion) preparan un día de campo para el cumpleaños de Victor,
junto al lugar donde se deshizo del cuerpo. Felices todos, vuelven a casa. Toda
huella roja ha desaparecido. Todo está blanco. La pureza volvió.
Este final abierto es invención de Deville y mantiene la ambigüedad sobre
la naturaleza de la relación entre esposos, sobre el juego que llevan. ¿es
amor-odio? ¿es odio puro? ¿es complicidad criminal? ¿es juego perverso para
mantener viva su relación? Patricia Highsmith, mucho más moral, castigaba a su
personaje, después de llevar a su lector por un sendero accidentado y sutil de
suspenso e intriga, en una focalización interna. Permitía conocer paso a paso
este hombre que desprecia a todos, que calcula, que analiza y adivina los
pensamientos de los que cruzan su camino.
Esta caracterización del personaje principal, Deville logró transmitirla
gracias a la interpretación de Trintignant. Es tal vez uno de los papeles más
interesantes, y repulsivos del actor. Juega son su voz, a veces grave, a veces
más aguda, su ritmo, inquietante e impasible, dominante y suave a la vez. Nos
mantienen a la expectativa, nos obliga a seguirlo, a respirar al mismo ritmo,
nos manipula. Frente a él, isabelle Huppert, delgada en extremo y con un pelo
cortísimo que la hace lucir como niña, es perversa e infantil, a veces
maternal, muchas veces cruel, siempre extraña.
Deville es un director exacto, preciso, como Stanley Kubrick quien lo
admiraba y le pidió el doblaje en francés de Full Metal Jacket y Shining,
en el cual Trintignant dobló a Jack Nicholson. Como Kubrick cuida cada plano,
cada encuadre, cada expresión y cada entonación. Patricia Highsmith reconoció
esta cinta como una de las adaptaciones mejor logradas de sus novelas.
La música de Manuel de Falla acompaña a Vic, en sus contemplaciones de
caracoles, en su observación lenta de su esposa, en los juegos de reflejos, y
las disimulaciones entre puertas y columnas. Vic lo ve todo, nadie lo ve,
Melanie ni lo mira. Algunos amigos observan a Vic viendo a Melanie. Nadie dice
nada. Es un mundo cerrado, de gente que cree conocerse, que cree saber como
comportarse y como los demás deben comportarse.
La cinta, elegante en su forma, sus locaciones, sus interpretaciones, es
una joya que da miedo, como estos anillos en forma de serpiente, que fascinan
por sus oros y piedras preciosas, pero da la impresión de que podrían cobrar
vida en cualquier momento, atacar y morder. La belleza y el control dejan
adivinar abismos de maldad perversa.
Leer la novela, ver la
película. Dos experiencias igualmente recomendables.
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