Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Monday, December 25, 2017

Eaux profondes (Michel Deville, 1981) – 8.5/10

¿Quién manipula a quién? En esta cinta basada sobre una novela de patricia Highsmith, la maestra estadounidense del suspenso, y madre de Tom Ripley, dos esposos extraños se confrontan, se aman y se odian, se desprecian. Una interpretación fascinante de un Jean-Louis Trintignant dueño de todos sus efectos, hipnotizante, escalofriante.

Ficha IMDb

Michel Deville decidió cambiar el lugar de la acción de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra a las islas anglonormandas, Jersey precisamente. Quitó la pesada herencia de los Puritanos y sus sombrío pasado de cazadores de brujas para remplazarlo por la sombra de Victor Hugo exiliado. Pero supo conservar esta sociedad que se quiere culta, donde todos observan a todos, opinan sobre todos, y critican sin decir nada abiertamente.

Una pareja todavía joven, Mélanie (Isabelle Huppert) y Victor (Jean-Louis Trintignant), padres de Marion (Sandrine Kljajic) llevan la vida social obligada: cenas, bailes, garden-parties, reuniones alrededor de la piscina. Su casa es un encanto de buen gusto, tal como lo amaba la moda de los anos 80’s: flores, maderas finas y cuadros. Su hija va a un colegio privado. él es dueño de una fábrica de perfumes. Este pequeño mundo aprecia sobre todo a   Vic, siempre elegante, reservado, atento con todos, y le tiene una secreta compasión y admiración por la paciencia que manifiesta ante el comportamiento abiertamente coqueto de su esposa, unos años más joven. Solo Henri Valette (Philippe Clévenot), más cercano y más sincero, le reprocha su pasividad y lo anima a reaccionar con más firmeza.

Pero, durante una fiesta, Vic, que cultiva pasatiempos extraños, como la cría de caracoles y la contemplación de sus actividades reproductivas, sale de su pasividad y cuenta con toda seriedad a Joel (Jean-Luc Moreau), que parece ser el amante del día, que mata a los amantes de su mujer. El asesinó a Malcolm, hace unos meses, por mal educado, y nadie sabe dónde está el cuerpo.

Si Joel deja inmediatamente la relación, el anterior, Ralph (Robin Renucci), vuelve de un viaje y viene a pasar mucho tiempo en casa del matrimonio. Cenas larguísimas, prolongadas por veladas donde él y Mélanie bailan, coquetean abiertamente bajo los ojos del esposo, pacientemente ocupado en sus lecturas o sus partidas de ajedrez.

Siempre frio, reservado, Vic no reprocha nada a Mélanie. Paternal y protector, les lleva el desayuno después de la larga noche, arropa a Melanie en su cama, la ayuda a curar su resaca, le pregunta sobre su pipi y el cepillado de sus dientes. Sin embargo, semanas después, aprovecha una noche de cena en casa de los Valette, para matar en la alberca al nuevo amante, Carlo (Christian Benedetti) el musico de bar.

La guerra empieza, Melanie multiplica las tentativas de hacer saber la verdad a todos, apoyada solo por Ralph y Denis Miller (Eric Frey) quien tal vez vio algo la noche del asesinato. Pero su esposo frustra todas las trampas, como el detective Carpentier (Bertrand Bonvoisin) que Melanie trajo bajo la identidad de un investigador especializado en Victor Hugo y que no sabe nada del famoso autor. Cuando llega un empresario interesado en asociarse con Vic, el canadiense Tony Cameron (Bruce Myers), Mélanie lo atrae a sus redes y, juntos, desafían a Victor. La única solución es matar al nuevo amante y tirar su cuerpo al mar.

La investigación policiaca sobre la desaparición del canadiense no lleva a nada. Mélanie y Marion) preparan un día de campo para el cumpleaños de Victor, junto al lugar donde se deshizo del cuerpo. Felices todos, vuelven a casa. Toda huella roja ha desaparecido. Todo está blanco. La pureza volvió.
Este final abierto es invención de Deville y mantiene la ambigüedad sobre la naturaleza de la relación entre esposos, sobre el juego que llevan. ¿es amor-odio? ¿es odio puro? ¿es complicidad criminal? ¿es juego perverso para mantener viva su relación? Patricia Highsmith, mucho más moral, castigaba a su personaje, después de llevar a su lector por un sendero accidentado y sutil de suspenso e intriga, en una focalización interna. Permitía conocer paso a paso este hombre que desprecia a todos, que calcula, que analiza y adivina los pensamientos de los que cruzan su camino.

Esta caracterización del personaje principal, Deville logró transmitirla gracias a la interpretación de Trintignant. Es tal vez uno de los papeles más interesantes, y repulsivos del actor. Juega son su voz, a veces grave, a veces más aguda, su ritmo, inquietante e impasible, dominante y suave a la vez. Nos mantienen a la expectativa, nos obliga a seguirlo, a respirar al mismo ritmo, nos manipula. Frente a él, isabelle Huppert, delgada en extremo y con un pelo cortísimo que la hace lucir como niña, es perversa e infantil, a veces maternal, muchas veces cruel, siempre extraña.

Deville es un director exacto, preciso, como Stanley Kubrick quien lo admiraba y le pidió el doblaje en francés de Full Metal Jacket y Shining, en el cual Trintignant dobló a Jack Nicholson. Como Kubrick cuida cada plano, cada encuadre, cada expresión y cada entonación. Patricia Highsmith reconoció esta cinta como una de las adaptaciones mejor logradas de sus novelas.

La música de Manuel de Falla acompaña a Vic, en sus contemplaciones de caracoles, en su observación lenta de su esposa, en los juegos de reflejos, y las disimulaciones entre puertas y columnas. Vic lo ve todo, nadie lo ve, Melanie ni lo mira. Algunos amigos observan a Vic viendo a Melanie. Nadie dice nada. Es un mundo cerrado, de gente que cree conocerse, que cree saber como comportarse y como los demás deben comportarse.

La cinta, elegante en su forma, sus locaciones, sus interpretaciones, es una joya que da miedo, como estos anillos en forma de serpiente, que fascinan por sus oros y piedras preciosas, pero da la impresión de que podrían cobrar vida en cualquier momento, atacar y morder. La belleza y el control dejan adivinar abismos de maldad perversa.

Leer la novela, ver la película. Dos experiencias igualmente recomendables. 

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