Palma
de Ooro en Cannes en 2017, esta cinta, un poco extraña y muy larga, plantea el
tema de la ayuda al prójimo, al mismo tiempo que habla de los nuevos conceptos
del arte, del marketing, de las relaciones amorosas. Los temas se imbrican en
escenas largas y, sin embargos, bastante agradables de ver.
Ficha IMdb
El
tema central es, a final de cuenta, la ayuda a los demás. Es la temática del
famoso “cuadrado “de 4 metros por 4, que da su titulo a la película. Este cuadrado
se concibió en la vida real por la argentina Lola Arias
como la instalación artística de un lugar de
protección, donde uno puede sentirse a salvo y contar son el apoyo de los
demás. Una entrevista del curador, Christian (Claes Bang) por la periodista
gringa Anne (Elizabeth Moss) provoca declaraciones intelectuales, en una confrontación
reveladora de los enfoques opuestos entre gente “normal” , imagen del público,
y la voz iniciada, la del mundo artista.
Pero,
sobre todo, este tema lleva, aunque el espectador no lo entienda inmediatamente,
al incidente que vive Christian, incidente que funciona como elemento
perturbador para lanzar la acción: en pleno centro de la ciudad, una chica es
agredida y llega corriendo al centro de la plaza donde grita por el apoyo de los
paseantes. Conociendo el tema de la próxima exhibición del museo, uno piensa que
tal vez se trate de una intervención publicitaria para concientizar al público
y suscitar su curiosidad hacia dicha exhibición. Casi nadie le contesta a la
chica, todos siguen caminando hacia sus ocupaciones. Solo Christian y otro
hombre le brindan apoyo, acción de la cual se sentirán muy orgullosos después.
Esta escena es como una puesta en abismo dentro de la narración, ya que
ejemplifica el tema de la intervención artística que se está preparando y en la
promocion de la cual trabaja el curador.
También
ejemplifica la actitud actual de la sociedad, que, en su egoísmo, no quiere
meterse con los problemas de los demás y, tal vez, ser parte de la solución. De
la misma forma, en la cena de beneficencia para recaudar fondos para el museo, y,
por ende, para la exposición del “Cuadrado”, nadie interviene cuando el
hombre-chango ataca a una de las invitadas.
De
esta escena derivarán la mayoría de los problemas de Christian en lo que resta de
la cinta, como en un efecto de domino.
En
efecto, lo que se presentaba como una solicitud de apoyo es en realidad una
trampa. Y Christian pierde teléfono y cartera. La lección de la cinta se voltea
al revés: en esta sociedad, no hay que darles crédito a las solicitudes de
apoyo. Mejor ser cauto y no arriesgarse ayudando.
El
tema del cuadrado es omnipresente, en particular en los encuadres de las
escenas, sobre todo de los interiores, y las hermosas tomas de cajas de
escaleras.
Otro
tema es el del arte conceptual, con las declaraciones de Christian, que parecen
salir de un artículo de crítica de arte, o del folleto que acompaña siempre al arte
conceptual, en cualquier exhibición, pretendiéndose intelectual. Lo absurdo del
discurso y sus contradicciones, como la oposición entre “exhibición” y “no-
exhibición”, son puestos en evidencia por Anne, la periodista que perece tener
todavía los pies en la tierra. Y El curador mismo ya no sabe que contestar.
En
esta misma dirección, el personaje del artista Julian Gijoni (Dominic West) también durante una
entrevista, se muestra como “conceptual” por el simple hecho de no encaja con
lo oficial de la situación; viste un pijama abajo de su saco. Cuando palabras altisonantes
surgen fuera de cuadro, se vuelve muy interesado, como si lo absurdo de su
postura se viera justificada y reforzada por la enfermedad mental, el síndrome
de Tourette, que las provoca. Pero todo se vuelve aún más falso cuando uno de
los asistentes justifica al enfermo y pide respecto hacia sus palabras. Parece
que una inmensa espiral de justificaciones se ha puesto en marcha, y que se
pierde de vista lo básico del respeto en sociedad. Alguien que perturba,
distrae o molesta, debería ser retirado para permitir que se lleve a cabo una
actividad pública. En una tolerancia excesiva y falsamente intelectual, la
curadora y el artista tratan de incorporar las palabras del enfermo a su propio
discurso, ya de por sí, bastante repleto de disparates.
Las
nuevas formas que se hacen llamar “arte” aunque ya no exista maneras de evaluar
su valor, artístico o intelectual, han reemplazado un arte antiguo que
anunciaba claramente sus reglas, a punto de excluir oficialmente a los que no
las seguían. El arte antiguo, en la forma tan tradicional de una estatua
ecuestre en frente del Palacio real, figurativo y bajamente realista, es
derrumbado para dejar el espacio libre para la instalación del “cuadrado”. Ni siquiera
se sabe tratarlo con respecto y se vuelve arte desechable o, al menos, desechado,
ya que se le trata con bastante descuido.
El
arte moderno ya ocupa el espacio del arte tradicional. Las nuevas elites, las
intelectuales se han apoderado de los espacios de las viejas elites. El museo de
arte contemporáneo ocupa parte del antiguo palacio real y los invitados de una
fiesta tipo rave, pueden infiltrarse a los viejos departamentos barrocos y
dorados. De la misma forma, la cena de recaudación tiene lugar en unos amplios
salones de altos techos y magnifica paredes pintadas.
El
nuevo mundo hizo tabula rasa de los valores artísticos del antiguo. ¿Pero que
tiene para poner en su lugar? De la misma forma, la vieja solidaridad ya no
funciona, tampoco las viejas relaciones amorosas.
Christian
está todo el tiempo en pantalla porque es el punto de encuentro de todas las intrigas:
la artística, la policiaca, la amorosa. Pero su presencia es en realidad la
presencia permanente del conflicto. Su situación indecisa en todos los campos de
sus actividades es claramente revelada en la escena, casi final, de la
conferencia de prensa sobre su renuncia. No se entiende muy bien si se disculpa
de esta renuncia- despido, que sería una afrenta al derecho de expresión, o del
video que dejo difundir por negligencia, y que es un ataque a los valores morales,
o, al menos, al buen gusto. Ahí se ve a una niña de la calle que explota en el
famoso “cuadrado de protección”, su osito de peluche en las manos. Al equipo de
marketing le pareció buena estrategia lanzar unas imágenes que puedan volverse
virales en las redes sociales.
Esto
nos lleva al otro tema apasionante de la cinta, el del marketing del arte: todo
se vale para promover un producto, con tal de sorprender, aunque no tenga
ninguna relación con dicho producto, ningún contenido artístico y, sobre todo,
ningún valor moral.
Otro
hilo conductor bastante irónico es el chango de compañía de Anna, chango que
ocupa el lugar de un ser humano, repetido a la inversa por el actor Oleg (Terry
Notary) que interpreta a un chango en el performance en la cena de beneficencia.
Pero esta vez, el actor sale de su papel y vuelve a los instintos bestiales. ¿O
será parte de la representación? ¿O será juego perverso para dominar a los
asistentes y para ver hasta donde los lleva su miedo, su pasividad y su egoísmo
indiferente a una mujer siendo violada? LA voz off de presentación del show les
aviso: Quédense inmóviles para los problemas caigan encima de los demás.
Cuando
el hombre-chango está a punto de violarla, varios hombres se lanzan finalmente
a su ayuda. Y se dedican a linchar al actor. ¿Lo matan? ¿es el en la bolsa de plástico
de la imagen siguiente? Ambigüedades del montaje.
La
intriga amorosa de Christian y Anne hubiera podido ser evitada, ya que tenía
bastante para hacer una cinta en si misma. Pero es bastante divertido asistir a
estos dos intercambios, el del condón y el de las sillas, que recuerdan lo
absurdo que se puede volver el lenguaje, en diálogos dignos de Ionesco.
La belleza clásica de las imágenes es complementada
por un uso de la música que contrasta los estilos: música sinfónica romántica para
las escenas violentas o angustiantes mientras un tema moderno, estridente y de
ritmo entrecortado acompaña momentos mas pacíficos. Al final, los dos estilos
se sobreponen, señal de que todo ya se complicó y que es demasiado tarde para
reordenar lo descompuesto.
Muchas cosas ocurren fuera de foco, llegan voces, como
el enfermo de Tourette, gritos, como los de la supuesta asaltada, llamadas como
las hijas de Christian esperando que les abra la puerta, ruidos en el museo
durante la discusión de los amantes, gemidos como el niño herido en las
escaleras.
Tal vez se trate de una cinta muy europea, muy de un país
sin problemas económicos. Un país donde el desarrollo tecnológico, al dotar a
cada uno de una tarjeta bancaria, hace que ya no se tenga dinero en efectivo para
dar a los indigentes en la calle. Un país donde las complicaciones intelectuales
desplazaron lo básico: respetarse, apoyarse. Algunas escenas, que parecen anodinas,
están ahí para recordarlo: las chicas del equipo de animadoras están seguras
porque los entrenadores están abajo para detenerlas si llegan a caer.
Esta cinta tiene los defectos de sus cualidades y de sus
intenciones. Un actor todo el tiempo a cámara, en planos largos y fijos que
necesitan un enorme talento. Diálogos, temas apasionantes, que piden tiempo,
mucho tiempo. Pero casi todas las escenas se alargan mas allá del tiempo que el
espectador siente como necesario y suficiente.
El final, abierto, llega sin aportar solución. O demasiado
tarde, cuando las intrigas principales ya recibieron las suyas. Es a la vez demasiado
y demasiado poco. Demasiada reflexión, demasiada denuncia de la sociedad,
demasiado tiempo. Tal vez, finalmente, la cinta sea demasiado seria. Tal ve
hable de temas demasiado serios sobre los cuales hay demasiado que decir. Tal
vez la cinta busque precisamente eso: suscitar preguntas. No dar respuestas.
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