Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Saturday, October 20, 2018

A Simple Favor (Paul Feig, 2018) - 7/ 10



Una divertida cinta de humor negro y suspenso psicológico, con una ambientación elegante, muy buenas actrices y una excelente banda sonora.

Ficha IMDb

Stephanie Smothers (Anna Kendrick) es una mamá perfecta, siempre lista para colaborar en todos los proyectos escolares, cocinar, coser, decorar, acompañar, cuidar, bajo el ojo poco complaciente de los demás mamás-papas de la escuela maternal donde asiste su hijo Miles (Joshua Satine). Stephanie es también una video- bloguera, quien propone a otras mamás recetas de cocina y demás trucos prácticos de la vida doméstica. Vive del seguro de vida que le dejó su esposo, muerto en un accidente automovilístico. Siempre positiva, entusiasta y trabajadora, es, hasta en su vestimenta, un modelo sin defecto alguno. Alguien que todos quisieran imitar, u odian porque es porque no pueden.

La cinta comienza cuando Stephanie anuncia a sus seguidoras que su “mejor amiga” Emily desapareció varios días antes, después de dejar su hijo Nicky (Ian Ho), amigo de Miles, a su cuidado.
Ahí empieza un flashback para cinta como se volvieron amigas estas dos mujeres tan diferentes. Emily Nelson (Blake Lively) es alta, delgada, atrevida en su vestir, audaz en su hablar, necesita martinis fuertes para aguantar el día y su maternidad. Su casa es una maravilla de lujo, y su esposo, Sean (Henry Golding), escritor sin éxito, y maestro universitario es muy seductor. A base de anécdotas, que se revelarán después ser mentiras, Emily se construye una imagen de femme fatale para Stephanie, a quien lograr desinhibir un poco.

De pequeño favor en pequeño favor con el pequeño Nicky, que parece más molestarle que agradarle, llega a dejárselo completamente a Stephanie, como siempre feliz de ayudar, y desaparece.

Pasados unos días, Stephanie empieza su investigación, utilizando los datos autobiográficos que le dio Emily, y las seguidoras de su blog. Va de descubrimiento en descubrimiento, en una historia digna de Boileau -Narcejac, autores de las novelas que, adaptadas al cine, dieron Les diaboliques (Clouzot - 1955) y Vertigo (Hitchcock - 1958)

La cinta, adaptada de una novela de Darcey Bell, además de mantener el suspenso, con las vueltas de tuerca producidas por las mentiras que sembró Emily, es sumamente divertida por su tono irreverente. El contraste entre los dos estereotipos femeninos, unido a una química genial entre las dos actrices, nos recuerda a las Desperate Housewifes. El ritmo es eficaz, la fotografía muy bonita.

Pero lo que más se disfruta es una banda sonora compuesta por canciones francesas de los años 60’s, la mayoría compuestas por este provocador genial que fue Serge Gainsbourg (padre de Charlotte Gainsbourg, una de las actrices preferidas de Lars Von Trier). Se oyen las voces de Brigitte Bardot, Gainsbourg mismo, France Gall, Jacques Dutronc , en éxitos de esos años dorados.

Una cinta que, de lejos, parecía ser comercial y tonta, resultó ser un buen momento de distracción de calidad.


Wednesday, October 10, 2018

Lady Chatterley’s Lover (Just Jaeckin,1981) - 5.5 /10


Aprovechando el éxito de Emanuelle (1974), el mismo director hace con la misma actriz  una cinta en el mismo tono. La novela sale traicionada en sus intenciones, y las interpretaciones decepcionan.

Ficha IMDb

En una magnífica mansión en la campiña inglesa, Sir Clifford Chatterley (Shane Briant) vuelve de la Primera Guerra Mundial paralizado de las piernas. Su joven y hermosa esposa, Constance (Sylvia Kristel) se dedica a cuidarlo, sin realmente sufrir de la situación. Su esposo es quien le sugiere tomar un amante si siente la necesidad física. Hasta menciona la posibilidad de que Constance se embarace. Su abertura moral parece bastante inusual y sorprende a la joven lady.

Después de algunos meses de una vida tranquila, y a raíz de unos ataques de Clifford, llega a casa una enfermera de edad madura, Ivy Bolton (Ann Mitchell). Fuerte, firme, toma entre sus manos los cuidados del enfermo, con masajes, rehabilitación física, partidos de ajedrez. Le aconseja a Constance una vida más plena, implícitamente más sexual. Poco a poco se incrusta en la vida del matrimonio y se queda a vivir.

Mientras tanto, Constance queda impresionada por el atractivo cuerpo del guardabosques Oliver Mellors (Nicholas Clay), se deja llevar por fantasía eróticas y acaba enamorándose. Cuando el liberal Clifford descubre la realidad, su reacción es digna de todos los prejuicios de su época y su medio aristocrático, además de su egoísmo celoso, lo que empujará a Constance a decisiones radicales.

La historia imaginada por D. H. Lawrence en 1928   Es famosa, y escandalizó cuando salió: por la relación entre los personajes, por el lenguaje fuerte, y por los detalles explícitamente eróticos.

Lo erótico es probablemente lo que llevó a Jaeckin a realizar esta adopción, después del éxito de escándalo que obtuvo con Emmanuelle en 1974 con la misma actriz, ahora revestida de una fama sulfurosa, y garantía de éxito comercial.

El resultado es una cinta bonita, con una fotografía muy cuidada de la campiña inglesa, con un esfuerzo notable en la producción, la decoración de la mansión, los trajes. Sin embargo, la adaptación edulcora la novela de 1928, le quita la audacia de Lawrence, y transforma una historia provocadora en una romántica historia de amor adúltero y justificado, acompañada con una música adecuada a ese ambiente. ya no queda nada del lenguaje a veces obsceno, de las escenas sexuales muy explícitas (la cinta muestra un erotismo soft, con flores y encajes) .es una linda adaptación para televisión.

Los actores son superficiales, a veces fuera de tono como el amante Oliver que debita sus diálogos sin ningún convencimiento. Sylvia Kristel trata de ser más expresiva pero no logra ninguna profundidad. En ese mismo deseo de desdramatizar el asunto, se le dio al amante un estatus social ambiguo, más alto que en la novela, lo que se conforma en su vestimenta y su hermosa casa. Ya no es el campesino sin educación ni modales, alejado socialmente de la que es en realidad su ama. Esta relación provocadora ama-sirviente, simétrica de la usual y aceptada amo-sirvienta, parece haber interesado los autores del cambio de siglo: La Señorita Julia de Strinberg (1889) cuenta lo mismo.

El interés de la cinta reside en otro elemento: el personaje de la enfermera, muy moderna en su forma de atender a su paciente, con tratamientos muy avanzados para la época y que provienen de una nueva concepción de la salud, basada sobre el ejercicio, el aire libre, y la importancia de la satisfacción de los deseos naturales del cuerpo, Concepción que se volverá muy importante en Inglaterra, los países nórdicos y alemana en los principios del siglo XX. La interpretación de Ann Mitchell, sutilmente dominante, sus miradas impositivas y prolongadas se verán confirmadas con la intimidad creciente con su paciente. La enfermera se inmiscuye, se vuelve indispensable, y poco a poco ocupa el lugar de la esposa. Hasta ser la última imagen al final de la cinta.

Monday, October 1, 2018

Fleuve noir (Erick Zonca ,2018) - 6/10


Con el antiguo título de la famosa colección de novelas populares, en particular policiacas, esta cinta es la adaptación de la novela del israelí Dror Misrahi Una desaparición inquietante. El cambio de título puede verse como un indicio de una pretensión a aparentar más de lo que es realmente. El resultado, d3 ansiado largo y cargado llega a cansar.

Ficha IMDb

Tiempos actuales, en París y un suburbio boscoso, se desarrollan dos dramas paralelos cuyo elemento común es la fuerte personalidad del comandante de policía François Visconti (Vincent Cassel). Este tiene que investigar la desaparición de un adolescente, Dany Arnault, reportado por su madre angustiada, Solange (Sandrine Kimberlain); al mismo tiempo, tiene que lidiar con su propio hijo Denis (Félix Back) quien se ha dejado atraer por un grupo de traficantes de droga. Visconti manifiesta al extremo las características del inspector de policía: soledad, alcoholismo, desprecio hacia los demás, y una amplia gabardina beige. Sin olvidar una intuición fuera de serie y métodos a veces poco ortodoxos.

En el transcurso de su investigación, Visconti se topa con un vecino de la familia Arnault, Yann Bellaile (Romain Duris), profesor del joven, muy dedicado a algunos de sus alumnos a quienes da clases en el sótano del edificio, y además poseído por el deseo de volverse un gran escritor. Muy rápidamente se vuelve el principal sospechoso, lo que no parece disgustarle.

En ausencia del padre del desaparecido, Raphael (Jérôme Pouly) quien trabaja lejos, el interlocutor de los investigadores es la madre, a la vez fuerte y frágil, siempre acompañada de su hija Marie (Lauréna Thellier), retardada mental, de una edad indefinida y propensa a levantar sus faldas con facilidad.

Las pistas se tuercen, del hall del edificio con los buzones, hasta la escuela, pasando por un bosque lugar de encuentros homosexuales, pasando por el cuarto secreto del maestro en el sótano.

Al mismo tiempo, Visconti tiene que atender a las dificultades provocadas por un hijo conflictivo, provocador e inconsciente del peligro en el cual se metió con el tráfico de drogas. Las relaciones entre padre e hijo están siempre dominadas por la violencia verbal y la impaciencia.

La verdad sobre la desaparición de Dany es finalmente encontrada gracias a la intuición afinada de Visconti y unas intervenciones, por lo menos desplazadas de Bellaile. Pero una última vuelta de tuerca revela un abismo aún más profundo de abusos y disfuncionalidades.

Casi dos horas dura la cinta, con un Vincent Cassel excesivo, deformado, odioso, abusivo. Si hay que reconocerle un gran trabajo actoral, se siente una falta de control de parte del director Erick Zonca quien se dejó rebasar por el temperamento de su actor protagonista. Y por el estereotipo del policía de novela Noir, tipo Bogart o Colombo, en personajes que viven al borde de la enfermedad mental, fuera de las reglas de convivencia social.

Esta falta de control sobre sus actores se nota también claramente con Romain Duris, quien se deja llevar a darle a su personaje una autosatisfacción, que pronto se vuelve exagerada, cínica, y desprovista de cualquier sutileza.

La interpretación de los dos, y debido sobre todo a la excesiva duración de la cinta, se siente grotesca. O voluntariamente caricatural, no se logra distinguirlo. Así mismo, representan físicamente dos tipos opuestos: el barbudo mal peinado, con un hombro más alto que el otro y las piernas rígidas, probablemente sin bañar y oliendo a alcohol, se opone al cuidadoso maestro, con sus libros y su ropa perfectamente ordenados, con su bolsa de cuero para la escuela.

Eso recalca la interpretación mucho más discreta de Sandrine Kimberlain. Sus hesitaciones, sus silencios, denotan frente a esos dos machos que se sienten superiores y le imponen su presencia, que la invaden. La continua sorpresa, la estupefacción y el miedo en el que parece vivir, y que se explicará al final, en dos versiones sucesivas, están en el tono perfecto, a diferencia de las interpretaciones masculinas.

En cuanto al desarrollo de la narración, se estira, se va por demasiados recovecos que alargan sin aportar nada. Además, la sub-intriga del hijo dealer y sus peligrosos contactos, es inútil y, peor tantito, no encuentra cierre. Sin hablar de una relación sentimental totalmente improbable entre el inspector y la madre solitaria. No se hable de la presentación ridícula, grotesca, de la homosexualidad masculina escondida en el bosque.