Con el antiguo título de la famosa colección de
novelas populares, en particular policiacas, esta cinta es la adaptación de la
novela del israelí Dror Misrahi Una desaparición inquietante. El cambio de
título puede verse como un indicio de una pretensión a aparentar más de lo que
es realmente. El resultado, d3 ansiado largo y cargado llega a cansar.
Ficha
IMDb
Tiempos
actuales, en París y un suburbio boscoso, se desarrollan dos dramas paralelos
cuyo elemento común es la fuerte personalidad del comandante de policía François
Visconti (Vincent Cassel). Este tiene que investigar la desaparición de un adolescente,
Dany Arnault, reportado por su madre angustiada, Solange (Sandrine Kimberlain);
al mismo tiempo, tiene que lidiar con su propio hijo Denis (Félix Back) quien
se ha dejado atraer por un grupo de traficantes de droga. Visconti manifiesta
al extremo las características del inspector de policía: soledad, alcoholismo,
desprecio hacia los demás, y una amplia gabardina beige. Sin olvidar una
intuición fuera de serie y métodos a veces poco ortodoxos.
En
el transcurso de su investigación, Visconti se topa con un vecino de la familia
Arnault, Yann Bellaile (Romain Duris), profesor del joven, muy dedicado a
algunos de sus alumnos a quienes da clases en el sótano del edificio, y además
poseído por el deseo de volverse un gran escritor. Muy rápidamente se vuelve el
principal sospechoso, lo que no parece disgustarle.
En
ausencia del padre del desaparecido, Raphael (Jérôme Pouly) quien trabaja lejos,
el interlocutor de los investigadores es la madre, a la vez fuerte y frágil,
siempre acompañada de su hija Marie (Lauréna Thellier), retardada mental, de
una edad indefinida y propensa a levantar sus faldas con facilidad.
Las
pistas se tuercen, del hall del edificio con los buzones, hasta la escuela,
pasando por un bosque lugar de encuentros homosexuales, pasando por el cuarto
secreto del maestro en el sótano.
Al
mismo tiempo, Visconti tiene que atender a las dificultades provocadas por un
hijo conflictivo, provocador e inconsciente del peligro en el cual se metió con
el tráfico de drogas. Las relaciones entre padre e hijo están siempre dominadas
por la violencia verbal y la impaciencia.
La
verdad sobre la desaparición de Dany es finalmente encontrada gracias a la
intuición afinada de Visconti y unas intervenciones, por lo menos desplazadas
de Bellaile. Pero una última vuelta de tuerca revela un abismo aún más profundo
de abusos y disfuncionalidades.
Casi
dos horas dura la cinta, con un Vincent Cassel excesivo, deformado, odioso,
abusivo. Si hay que reconocerle un gran trabajo actoral, se siente una falta de
control de parte del director Erick Zonca quien se dejó rebasar por el temperamento
de su actor protagonista. Y por el estereotipo del policía de novela Noir, tipo
Bogart o Colombo, en personajes que viven al borde de la enfermedad mental,
fuera de las reglas de convivencia social.
Esta
falta de control sobre sus actores se nota también claramente con Romain Duris,
quien se deja llevar a darle a su personaje una autosatisfacción, que pronto se
vuelve exagerada, cínica, y desprovista de cualquier sutileza.
La
interpretación de los dos, y debido sobre todo a la excesiva duración de la
cinta, se siente grotesca. O voluntariamente caricatural, no se logra
distinguirlo. Así mismo, representan físicamente dos tipos opuestos: el barbudo
mal peinado, con un hombro más alto que el otro y las piernas rígidas,
probablemente sin bañar y oliendo a alcohol, se opone al cuidadoso maestro, con
sus libros y su ropa perfectamente ordenados, con su bolsa de cuero para la
escuela.
Eso
recalca la interpretación mucho más discreta de Sandrine Kimberlain. Sus
hesitaciones, sus silencios, denotan frente a esos dos machos que se sienten
superiores y le imponen su presencia, que la invaden. La continua sorpresa, la estupefacción
y el miedo en el que parece vivir, y que se explicará al final, en dos
versiones sucesivas, están en el tono perfecto, a diferencia de las
interpretaciones masculinas.
En
cuanto al desarrollo de la narración, se estira, se va por demasiados recovecos
que alargan sin aportar nada. Además, la sub-intriga del hijo dealer y sus
peligrosos contactos, es inútil y, peor tantito, no encuentra cierre. Sin
hablar de una relación sentimental totalmente improbable entre el inspector y
la madre solitaria. No se hable de la presentación ridícula, grotesca, de la
homosexualidad masculina escondida en el bosque.
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