Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Saturday, August 30, 2014

The Last Castle (Rod Lune, 2001) – 5/10

Un duelo en una prisión militar. Entre el director y un prisionero. Entre un buen soldado y uno malvado. Donde triunfa el orgullo militar estadounidense. Con estereotipos y trampas morales  y de dirección. El patriotismo tiene la última palabra.

Ficha IMDb 

Un nuevo prisionero llega a una cárcel de máxima seguridad para criminales militares. Se trata de un general de tres estrellas, sentenciado a diez años por desobedecer y causar la muerte de subordinados. Eugene Irwin (Robert Redford) tiene como una meta purgar su tiempo y no interesarse en los problemas y quejas de los internos.

El director de la prisión, el Coronel Winter (James Gandolfini), apoyado por el Capitan Peretz,(Steve Burton)  considera que los internos, al ser ahora criminales sentenciados, ya no merecen el respeto debido a los militares y los mantiene en un estado servil, donde la única ocupación es construir, destruir y volver a construir un muro, parecido a un vestigio de un castillo medieval.

Otra actividad son las apuestas, organizadas y administradas por el Capitan Clifford Yates (Mark Ruffalo), quien no ha sentido ningún respeto particular por la organización militar, y ha sido arrestado por tráfico de drogas. 

El cabo Ramón Aguilar (Clifton Collins Jr), ligeramente torpe o tal vez retardado,  siente desde el principio una admiración desmesurada por el nuevo prisionero. El culto casi religioso que le demuestra acaba poco a poco con la reserva del general, quien se decide a intervenir en el conflicto. Su carisma natural lo lleva a organizar a los hombres en una tropa disciplinada, eficiente, y convencida de su valor, capaz de sublevarse contra el poder arbitrario de Winter y tomar en sus manos el honor de la cárcel.

La cinta acaba con la muerte del héroe resistente, el arresto del inmoral militar y la admiración religiosa a la bandera.

La narración se organiza sobre principios totalmente maniqueos: existen los militares buenos, casi todos. Y los militares malos como Winter, quien abusa de su poder y tiene bajo sus órdenes solo unos soldados anónimos, armados y en disimulados bajo su equipo de combate. Los verdaderos hombres, los militares dignos de ese nombre, dan la cara, saludan, y pelean hasta sacrificarse. Aun los que han tardado en darse cuenta de donde está el Bien. Porque el ejército es grande, y unas pocas ovejas negras no pueden empañar el orgullo y la grandeza militares. 

Los símbolos se usan sin reserva: la bandera, que se pondrá al revés para pedir auxilio, termina ondeando en toda su majestad, el saludo militar prohibido por el director, se transforma en una caricia al cabello, símbolo a la vez de obediencia y de resistencia. La construcción del muro es castigo inhumano, trabajo tan absurdo como las órdenes del director, y muestra de la fuerza física y mental irreductible del general. El inocente, latino además, se sacrifica frente al tanque, en una escena recuerdo de la Plaza Tian’anmen. 

No se hable de las inconsistencias: sin ninguna preparación, entrenamiento o estrategia, los hombres se transforman en pocos días, de pobres diablos egoístas, además de criminales peligrosos, en soldados eficientes, obedientes, capaces de usar armas fabricadas por ellos mismos (¿con que material? ), con precisión mortífera. 

Qué bueno que Robert Redford, a pesar de los años y las arrugas, conserve un poder de seducción innegable. El resto de la película es totalmente desechable, por lo obvio de sus intenciones y lo previsible de su desarrollo.  


Gran Piano (Eugenio Mira, 2013) – 7.5/10

Suspenso musical particularmente eficiente, a pesar de bases poco verosímiles. Con una edición y unas tomas muy bien realizadas. 

Ficha IMDb

La historia es la de un concierto. La cinta se desarrolla casi en tiempo real. Las ochenta o noventa minutos de la película corresponden a un lapso de unas dos a tres horas. El lugar también es muy limitado. Todo sucede en lugares encerrados, el avión, la limusina y después el teatro. Se trata de un virtuoso pianista, Tom Selznick (Elija Wood)  que acude a Chicago, no se sabe exactamente de dónde llega, para dar un concierto en homenaje al que fue su maestro, el compositor Patrick Godureaux (Jack Taylor, que aparece en fotografías y en carteles ) , y tocando el piano de su mentor , un piano excepcional, un Bösendorfer 290. Durante la representación, Tom encuentra notas sobre la partitura, que lo amenazan. Tiene que tocar a la perfección, sin la mínima falsa nota, de esas que el público no percibe, sino su esposa Emma (Kerry Bishé) será matada. Su esposa es una hermosa actriz, mucho más famosa que él. 

En el público se encuentra una pareja de amigos de la pareja, Wayne (Allen Leech) y Ashley (Tamsin Egerton) bastante incultos pero que serán de utilidad en una de las etapas de la historia. En las instrucciones de la partitura, se le pide a Selznick  ir a su camerino para buscar unos audífonos. Por ese medio una voz (John Cusack) estará dialogando con él durante todo el concierto. 

EL suspenso es bastante bien hecho. Hay muertes, pasan cosas en los pasillos y los camerinos mientras se desarrolla el concierto. En ningún momento se detiene la música con sus compases implacables. Esa situación de suspenso con un tirador escondido no se sabe exactamente donde en el teatro, recuerda The Man Who Knew Too Much de Hitchcock (1956). Además la esposa del pianista, rubia, alta, delicada y elegante, corresponde exactamente al tipo de mujeres hitchcokianas. Y, para completar las referencias, el apellido del protagonista coincide con el del productor de las primeras películas americanas de Hitchcock !

Hablábamos de inverosimilitud. En ningún concierto se va a colocar al pianista sobre un pequeño estrado atrás de la orquesta. Eso es más bien una disposición tipo music hall. Ningún solista va a dar un concierto sin haber ensayado antes con el director y con la orquesta.  Tampoco va a tocar sin conocer el instrumento. Además este piano, lo sacan de un almacén donde está abandonado y cubierto con polvo. El director solamente le informa a su solista que el instrumento sido debidamente afinado y que una de las notas no está bien. Los amigos que prefieren aprovechar  los cócteles de la hora feliz a llegar puntuales a sus butacas, parecen bastante desplazados en esta historia. El hecho de que un solista entre y salga del escenario mientras la orquesta sigue tocando es por lo más sorprendente. También que le den sus partituras justo al momento de entrar a escena. Un músico tiene sus partituras apuntadas, para facilitarle la interpretación, recordarle unas posiciones de dedos….

Pero es cierto que todos esos “errores” son necesarios para que se pueda desarrollar la historia. Es necesario que el pianista este tan lejos del público para que pueda tener acceso a su teléfono celular (también inverosímil que un músico se quede con su teléfono encendido mientras toca) Los amigos sirven para ser eliminados y que así se le revela al espectador quien es el asistente (Alex Winter)  del malvado. Permite también la bonita escena, con montaje tipo Buñuel en el Perro andaluz (1929), del fragmento de espejo listo para cortar la garganta de Ashley, se pasa al arco que pasa sobre las cuerdas del celo.

La historia en sí, el suspenso está en la necesidad de tocar perfectamente las composiciones Hay que tocar perfectamente bien la “Cinquette” porque es la clave secreta, la combinación, que permite liberar la cajita secreta donde se encuentra escondida la llave del tesoro. Esto explica las imágenes de los créditos iniciales, estas formas mezcladas de parte de piano y de engranajes de relojería. Eso explica también porque la cinta empiece no con el viaje del protagonista hasta Chicago, sino con el traslado del piano, que sacan de un desván de una mansión abandonada, la de Godureaux. El instrumento es el protagonista. Es el instrumento de tortura para el pianista, es el camino al tesoro para el francotirador.

La música, y en particular la famosa “Cinquette” imposible de tocar perfectamente, por los movimientos y la amplitud de abertura de las manos que exige, es una composición original de Víctor Reyes,  adhiere y refuerza precisamente el suspenso. El juego del gato y el ratón, de tener al enemigo, el titiritero, invisible, pero omnipresente por su voz,es una propuesta interesante. Esta voz se calla solo durante la ejecución de la “Cinquette”, así como la cámara se queda inmóvil y distante del pianista, quien ahora lleva las riendas.

Funciona muy bien la idea de una víctima que, de dominada y asustada, cambia y poco a poco se transforma en  el maestro, el que tiene la capacitad, no solo de tocar a la perfección, pero también de cambiar in extremis las notas y frustrar al francotirador en el momento en que se creía vencedor.

Pero lo más notable, a parte de los créditos iniciales  muy bien hechos y perfectamente musicalizados, son las tomas, absolutamente vertiginosas, de todas partes, de arriba, abajo, del lado, algunas son casi imposibles. Y con esas imágenes, un montaje sofocante, hipnótico. No hay un momento de descanso. Es de una maestría excepcional. Eso hace que esta película, a pesar de sus primicias inverosímiles, resulte totalmente cautivadora. 

Se puede considerar que Elijah Wood sobreactúa. Tal vez. Pero su personaje está bajo una triple mirada, la del director y de la orquesta, que pueden escuchar las falsas notas, la del público entre el cual esta su esposa, y la del francotirador quien lo acechar y conoce la partitura. Además de que muestra desde el principio que es muy capaz de matarlo a él o a su esposa en cualquier momento, ya que tiene un rifle último modelo y precisión.

En conclusión una cinta que vale mucho la pena, nada más por esta escalada en el suspenso, con la revelación del motivo de la amenaza en el momento perfecto, para reactivar el interés. Sino, tal vez nos cansaríamos de esta amenaza, aparentemente sin sentido, aparte de un juego de tortura psicológica. Otra vuelta de tuerca es la que da el pianista al finalizar la “Cinquette” de una forma inesperada y hacer que el francotirador sea obligado a salir de su escondite. La confrontación se va a volver física. Y le quita algo de interés al personaje de John Cusack. Se le percibía como muy más presente y amenazador cuando era solo una voz.

El francotirador dirigía el dialogo, sin que nadie en la sala se entere, ni siquiera en la orquesta: la comunicación pasó por la bala enviada al taburete como muestra de su capacidad, por los mensajes sobre la partitura y después por audífonos y micro. El franco tirador no podía aceptar cuando el pianista trató de entra en comunicación con el amigo tonto. Solo aceptaba la mínima comunicación con el director de orquesta. Quería la atención del pianista solo para él y las notas.

Esa voz sabía administrar el miedo, jugar con el pánico de Tom Selznick. Este está en una situación particular, ya que es su primer concierto después de cinco años de ausencia, debido a una crisis de pánico, provocada por la misma “Cinquette” que no pudo tocar. El miedo a repetir el fracaso lo domina, y la pieza no está programada para esta noche. Ver la partitura basta con ponerlo en un estado de angustia y nervios aún peor de lo que ya está. 

La cinta es una manipulación en abismo: el cineasta manipula al espectador con sus imagines y le hace olvidar lo inverosímil de la historia. Los músicos manipulan al público al producir un hermoso momento musical, una comunión y armonía perfectas, aunque no toquen exactamente. Como dice el director de orquesta, nadie se da cuenta de las fallas si el conjunto es hermoso. El francotirador manipula al pianista al utilizar su angustia debida al fracaso anterior, intensifica el pavor a equivocarse al agregar otro motivo de miedo: ser responsable de la muerte de su esposa. Así el francotirador usa esta angustia enterrada en el subconsciente del pianista, se la hace consciente, así intensifica su miedo y por ende su dependencia, y su obediencia. El francotirador es la crítica interna que lleva el artista. 

De la misma forma, el teatro, espacio cerrado, la duración del concierto, tiempo cerrado y además medido por los compases, son el marco para el piano, lugar mágico porque ahí se produce la música, y porque es el escondite donde se va a abrir la cajita con la llave.

El final enigmático no dice que pasa con la llave. 

Friday, August 22, 2014

Kafka (Steven Soderbergh, 1991) - 6.5/10

Suspenso, terror, con referencias al expresionismo alemán y a la obra literaria de Kafka, esta cinta no es una biografía sino una ficción que podría ser inspirada o haber inspirado a las novelas, cortas o largas del gran autor checo.

Ficha IMDb

En la Praga de principio de siglo pasan extraños sucesos: desapariciones, cadáveres, reuniones a escondidas de la policía. En la bruma y la noche. Bajo la silueta amenazante del castillo.

Franz Kafka (Jeremy Irons) trabaja en una compañía de seguros, bajo la supervisión de un malvado puntilloso hombre pequeño, Burgel (Joel Grey) inseparable de su cuadernito donde apunta todos los errores, retardos de los empleados. De noche, Kafka escribe, tratando inventar, como él mismo dice, pesadillas que nadie lee.

Uno de sus amigos y compañero de trabajo, Edward Raban (Vladimir Gut) desaparece. Kafka trata de encontrarlo, de preguntar y se topa con el autoritario inspector de policía Grubach (Armin Mueller-Stahl). Poco después aparece el cadáver: la versión oficial es que Edward se suicidó ahogándose.

En su búsqueda, Kafka aprende que otra empleada, Gabriela (Theresa Russell) era novia de  Edward, y que los dos pertenecían a un grupo anarquista. Según los camaradas, el joven fue matado cuando iba al castillo adonde lo habían convocado.

Nadie es lo que parece. Los jefes de la compañía aseguradora tienen relaciones obscuras con el castillo. Los expedientes salen de la oficina y se pierden. Como las personas. Poco a poco, Kafka se compromete más con el grupo anarquista y se lanza a la conquista de la verdad en el castillo. Como el acceso es muy vigilado, debe pasar por un túnel que sale de una tumba en el cementerio. Al llegar a los pasillos y salas llenas de expedientes, al acercarse a la verdad, la película, de blanco y negro, se vuelve a color. Pero la verdad es horrible. El castillo no es solo el lugar donde se pierden los expedientes, es el lugar de horribles experimentos sobre humanos, dirigidos por el Doctor Murnau (Ian Holm). Después de dejar explotar la bomba que llevaba, Kafka vuelve a la ciudad, al blanco y negro. La verdad que vio allá arriba no le ayudará a vencer la enfermedad que lo amenaza. Su toz se vuelve sangrante.

El suspenso de una historia de muertes extrañas, con una criatura medio salvaje, aullante, horrible, utilizada por un humano, tipo Sabueso de los Baskerville, se dobla de una pintura del mundo citadino de principio del siglo veinte, en el ambiente de las películas expresionistas de Fritz Lang y Murnau (este por cierto el nombre del doctor a cargo de los experimentos en el castillo). Grises, largas sombras deslizándose sobre los muros, pavimentos húmedos, calles angostas, planos cerrados sobre las teclas de la máquina de escribir, contrapicado cercano a las caras de los burgueses atracándose.

Las referencias al universo de Kafka son permanentes: referencias a obras que, en el momento de esta aventura inventada, habría ya publicado como la Colonia penitenciaria, pero también al mundo burocrático sin fin del Proceso, al Castillo fuente de poder difuso e inevitable. La voz off de Irons lee partes de la Carta al Padre, llena del sentimiento de incapacidad del hijo frente al padre dominador e intolerante. Hay también referencias a la época que vivió el autor, los movimientos intelectuales y políticos, con las reuniones en los cafés de los jóvenes que preparan ataques “terroristas” y el inquietante personaje del inspector, Grubach, interpretado con Armin Mueller Stahl.

Jeremy Irons es perfecto en el papel, su distinción, su distancia ligeramente irónica interpretan maravillosamente la superioridad y la inteligencia del genio sufriente que fue Kafka. El parecido físico es impresionante.


Las calles de la vieja Praga, con sus casas cerradas, sus pasajes cubiertos, sus puentes y  el castillo omnipresente, son el cuadro perfecto para una historia angustiante, acompañada por la muy buena música de Cliff Martinez. 

The Namesake (Mira Nair, 2006.) – 6/10

Una historia sencilla y sensible de dos generaciones de inmigrantes bengalís en Estados Unidos: las dificultades, las incomprensiones, los rechazos. Sin grandes efectos, sabe contar detalles significativos y decir lo importante.  

Ficha IMDb

La película es adaptada de la primera novela de Jhumpa Lahiri , criada en Rhode Island como indio-americana. Cuenta la historia de un joven bengali, Ashoke Ganguli (Irrfan Khan), quien estudia ingeniería en el prestigioso MIT, en Cambridge, Massachusetts, quien vuelve a India a buscar esposa. Sus padres le presentan a Ashima (Tabu).

Después de la boda, se van a instalar a Estados Unidos. Hace frío, no tienen mucho dinero. Cuando su primer hijo nace, en 1968, no han tenido tiempo de que la familia india escoja un nombre para este. La tradición pide una larga reflexión para escoger bien un nombre, un sobrenombre para uso de la familia y los amigos, y un nombre oficial para uso público y administrativo. Pero las autoridades estadounidenses del Estado Civil no dejan a un bebe salir del hospital sin ser declarado. Así que el padre decide ponerle el nombre de su autor preferido, Gogol, pensando que este será su sobrenombre y que será posible después cambiar para el nombre oficial.

Pero Gogol es el nombre que será usado en la escuela, a pesar de que el pequeño prefiere que lo llamen Nikhil, como lo hacen en su casa. Cuando llega a la adolescencia y tiene amigos gringos, estos lo llaman Nick. El nombre oficial se vuelve odioso para el joven de la misma forma que las tradiciones y la cultura india. Informa a sus padres que desea proceder al cambio oficial de su nombre. El padre es renuente pero acepta. 

Gogol ( Kal Penn) es ahora oficialmente Nikhil Gogol Ganguli..Es también un adolescente “normal”: fuma tabaco y mariguana, tiene amigas gringas y relaciones sexuales sin compromiso. 

Un viaje familiar a India primero molesta mucho a Gogol y su hermana Sonia (Sahira Nair). Pero la visita al Taj Majal le revela su vocación: estudiará arquitectura. 

Ya con un buen trabajo en un despacho de arquitectos, se enamora de una acaulada joven gringa, Maxine (Jacinda Barrett) Se integra a la familia de su novia mucho mejor que a la suya propia. Y la primera visita de Maxine a los padres de Gogol es un fiasco total. La joven no sabe adaptarse y observar las costumbres de respeto y discreción de la familia india. El malestar de Gogol es patente 

Pero cuando Ashoke muere de un ataque al corazón, durante una estancia de trabajo que realizaba en Chicago, dejando a Ashima sola en Nueva York, los ritos de defunción son el momento de toma de conciencia por Gogol de sus raíces. Poco a poco se aleja de Maxine y pasa más tiempo con Ashima y Sonia, hasta tener un romance con Moushumi (Zuleikha Robinson ), la hija de unos amigos de sus padres, lo que llevará a un matrimonio de corta duracion.

La conclusión de la cinta es la aceptación por Gogol de su herencia cultural india y de su propia deuda con su padre, al decidir finalmente leer el cuento de Gogol que le regaló este de cumpleaños años antes, y que Ashoke estaba leyendo el día que su tren se descarrilló, en la India, y que él fue el único sobreviviente. 

La cinta es la historia sencilla de una familia, de seres humanos normales, con los conflictos normales entre padres e hijos jóvenes. Pero a esta normalidad se sobrepone lo cotidiano de la inmigración, estos detalles que hacen que la vida se vuelva mucho más complicada, las personas mucho más sensibles. Migrar significa una herida profunda, tanto para los que la deciden como para los que nacen de ella.

Lo que deciden lo hacen pensando que dejan mucho para obtener una vida tal vez mejor, tal vez no. Lo que nacen reciben una herencia con la cual no saben que hacer en su vida diaria, impregnada de otras costumbres. 

Visto de lejos se puede pensar que es una riqueza tener una doble herencia cultural : idiomas, comida, ropa. En el día a dia se vive a veces como una separación, como una traición permanente, una pérdida permanente. Para un joven nacido en otro país es difícil conciliar esta dicotomía, aceptará dentro de sí, y frente a los padres.

La cinta muestra con mucha sencillez, y al mismo tiempo con mucha precisión, la mezcla, las dudas, el malestar. No se habla mucho de emociones, simplemente se ven. Es cierto que el guion es previsible. Pero es que la vida es previsible. Se trata de mostrar lo cotidiano , no de hacer una cinta llamativa. 

Los actores tienen la sencillez y profundidad necesarias, dejando aflorar los sentimientos con sensibilidad sin nunca ser artificiales. Si bien es cierto que el personaje de Gogol es central en su proceso de negación-aceptación de sus raíces, la figura de Ashima, de feliz joven soltera en la India, hasta su regreso, pasando por todos los años de joven esposa desarraigada, de madre rebasada por sus hijos adolescentes, pero siempre fiel a sus orígenes y orgullosa de ellas, es de una fuerza notable. La relaciona con su esposo es fuerte, sin demostraciones, pero con una ternura y un entendimiento que nos muestran que los matrimonios arreglados no siempre son un error. Años de vida juntos, años de dificultades juntos han construido entre ellos una unión ejemplar. 

Tal vez no sea película para grandes debates, tal vez no tenga efectos llamativos de cámara o colores, tal vez no tenga actores famosos, pero esta cinta tiene algo que decir. 

Monday, August 18, 2014

Impardonnables (André Téchiné, 2011) - 6/10

Una historia de amor un poco complicada, en una Venecia nada turística. Muchos personajes y varias pistas narrativas que impiden ver claramente hacia donde quiere evolucionar el asunto. Primera vez que Téchiné trabaja con Carole Bouquet y André Dussollier, y tal vez sea esto lo que en realidad le da intereses a la cinta. 

Ficha IMDb

Venecia en invierno; Francis (André Dussollier) un escritor sin inspiración, busca un departamento tranquilo para poder escribir. La agente de bienes raíces, Jusith (Carole Bouquet) le propone una casa sobre la isla Sant Erasmo. Francis  acepta, con la condición que Judith vaya a vivir con él. Elipsis de año y medio: viven juntos y reciben para las vacaciones a Alice (Mélanie Thierry) y Vicky (Zoé Duthion). Las apariencias engañan y Vicky no es hija de Francis, sino su nieta, hija de Alice, una actriz más o menos desempleada, más o menos enamorada de Alvise (Andrea Pergolesi) , joven descendente de una familia noble , dedicado a todos los tráficos y consumos ilícitos, enamorado de Judith, en un juego de seducción entre infantil y perversa. 

Y Alice desaparece. Angustia, preocupación, obsesión. Su padre busca por todas partes y todas medios. La incomprensión naciente entre los dos esposos a raíz de esta intensa relación padre-hija llevará poco a poco al distanciamiento, a los celos, a la infidelidad y la separación. Cuando Judith decidirá volver a vivir a la ciudad, Francis, aliviado, podrá escribir por fin su novela y podrán volverse a encontrar.

Diferentes pistas de narración se van, sino mezclando, sustituyendo la una a la otra, sin que ninguna reciba una solución. Parece que se trata para el director, no de relatar una historia y dar a conocer sus personajes, sino de descubrir poco a poco, o mejor dicho, sugerir, los abismos de secretos que cada uno lleva consigo. Cada uno carga sus heridas y no puede deshacer de ellas.

Judith ha tenido toda una vida antes de Francis, amores, amantes hombres y mujeres.Su amiga-ex amante Anna Maria (Adriana Asti), la detective, tiene un hijo, Jérémie (Mauro Conte) en prisión, por oscuros motivos. Cuando sale, Francis trata de establecer una relación amistosa-paternal con él, y después lo usará como detective para vigilar a su esposa, lo que acabará con una relación entre el joven y Judith. Pero este chico parece cargar con muchos malos recuerdos y resentimientos contra su madre. Al punto de intentar suicidarse.La hija de Francis, Alice, tiene también un pasado poco claro, tanto como su presente y su relación con la nobleza veneciana. ¿Y qué sombríos implícitos la llevan a mandar a su padre un vídeo de ella haciendo el amor? 

Como muchas veces en las cintas de Téchiné, lo que podría ser una historia de soledades que se encuentran para tejer una nueva vida, se torna una oscura mezcla de conflictos inconfesados, que hacen imposible cualquier tipo de reconciliación.

El problema con la cinta es que nada queda claro. Ningún carácter o situación se explota. Todo se queda en superficie para después olvidarse un tiempo, y volver a aparecer no se sabe bien porque.

Los personajes y la narración misma se la pasan huyendo. De sí mismos, de su trabajo, de su talento, de su familia, de sus responsabilidades. Tal vez por eso se sitúa la historia en Venecia, por ser una ciudad donde una se pierde todo el tiempo. 

Se perdona por el gusto de ver a Venecia de forma sencilla, como ciudad de vida y trabajo, y no ciudad turística. Se perdona por ver a Carole Bouquet, sutil, libre, sencilla, natural, como pocas veces, y a André Dussollier con todo su talento y su encanto maduro. 

La Voleuse (Jean Chapot, 1966) – 7.5/10

Los diálogos de Marguerite Duras resaltan el dolor de una joven madre que decide, seis años después, recuperar el niño que abandonó a los 19. La obsesión y las desgracias que provoca alrededor de ella se vuelven más intensos en un ambiente de ciudad fría, de fábricas y trenes. Esta película casi desconocida reunía por primera vez a Romy Schneider y Michel Piccoli.

Ficha IMDb

Julia Kreutz (Romy Schneider), está casada desde hace dos años con Werner (Michel Piccoli. No tienen hijos. De repente ella se ve habitada por el intenso deseo de recuperar a Carlo (Mario Huth), el niño que abandonó seis años antes, cuando tenía diecinueve. No tenía dinero, no sabía quién era el padre y pensó que era mejor dejarlo con una pareja que no podía tener hijos. Pero ahora, tal vez por la vida tranquila que lleva, o porque pensó estar embarazada pocas semanas antes, siente la necesidad de tener con ella a este pequeño. 

Empieza por vigilar a la familia “adoptiva”, pero que nunca hizo los trámites. Viven en una pequeña ciudad no muy lejos de su domicilio. Le regala, en forma anónima, un camión de juguete al niño. Y finalmente se muda a vivir en un hotel en frente de la casa. Julia ya no vive, ya no come, su vida se está deshaciendo y nada más le interesa, solo recuperar al niño.

Werner trata de acompañarla, a pesar de no entender y sentirse traicionado. Trata de razonar con Julia pero, viendo la insistencia y la incapacidad de esta de vivir sin la presencia de su hijo, se pone de su lado. Primero trata de hablar con el padre, Radek Kostrowicz (Hans Christian Blech), quien no está dispuesto ni siquiera a dejar el niño unos días u horas con la madre. Después, hace intervenir un abogado y, finalmente, la policía. Pero Julia, impaciente, se roba al niño. De ahí en una escalada irresistible, el padre lo quiere de vuelta, y la policía le entrega al niño a la madre.

Mientras Julia trata de vivir su primer día con su hijo, Kostrowicz sube a una chimenea de la fábrica, y amenaza lanzarse de los cien metros de altura si no le entregan su hijo antes de las seis de la mañana siguiente. Televisión, periódico, publico se apasionan por la situación, mientras Julia se encierra en su posición, a pesar de la insistencia de su esposo. 

Es un drama, antes que todo, individual. De dos individuos que se disputan a un ser humano. Si la cámara se focaliza en Julia, en su obsesión y su dolor, deja entender que la situación del padre adoptivo es igual de intensa. Es exactamente el paralelo, aunque se manifieste de forma más pasiva. Él reacciona a los ataques de Julia que lo obligan a iniciar tramites, a buscar en el dédalo de las servicios familiares, a tratar de nos ahogarse en las muchedumbres que asisten a las oficinas publica, cuya ineficiencia lo llevan al borde de la crisis nerviosa.

Curiosamente, la madre adoptiva (Sonia Schwarz) casi no tiene presencia en la historia. El niño, de seis años, no manifiesta ninguna reacción frente a la situación. A veces se le oye llorar, pero casi siempre actúa muy obediente con esta señora que de repente lo tiene en su casa, le da de comer, lo lleva al circo. 

El esposo, Werner, es testigo impotente del cambio de su esposa, sus palabras ya no sirven, sus atenciones, sus razonamientos tampoco. De repente, su mujer le ha sido arrebatada por una extraña enfermedad. Esta poseída, atrapada, jalada por una fuerza superior a ella misma. La necesidad de tener al niño no parece siquiera ser amor. Ni caricias, ni sonrisas para el niño. Solo necesita tenerlo con ella. 

Todo pasa en una ciudad alemana o austriaca, con largos edificios fríos, con coches y trenes anónimos, con fábricas enormes, sus chimeneas altísimas, el humo, el ruido, los trabajadores saliendo en grupo de su trabajo, silenciosos. 

El blanco y negro intensifica la tristeza de este mundo, la soledad en la que viven todos. Además, el departamento, con sus muebles de los sesentas, de líneas rectas y depuradas, con sus paredes sin ningún adorno, recalca la vacuidad de la vida de Julia, su falta de sentido. 

La pasión que siente por la posesión del niño es algo que no la hace feliz, pero que no puede dejar de vivir hasta el final, sin pensar en ningún momento en sus consecuencias, en el dolor que provoca a todo mundo, inclusive a ella misma. Mejor dicho, se da cuenta, pero se obstina en no tomarlo en cuenta. Tiene que vivir su propio sufrimiento en toda su intensidad. Tiene que volverse infeliz. 

La última media hora es el suspenso, el juego de poder entre dos apasionados que no quieren ceder. La película en ningún momento toma partido. El uso de opiniones expresadas por gente de la calle, supuestamente para el noticiero televisivo, permite plantear la dificultad: ¿Quién es el verdadero padre, la que da a luz o él que cría? ¿Amenazar con suicidarse no es chantaje? ¿La madre debe ceder o está en su derecho?

Romy Schneider y Michel Piccoli encuentran ahí unos papeles extraordinarios, intensos, con unos diálogos de una acuidad, una sencillez y frialdad aparente que revelan la intensidad del dolor y la soledad que viven. Marguerite Duras ha tenido en toda su obra, novelas, obras de teatro, películas, esta capacidad de escoger las palabras perfectas para expresar la hondura del sufrimiento humano, sobre todo femenino.

Romy Schneider, apenas diez años después de los Sissi, muestra su inmenso talento. Es una lástima que esta cinta sea prácticamente olvidada. 

Thursday, August 14, 2014

Winter’s Tale (Akiva Goldsman, 2014) – 4/10

Un cuento de hadas, con bonitas imágenes, amor y lágrimas. Poco sentido. Buenos actores y hermosas  locaciones totalmente estropeados.

Ficha IMDb

Manhattan, siglo XIX. Peter Lake (Colin Farrell) es un joven neoyorkino que se gana la vida como ladrón de casas. Su instinto lo lleva un día a una hermosa mansión de la ciudad pero se encuentra con una joven, excelente pianista, que le ofrece una taza de té en una delicada vajilla. Beverly Penn (Jessica Brown Findlay) está enferma de tuberculosis y vive bajo la protección de su potente padre, William Penn (William Hurt).

Peter esta perseguido por un hombre malvado, Pearly Soames (Russell Crowe) quien actúa a órdenes del diablo, y ayudado por un caballo blanco, dotado de una gran intuición, que lo lleva al lugar y en el momento donde pasarán cosas predestinadas.

Así tendrá la posibilidad de salvar a Beverly de un accidente.

Después de unas semanas de amor, invierno y celebraciones en la casa de campo de la familia, Beverly morirá y Peter muy decepcionado al ver que su talento para resucitar a los muertos, no funciona.

Un siglo después, Peter se topa en el parque con la niña Abby (Ripley Sobo) , enferma de cáncer, y su madre Virginia (Jennifer Connelly) . En ese momento entiende que la joven pelirroja que debía salvar era ella. Con ayuda del caballo blanco alado, podrá al fin realizar su misión. 

Una mezcla totalmente inverosímil: ángeles, demonios, estrellas, caballos voladores, saltos en el tiempo, padres protectores y doncellas enfermas. 

Una historia sin verdadera organización o sentido. Una voz off que habla de almas volviéndose estrellas y de milagros. Cuando la historia ya no avanza, se usan unas soluciones de escape fantásticas, como el caballo volador. Soluciones que pueden talvez satisfacer a un niño. De repente aparecen los malos, pero no se sabe muy bien porque en este lugar y este momento preciso. Para empezar, no se sabe muy bien que están buscando ellos. 

¿Cómo actores tan reconocidos, serios y a veces hasta inspirados, como Colin Farrell, Russel Crowe, Will Smith o William Hurt, han ido a perderse ahí? 

Una cinta totalmente aburrida para cualquier adulto promedio. Tal vez les guste a las niñas que sueñan con ser princesas y encontrar su príncipe hermoso a pesar de ser pobre. 

Nimphomaniac .Volumen 1 (Lars von Trier, 2013) - 8.5/10

Relato de una obsesión. Con humor y desesperanza. Unas imágenes magnificas. Una estructura narrativa impecable. Las escenas de sexo sin tapujos tienen todo su sentido y no son nunca gratuitas. Grandes actores.

Ficha IMD

Como en Antichrist y Melancholía, sus dos películas anteriores, Lars von Trier trabaja sobre una estructura deslumbrante. Con títulos y dibujos sobrepuestos a la imagen filmada, en una formula finalmente muy pedagógica.

Cada parte es una forma de dividir la historia del personaje principal, al mismo tiempo que mantiene una relación con un elemento presente en el cuarto donde esta ha sido llevada por su salvador. 

Este personaje principal es una mujer de edad mediana, Joe (Charlotte Gainsburg) y su salvador, Seligman (Stellan Skarsgard), un hombre más avanzado en edad, y solitario. La encontró, herida, abandonada bajo la lluvia en un extraño laberinto de pasillos, como un barrio de almacenes o talleres abandonados.

La cinta empieza con  un lento prólogo, como en Antichrist, donde domina la música, (después de unos minutos de pantalla negro con solo el ruido ambiente) ,donde la cámara recorre lentamente este edificio abandonado de tabiques rojos, con sus pasillos, sus tuberías viejas y oxidadas. Donde la lluvia cae y crepita sobre la tapa de un bote de basura metálico. Ya con eso, y nada más, se puede crear belleza

Y después de dar unas vueltas, de detenerse a observar y escuchar, aparece el cuerpo de una mujer. Cuando el paseante se acerca a ella, rechaza ambulancia, y policía. Solamente quiere una taza de té, con un poco de leche. Así que el hombre se la lleva, le presta una piyama, le prepara té y se dedica a escuchar el relato de una vida. Joe anuncia su vida como la de una gran pecadora, y el relato se convierte en confesión. Pero Seligman es un viejo parlanchín y necesita intervenir a cada momento, comentar y agregar su granito de arena, nada más para mostrar sus conocimientos. Sin nunca juzgar a su interlocutora. Porque en realidad se complementan, él es solo intelecto, ella es solo cuerpo.

El relato, o más bien el intercambio se funda sobre unas posiciones paradójicas: Joe se considera una mala persona y se la pasa culpándose, acusándose en una perspectiva que podría verse como religiosa. Su huésped, a pesar de su edad y su apariencia recatada, entienden, disculpa, acepta…y comenta.

Entonces la cinta se va organizando, siguiendo la narración de Joe, cronológicamente, desde su infancia y su hermosa relación con su padre (Christian Slater) quien la llevaba a pasear en el bosque, y le contaba la historia de los árboles. Unas fotografías hermosas, como las de Melancholia, acompañan esta parte.

Rápidamente, el espectador va entendiendo el funcionamiento de la cinta: Joe cuenta, Seligman comenta, Von Trier pone en imágenes. Una de las características es la utilización de comparaciones, explicitas y mostradas sin posibilidad de dudas en la interpretación: si se habla de pesca, se ven imagen de pesca, río, y peces; si se habla de un tigre, se ve un tigre, si se habla de ranas, se ven unas ranitas brincando. 

Además, si se explica algo abstracto, como la secuencia de Fibonacci, se van escribiendo las operaciones de sumas en el pizarrón, perdón la pantalla. Cuando Joe pierde su virginidad, se ven los números, tres veces de una manera, y cinco de otra, se ve la operación 3+5. Por cierto, este número, ocho, es el número de capítulos de la cinta en sus dos volúmenes. Un juego de correspondencia ente lo interno y los externo, entre microcosmo y macrocosmo, apreciado en las ciencias ocultas. 

Otro principio narrativo, como lo decíamos al principio, es que cada capítulo parte de un elemento presente en la casa de Seligman. Primero es la mosca de pesca y el libro ilustrado The complete angler; que corresponde al juego de seducción en el tren, sobe la idea de la amiga íntima B (Sophie Kennedy Clark).
Después viene Jerome (Shia LaBeouf), el encargado de la devirginizacion, que reaparecerá en importantes momentos; el cuadro Mrs. H da lugar a una intervención extraordinaria de Emma Thurman, en el papel de la esposa engañada que viene a enseñar a sus hijos el nuevo domicilio de papa, en una escena de vaudeville y un genial monologo. 

El libro que Seligman está leyendo, Relatos de Edgar Poe, lleva a Delirium, un capitulo en blanco y negro que empieza por la lectura de La casa Usher, leído por Joe en voz off mientras la vemos entrar a un edificio sombrío, de noche, el hospital donde su padre esta moribundo. Esta parte es muy intensa, muy cruda, en el sentido que nada es suavizado de las circunstancias morales y física del padre: su miedo a la muerte, el sufrimiento, la pérdida de control físico.

La música que escucha Seligman dicta el último capítulo, The little organ school, con la explicación de la polifonía de Bach. Joe se conforma a esta estructura al decidir hablar solo de los tres hombres más importantes de su vida, F (Nicolas Bro), G (Christian Gade Bjerrum) y J (erôme) , cada uno presentado como una de las voces de la polifonía. La pantalla se divide en tres partes, cada tercio presenta una sucesión de imágenes de la voz musical correspondiente, de la relación de Joe y de las comparaciones explicitas referentes a cada uno. 

Es genial, es perfecto.

Es cierto que las secuencias de sexo son directas, sin esconden nada. ¡Y estamos viendo una versión censurada! No son imágenes hermosas, no buscan en ningún momento provocar emoción en el espectador. Son imágenes utilitarias, que pretenden solamente enseñar lo que se cuenta; en una ilustración explicativa, fría del relato de Joe.

Es una cinta muy cerebral, muy pensada, como el relato de Joe es una búsqueda que se quiere sin compasión, una investigación completa e imparcial, el análisis de esta vida que la llevó a un pasillo abandonado bajo la lluvia. En toda la parte de flashback de este primer volumen, el papel de Joe es interpretado por Stacy Martin, lo que refuerza el sentido de observación de sí misma que hace la protagonista. Joe es a la vez el juez que instruye su propio caso y el principal testigo. Lo que se lleva a cabo es también una terapia al estilo psicoanalítico, que avanza por asociaciones de imágenes e ideas. En un sentido, puede llevar a la condenación. En el otro, a la curación.

Lo veremos en el Volumen 2 de Nymphomaniac 

Monday, August 4, 2014

Fading Gigolo ( John Turturro, 2013) - 6/10

Entre comedia romántica, comedia judía, comedia triste, esta cinta al estilo Woody Allen nos invita a tomar distancia con los clichés y a ver la vida sin demasiada seriedad. Todo tiene su solución. Sobre todo cuando Woody Allen esta ahí para comentarlo.

Ficha IMDb

El gigolo en vía de desaparición del título es Fioravante (John Turturro), hombre calmado, introvertido,, tranquilo, que trabaja en una florería, y tiene la desgracia de ser amigo de Murray ( Woody Allen), mayor que él, parlanchín, ex dueño de una tienda de libros antiguos que acaba de vender por falta de clientela. Cuando su dermatóloga, la Doctora  Parker  (Sharon Stone) le confió su curiosidad por un ménage a trois , Murray pensó que Fioravante podría proponer sus servicios, a cambio de honorarios. El negocio sería manejado por Murray obviamente, quien se haría responsable de la clientela, del marketing, y de las cuentas. 

El negocio tiene un éxito rotundo. Como Murray vive en un barrio judío, y uno de sus niños tiene piojos, lo lleva con una señora, Avigal (Vanessa Paradis) viuda que sabe cómo tratar y eliminar a estos animalitos. ¿Porque ella, precisamente? No queda muy bien aclarado. Pero no importa porque la señora es muy linda, tranquila, muy obediente con las reglas de vida de una joven viuda judía. 

El sentido del negocio triunfa y Murray le propone a Abigail los servicios de su “curandero” mágico, para males del alma y perdida de las ganas de vivir. 

El encuentro de Murray con Abigail significará el final de las operaciones de prostitución y proxenetismo de los dos asociados, a pesar de la entrada en juego de una psicóloga muy dinámica, la Doctora Selima (Sofía Vergara), ya que Murray se vuelve incapaz de tener relaciones sexuales sin amor.

Como es claro desde el principio que la cinta no quiere presentar conflictos y busca un final feliz, es obvio que la viuda ortodoxa no puede salir de su mundo. Como en un cuento, o tal vez como en la vida, esta paréntesis de ternura le dio la fuerza para acabar con su duelo y abrirse a la posibilidad de una relación con alguien de su comunidad, el policía  Dovi (Liev Screiber ), enamorado secreto, devoto y protector. 

Se ha dicho mucho que la cinta está hecha alrededor de Woody Allen, que él es quien se lleva toda la atención, que esta cinta es un homenaje-copia de las cintas de Allen-director, con lo que implica de discursos, humor, argumentos de no siempre buena fe ,y con la presencia del actor Allen. Es cierto pero, al mismo tiempo, tiene una musiquita un poco más en tonalidad Menor. Más intimista. 

Es cierto que Woody Allen y su personaje Murray, al borde del cinismo, ocupa la pantalla más tiempo, y domina por su tiempo de palabra. Pero la originalidad de la cinta viene del balance que se produce y se instala entre estos dos contrarios. 

El aspecto improvisado de Allen, quien se deja llevar a su facilidad de expresión, palabra, mímica y gestos (y anteojos), permite el contraste con el otro personaje. El pequeño parlanchín feo hace resaltar la elegancia y discreción del alto reservado. Turturro director y actor se deja guiar por Allen, le otorga un enorme espacio, escenas enteras, discursos y divagaciones, con comicidad de todos los géneros. Woody hace su teatrito. De la misma forma que Turturro se deja dominar por Allen, Fioravante se deja llevar al gigolismo por las maniobras de Murray, vendedor y contador de primera. Frente a la agitación perpetua y la improvisación de Murray, Fioravante encarna la calma, el sentido del trabajo bien hecho, con el tiempo necesario, sea ramo de flores en ikebana,  relación sexual,  masaje, o comida. 

Del lado femenino existe la misma oposición entre el dúo dinámico de las doctoras, seguras de su feminidad, de su deseo, de su poder social (¡el departamento dela doctora Baker! ¡Y sus vestidos! ) ,de su cuerpo (Sofía Vergara, como siempre desbordante de pecho y de voz)  y la solitaria , retirada viuda. El personaje de Avigal impone un ritmo de paz, aceptación, sin olas como su rostro liso y su peluca, sus zapatitos. Un ritmo casi conventual. 

El encuentro con Murray le permitirá, sin perder esta calma y pureza, sacar su tristeza y, una vez liberada de esta, abrirse a la posibilidad de sentirse amada, deseada, joven. Pero todo con calma y lentitud.

La cinta sabe cambiar de ritmo según las situaciones y dar a cada escena el espacio que le corresponde: la florería, la sala familiar con los hijos viendo televisión, el parque con una iniciación al Baseball que libera a los niños judíos, mientras un paseo libera a la madre. La escena de la consulta rabínica en la sinagoga podría prestar a sarcasmo y critica, con los atuendos tradicionales, ropajes, peinados, lenguajes y citas bíblicas. Pero desbarata estas posibles intenciones al transformarse en un auténtico interés, de parte de todos los asistentes, por el bienestar de un miembro de la comunidad. Una voluntad de entender lo que motivó a cada quien en sus acciones. 

Finalmente los dos amigos van en la misma dirección, hacia la misma moraleja agridulce, ya vista en varias cintas de Allen: hay que vivir las situaciones, las etapas de la vida sin tomarlas demasiado en serio. Eso son, etapas que pasarán. Hay que encontrar una forma de hacerlas más llevaderas, y cualquier cosa es buena para eso, si funciona. Whatever works (Allen -2009)  

La banda sonora está, muy al estilo Allen, compuesta de buenas piezas de jazz. Muy placentera. Muy llevadera. 

Scarface (Brian de Palma, 1983) – 8.5/10

Historia de gánster violentísima, alrededor de un personaje excesivo en su ambición de poder y riqueza, su vulgaridad, su posesividad. Con un actor absolutamente extraordinario, una gran dirección y una música excelente. Una película de culto.

Ficha IMDb

Scarface era el sobrenombre de Al Capone, después de que ganara una cortadura sobre la mejilla, durante una pelea. Fue título de una película de Howard Hawks (1937), a la cual De Palma agradece en los créditos finales, sobre un cierto Tony Camonte, italo-gringo que llega a la cima en Chicago durante la Prohibición. La historia es, exceptuando la nacionalidad, exactamente la misma.

Pero Brian de Palma supo darse a Oliver Stone de guionista, a Giorgio Moroder de músico y a Al Pacino de actor principal. Con eso, hizo que se olvidara a la primera cinta . Paul Muni no tenía la presencia que tiene Al Pacino. Scarface es Al Pacino. El actor, con su formación en el Actor’s Studio, donde fue alumno de Lee Strasberg, le insufla rasgos shakespearianos a su personaje sediento de poder. De la comedia a la tragedia, pasando por el drama, la epopeya. Es Ricardo Tercero, es Titus Andronicus. Es el mal hecho hombre. Es insoportable de vulgaridad, de narcisismo, de violencia, de arribismo. Es totalmente odioso, repulsivo, nada lo detiene. Ni la moral, ni la policía, ni la justicia, ni la sangre. Y por eso es fascinante. La dirección y la música le dan una intensidad y una presencia tal que esta cinta podría ser una ópera. 

La historia es una forma del sueño americano: el emigrante que llega, pobre y solo, pero con ganas de triunfar. Y con muy pocos principios morales. El guion une esta situación  a un contexto político particular, el éxodo del Mariel cuando Fidel castro dejó salir a miles de cubanos, quienes partieron del puerto de esta ciudad, hacia Florida entre abril  y octubre  de 1980. Concentrados en un campo de refugiados, esperan una decisión política sobre su ingreso. La oportunidad para Montana se presenta cuando le ofrecen matar a Emilio Rebenga, ex funcionario del régimen cubano quien torturó y mató a opositores políticos y, en particular, al hermano de Frank Lopez (Robert Loggia), capo en Miami. Montana y su amigo Manny (Steven Bauer) consiguen así su permiso de residencia.

Cuando los dos amigos ya consiguieron trabajo, unos hombres de Lopez les proponen una primera operación de compra de droga en un motel La transacción con los colombianos vendedores resulta problemática. La escena es de una violencia memorable, con motosierra para desmembrar al compañero de Tony frente a él. Buen método para amenazar, la sangre salpica por todos lados. De Palma logra aterrorizar al espectador sin mostrar un pedazo de cuerpo. Pero con eso, anuncia el nivel de violencia y el nivel de “tolerancia “de su protagonista. 

Como Montana logró salir del encuentro vivo, después de matar a los colombianos, con el dinero y el dinero dela droga, es presentado al gran jefe. Es el principio de una ascensión vertiginosa, con misiones cada vez más delicadas, con dinero cada vez más abundante. Dinero que no abrirá a Montana la puerta de la casa de su mama (Miriam Colón), quien no acepta la línea de trabajo de su hijo, pero sí los brazos de su hermana Gina (Mary Elizabeth Mastrantonio), atraída por las fiestas y la vida fácil, y de quien Manny el amigo cae enamorado, a pesar de la interdicción de Tony.

En una misión especial a Bolivia, con el rey de las drogas, Alejandro Sosa ( Paul Shenar), Montana muestra sus talentos y su ambición para pasar a negocios aún más grandes. A partir de ese momento, Tony no dudará en eliminar a su jefe, quien, por cierto lo denunció al policía corrupto que lo “protegía"·. Esta eliminación le permitirá también casarse con la “viuda” de Lopez, Elvira (Michelle Pfeiffer), de quien está enamorado desde el primer día que la vio.

Pero las dificultades surgirán, desde el lavado de dinero, las amenazas del fisco, los conflictos con una esposa que se aburre, se droga, y no puede tener hijos. Sosa y sus amigos internacionales, políticos o banqueros, necesitan que se elimine a un periodista gringo que va a hacer declaraciones públicas, misión que se encarga a Tony. Pero este no deja a Alberto (Mark Margolis),el  ejecutor de Sosa detonar la bomba que había puesto bajo el coche, porque esposa y niños del periodista viajan con él. Y lo mata, lo que obviamente enfurece a Sosa. La guerra está declarada. 

Tony está cada día más adicto a la cocaína, que consume ahora con la cuchara grande. Elvira lo deja, Manny desaparece, Gina también. Tony esta solo en su inmensa mansión, con sistema de seguridad, guarda espaldas, albercas, escalera monumental, sillón de empresario y montones de polvo blanco. 

Pero lo peor será cuando Tony, loco de celos fraternales, matará a Manny, quien vive ahora con Gina. La verdad, trágica, saldrá de la boca de Gina: se casarón dos días antes y querían darle la sorpresa. Al volver a su casa, Tony se da cuenta de los horrores que ha cometido. Su adición ya no le permite ver que las pantallas de su magnífico sistema de vigilancia muestran el ataque a su mansión: Decenas de hombres se están infiltrando, subiendo por las fachadas, escalando paredes. Cuando Gina se presenta medio desnuda a ofrecerse a su hermano que, en su dolor y seguramente algo de droga, acusa de desearla, es acribillada por uno de las atacantes. 

La cinta acaba en una matanza gigantesca, con un Tony Montana armado hasta los dientes y capaz de resistir solo a decenas de enemigos, invulnerable aparentemente, en una locura que lo vuelve a prueba de balas. Hasta que lo maten a quemarropa por atrás y caiga en la fuente adornada por un globo con su lema "The World is yours".

El personaje de Tony Montana es inolvidable porque tiene un gran número de características, que le dan un espesor casi real: desde su relajada forma de sentarse casi acostado sobre cualquier de tipo de asiento, su puro, que parece ir aumentando de tamaño, su vocabulario en un registro muy vulgar, su costumbre de repetirse, para dejar muy claras sus posiciones y en general su desprecio u odio por los demás. Tiene unas frases como lemas: “Siempre digo la verdad, y cuando no, también es cierto”.  Además su acento cubano es tan fuerte que parece artificial, como parte de la imagen que se ha construido (de ahí la nota al final de la cinta de que todos los cubanos de Miami no se le parecen y muchos son gente muy honesta y trabajadora, final que alude a una situación real, como el principio de la cinta daba imágenes del exilio cubano casi de noticiero televisivo).

Su forma de vestirse va evolucionando  .Porque pasan los años y cambia la moda. De la camisa abierta sobre el saco, los colores, las cadenas de oro hasta el abrigo negro perfectamente cortado, o el traje para ir a discutir con Sosa. Porque también Montana se va educando. Pero esta educación se queda en la superficie. Él nunca cambia. Ni en su carácter, ni en sus costumbres.

Sobre todo, tiene un gusto por hablar, una verborrea, aunque lo que diga no sea en realidad interesante. Parece que quiere hacerse ruido para ocupar más espacio, no solo físico, sino auditivo. Para llenar el mundo con su propia presencia. Habla por hablar. Habla solo, habla fuerte, habla demasiado en los momentos de negociación y no es capaz de esconder lo que piensa. Habla con Gina muerta. Habla con Elvira que no lo escucha: la escena en la tina hollywoodense llena de espuma. 

Referente a eso, hay un dialogo aparentemente absurdo entre el hombre de Sosa y Tony, en el coche cuando deben eliminar al periodista en New York, que es muy representativo. Parece ilógico: Alberto no habla inglés, y decidido a ejecutar su misión, da instrucciones a Tony para que se acerque al coche y pueda detonar la bomba. Tony, por su parte, sigue  diciendo que no puede aceptar matar a dos niños. Se lo grita al hombre bomba. Uno habla en español, otro en inglés. Pero sabemos que Tony habla perfectamente bien español y bien podría hablar al boliviano en ese idioma para que lo entienda. La simultaneidad de los idiomas cumple una doble función. Una psicológica: muestra la voluntad clara de Tony de seguir con sus propias ideas. Tiene tan poca voluntad de dialogo que mata al otro de un tiro en la cabeza. Pero también tiene una función estética. Es exactamente una situación de ópera, un dúo donde los dos cantantes, el bajo y el tenor, cantan al mismo tiempo, pero con distintos textos y líneas melódicas, sin comunicación entre los dos. Alfredo es el bajo: su ritmo es regular, su voz profunda, calmada; con una línea determinada que seguir, da las instrucciones una después de la otra, sin dejarse distraer. Tony es el tenor, la voz lírica, la explosión de sentimientos. 

La expresión corporal, gesticulante, sin descansar nunca, es también muy cercana a la expresividad exagerada de las artes escénicas, cuando el cine permite expresiones más sutiles ya que se pueden ver de cerca. De Palma usa, en los momentos intensos, de planos cercanos a las caras, a los ojos. Un ejemplo excesivo, casi inhumano, es la cara desfigurada de Tony cuando se da cuenta que mató a su amigo y al esposo de su hermana. 

Este estilo operístico impregna todo el final. La muerte en la casa inmensa, con su decoración barroca roja y oro, es una muerte interminable. Montana, agujerado por las balas de los hombres de Sosa, sigue hablando, gritando, escupiendo palabras, balas y sangre. Como el tenor en su última aria, o la cantatriz que no acaba de morir, como la Traviata, que se muere de tuberculosis y sigue exhalando su amor. La caída final de Tony en su fuente, por encima del balcón, es parecida a la caída de Tosca desde el castillo San Angelo. Una personalidad tan fuerte como Scarface no puede acabar discretamente. 

Los personajes secundarios, a pesar de la presencia tan invasiva de Montana, logran tener sus propios rasgos específicos, aunque mucho menos explotados.

Elvira, la esposa, con cara hermosa, inocente, delgada y frágil  no tiene vida fuera de los momentos en que hace compañía a su esposo o su jefe. Consume droga, alcohol, tabaco. Es infeliz. Nunca se le ve sonreír. Acabará por desaparecer, huir de la contaminación de Tony. Es la única solución para sobrevivir. 

En cambio, Gina, feliz de la vida, está decidida a disfrutar de la vida y sus placeres. Eso le costará su amor y tal vez su cordura. Porque nadie puede vivir al lado de Tony Montana. 

En resumen, una cinta que hay que ver, mínimo una vez en su vida.