Entre comedia romántica, comedia judía, comedia triste, esta cinta al estilo Woody Allen nos invita a tomar distancia con los clichés y a ver la vida sin demasiada seriedad. Todo tiene su solución. Sobre todo cuando Woody Allen esta ahí para comentarlo.
Ficha IMDb
El negocio tiene un éxito rotundo. Como Murray vive en un barrio judío, y uno de sus niños tiene piojos, lo lleva con una señora, Avigal (Vanessa Paradis) viuda que sabe cómo tratar y eliminar a estos animalitos. ¿Porque ella, precisamente? No queda muy bien aclarado. Pero no importa porque la señora es muy linda, tranquila, muy obediente con las reglas de vida de una joven viuda judía.
El sentido del negocio triunfa y Murray le propone a Abigail los servicios de su “curandero” mágico, para males del alma y perdida de las ganas de vivir.
El encuentro de Murray con Abigail significará el final de las operaciones de prostitución y proxenetismo de los dos asociados, a pesar de la entrada en juego de una psicóloga muy dinámica, la Doctora Selima (Sofía Vergara), ya que Murray se vuelve incapaz de tener relaciones sexuales sin amor.
Como es claro desde el principio que la cinta no quiere presentar conflictos y busca un final feliz, es obvio que la viuda ortodoxa no puede salir de su mundo. Como en un cuento, o tal vez como en la vida, esta paréntesis de ternura le dio la fuerza para acabar con su duelo y abrirse a la posibilidad de una relación con alguien de su comunidad, el policía Dovi (Liev Screiber ), enamorado secreto, devoto y protector.
Se ha dicho mucho que la cinta está hecha alrededor de Woody Allen, que él es quien se lleva toda la atención, que esta cinta es un homenaje-copia de las cintas de Allen-director, con lo que implica de discursos, humor, argumentos de no siempre buena fe ,y con la presencia del actor Allen. Es cierto pero, al mismo tiempo, tiene una musiquita un poco más en tonalidad Menor. Más intimista.
Es cierto que Woody Allen y su personaje Murray, al borde del cinismo, ocupa la pantalla más tiempo, y domina por su tiempo de palabra. Pero la originalidad de la cinta viene del balance que se produce y se instala entre estos dos contrarios.
El aspecto improvisado de Allen, quien se deja llevar a su facilidad de expresión, palabra, mímica y gestos (y anteojos), permite el contraste con el otro personaje. El pequeño parlanchín feo hace resaltar la elegancia y discreción del alto reservado. Turturro director y actor se deja guiar por Allen, le otorga un enorme espacio, escenas enteras, discursos y divagaciones, con comicidad de todos los géneros. Woody hace su teatrito. De la misma forma que Turturro se deja dominar por Allen, Fioravante se deja llevar al gigolismo por las maniobras de Murray, vendedor y contador de primera. Frente a la agitación perpetua y la improvisación de Murray, Fioravante encarna la calma, el sentido del trabajo bien hecho, con el tiempo necesario, sea ramo de flores en ikebana, relación sexual, masaje, o comida.
Del lado femenino existe la misma oposición entre el dúo dinámico de las doctoras, seguras de su feminidad, de su deseo, de su poder social (¡el departamento dela doctora Baker! ¡Y sus vestidos! ) ,de su cuerpo (Sofía Vergara, como siempre desbordante de pecho y de voz) y la solitaria , retirada viuda. El personaje de Avigal impone un ritmo de paz, aceptación, sin olas como su rostro liso y su peluca, sus zapatitos. Un ritmo casi conventual.
El encuentro con Murray le permitirá, sin perder esta calma y pureza, sacar su tristeza y, una vez liberada de esta, abrirse a la posibilidad de sentirse amada, deseada, joven. Pero todo con calma y lentitud.
La cinta sabe cambiar de ritmo según las situaciones y dar a cada escena el espacio que le corresponde: la florería, la sala familiar con los hijos viendo televisión, el parque con una iniciación al Baseball que libera a los niños judíos, mientras un paseo libera a la madre. La escena de la consulta rabínica en la sinagoga podría prestar a sarcasmo y critica, con los atuendos tradicionales, ropajes, peinados, lenguajes y citas bíblicas. Pero desbarata estas posibles intenciones al transformarse en un auténtico interés, de parte de todos los asistentes, por el bienestar de un miembro de la comunidad. Una voluntad de entender lo que motivó a cada quien en sus acciones.
Finalmente los dos amigos van en la misma dirección, hacia la misma moraleja agridulce, ya vista en varias cintas de Allen: hay que vivir las situaciones, las etapas de la vida sin tomarlas demasiado en serio. Eso son, etapas que pasarán. Hay que encontrar una forma de hacerlas más llevaderas, y cualquier cosa es buena para eso, si funciona. Whatever works (Allen -2009)
La banda sonora está, muy al estilo Allen, compuesta de buenas piezas de jazz. Muy placentera. Muy llevadera.
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