Suspenso musical particularmente eficiente, a pesar de bases poco verosímiles. Con una edición y unas tomas muy bien realizadas.
Ficha IMDb
La historia es la de un concierto. La cinta se desarrolla casi en tiempo real. Las ochenta o noventa minutos de la película corresponden a un lapso de unas dos a tres horas. El lugar también es muy limitado. Todo sucede en lugares encerrados, el avión, la limusina y después el teatro. Se trata de un virtuoso pianista, Tom Selznick (Elija Wood) que acude a Chicago, no se sabe exactamente de dónde llega, para dar un concierto en homenaje al que fue su maestro, el compositor Patrick Godureaux (Jack Taylor, que aparece en fotografías y en carteles ) , y tocando el piano de su mentor , un piano excepcional, un Bösendorfer 290. Durante la representación, Tom encuentra notas sobre la partitura, que lo amenazan. Tiene que tocar a la perfección, sin la mínima falsa nota, de esas que el público no percibe, sino su esposa Emma (Kerry Bishé) será matada. Su esposa es una hermosa actriz, mucho más famosa que él.
En el público se encuentra una pareja de amigos de la pareja, Wayne (Allen Leech) y Ashley (Tamsin Egerton) bastante incultos pero que serán de utilidad en una de las etapas de la historia. En las instrucciones de la partitura, se le pide a Selznick ir a su camerino para buscar unos audífonos. Por ese medio una voz (John Cusack) estará dialogando con él durante todo el concierto.
EL suspenso es bastante bien hecho. Hay muertes, pasan cosas en los pasillos y los camerinos mientras se desarrolla el concierto. En ningún momento se detiene la música con sus compases implacables. Esa situación de suspenso con un tirador escondido no se sabe exactamente donde en el teatro, recuerda The Man Who Knew Too Much de Hitchcock (1956). Además la esposa del pianista, rubia, alta, delicada y elegante, corresponde exactamente al tipo de mujeres hitchcokianas. Y, para completar las referencias, el apellido del protagonista coincide con el del productor de las primeras películas americanas de Hitchcock !
Hablábamos de inverosimilitud. En ningún concierto se va a colocar al pianista sobre un pequeño estrado atrás de la orquesta. Eso es más bien una disposición tipo music hall. Ningún solista va a dar un concierto sin haber ensayado antes con el director y con la orquesta. Tampoco va a tocar sin conocer el instrumento. Además este piano, lo sacan de un almacén donde está abandonado y cubierto con polvo. El director solamente le informa a su solista que el instrumento sido debidamente afinado y que una de las notas no está bien. Los amigos que prefieren aprovechar los cócteles de la hora feliz a llegar puntuales a sus butacas, parecen bastante desplazados en esta historia. El hecho de que un solista entre y salga del escenario mientras la orquesta sigue tocando es por lo más sorprendente. También que le den sus partituras justo al momento de entrar a escena. Un músico tiene sus partituras apuntadas, para facilitarle la interpretación, recordarle unas posiciones de dedos….
Pero es cierto que todos esos “errores” son necesarios para que se pueda desarrollar la historia. Es necesario que el pianista este tan lejos del público para que pueda tener acceso a su teléfono celular (también inverosímil que un músico se quede con su teléfono encendido mientras toca) Los amigos sirven para ser eliminados y que así se le revela al espectador quien es el asistente (Alex Winter) del malvado. Permite también la bonita escena, con montaje tipo Buñuel en el Perro andaluz (1929), del fragmento de espejo listo para cortar la garganta de Ashley, se pasa al arco que pasa sobre las cuerdas del celo.
La historia en sí, el suspenso está en la necesidad de tocar perfectamente las composiciones Hay que tocar perfectamente bien la “Cinquette” porque es la clave secreta, la combinación, que permite liberar la cajita secreta donde se encuentra escondida la llave del tesoro. Esto explica las imágenes de los créditos iniciales, estas formas mezcladas de parte de piano y de engranajes de relojería. Eso explica también porque la cinta empiece no con el viaje del protagonista hasta Chicago, sino con el traslado del piano, que sacan de un desván de una mansión abandonada, la de Godureaux. El instrumento es el protagonista. Es el instrumento de tortura para el pianista, es el camino al tesoro para el francotirador.
La música, y en particular la famosa “Cinquette” imposible de tocar perfectamente, por los movimientos y la amplitud de abertura de las manos que exige, es una composición original de Víctor Reyes, adhiere y refuerza precisamente el suspenso. El juego del gato y el ratón, de tener al enemigo, el titiritero, invisible, pero omnipresente por su voz,es una propuesta interesante. Esta voz se calla solo durante la ejecución de la “Cinquette”, así como la cámara se queda inmóvil y distante del pianista, quien ahora lleva las riendas.
Funciona muy bien la idea de una víctima que, de dominada y asustada, cambia y poco a poco se transforma en el maestro, el que tiene la capacitad, no solo de tocar a la perfección, pero también de cambiar in extremis las notas y frustrar al francotirador en el momento en que se creía vencedor.
Pero lo más notable, a parte de los créditos iniciales muy bien hechos y perfectamente musicalizados, son las tomas, absolutamente vertiginosas, de todas partes, de arriba, abajo, del lado, algunas son casi imposibles. Y con esas imágenes, un montaje sofocante, hipnótico. No hay un momento de descanso. Es de una maestría excepcional. Eso hace que esta película, a pesar de sus primicias inverosímiles, resulte totalmente cautivadora.
Se puede considerar que Elijah Wood sobreactúa. Tal vez. Pero su personaje está bajo una triple mirada, la del director y de la orquesta, que pueden escuchar las falsas notas, la del público entre el cual esta su esposa, y la del francotirador quien lo acechar y conoce la partitura. Además de que muestra desde el principio que es muy capaz de matarlo a él o a su esposa en cualquier momento, ya que tiene un rifle último modelo y precisión.
En conclusión una cinta que vale mucho la pena, nada más por esta escalada en el suspenso, con la revelación del motivo de la amenaza en el momento perfecto, para reactivar el interés. Sino, tal vez nos cansaríamos de esta amenaza, aparentemente sin sentido, aparte de un juego de tortura psicológica. Otra vuelta de tuerca es la que da el pianista al finalizar la “Cinquette” de una forma inesperada y hacer que el francotirador sea obligado a salir de su escondite. La confrontación se va a volver física. Y le quita algo de interés al personaje de John Cusack. Se le percibía como muy más presente y amenazador cuando era solo una voz.
El francotirador dirigía el dialogo, sin que nadie en la sala se entere, ni siquiera en la orquesta: la comunicación pasó por la bala enviada al taburete como muestra de su capacidad, por los mensajes sobre la partitura y después por audífonos y micro. El franco tirador no podía aceptar cuando el pianista trató de entra en comunicación con el amigo tonto. Solo aceptaba la mínima comunicación con el director de orquesta. Quería la atención del pianista solo para él y las notas.
Esa voz sabía administrar el miedo, jugar con el pánico de Tom Selznick. Este está en una situación particular, ya que es su primer concierto después de cinco años de ausencia, debido a una crisis de pánico, provocada por la misma “Cinquette” que no pudo tocar. El miedo a repetir el fracaso lo domina, y la pieza no está programada para esta noche. Ver la partitura basta con ponerlo en un estado de angustia y nervios aún peor de lo que ya está.
La cinta es una manipulación en abismo: el cineasta manipula al espectador con sus imagines y le hace olvidar lo inverosímil de la historia. Los músicos manipulan al público al producir un hermoso momento musical, una comunión y armonía perfectas, aunque no toquen exactamente. Como dice el director de orquesta, nadie se da cuenta de las fallas si el conjunto es hermoso. El francotirador manipula al pianista al utilizar su angustia debida al fracaso anterior, intensifica el pavor a equivocarse al agregar otro motivo de miedo: ser responsable de la muerte de su esposa. Así el francotirador usa esta angustia enterrada en el subconsciente del pianista, se la hace consciente, así intensifica su miedo y por ende su dependencia, y su obediencia. El francotirador es la crítica interna que lleva el artista.
De la misma forma, el teatro, espacio cerrado, la duración del concierto, tiempo cerrado y además medido por los compases, son el marco para el piano, lugar mágico porque ahí se produce la música, y porque es el escondite donde se va a abrir la cajita con la llave.
El final enigmático no dice que pasa con la llave.
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