Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, November 5, 2017

Madame Bovary (Claude Chabrol, 1991) - 9 /10

Una de las muchas adaptaciones de la novela más famosa de Flaubert y de la literatura francesa. Es tal vez la única cinta “de época “de Chabrol, y parece alejada de sus temas acostumbrados. Sin embargo, en esta historia como en los guiones de Chabrol, hay una muerte no natural, relaciones adúlteras y una crítica sin piedad de la sociedad burguesa. La maestría en la fotografía, en las actuaciones hace de esta adaptación una obra de arte, a diferencia de muchas otras.

Ficha IMDb

La historia de Madame Bovary es muy conocida. Emma (Isabelle Huppert), joven muy hermosa, hija de un rico agricultor, el viejo Rouault (Jean-Claude Bouillaud) ha sido educada en un convento. ahí más que a la fe, se dedicó a la lectura de novelas románticas. Soñó con príncipes, fiestas, Palacios, viajes y, sobre todo, un amor fuera de la realidad. Cuando su padre se tuerce un pie, el médico que lo atiende es Charles Bovary (Jean-François Balmer). Es nuevo en el país, poco seguro de sí mismo y queda deslumbrado por la belleza de Emma. 

Poco después, la pide en matrimonio, se casan y establecen a vivir a la pequeña ciudad vecina. Emma trata de ser una buena esposa, pero la verdad es que se aburre. Un baile en castillo de de la Vaubyessard   le abre a Emma las puertas de sus sueños: las fiestas, la música, los amores prohibidos, todo eso que había visto en las novelad, todo existe. Y su belleza le da un lugar en ese medio. Su esposo, quien la adora, decide sacrificar la clientela que se está constituyendo para ir a instalarse a Yonville, ciudad un poco más grande. Cuando se cambian, Emma está embarazada. 


En Yonville empieza una nueva vida. Charles es recibido por M. Homais (Jean Yanne), el farmacéutico, lleno de ideas , teorías y opiniones sobre todo. Emma conoce a Léon Dupuis (Lucas Belvaux), un joven estudiante de derecho. Con él, hace paseos interminables en el campo, hablando de viajes y de música, leen poesía, mientras la pequeña Berthe vive a las afueras con su nodriza. Pero León tiene que ir a París, el amor platónico se acaba. Cuando se presenta el vendedor M. Lheureux ((Jean-Louis Maury) con sus telas, sus accesorios y fantasías diversas, Emma lo rechaza: ahora quiere ser una esposa y madre ejemplares. Pero no logra encontrar satisfacción alguna en ese nuevo papel que s e ha dado. Busca explicaciones, alguna orientación con el cura (Jacques Dynam) pero este, acostumbrado a dificultades reales, materiales, económicas o de salud, la rechaza.

Cuando el aristocrático Rodolphe Boulanger (Christophe Malavoy), dueño de un castillo a las afueras de Yonville, viene a pedir que el médico le haga una sangría a su mozo de cuadra, se sorprende con la presencia inusitada de tal hermosura en este pueblo perdido y con este esposo torpe.   Rodolphe no es otro León. Nada platónico en él. Sabe lo que quiere, tiene los medios para obtenerlo. Emma se vuelve su amante, y no solo eso, se enamora perdidamente de él. La realidad cotidiana es ahora imposible de soportar. Emma convence a Rodolphe de huir lejos, a uno de esos países románticos. En la fiebre del viaje, Emma recurre una vez más a su proveedor M. Lheureux y se compromete con más compras lujosas.

Pero, la noche antes de la tan esperada salida, Rodophe escribe una carta, llena de pretextos y excusas moralizadoras y pretendidamente generosas. Emma sucumbe a una fiebre cerebral durante cuarenta y tres días, Charles abandona todo para cuidarla. Cuando vuelve en sí, M. Homais, como siempre lleno de buenas ideas, sugiere a Charles llevar a s esposa a Ruan, al teatro, para distraerla. allá se encuentran a León quien, terminados sus estudios, trabaja ahora en la oficina de un notario. Con la bendición de Charles, Emma se queda dos días en compañía del joven quien ha aprendido mucho de la vida parisina. Con un paseo, largo es cierto, en coche, le basta para hacer de Emma su amante.

Esta nueva Emma, quién va cada semana a Ruan, es apasionada, desinhibida, casi masculina. Pero la ven con su amante, pero M. 'heureux quiere sus pagos y pide un embargo de los bienes del matrimonio. Madame Bovary esta arrinconada, solo le queda el frasco de arsénico en la trastienda de M.Homais. Muere en unos sufrimientos atroces.

La mujer más famosa de la literatura francesa es en sí un personaje fascinante. Pero sobre todo el estilo de Flaubert muestra una maestría, un dominio de todas las herramientas estilísticas de la lengua francesa. En Madame Bovary, Flaubert es conocido, sus cartas a su amante Louise Colet lo muestran, por su perfeccionismo incansable. Podía pasar días enteros para escribir una oración, semanas en un capítulo. Y después se subía a la colina cercana a su casa de Croisset, junto a Ruan, para gritar su texto en el viento y probarlo, su ritmo, sus sonoridades.

Flaubert, fundamentalmente romántico y exuberante, se obliga a la mesura, al control. Cada palabra tiene su peso. Y lo que pretende describir no es solo la vida aburrida y desesperada de una joven que morirá de no encontrar sus ideales en la realidad. Es también la estupidez de una sociedad donde los mediocres ganan, donde el dinero manda, la iglesia y la familia no dan consuelo. El genio de Flaubert se burla de todos, de sus pequeñeces y sus ideas de grandeza. Lo hace, usando de recursos narrativos sutiles, aunque no siempre se ven à la primera lectura. Madame Bovary es de esas novelas en las que el lector encuentra nuevas bellezas en cada nueva lectura.

Claude Chabrol tuvo que eliminar para reducir el libro a la duración de la película. escogió centrarse en su personaje principal, apoyándose en una Isabel Huppert fascinante, hermosa, elegante, cambiante, a vece obscena. La viste con lujos o con sencillez, la peina, la filma de cerca para ver todas sus expresiones, y de lejos para disfrutar de su porte, sus vestidos, su cintura fina. Emma, como todos los personajes femeninos de Chabrol, es una mujer fuerte, indómita, prisioneras de un orden social al cual nunca aceptan someterse. La evolución en el corte, las telas y los colores de los vestidos traducen abiertamente los estados de ánimo, las ilusiones, la moral de Emma. Desde el sencillo vestido de algodón color pastel, hasta el vestido negro de la seductora diabólica, pasando por el maravilloso atuendo de equitación, acompañado del sombrero alto y de la fusta, o el vestido de baile.

Una voz off, la de François Périer, acompaña la narración y permite unas elipsis. Asimismo, se adentra en los pensamientos de Emma, narra la rutina de la vida en Yonville y lee las últimas líneas de la novela, un epilogo desprovisto de ilusiones.

Pero Chabrol le quitó algo de su malicia a Flaubert, lo suavizó. Le quitó gran parte de su ridiculez a Charles, empezando por darle el título de doctor cuando en la novela es un simple oficial de medicina, es decir alguien que tiene práctica, pero nunca acabó los estudios. La voz suave, la actitud humilde y bondadosa que interpreta Jean-François Balmer lo vuelven casi enternecedor. Charles Bovary es ahora, antes que todo, un hombre bueno y torpe, casado con una bruja insensible. No parece tan estúpido. De la misma forma, de M. Homais, el falso intelectual hambriento de gloria científica y administrativa, la presencia y la interpretación de Jean Yanne hacen un tonto poco peligroso, divertido más que molesto, y cuyas ideas no son finalmente tan descabelladas.

Los dos amantes, en cambio, corresponden bien a lo que Flaubert presentó de ellos, seductores cada quien a su manera, pero reflejos de una clase social, sin verdadera originalidad ni profundidad.

La música, clásica o compuesta por Matthieu Chabrol, da a las escenas conservadas por Chabrol todo su ambiente y su ritmo. Hay que recalcar particularmente en la banda sonora los ruidos,igual que en la novela. Ahí reside uno de los talentos cinematográficos antes de tiempo de Flaubert: los ruidos de fondo abundan, del campo, de la casa, de la ciudad. Esos ruidos prosaicos, de la vida cotidiana, que hacen tan infeliz a Emma. Otro de sus talentos es la multiplicidad y yuxtaposición de los puntos de vista, presentando una misma escena según varios ángulos, en una técnica que anuncia al Nouveau Roman. ¿Cuál es la verdad? ¿La del pueblo campesino? ¿la de M. Homais y los notables? ¿la del seductor cínico Rodolphe? ¿la de la vulnerable Emma? Chabrol supo recrear este arte literario con imágenes, diálogos y encuadres.


Una gran película para una inmensa novela