Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Monday, October 31, 2016

Au nom de ma fille (Vincent Garenq, 2016) – 6/10

Inspirada por la historia real de un padre que dedicó treinta años a la persecución del asesino de su hija adolescente, esta cinta, apasionante por el fondo, no logra mantener la pasión que anima a su personaje principal. Tal vez porque se centra demasiado en las confrontaciones de este con un sistema judicial lento y poco eficaz.

Ficha IMDb

Todo empieza en Maruecos, donde André Bamberski (Daniel Auteuil) lleva una vida tranquila y bien organizada con su esposa Dany (Marie-Josée Croze) y sus dos hijos. Pero su carácter tal vez demasiado serio, demasiado dedicado a su trabajo, hace que su esposa se deje seducir por un amigo de la pareja, bastante insistente y seguro de sus encantos, el doctor alemán Dieter Krombach (Sebastian Koch). 

Cuando la pareja Bamberski vuelve a Francia, el doctor también, y la relación sigue, hasta llevar a un divorcio. Bamberski lo vive bastante mal, sobre todo porque debe compartir la custodia de  Kalinka y Pierre. Pero encuentra un nuevo equilibrio es su relación con Cécile (Christelle Cornil), una compañera de trabajo.

Cuando por fin logra salir de viaje con su nueva pareja, en el verano de 1982, mientras los niños se van a Alemaña con su madre y su padrastro, sucede lo abominable: Kalinka, ahora de quince años, muere en circunstancias extremas.Y más extrañas todavía son las condiciones y los resultados de la autopsia, a la cual asiste el padrastro. 

A partir de ese momento, el padre se lanza en una lucha agotadora para encontrar la verdad y, sobre todo, convencido que el padrastro es culpable, para llevarlo ante la justicia. Pero las leyes y los procedimientos de los diferentes países europeos se contradicen y Krombach logra escapar, astuto y bien apoyado por sus abogados. Bamberski se vuelve un experto, los policías se cansan, todo mundo lo odia. Ya es totalmente obsesionado. Y salen las revelaciones, los testimonios de varias mujeres que dicen haber sido abusados por Krombach, con métodos extrañamente parecidos a los que usó con su hijastra. 

Su tenacidad encontrará su recompensa y el culpable será condenado. Pero, en el transcurso de la cinta, el espectador queda exhausto, un poco aburrido de esta historia finalmente muy repetitiva, y que no logra decidirse entre ser un documental o ser una película dramática. 

Daniel Auteuil es muy intenso, es cierto, pero queda finalmente inexpresivo al interpretar a un hombre tan metido en su propia historia, tan cerrado y convencido de tener la razón que no deja espacio para sutilezas. Es cierto que el final es la condenación esperada. Pero, ¿no será también la venganza personal? ¿Los motivos de este padre eran realmente buscar justicia por su hija, víctima inocente de un predador? Queda la duda de una vieja venganza, de unos celos de esposo engañado, de un padre desplazado por un hombre más atractivo, más seguro de sí. Este hombre provoca algo de miedo, un cierto malestar. 

La forma de la cinta es muy clásica, muy impersonal. Es cierto que resumir treinta años en hora y media es difícil, pero se podían tomar otras decisiones y no caer en esa narración algo tediosa, aunque no el falté ritmo, aunque interese. Pero lo que mantiene la atención es más el hecho que se trate de un caso real y no un interés cinematográfico. Otra vez, es más lo documental que lo artístico, o el análisis de los personajes,  lo que retiene la atención. Se cuentan hechos, no se buscan explicaciones, no se analizan carácteres. Todos son imágenes planas, adultos o niños. 

Estamos muy lejos de la profundidad de análisis de L’adversaire (2002) de Nicole Garcia, basado es cierto sobre un libro absolutamente extraordinario de Emmanuel Carrère, y con una interpretación fascinante de Daniel Auteuil.

Sunday, October 30, 2016

Taxi (Jafar Panahi, 2015) - 8.5/10

Con medios técnicos muy limitados, Panahi logra burlar las interdicciones y transmitir información fundamental de forma divertida. Acusado de "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado", condenado a arresto domiciliario –y por supuesto a no poder salir de Irán- , y a 20 años sin dirigir una película, logra ganar el Oso de Oro en Berlín con esa pequeña joya. 

Fiche IMDb

Muchas cosas pasan en los taxis todos los días. Así sucede en el taxi, clandestino por cierto, del señor Panahi. A lo largo de unos 80 minutos, tiempo real de la cinta sin cortes, pasajeros suben, pasajeros bajan, y familiares, y amigos. Hablan, lloran, cuentan, discuten, tienen compromisos. La pequeña cámara colocada  en el tablero registra todo. Y nos enseña todo.

El director en persona maneja el coche y la situación. Uno nunca sabe claramente si se trata de cine-vérité al estilo Godart, o si es ficción, puesta en escena o improvisada. Pero en forma indirecta dice mucho de las condiciones de vida de un pueblo: una mujer y un hombre discuten de la eficiencia de la pena de muerte para disuadir los criminales; un esposo herido debe redactar su testamento antes de llegar al hospital para que sus bienes le queden a su esposa. Una niña, entrañable sobrina impertinente que se parece mucho a la Marjane Satrapi de Persepolis, expone las consignas para realizar un vídeo escolar: las mujeres con velo, hombre y mujeres no se tocan, tema moralmente correcto. “en clase quieren que hagamos una película sobre la realidad, pero debamos evitar que la realidad sea demasiado sórdida”

Una amiga abogada (la militante de derechos humanos Nasrin Sotoudeh, a quien se le prohibió desde 2011 ejercer su profesión) sube con flores, va a visitar alguien a la prisión, y hace claras alusiones a lo que ella y el conductor y director vivieron en carne propia.

El encierro del taxi , metáfora del encierro político y creativo impuesto por los regímenes totalitarios, metáfora de la propia vida de Panahi, condenado a prisión y después a arresto domiciliario, , es también lugar de todas las libertades de expresión por la palabra y la imagen. 

El conductor maneja clandestinamente su taxi, el director filma clandestinamente su cinta. Somos testigos de eso, cómplices, nos volvemos parte con ansiedad. ¿Y si lo descubren?

Embarcados en una expedición búsqueda para devolverles su cartera a dos mujeres que llevan un pez en su acuario a la Fuente de Mahoma, tío y sobrina parecen ser víctima del sistema y de su policía, cuando asistimos al atraco del taxi y al robo de la cámara. Pero, ni modo, lo vimos todo en directo y en tiempo real. El mensaje de Tahani ya se divulgó. Nos hizo reír, pensar. Se llevan la cámara, todo se vuelve negro, pero sabemos que quedó una rosa en el tablero. 

Sin ser pretencioso, sin ser ostentoso, el director condenado al silencio, hace decir a sus personajes en forma aparentemente espontanea, lo esencial de un mensaje contra la dictadura. Es una obra de valentía, de energía, de insolencia, casi de testarudez. Y muy divertida. 

Genius (Michael Grandage, 2016) – 7.5/10

El trabajo meticuloso de la edición de un nuevo autor, con todo el cuidado y las consecuencias sobre el texto pero también sobre los individuos: autor, editor y los que lo rodean no pueden salir inmunes de tal aventura. Con dos grandes actores. Alrededor de una cuestión fundamental: ¿cuál debe ser el papel del editor?

Ficha IMDb

New York, 1929. En medio de la crisis, de la lluvia, de los que buscan trabajo, y de las empresas en quiebra, un hombre espera el veredicto sobre su manuscrito. Después de ser rechazado por varias editoriales, el enorme paquete de hojas llegó al escritorio de Max Perkins (Colin Firth). Este queda fascinado, atrapado por el estilo tan diferente del hasta ahora desconocido Thomas Wolfe (Jude Law). 

Después de unas horas de lectura más que atenta, casi mágica, Perkins, quien ha publicado a gigantes de la literatura estadounidense, como Hemingway y Fitzgerald, decide aceptar al joven, a pesar de lo interminable de su texto, y de las modificaciones sin fin. 

El trabajo de reescritura va a llevar meses, de discusiones, de peleas, de descubrimiento mutuo, de confrontaciones. Las vidas familiares se van a mezclar. De eso saldrá una obra de arte, “El ángel que nos mira”. Otras seguirán, mientras dos temperamentos tratan de trabajar juntos, de encontrar el equilibrio necesario para que el texto que resulte sea lo más cercano a lo que el autor buscaba. 

En una producción impecable, que parece ser en blanco y negro, en espacios cerrados, con los únicos escapes de los domicilios y las familias de cada uno, y los pleitos que la presencia cada vez más invasora del “otro hombre” provoca. 

Es la historia no solo de una colaboración pero también de la transformación progresiva de cada uno bajo la influencia del otro. Porque todo los opone, y las interpretaciones de Law y Firth son impecables para transmitirlo. Dos estilos de vida, dos sistemas de valores, dos concepciones de la literatura, lograrán confluir para que el joven romántico, destinado a una vida breve y fulgurante logre la consolidación de su talento, un lugar entre los grandes escritores, y, tal vez, algo de educación y de respeto por los demás. La selección de los actores es perfecta: al estilo distinguido, reservado de Firth se contrapone un Jude Law explosivo como raras veces se le ha visto. Excesos de palabras, de páginas, de movimientos y expresividad, enfrente  una economía de expresión reflejada en un sombrero inamovible, en la oficina, en el tren, a la mesa familiar, incluso en piyama.

La oficina de Perkins, con sus paredes de vidrio, es el alambique donde se transforma el metal bruto en oro, a golpe de lápiz, borrando, tachando, quitando, depurando. 

Y la cuestión central es si el editor tiene en realidad el derecho de hacer que el escritor modifique su texto. De verdad es para mejorar, o es simplemente para adaptar a los gustos del público. ¿Cómo puede un editor respectar la originalidad y el talento si impone modificaciones? ¿Corregir estilo es transformar, es perfeccionar, es servir el texto? Conocemos los nombres de los autores, pocas veces los nombres de los editores. Tal vez solo los nombres de los que cometieron enormes errores de juicio, como Gide, lector de Gallimard quien rechazó a Proust. 

¿Quién es el genio del título? ¿El que tiene las palabras, y saca de sí mismo parte de sus tripas para exponerlas en el papel lo mejor que puede? O el que sabe canalizarlas y tal vez adaptarlas al gusto del público, al gusto de una época, tal vez a una moda. El editor debe  destacar sin castrar. 

La película es muy sobria, sea en su desarrollo, simplemente cronológico, sin efectos de colores o de fotografía, con una gran discreción en la vestimenta, conforme, es cierto, con la época. 

Es también la historia de personajes secundarios muy bien descritos, cuya fuerza se muestra aun si se trata, en el caso de  Louise (Laura Linney), esposa del editor, de una fuerza muy discreta. Mucho más visible, extravertida, en el caso de Aline Bernstein (Nicole Kidman ) la compañera del autor,  quien tiene una vida personal, publica, de creadora reconocida, pero un carácter mucho más intolerante, porque más apasionado, al igual que su pareja. Sin embargo, se puede dudar de la adecuación de la actriz escogida ya que tal vez no tenga la edad que conviene. 

La cinta trabaja más sobre la profundidad que sobre la dispersión. Dos encuentros simbólicos: y significativos parecen salir un poco de la tonalidad contenida: la velada en un club de jazz cuando se conjugan tradición y modernidad sobre un tema de canción conocida.La transformación aportada por el talento de improvisación de los jazzmen es la metáfora de la riqueza de la riqueza, de la frondosidad que pueden tener ciertos autores a partir de hechos vividos que son, a final de cuentas, idénticos para todos los humanos.

Otra escena es la azotea del edificio: frente a un cielo lleno del infinito de los posibles, los dos hombres finalmente comulgan en su amor por la vida. Ya que finalmente el gran tema entre los dos, tema de encarnizadas oposiciones es eso: vivir. ¿Quién sabe vivir, el hombre de familia reservado o el artista libre y desordenado? 

Las elegidas (David Pablos, 2015) – 5/10

Pretenciosamente lenta y contemplativa, esta cinta padece de un estilo que no corresponde a su contenido. Eso hace que un tema candente se vuelve aburrido. 

Ficha IMDb

Norte de México, frontera con Estados Unidos. Zona de todos los tráficos, todas las corrupciones, todos los crímenes, todas las maldades. 

En un medio social más bien bajo, una chica de catorce años se enamora de un chico. Este la lleva con su familia. El papa la recibe, le presenta al resto de la familia. Todo parece normal. Pero resulta que el papa y el hermano mayor lideran una red de prostitución, y que el hermano menor se encarga de atraer las presas.

Pero esta vez, Ulises (Oscar Torres) se enamora de Sofía (Nancy Talamantes), y quiere que sus jefes hagan una excepción. Marcos, el padre (Edward Coward ) y Hector ,el hermano ( José Santillán Cabuto ) acceden con la condición que Ulises provee una sustituta de Sofía.  El chico emprende la caza, Marta (Leidi Gutierrez) cae en la trampa de la seducción y vuelven las mismas etapas: seduce, introduce a la familia, misma comida familiar, mismas palabras amistosas. 

Por su lado, Sofía  vive su introducción y capacitación para la prostitución: como maquillarse, presentarse, como hablar y comportarse con los clientes. Le explican los requisitos, el ritmo de trabajo, la cuota diaria que debe aportar. Conoce a sus compañeras, sus situaciones personales, familiares. 

La cinta avanza lentamente, se hacen largos momentos de silencio, con imágenes planas, fijas, pero que buscan un estilo tipo Almodovar o Iñarritu. Colores fuertes de paredes vacías con un sola personaje sobrepuesto, inmóvil durante largos minutos. La realidad, horrible, las situaciones, psicológicamente y físicamente extremadamente duras, se vuelven motivo de meditación, de espera inexpresiva. 

Los actores, adolescentes no profesionales, poco ayudan a darle significado a la cinta. Les falta vida y expresividad. La cinta carece de ritmo, carece de compromiso, de pasión. 

Se yuxtaponen una falta de discreción en la forma, con una excesiva discreción en los caracteres y las acciones. Lo que acaba en una torpeza general, de guion, de narración, de interpretación y de producción. 

Un tema tan candente, por motivos sociales, políticos, psicológicos, no puede ser tratado con tal distancia seudo artística. Es casi una falta de respeto para esas chicas, víctimas de los hombres y del lucro. Nada sobre el sexismo, nada sobre la explotación de menores, sobre la esclavitud sexual. Eso no es cine de denuncia, sin ser tampoco cine de búsqueda, o de arte. 

Inspirada en un relato homónimo del escritor Jorge Volpi, y apadrinada por Canana, la productora de Gael García Bernal y Diego Luna, la realización no está definitivamente  a la altura de lo esperado.

Médecin de campagne (Thomas Lilti, 20169 – 7/10

Filmada de forma muy sencilla y tradicional, la historia día a día de un médico rural en la Francia actual. Sin grandes sentimientos, sin grandes efectos. Para volverla más dramática, se le agrega una particularidad: el estado de salud de dicho médico que lo obliga a aceptar el apoyo de una joven doctora en formación. Las dificultades de la convivencia y del trabajo en común, sobre fondo de provincia.

Ficha IMDb

En una región no tan lejos de París, pero que vive al ritmo del campo, el doctor Jean-Pierre Werner (François Cluzet) vive y trabaja como lo hacen todos los médicos rurales. Pasa las mañanas sobre las carreteras para las consultas a domicilio, con los pacientes que conoce de toda la vida: se sabe tratamientos de memoria y se sienta en la mesa de la cocina para redactar las recetas. Al volver al consultorio, despacha los que se amontonaron en la sala de espera. No tiene asistente o secretaria alguna, no tiene computadora para los expedientes. Todo lo tiene en su memoria. Es sencillo, dedicado al punto que lo puede llamar en la noche, en la lluvia, para cualquier emergencia en cual momento. Todo mundo lo conoce, es figura imprescindible en el panorama de la vida familiar, social, y casi política, ya que pertenece al consejo municipal, que trata de canalizar las grandes ideas innovadoras e inútiles del alcalde  Francis Maroini (Patrick Descamps). 

No se puede vivir sin el médico, como no se puede vivir sin el panadero o sin el cartero, cuya camioneta amarilla  se cruza cada mañana. 

Pero un pretexto narrativo permite cambiar el curso de una historia que podría volverse monótona y demasiado documental. Jean-Pierre tiene un tumor canceroso en el cerebro. Su médico, el doctor Norès (Christophe Odent) le explica que debe descansar y hacer quimioterapia, dos consejos que el nuevo enfermo se niega a seguir. Sin avisarle, Norès le manda una ayudante, Nathalie Delezia (Marianne Denicourt), demasiado vieja para ser una estudiante como los demás. Empezó como enfermera en un hospital de ciudad y decidió seguir como doctora y volver al pueblo de su padre. 
Las primeras semanas van a ser de confrontaciones, de críticas abiertas o solapadas, de desprecio larvado. Sin contar con la falta de confianza de los pacientes, acostumbrados a su doctor. 

La cinta avanza con pequeñas anécdotas, unas intervenciones, programadas o de emergencia que los dos médicos deben atender. Se vislumbran con más o menos detalles casos familiares: un anciano en los últimos días de su vida y que no quiere dejar su casa a pesar de los riegos, una abuela de la comunidad “del viaje” cuya familia acabará en la sala de espera de Nathalie, deseosa que ella y nadie más los atienda. (Porque la problemática de los gitanos y sus campos de remolques representa un problema para muchas municipalidades ), una joven embarazada abusada psicológicamente por su compañero, una depresiva que trata de salir de su estado, un joven ligeramente autista, que vive en la guerra de 1914-18….

La personalidad fuerte de Jean-Pierre, su presencia, su empatía , hacen de él , como de todos los médicos rurales, y de muchos médicos de familia, según el concepto francés, un ser entre psicólogo, sacerdote, negociador familiar, consejero administrativo, hasta un padre o un hijo para quien ya no tiene. Ese quehacer exige una disponibilidad total, lo que conlleva la soledad. Pero, además de este papel tradicional, y viejo como la medicina rural, existe un contexto actual de éxodo rural, de falta de recursos públicos, de burocratización, que obliga a los profesionales de la salud a evolucionar, al mismo tiempo que hace despreciar esa forma , lenta y dedicada de trabajar, y la hace ver como desadaptada en el mundo moderno. 

La cinta plantea caracteres que, juntos, conforman una pequeña sociedad que funciona sobre sí misma, con unos personajes extraños, otros divertidos, unos abusivos. Se puede reprochar a la cinta este aspecto estereotipado. También se le puede reprochar la falta de profundidad de los caracteres, la insuficiente exploración de la historia de cada uno de los protagonistas. De Nathalie no se sabe nada, salvo que fue enfermera y que su padre tenía una casa en el pueblo. De Jean-Pierre, que es divorciado, que tiene cáncer, que su hijo trabaja en Madrid con un famoso arquitecto, que su madre (Isabelle Sadoyan) vive en el pueblo y necesita a veces de su ayuda para asuntos prácticos, 

El director, Thomas Lilti, fue médico rural en la provincia, conoce esta vida y sabe que no tiene nada sensacionalista, que es un trabajo de un día después del otro. Como lo plantea en una extraña escena el Doctor Weber, es una lucha sin remisión, es un combata de cada día, sin ninguna garantía. Se lucha contra la naturaleza y esta es mala. Es un combate condenado a la derrota. Este momento contrasta con el resto de la narración, clásica, fluida, porque de repente el doctor esta solo frente a una cámara inmóvil. Parece que le habla a Nathalie fuera de campo. ¿O le habla al espectador? ¿O se habla a sí mismo? ¿Momento de desesperanza o momento de lucidez casi filosófica?

En su primera cinta, Hippocrate (2014), Lilti exploraba el mundo de los internos en un servicio hospitalario.Un número grande de personaje le permitía mostrar situaciones personales y administrativas variadas. El ritmo era mucho más rápido, aparentemente desordenado, en contraste con lo que puede parecer una cierta placidez de la vida rural. Pero las intenciones eran las mismas: dar a ver la realidad medica en Francia hoy, cuando la entrega y la vocación se enfrentan a una modernización de la sociedad que dificulta el desempeño de los médicos en su total dimensión humana.

Poco importa finalmente la relación entre Jean-Pierre y Nathalie, entre Jean Pierre y su doctor, poco importa que el tumor evolucione positivamente. El alma de la cinta está en la observación, puntual, atenta, benevolenta,  de una profesión fuera de serie. 

Sin olvidar los dos grandes actores que la sirven, François Cluzet, lejos del artificial Intouchables (Olivier Nakache, Eric Toledano – 2011) , y Marianne Denicourt, discretamente pero tenazmente fuerte, atenta y eficiente. 

Monday, October 24, 2016

L’étudiante et Monsieur Henri (Ivan Calbérac, 2015) - 6/10

Una comedia en la línea tradicional de encuentro de dos personajes opuestos y destinados a odiarse y que se vuelven amigos. Pero logra tener algo de originalidad en los caracteres, las situaciones y el desenlace, además de contar una gran actuación de Claude Brasseur.

Ficha IMDb

Monsieur Henri (Claude Brasseur), viudo desde hace varios años, se está haciendo viejo y delicado de salud. Para que gane algo de dinero extra y no este solo en su amplio departamento, su hijo le sugiere buscar un inquilino para uno de sus cuartos. A Monsieur Henri no le gusta mucho la idea porque es un viejo gruñón y asocial, y se somete a regañadientes. La competencia es feroz porque la crisis del alojamiento es dura en Paris. Quien gana el cuarto es Constance (Noémie Schmidt), una joven estudiante provinciana que no dijo a sus padres la verdad sobre su fracaso a su examen de admisión a la universidad. 

Entre pleitos y descortesías, el viejo y la joven logran convivir. Pero la situación se vuelve difícil para Constance cuando su padre descubre la verdad sobre sus fracasos intelectuales y exige su regreso al seno y el trabajo familiar. Sin dinero, Constance no se puede quedar en Paris pero Monsieur Henri le propone un trato: si ella lo ayuda, él la ayudará con la renta. Se trata ni más ni menos que de deshacerse de la nuera que odia, Valerie (Frédérique Bel), católica tradicionalista, poco inteligente, que considera “magnifico” casi todo lo que hacen o dicen los demás. Monsieur Henri la considera indigna de su hijo Paul (Guillaume de Tonquédec), torpe heredero de la agencia contable familiar.

El plan es muy sencillo y pacifico: Constance tiene que seducir a Paul para lograr la separación de la pareja. 

Finalmente todos encontrarán apoyo en los demás. Constance podrá seguir su vocación, Paul y Valérie tendrán familia y Monsieur Henri se humanizará.

Si la narración, cronológica, no es muy original, la cinta, adaptada de la obra de teatro escrita por el propio director, logra sin embargo tener diálogos bastante humorísticos, situaciones y caracteres bien definidos. Claramente, Claude Brasseur, con mal humor y malas intenciones, con palabras crueles o tiernas, con emociones disimuladas, domina a todos con sus años de experiencia, pero los tres más jóvenes se defienden en forma bastante convincente. Las decisiones no son siempre lo que se esperaba y se destilan algunas sorpresas. 

Un punto interesante es que la historia y su progreso se basan en mentiras, que no son nunca desmentidas. Al inverso de muchas cintas gringas, donde decir la verdad y pedir perdón son etapas ineludibles en las relaciones interpersonales, aquí cada quien pasa rápidamente a otra cosa. Los personajes no arrastran necesidades de aclarecer sus sentimientos o intenciones. Dicen, hacen y siguen haciendo y diciendo hasta que las cosas les funcionen y funcionen con los demás. Nada de crisis existenciales o  morales. La vida es como es y las relaciones se viven como se puede.

Una buena lección de sencillez, y un momento agradable de humor. 

The Infiltrator (Brad Furman, 2016) –7/10

Sobre el tema, actualmente muy de moda, de los narco traficantes, y principalmente de Pablo Escobar, quien manejó a su antojo Colombia y la riqueza de la cocaína durante décadas, llega una historia vista del punto de vista gringo. Inspirada en la novela de Robert Mazur, que participó directamente en la infiltración de las operaciones de lavado de dinero del Cartel de Medellín.

Ficha IMDb

 Miami, 1986, Pablo escobar está en la cima de su poder y de su fortuna. Hasta 15 toneladas de droga ingresan a Estados Unidos cada día. Robert Mazur (Bryan Cranston) es agente de aduanas infiltrado y se encarga de inspirar confianza y engañar a dealers . A punto de retirarse y vivir tranquilamente con su esposa Evelyn (Juliet Aubrey) y sus dos hijas pequeñas, acepta trabajar en una última operación , pero propone hacerlo según un enfoque diferente : en lugar de seguir los cargamentos de droga, piensa seguirle el rastro al dinero producto de las operaciones del cartel . 

Su compañero Emir Abreu (John Leguizamo), siempre al borde de los excesos, y por lo tanto poco confiable, logra hacerse aceptar en un grupo de traficantes intermedios, y proponerles un contacto a un nivel superior: un empresario que podría facilitarle al gran jefe el lavado de dinero. Este hombre rico, potente, eficiente es Bob Musella, un supuesto empresario con la capacidad para lavar millones de dólares del narco. Así es como Mazur consigue contactar a unos operadores relacionados con Escobar para tratar de llegar al origen de las transacciones del cártel en Estados Unidos y el mundo, con todo el peligro que eso conlleva. Cuando, en una negociación de altos vuelos les traen prostitutas de regalo, Mazur no puede seguir con su papel y se inventa una prometida. La oficial coordinadora de la operación, Bonni Tischler (Amy Ryan) se ve obligada a conseguirle esta prometida. Se trata de Kathy Ertz (Diane Kruger), de quien Abreu y Mazur desconfía al principio pero quien se revelará mucho más talentosa e inventiva de lo que pensaban. 

La historia de Pablo Escobar es un tema de moda. Varias series televisivas se han interesado en él, desde Pablo Escobar, patrón del mal, larga serie colombiana de más de 70 episodios , la famosa Narcos de Netflix;se han hecho películas como Escobar : Paradise Lost (Andrea Di Stefano - 2014,) con Del Toro en el papel protagónico . Sin contar las cintas en que aparece en plan secundario, como Peligro inminente (Phillip Noyce – 1994, con Harrison Ford, filmada en parte en México.

Así que el tema en si podría parecer poco original. Sin embargo, se trata aquí de un punto de vista diferente. Lejos de la elaboración de un mito, visto como héroe o anti-héroe, se trata aquí del trabajo paciente de los que quieren detener su influencia y atraparlo por lo que más le va a doler, su fortuna. 
Se habla mucho de Escobar en la cinta pero su nombre casi no se pronuncia. Es la sombra que domina a todos, porque le obedecen, lo temen, quieren agradarle o tal vez no quieren desagradarle, porque saben que pueden construir su propia fortuna si trabajan con él, aunque de lejos. Aparece, o mejor dicho, pasa por la cinta en una fracción de segundo. Casi no hay tiempo para verlo. Pero su presencia de monstruo todopoderoso es permanente en toda la cinta. 

Un ambiente de miedo se instala. En cualquier momento, Musella o Kathy o Abreu pueden ser descubiertos, por una palabra, por un gesto, por una maleta-grabadora que se abre en medio de una negociación, por la intuición de un intermediario. El espectador sabe cómo va a terminar la historia, pero, en varios momentos, uno se sorprende temiendo que algo pase, que alguien se descubra, que una torpeza o un disgusto provocado al tenebroso, aunque siempre vestido de blanco, Javier Ospina (Yul Vazquez) le haga perder los estribos, que la tía Vicky (Olympia Dukakis) hable de más, o que Abreu pierda el equilibrio en sus relaciones con los Mora, padre (Simon Andreu) e hijo (Rueben Ochandiano). 

Lo más interesante está en que la doble personalidad de los infiltrados, su situación de actores los afecta personalmente. Comienzan a sentir afecto por algunos de los criminales que frecuentan: la pareja Kathy- Bob simpatizan con la pareja Alcaino, Roberto (Benjamin Bratt), y su esposa Gloria (Elena Anaya) hasta llegar a una relación realmente amistosa.

Cuando Mazur sale a festejar su aniversario de bodas con  Evelyn, y se encuentra con Mora padre, debe actuar como Musella y su esposa asiste a una escena de transformación odiosa. ¿Quién es ahora el verdadero? ¿Mazur o Musella? Mazur se volvió malo, y parece disfrutarlo, pero Musella es capaz de verdaderos sentimientos de empatía, de amistad. Al agente, se le pega el lado oscuro del empresario sucio y al empresario se traspasa el lado emocional del esposo y padre de familia honesto. Un actor tan retorcido como el Bryan Langston de Breaking Bad nos ha acostumbrado a esos cambios de personalidades y ambigüedades a lo largo de las cinco temporadas de la famosa serie. 

La estética de la cinta, con el uso de colores viejos, sucios, la insistencia sobre los aparatos de los 80’: grabadora enorme, teléfonos, coches, vestimenta, permite recrear un ambiente entre nostálgico y angustiante. El mundo de lujo y excesos que van conociendo Musella y Kathy mientras descubren los niveles de corrupción de las personas involucradas (altos directivos de bancos poderosos, por ejemplo) se contrapone con la sordidez de la violencia brutal que recurrentemente aparece en pantalla. 

La sensación de riesgo no es solo un riesgo físico, ser identificados como policías y ejecutados a sangre fría, o torturados; es también un riesgo psicológico, dejarse atrapar por el juego, la riqueza, la amistad. La última secuencia deja a los dos protagonistas una amargura al mismo tiempo que una satisfacción. Al momento de verse falsamente casados, pueden contemplar el éxito de su infiltración: en el público están todos los cómplices del lavado de dinero, listos para que los arresten, porque la pareja supo atraerlos. Pero es también el final de algo que fue como un sueño. Solo les quedarán un vestido de novia para Kathy y los insultos de los amigos traicionados. 
Amargo final para los buenos que jugaron a ser malos. 

Sunday, October 16, 2016

Boomerang (François Favrat, 2015) – 7/10

Una incursión en la memoria de una familia, la búsqueda de lo escondido, las mentiras que tratan de mantener a salvo una cierta imagen, pero que las generaciones siguientes, en forma inconsciente o consciente, sacarán a la luz

Ficha IMDb

Cuando Antoine (Laurent Laffitte) llega a los cuarenta años, en medio de una vida donde todo se la escapa de las manos, siente la necesidad de encontrar respuestas a preguntas que no se ha hecho todavía en forma consciente: su fracaso presente lo remite a algo que siente fracasado en sus orígenes, una falla cuya dimensión y naturaleza no conoce a ciencia cierta, un malestar que lo perturba. El elemento que vuelve de repente urgente esta búsqueda es un libro sobre el Paso del Gois, que su madre le había dedicado.

Acompañado de su hermana, Agathe ( Mélanie Laurent ) vuelve a los lugares de su infancia, de la muerte de su madre Clarisse  (Gabrielle Atger) treinta años antes). 

A modo de una investigación policiaca, pregunta a los testigos de esa época: la sirvienta , que todavía vive en la casa, donde pasó al servicio de los nuevos dueños, como si fuera parte de los muebles, la abuela Blanche (Bulle Ogier), Charles el padre (Wladimir Yordanoff).

Algunas cosas no coinciden con la versión que se les dio a los niños cuando su madre murió, algunas cosas no coinciden con sus propios recuerdos, algunas cosas simplemente no son posibles si se las confronta a la realidad las más objetiva, geográfica.

Cada movimiento hecho por los ya no tan jóvenes provoca una reacción de otras personas, como si estuvieran sacudiendo a un conjunto muy unido, donde cada interrogante es prejuicioso al equilibro del conjunto. En particular el padre  y la abuela parecen defenderse uno al otro.

Será la hija de Antoine, adolescente un tanto rebelde, y sobre todo viviendo el principio de una amistad amorosa lesbiana, quien dará sin saberlo y sin quererlo la última llave para acceder a  los recuerdos más profundamente escondidos, y de ahí jalar del hilo rojo que llevará a la revelación de las culpabilidades familiares. 

Además de muy buenas interpretaciones, la cinta cuenta con una narración muy bien equilibrada entre pasado y presente, estableciendo las sutiles correspondencias entre emociones, los juegos delicados de la memoria, que a veces dependen de un ínfimo detalle, que puede ser verdad o mentira, subjetivo u objetivo. 

Tatiana de Rosnay, autora de la novela, ya demostró su eficiencia como analista de las ramificaciones de las culpabilidades a través de las generaciones, de la transmisión de recuerdos dolorosos que uno intenta esconder. Sabe crear suspenso a partir de no-hechos, de simples sospechas cuya construcción compleja revelan verdades. Así lo hizo en Elle s’appelait Sarah (Gilles Paquet-Brenner – 2010)

Entre Hitchcock y Simenon, la historia funciona perfectamente bien entre la oscuridad parisina y la luz maritima de una costa bretona aparentemente tranquila, pero traicionera. , con el Paso del Gois, carretera que une la isla de Noirmoutier a tierra firme pero se ve cubierta con el agua cuando sube la marea, lo que hace a velocidad de un caballo al galope. 

Las mentiras piadosas, los secretos escondidos a los niños, pensando que no van a entender , o que van a sufrir, un día u otro, salen a la luz, con toda la fuerza acumulada durante años de silencia, y ,entonces ,golpean con más fuerza y destruyen como el arma letal que es un boomerang.

Friday, October 14, 2016

De maratón (Diederick Koopal , 2012) – 6/10

Una comedia sencilla, llena de humor negro y buena voluntad, que cumple muy bien su cometido: hacernos reír, conmovernos y, tal vez, animarnos a correr un maratón.

Ficha IMDb

Cuatro amigos trabajan en un taller mecánico en Rotterdam. En realidad, uno, Gerard (Stefan de Walle)  es el dueño porque heredó el negocio de su padre, los demás son sus empleados. Pero la verdad de las verdades es que no trabajan mucho y se pasan el tiempo jugando cartas, comiendo pastel, tomando cerveza. El único que hace el trabajo es un joven de origen árabe, lisiado de una pierna, que contrataron porque eso les permitió obtener una indemnización del gobierno.

Así que Gerard, Leo (Martin van Waardenberg), Nico (Marcel Hensema) y Kees (Frank Lammers) se toman la vida con mucha calma. No se preocupan si su entorno es un poco estúpido porque nadie tiene preocupaciones intelectuales, estéticas o culturales. La madre de uno tiene Alzheimer, el hijo de otro es el típico adolescente flojo e irrespetuoso. La esposa del tercero es fanática católica, y el cuarto vive como eterno niño.

Hasta que se presentan dos situaciones totalmente inesperadas. A Gerard le diagnostican cáncer de esófago, con seis meses de esperanza de vida, aun si hace quimioterapia. 

A los pocos días de su decisión de no hacer el tratamiento, uno de sus amigos descubre en un cajón del taller, siete años de cartas de los impuestos: deben 40 000 euros. 

La solución se presenta en la persona de Youssoef (Mimoun Oaïssa), el empleado discapacitado extranjero, a quien en realidad nunca miran: antes de su accidente, corría maratones y ganaba dinero con los patrocinios. ¿Pero quien apostaría a esos feos, fofos, viejos y arriesgaría su dinero en ellos? De nuevo, la solución llega por Youssoef y su tío Oom Houssein (Mahjoub Benmoussa) vendedor de coches de lujo usados, quien se compromete a pagar la deuda si los cuatro llegan a la meta; de lo contrario se quedará con el taller. 

La decisión es tomada y nuestros cuatro mosqueteros se lanzan a los entrenamientos, bajo la batuta de Youssoef y su bicicleta motorizada. Después de sufrimientos, esperanzas y desesperanzas, llegará el gran día. Con sus milagros de reconciliaciones, de tomas de consciencia. De una forma u otra, los cuatro llegarán a la meta. 

Con una historia sencilla, de perseverancia, de amistad, la cinta nos enseña que nunca es tarde para ponerse a esforzarse, que cada quien es capaz de forjar sus pequeños milagros, que la vida, a pesar de la estupidez, la enfermedad y los conflictos, puede reconciliarnos con valores de bondad, o simplemente de una felicidad sin sofisticación. Uno puede ser feo, tonto, viejo, lento y, sin embargo, hacer algo bueno para sí mismo y para sus allegados. 

Si la cinta presenta un desarrollo relativamente previsible, sus momentos de humor negro y políticamente incorrecto, su desprecio hacia lo “bonito” son de lo más disfrutables. El final logra ser divertido y conmovedor, sin dar una respuesta definitiva. 

Los actores y las situaciones son de una enorme naturalidad, lo que atrae aún más a una historia que, finalmente, podría ser la de mucha gente común y corriente. 

Es una pequeña cinta, modesta, desconocida, como mucho del cine holandés, pero que vale mucho la pena.

The Assassin (Hou Hsiao-Hsien, 2015) – 5.5/10

Anunciada como heredera de las grandes cintas chinas de combate como Hero o El tigre y el dragón, esta cinta decepciona mucho. Una narración poco clara y personajes descoloridos aunados a una imagen lenta y estetista llegan a adormilar al espectador.

Ficha IMDb

En la China Imperial de la Dinastía Tang del siglo IX, Nie Yinniang (Qi Shu) ha sido instruida en las armas desde su más joven edad por su tia monja Jiacheng (Sheu Fang-Después de fallar en una misión, recibe a modo de lección, o de venganza, el encargo de volver a su región natal, Weibo, para eliminar a Tian Ji’an (Chen Chang) tirano que la goberna. Pero resulta que este es ni más ni menos que el primo de Nie Yinniang con quien estuvo prometida hace mucho. Esta se presenta a la casa del nuevo señor, ahora casado y padre de tres hijos. Nie Yinniang ataca en la noche al príncipe, sin que nadie pueda identificarla. Cuando este manda de vuelta a sus tierras a un viejo ministro, y organiza un asalto para matarlo durante el viaje, Nie Yinniang sigue al.sequito. y salva al viejo que lleva a un pueblo con la ayuda de un joven de buena voluntad. 

Al volver al palacio y encontrarse con la muerte de la doncella amante del príncipe, envenenada pi ordenes de la esposa, Nie Yinniang.vuelve con su tutora y le comparte su decisión de no acatar sus órdenes ya que matar al príncipe antes que sus hijos estén en edad de gobernar sería dejar la región en situación de debilidad política. 

La historia es de por si poco clara, ya que nunca se logra entender bien quienes son los personajes y cual son las relaciones entre ellos. Pero su principal defecto es su lentitud. Pretende ser contemplativa pero en realidad se entretiene en escenas que no muestran nada. La fotografía es hermosa y algunas vistas de atardeceres o de paisajes de lagos y montañas son magníficas. Pero hay que reconocer que le deben más a la naturaleza que al arte del camarógrafo. Inclusive, algunas tomas están mal enmarcadas, faltan pedazos de personajes y les falta equilibrio. 

Los actores no convencen a pesar de unas ropas bordadas preciosas, con sedas y joyas. Los actores secundarios, hijos y sirvientes parecen no saber exactamente porque están ahí. 

Y lo que se nos vendió (en unos cortos muy bien hechos), las escenas de combate tan esperadas, decepcionan muchísimo: muy cortas, mal filmadas, no presentan ningún interés en su coreografía o en los efectos. Parecen lejanamente inspiradas de El tigre y el dragón (2000), por la pelea en el techo, o La casa de las dagas voladoras (2004) o Heroe (2002) por los combates en el bosque. Pero no hay en ellas la poesía, la belleza de Zhang Yimou o Ang Lee. 

Algunas dudas quedan al final: ¿quién es la mujer de mascara dorada? ¿La princesa?  ¿Cuál es su motivo de pelea contra Nie Yinniang? ¿Celos del pasado?  ¿Y cómo llegó a este lugar en el bosque, tan lejos de su casa? ¿Qué papel juegan los medallones idénticos de los primos si no tienen una función de reconocimiento? ¿O será que le sirven a la princesa a identificar a la explica prometida de su esposo? En realidad no queda claro. 

Lo que sí queda al final de esta historia que se hizo muy larga es una impresión de engaño: es una muy pálida imitación de los grandes maestros del cine chino de artes marciales.