Una incursión en la memoria de una familia, la búsqueda de lo escondido, las mentiras que tratan de mantener a salvo una cierta imagen, pero que las generaciones siguientes, en forma inconsciente o consciente, sacarán a la luz
Ficha IMDb
Cuando Antoine (Laurent Laffitte) llega a los cuarenta años, en medio de una vida donde todo se la escapa de las manos, siente la necesidad de encontrar respuestas a preguntas que no se ha hecho todavía en forma consciente: su fracaso presente lo remite a algo que siente fracasado en sus orígenes, una falla cuya dimensión y naturaleza no conoce a ciencia cierta, un malestar que lo perturba. El elemento que vuelve de repente urgente esta búsqueda es un libro sobre el Paso del Gois, que su madre le había dedicado.
Acompañado de su hermana, Agathe ( Mélanie Laurent ) vuelve a los lugares de su infancia, de la muerte de su madre Clarisse (Gabrielle Atger) treinta años antes).
A modo de una investigación policiaca, pregunta a los testigos de esa época: la sirvienta , que todavía vive en la casa, donde pasó al servicio de los nuevos dueños, como si fuera parte de los muebles, la abuela Blanche (Bulle Ogier), Charles el padre (Wladimir Yordanoff).
Algunas cosas no coinciden con la versión que se les dio a los niños cuando su madre murió, algunas cosas no coinciden con sus propios recuerdos, algunas cosas simplemente no son posibles si se las confronta a la realidad las más objetiva, geográfica.
Cada movimiento hecho por los ya no tan jóvenes provoca una reacción de otras personas, como si estuvieran sacudiendo a un conjunto muy unido, donde cada interrogante es prejuicioso al equilibro del conjunto. En particular el padre y la abuela parecen defenderse uno al otro.
Será la hija de Antoine, adolescente un tanto rebelde, y sobre todo viviendo el principio de una amistad amorosa lesbiana, quien dará sin saberlo y sin quererlo la última llave para acceder a los recuerdos más profundamente escondidos, y de ahí jalar del hilo rojo que llevará a la revelación de las culpabilidades familiares.
Además de muy buenas interpretaciones, la cinta cuenta con una narración muy bien equilibrada entre pasado y presente, estableciendo las sutiles correspondencias entre emociones, los juegos delicados de la memoria, que a veces dependen de un ínfimo detalle, que puede ser verdad o mentira, subjetivo u objetivo.
Tatiana de Rosnay, autora de la novela, ya demostró su eficiencia como analista de las ramificaciones de las culpabilidades a través de las generaciones, de la transmisión de recuerdos dolorosos que uno intenta esconder. Sabe crear suspenso a partir de no-hechos, de simples sospechas cuya construcción compleja revelan verdades. Así lo hizo en Elle s’appelait Sarah (Gilles Paquet-Brenner – 2010)
Entre Hitchcock y Simenon, la historia funciona perfectamente bien entre la oscuridad parisina y la luz maritima de una costa bretona aparentemente tranquila, pero traicionera. , con el Paso del Gois, carretera que une la isla de Noirmoutier a tierra firme pero se ve cubierta con el agua cuando sube la marea, lo que hace a velocidad de un caballo al galope.
Las mentiras piadosas, los secretos escondidos a los niños, pensando que no van a entender , o que van a sufrir, un día u otro, salen a la luz, con toda la fuerza acumulada durante años de silencia, y ,entonces ,golpean con más fuerza y destruyen como el arma letal que es un boomerang.
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