Con medios técnicos muy limitados, Panahi logra burlar las interdicciones y transmitir información fundamental de forma divertida. Acusado de "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado", condenado a arresto domiciliario –y por supuesto a no poder salir de Irán- , y a 20 años sin dirigir una película, logra ganar el Oso de Oro en Berlín con esa pequeña joya.
Fiche IMDb
Muchas cosas pasan en los taxis todos los días. Así sucede en el taxi, clandestino por cierto, del señor Panahi. A lo largo de unos 80 minutos, tiempo real de la cinta sin cortes, pasajeros suben, pasajeros bajan, y familiares, y amigos. Hablan, lloran, cuentan, discuten, tienen compromisos. La pequeña cámara colocada en el tablero registra todo. Y nos enseña todo.
El director en persona maneja el coche y la situación. Uno nunca sabe claramente si se trata de cine-vérité al estilo Godart, o si es ficción, puesta en escena o improvisada. Pero en forma indirecta dice mucho de las condiciones de vida de un pueblo: una mujer y un hombre discuten de la eficiencia de la pena de muerte para disuadir los criminales; un esposo herido debe redactar su testamento antes de llegar al hospital para que sus bienes le queden a su esposa. Una niña, entrañable sobrina impertinente que se parece mucho a la Marjane Satrapi de Persepolis, expone las consignas para realizar un vídeo escolar: las mujeres con velo, hombre y mujeres no se tocan, tema moralmente correcto. “en clase quieren que hagamos una película sobre la realidad, pero debamos evitar que la realidad sea demasiado sórdida”
Una amiga abogada (la militante de derechos humanos Nasrin Sotoudeh, a quien se le prohibió desde 2011 ejercer su profesión) sube con flores, va a visitar alguien a la prisión, y hace claras alusiones a lo que ella y el conductor y director vivieron en carne propia.
El encierro del taxi , metáfora del encierro político y creativo impuesto por los regímenes totalitarios, metáfora de la propia vida de Panahi, condenado a prisión y después a arresto domiciliario, , es también lugar de todas las libertades de expresión por la palabra y la imagen.
El conductor maneja clandestinamente su taxi, el director filma clandestinamente su cinta. Somos testigos de eso, cómplices, nos volvemos parte con ansiedad. ¿Y si lo descubren?
Embarcados en una expedición búsqueda para devolverles su cartera a dos mujeres que llevan un pez en su acuario a la Fuente de Mahoma, tío y sobrina parecen ser víctima del sistema y de su policía, cuando asistimos al atraco del taxi y al robo de la cámara. Pero, ni modo, lo vimos todo en directo y en tiempo real. El mensaje de Tahani ya se divulgó. Nos hizo reír, pensar. Se llevan la cámara, todo se vuelve negro, pero sabemos que quedó una rosa en el tablero.
Sin ser pretencioso, sin ser ostentoso, el director condenado al silencio, hace decir a sus personajes en forma aparentemente espontanea, lo esencial de un mensaje contra la dictadura. Es una obra de valentía, de energía, de insolencia, casi de testarudez. Y muy divertida.
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