Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Wednesday, October 10, 2018

Lady Chatterley’s Lover (Just Jaeckin,1981) - 5.5 /10


Aprovechando el éxito de Emanuelle (1974), el mismo director hace con la misma actriz  una cinta en el mismo tono. La novela sale traicionada en sus intenciones, y las interpretaciones decepcionan.

Ficha IMDb

En una magnífica mansión en la campiña inglesa, Sir Clifford Chatterley (Shane Briant) vuelve de la Primera Guerra Mundial paralizado de las piernas. Su joven y hermosa esposa, Constance (Sylvia Kristel) se dedica a cuidarlo, sin realmente sufrir de la situación. Su esposo es quien le sugiere tomar un amante si siente la necesidad física. Hasta menciona la posibilidad de que Constance se embarace. Su abertura moral parece bastante inusual y sorprende a la joven lady.

Después de algunos meses de una vida tranquila, y a raíz de unos ataques de Clifford, llega a casa una enfermera de edad madura, Ivy Bolton (Ann Mitchell). Fuerte, firme, toma entre sus manos los cuidados del enfermo, con masajes, rehabilitación física, partidos de ajedrez. Le aconseja a Constance una vida más plena, implícitamente más sexual. Poco a poco se incrusta en la vida del matrimonio y se queda a vivir.

Mientras tanto, Constance queda impresionada por el atractivo cuerpo del guardabosques Oliver Mellors (Nicholas Clay), se deja llevar por fantasía eróticas y acaba enamorándose. Cuando el liberal Clifford descubre la realidad, su reacción es digna de todos los prejuicios de su época y su medio aristocrático, además de su egoísmo celoso, lo que empujará a Constance a decisiones radicales.

La historia imaginada por D. H. Lawrence en 1928   Es famosa, y escandalizó cuando salió: por la relación entre los personajes, por el lenguaje fuerte, y por los detalles explícitamente eróticos.

Lo erótico es probablemente lo que llevó a Jaeckin a realizar esta adopción, después del éxito de escándalo que obtuvo con Emmanuelle en 1974 con la misma actriz, ahora revestida de una fama sulfurosa, y garantía de éxito comercial.

El resultado es una cinta bonita, con una fotografía muy cuidada de la campiña inglesa, con un esfuerzo notable en la producción, la decoración de la mansión, los trajes. Sin embargo, la adaptación edulcora la novela de 1928, le quita la audacia de Lawrence, y transforma una historia provocadora en una romántica historia de amor adúltero y justificado, acompañada con una música adecuada a ese ambiente. ya no queda nada del lenguaje a veces obsceno, de las escenas sexuales muy explícitas (la cinta muestra un erotismo soft, con flores y encajes) .es una linda adaptación para televisión.

Los actores son superficiales, a veces fuera de tono como el amante Oliver que debita sus diálogos sin ningún convencimiento. Sylvia Kristel trata de ser más expresiva pero no logra ninguna profundidad. En ese mismo deseo de desdramatizar el asunto, se le dio al amante un estatus social ambiguo, más alto que en la novela, lo que se conforma en su vestimenta y su hermosa casa. Ya no es el campesino sin educación ni modales, alejado socialmente de la que es en realidad su ama. Esta relación provocadora ama-sirviente, simétrica de la usual y aceptada amo-sirvienta, parece haber interesado los autores del cambio de siglo: La Señorita Julia de Strinberg (1889) cuenta lo mismo.

El interés de la cinta reside en otro elemento: el personaje de la enfermera, muy moderna en su forma de atender a su paciente, con tratamientos muy avanzados para la época y que provienen de una nueva concepción de la salud, basada sobre el ejercicio, el aire libre, y la importancia de la satisfacción de los deseos naturales del cuerpo, Concepción que se volverá muy importante en Inglaterra, los países nórdicos y alemana en los principios del siglo XX. La interpretación de Ann Mitchell, sutilmente dominante, sus miradas impositivas y prolongadas se verán confirmadas con la intimidad creciente con su paciente. La enfermera se inmiscuye, se vuelve indispensable, y poco a poco ocupa el lugar de la esposa. Hasta ser la última imagen al final de la cinta.

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