Aprovechando el éxito de Emanuelle (1974),
el mismo director hace con la misma actriz
una cinta en el mismo tono. La novela sale traicionada en sus intenciones,
y las interpretaciones decepcionan.
Ficha IMDb
En
una magnífica mansión en la campiña inglesa, Sir Clifford Chatterley (Shane
Briant) vuelve de la Primera Guerra Mundial paralizado de las piernas. Su joven
y hermosa esposa, Constance (Sylvia Kristel) se dedica a cuidarlo, sin
realmente sufrir de la situación. Su esposo es quien le sugiere tomar un amante
si siente la necesidad física. Hasta menciona la posibilidad de que Constance
se embarace. Su abertura moral parece bastante inusual y sorprende a la joven
lady.
Después
de algunos meses de una vida tranquila, y a raíz de unos ataques de Clifford,
llega a casa una enfermera de edad madura, Ivy Bolton (Ann Mitchell). Fuerte,
firme, toma entre sus manos los cuidados del enfermo, con masajes,
rehabilitación física, partidos de ajedrez. Le aconseja a Constance una vida
más plena, implícitamente más sexual. Poco a poco se incrusta en la vida del
matrimonio y se queda a vivir.
Mientras
tanto, Constance queda impresionada por el atractivo cuerpo del guardabosques
Oliver Mellors (Nicholas Clay), se deja llevar por fantasía eróticas y acaba
enamorándose. Cuando el liberal Clifford descubre la realidad, su reacción es
digna de todos los prejuicios de su época y su medio aristocrático, además de
su egoísmo celoso, lo que empujará a Constance a decisiones radicales.
La
historia imaginada por D. H. Lawrence en 1928
Es famosa, y escandalizó cuando salió: por la relación entre los
personajes, por el lenguaje fuerte, y por los detalles explícitamente eróticos.
Lo
erótico es probablemente lo que llevó a Jaeckin a realizar esta adopción,
después del éxito de escándalo que obtuvo con Emmanuelle en 1974 con la misma actriz, ahora revestida de una fama
sulfurosa, y garantía de éxito comercial.
El
resultado es una cinta bonita, con una fotografía muy cuidada de la campiña inglesa,
con un esfuerzo notable en la producción, la decoración de la mansión, los trajes.
Sin embargo, la adaptación edulcora la novela de 1928, le quita la audacia de Lawrence,
y transforma una historia provocadora en una romántica historia de amor
adúltero y justificado, acompañada con una música adecuada a ese ambiente. ya
no queda nada del lenguaje a veces obsceno, de las escenas sexuales muy
explícitas (la cinta muestra un erotismo soft, con flores y encajes) .es una
linda adaptación para televisión.
Los
actores son superficiales, a veces fuera de tono como el amante Oliver que
debita sus diálogos sin ningún convencimiento. Sylvia Kristel trata de ser más
expresiva pero no logra ninguna profundidad. En ese mismo deseo de
desdramatizar el asunto, se le dio al amante un estatus social ambiguo, más
alto que en la novela, lo que se conforma en su vestimenta y su hermosa casa. Ya
no es el campesino sin educación ni modales, alejado socialmente de la que es
en realidad su ama. Esta relación provocadora ama-sirviente, simétrica de la
usual y aceptada amo-sirvienta, parece haber interesado los autores del cambio
de siglo: La Señorita Julia de Strinberg
(1889) cuenta lo mismo.
El
interés de la cinta reside en otro elemento: el personaje de la enfermera, muy
moderna en su forma de atender a su paciente, con tratamientos muy avanzados para
la época y que provienen de una nueva concepción de la salud, basada sobre el
ejercicio, el aire libre, y la importancia de la satisfacción de los deseos
naturales del cuerpo, Concepción que se volverá muy importante en Inglaterra,
los países nórdicos y alemana en los principios del siglo XX. La interpretación
de Ann Mitchell, sutilmente dominante, sus miradas impositivas y prolongadas se
verán confirmadas con la intimidad creciente con su paciente. La enfermera se
inmiscuye, se vuelve indispensable, y poco a poco ocupa el lugar de la esposa.
Hasta ser la última imagen al final de la cinta.
No comments:
Post a Comment