Un paseo en el bosque, una larga caminata, sin mucho chiste. Con dos grandes actores y un panorama espectacular, se esperaba algo mejor.
Ficha IMDb
Bill Brayson (Robert Redford), quien realmente existió, se aburre un poco en su vida. Ya no escribe grandes libros de viajes. Vive en una pequeña ciudad de New Hampshire con su esposa Catherine (Emma Thomson), cuida de vez en cuando a sus dos nietos, cuyos intereses le extrañan. Los amigos empiezan a morirse. En resumen, la vida carece de aventura. Así que decide recorrer el Sendero de los Apalaches, cuya longitud de más de 3000 km le parece un buen desafío.
Una vez tomada la decisión, nada lo desanima. Ni la preocupación de su esposa, quien encuentra artículos angustiantes sobre excursionistas muertos, desaparecidos, atacados por osos, ni los consejos de un vendedor especialista. Acede a la solicitud de Catherine: no irse solo. Pero los amigos de su edad tienen otras ocupaciones o preocupaciones. El único que se presenta, sin haber sido invitado, es un viejo amigo de quien Bill se ha distanciado hace unos cuarenta años, Stephen Katz (Nick Nolte). Vive en DesMoines y es especialista en huir de las responsabilidades, de las deudas, y refugiarse en el alcohol o las mujeres. Además de ser un poco pasado de peso, tener una rodilla artificial, y padecer convulsiones cuando le baja el azúcar.
Catherine tiene bastantes motivos de preocuparse: casi nadie recorre el sendero en su totalidad, que va de Georgia a Maine. Los que lo logran son reconocidos como “excursionistas auténticos” (Thru-hikers). El desafío que se propuso Bill es, en realidad imposible para alguien que no tiene la mínima experiencia en caminar.
Pero, como nos enseñan las cintas gringas, a cada problema su solución, y uno puede volverse un especialista, o un campeón, solo con proponérselo. Compra una tienda de campaña, una gran mochila, buenos zapatos, y ya eres senderista.
Así que los dos amigos, con tienda, mochila, y ropa interior térmica, empiezan su recorrido. Los meses desfilan: abril, mayo, junio. Nuestros senderistas no intercambian muchas noticias con sus familias. Siguen caminando, a través de unas aventuras muy previsibles: lluvia, nieve, caídas en el agua, en la montaña, o de la cama. Encuentros con jóvenes agradables y chicas pesadas, tentaciones amorosas. Platican un poco. Hasta que se cansan de estar lejos de su vida normal. Bill extraña a Catherine y Katz a su casa. Así que, a menos de la mitad de la ruta, toma cada quien su autobús de vuelta. No hay nada como el hogar, decía Dorothy.
La cinta se basa en el relato autobiográfico de Bill Bryson, pero no logra encontrar un tono personal. Es una comedia basada sobre el cliché de los viejos que quieren ser jóvenes, casi lo logran y finalmente se dan cuenta de que ya no es para ellos. La oposición entre el intelectual curioso amante de los libros y el despistado pesado sirve de fondo para varias escenas. Así como los encuentros que confrontan a la pareja, unidos, a unos elementos exteriores, sean dos jóvenes excursionistas bien intencionados, una solitaria Mary Ellen (Kristen Schaal) odiosa y experimentada, unos osos nocturnos. También es predecible la tentación sentimental durante el descanso, en tono serio para Bill, cómico para Katz.
Resulta inverosímil la facilidad con la cual los dos parecen soportar el camino. Si mencionan al final que sus pies sangraron, nunca se ve realmente el dolor físico, el cansancio. Tampoco los peligros del bosque. O los riegos de pasar tantos días en la intimidad de alguien que ni siquiera es un amigo cercano. Si con un amigo es difícil de viajar, aun con la comodidad de un coche, un tren, y unos cuartos de hotel…
Algunas platicas giran alrededor de los temas obligados: el amor, el matrimonio, la fidelidad, la vejez, pero no se dice nada revelador de los personajes, o especialmente profundo o conmovedor.
Y, lo más imperdonable, ni siquiera hay una hermosa fotografía. Esos paisajes, esta naturaleza amplia de Estados Unidos, esas montañas, estos árboles y ríos, parecen monótonos, sin luz, sin colores, aparte de la impresionante presa que hace la frontera con Maine.
La impresión final es que se desperdiciaron igual dos grandes actores que un gran escenario. Lástima. Tendremos que ir a recorrer el Sendero de los Apalaches por nuestra cuenta.
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