Una historia de espías, de los que existieron durante la Guerra Fría. Es decir sin persecuciones o gadgets, sin chicas bonitas. Solo con trámites administrativos y gente que parece burócratas.
Ficha IMDb
1957, Brooklyn: a un abogado de seguros, James B Donovan (Tom Hanks) se le pide defender a un espía comunista, Rudolph Abel (Mark Rylance) simplemente porque el gobierno le pidió a su bufete asegurar al acusado un juicio justo. Donovan es un ejemplo de buen esposo, buen padre, buen abogado, buen americano. Viste igual de gris que todos, con abrigo, paraguas, sombrero y tirantes. Su esposa es un ama de casa devota, que se preocupa pero no pregunta. Disciplinado, Donovan está decidido a hacer su trabajo lo mejor posible, a darle a su cliente la mejor calidad de asistencia legal. No importa que el acusado no se haga ilusiones, que la CIA trate de saber lo que el “cliente” pudo contarle a su abogado. Donovan respectará todas las reglas. Aún si el cliente es aparentemente enemigo de sus valores políticos.
Porque tiene cierta idea de lo que es ser un hombre, un ser con valores, viviendo en un país con valores.
Frente al abogado, se encuentra el cliente, “el malo”, el espía, este ser despreciable durante esos años cincuenta de estados Unidos, el enemigo en el contexto de la Guerra Fría. Mientras a los niños se les prepara a lo peor, enseñándoles en la escuela películas de bombardeos atómicos, y se les entrena a las medidas de prevención, el comunista que hay que odiar es un hombre tranquilo, sencillo, amante de la pintura. Abel parece alejado del mundo y, cada vez que su abogado le pregunta, en situaciones decisivas, si no está preocupado, contesta preguntado si eso cambiaría algo. Frente a un personaje que se la pasa hablando, él se la pasa callando, y esperando que la vida decida por él.
Y se decide salvarlo de la ejecución, porque Dónovan supo anticipar que sería moneda de intercambio.
Lo inteligente del guion es quitar todo lo que podría estorbar en el retrato de un hombre “bueno”: no hay escenas de juicio, no hay discusión de lo que hizo o no hizo el acusado, no hay consideraciones sobre sus orígenes, sus motivaciones, sus decisiones. No hay ninguna discusión ideológica. La cinta va directamente a lo que le interesa: valores.
La descripción de ambientes de vida es interesante: la familia tradicional americana, agrupada en la casa, alrededor de los padres; del otro lado, en Berlín, impera la soledad. A Dónovan se le presenta una familia de Abel, falsa, organizada por las autoridades alemanas o rusas, y que no engaña a nadie. Los responsables diplomáticos o políticos negocian en función de sus ideologías. El director del KGB, el responsable gringo, el alemán Vogel ( Sebastian Koch) tienen sus líneas de conducta pero no les interesa contacto humano. Donovan, en cambio, se presenta como un hombre concreto y consciente de las situaciones personales. Para él, un joven estudiante americano de economía Frederick Pryor (Will Rogers ) , arrestado por los alemanes por falsos cargos de espionaje vale tanto como Francis Gary Powers ( Austin Stowell) piloto de un avión-espía derribado por la Unión Soviética.
Como siempre, Spielberg trabaja con imágenes impactantes, en un sistema de referencias internas. Las escenas en el metro de Nueva York llaman a las del metro de Berlín. Las miradas de reproche, casi de odio, para él que evitó la pena de muerte al espía, llaman a las miradas de admiración para él que logró el intercambio en el puente de Glienicke. La vista desde el metro berlinés, y la escena de jóvenes fusilados al momento de treparse, llama la de niños jugando a treparse una barda en Nueva York. Es fácil, pero, hay que reconocerlo, funciona. El mensaje de Spielberg es obvio: en Estados Unidos, hay libertad, hay respeto de la vida humana, de las opiniones. Las prisiones son más confortables, se deja a los reclusos en paz, pueden pintar. Hasta el clima es más benevolente. Y no hablemos de las condiciones materiales de vida. En Berlín, ruinas, pobreza, hambre. En Estados Unidos, abrigos calientes y cenas abundantes.
Spielberg y sus guionistas, los hermanos Coen, ponen también en claro el peso de la presencia soviética en Alemania Oriental, la Republica Democrática Alemana, en oposición a la República Federal Alemana, en la parte oeste. Berlín Este es solo el punto de contacto con el Occidente, un puesto avanzado de Moscú. La embajada soviética en Berlín es el lugar de negociaciones, él que vino a negociar con el enviado gringo es el jefe del KGB.
Mientras el jefe de la estación de la KGB en Berlín está en voluntad de negociar a Powers por Abel, Alemania trata de existir, al intervenir en forma independiente en la negociación. Abel contra Pryor. El golpe genial de Donovan será tratar con los dos y llevarse a dos por el precio de uno.
Las entrevistas se hacen en Berlín, pero no con Alemania. Abel lo sabe muy bien, quien da a Donovan la clave para interpretar las señales: según como lo van a recibir en medio del puente, sabrá inmediatamente como lo van a tratar después, una vez que la implacable cortina de hierro se haya vuelto a cerrar detrás de él.
Quedan unas dudas sobre la exactitud histórica: el muro se construyó de la noche a la mañana, del 12 al 13 de agosto de 1961, con alambres de púas, complementado en las semanas siguientes con cemento y tabiques y equipado con sistemas de vigilancia. Encierra totalmente el sector occidental de Berlín, transformándolo en una isla en medio de Alemania Oriental, en medio del mundo comunista. Cuando se da el intercambio al que se refiere la cinta, que tuvo realmente lugar el 10 de febrero de 1962, ya no hay posibilidad de pasar del este al oeste de Berlín, o en sentido contrario. Eso fue posible de 1945 a 1961: mucha gente vivía en el este, donde las rentas eran más económicas, y trabajaba en el oeste, donde ganaban más. Era muy fácil emigrar de Alemania Democrática a Alemania federal, bastaba cruzar por Berlín caminando, o tomando cualquier medio de transporte. A eso los alemanes lo llamaban “votar con los pies” porque se escogía al régimen capitalista de preferencia al socialista. Por eso se fueron tantos (47 000 en la primera quincena de agosto del 1961) y Alemania perdió gran parte de su fuerza de trabajo.
En 1961, todos los medios de transporte entre los dos Berlín son interrumpidos. El metro pasa debajo de Berlín Este, por estaciones fantasmas. Donovan no pudo pasar por encima del muro, no pudo ver lo que Spielberg, en su afán de buscar imágenes impactantes, inventó.
Entonces, veamos lo más sutil: el retrato del hombre común y heroico en su apego al humanismo, el “alma buena” como las llamaba Brecht, ciudadano berlinés oriental; la astucia del jefe del terrible KGB, la impenetrable tranquilidad del espía comunista, magníficamente interpretado por Mark Rylance, este hombre de quien no se sabe nada, y sobre quien está construida toda la historia.
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