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Muy construida, provocativa, repulsiva a
veces, lo que no sorprende con este danés polémico, la cinta es , una vez más, un
dialogo filosófico, basado ahora en El infierno de Dante. No se recomienda
para ojos sensibles.
Ficha IMDb
El protagonista se llama Jack (Matt Dillon), a secas.
Pero ese nombre es rico de connotaciones y dobles sentidos: Jack es el famoso
destripador de Londres, jack es el
nombre en ingles del gato para levantar un coche y cambiar una llanta, Jack es
el comodín de las barajas, Jack es un nombre muy frecuente en Estados Unidos,
sobrenombre de muchos John, entre ellos un Kennedy…
Jack habla con un hombre invisible, voz off de un anciano
(Bruno Ganz): confesor, analista, periodista, terapeuta o amigo intimo. Un
hombre muy interesado en conocer mejor a ese caso especial de perversión. Poco
a poco lo conoceremos mejor, se llama Verge, lo que en inglés significa limite, borde, ha escrito La Eneida,
o sea: es Virgilio, lo que será confirmado por el cuadro viviente de La barca de Dante de Delacroix, y por el
recorrido por los Infiernos.
Como La divina
comedia, la cinta de Von Trier esta estructurada en partes, cantos par
Dante, “incidentes” para von Trier. Son cinco de los sesenta asesinatos perpetrados
por Jack durante doce años, en la década de los 70 y que sirven a la construcción
de su casa de cadáveres. Esta casa, como una gigante escultura, se va armando
en una cámara frigorífica que Jack renta en una zona de almacenes. Al fondo de
la cámara está una puerta que nunca ha podido abrir. La casa de cadáveres progresa
poco a poco, como sustitución de la verdadera casa a la orilla de un lago que
el arquitecto frustrado, en realidad ingeniero, nunca ha podido terminar.
Curiosamente, Jack encuentra siempre lugares vacíos, afuera
o dentro de las ciudades y parece que el mundo entero, al ausentarse, se vuelve
cómplice de sus exacciones.
Los cinco “incidentes” escogidos con toda parcialidad
por Jack van creciendo en refinamiento cruel al mismo tiempo que revelan lados
escondidos de su personalidad. Son para él la legitimación del asesinato como
obra de arte. Por cierto, los medios conocen a Jack como “Señor Sofisticación”,
reconociendo en cierta forma su excelso talento en crímenes fuera de lo común,
y, sobre todo, exentos de pasión.
El primer asesinato relatado es él de una mujer inmovilizada
en un bosque del estado de Washington por una llanta ponchada, por lo que necesita
un “Jack” para la compostura. El
incidente es breve; la mujer (Uma Thurman) insoportable y su muerte nos parece
casi justificada.
El secundo crimen toma una tonalidad profundamente
cómica ya que la obsesión compulsiva de la limpieza impide a Jack escapar del
lugar a pesar del acercamiento de la policía. Convencido de que dejó una mancha
de sangre (rojo) en algún lugar de la casa de su víctima, una mujer viuda y
codiciosa (Siobhan Fallon Hogan), tiene que volver sin cesar a la casa, bajar y
subir otra vez el cuerpo a su camioneta, y finalmente arrastrarlo en la
carretera, corriendo el riesgo de ser visto. Con esta víctima, viuda, Jack actúa
como el joker de las barajas, llamado también Jack: desempeña varios papeles,
desde policía, agente de seguros, hasta compañero del esposo, con tal de poder
colarse dentro de la casa.
El tercer incidente ya no hace reír, después de la
mujer seductora y caprichosa, después de la anciana codiciosa, se pasa a una madre
de familia (Sofie Gräbol) con sus hijos. La jornada de caza, el juego de guerra
en el cual se ven involucrados a fuerza, es terrorífico. Extraña coincidencia:
todos llevan gorras rojas.
El cuarto incidente se anuncia nauseabundo, gore,
totalmente malsano físicamente, sin ninguna sutileza en su sadismo antifemenino,
o anti-mujeres estúpidas, “simples” según Jack. Se anticipa desde el principio lo que va a
pasar con los senos de Simple (Riley Keough), llamada en realidad Jacqueline, con
quien Jack se comunica por un teléfono rojo.
La quinta etapa reanuda con el humor negro, en el
cual participa una de las víctimas (Yu Ji-tae), retrasando el momento fatal con
sus consejos sobre la Full Metal Jacket
necesaria para llevar a cabo el plan criminal. Ahí queda clara la metonimia
entre el hombre y el objeto que utiliza. Este episodio recuerda las torturas
nazis, las torturas asiáticas, unificando los campos de exterminación del mundo
en una misma imagen de violencia fría y estéticamente organizada.
Cuando parece que todo va a terminar y que la policía
va por fin poner un alto, la puerta misteriosa del fondo de la cámara frigorífica
se abre :Vence espera a su pupila y el epílogo, llamado catabasis, descenso a los Infiernos, puede empezar. Vence actúa
ahora como guía, al igual que el Virgilio de La divina comedia, Jack viste la toga renacentista y la estola roja
(como el rojo de la camioneta en el primer incidente y que se vuelve recurrente
en cada episodio) de Dante en el cuadro de Delacroix. Pueden entrar a las
profundidades de los Infiernos. Y Jack puede escoger cómo pasar al otro lado del
precipicio para volver a acceder al mundo de los vivos. Pero su Ubris
lo llevará a la caída fatal. ¿Otra coincidencia?: Bruno Ganz fue el extraordinario
interprete de Hitler en Der Untergang
(literalmente: caminar hacia abajo, misma formación de la palabra que cata-basis
) traducido en Latinoamérica como La caída
(Oliver Hirschbiegel - 2004).
Cada etapa, además del relato de los hechos con sus
explicaciones en la voz de su autor, ofrece digresiones, paseos por las artes: visuales,
de Botticelli a Klimt; musicales, en particular el pianista Glenn Gould:
literarias con Goethe o William Blake, quien cuestiona en sus obras la
convivencia entre belleza, fealdad, maldad… En efecto, Jack considera que su trabajo está
a la altura de las más altas manifestaciones del arte universal. El crimen es
arte, porque es intervención sobre el orden natural de las cosas, es decisión y
disposición, corrección a veces, como en el caso de los senos de Simple. El
arte transforma la realidad, como la política. La búsqueda maniática de ordenar
la realidad, de darle un significado, puede derivar en el autoritarismo de un
Himmler o un Goebbels, de la misma forma que produjo un Goethe, cuya vestimenta
del siglo XVIII se ve en Vence.
Más allá del horror, del asco que pueden provocar las
imágenes, la cinta de Lars von Trier, es, una vez más, una reflexión organizada
e ilustrada sobre la condición y los comportamientos humanos, sobre lo más
profundo en el hombre: el mal.
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