Una de las muchas adaptaciones de la novela más famosa
de Flaubert y de la literatura francesa. Es tal vez la única cinta “de época “de
Chabrol, y parece alejada de sus temas acostumbrados. Sin embargo, en esta
historia como en los guiones de Chabrol, hay una muerte no natural, relaciones
adúlteras y una crítica sin piedad de la sociedad burguesa. La maestría en la
fotografía, en las actuaciones hace de esta adaptación una obra de arte, a
diferencia de muchas otras.
Ficha
IMDb
La
historia de Madame Bovary es muy conocida. Emma (Isabelle
Huppert), joven muy hermosa, hija de un rico agricultor, el viejo Rouault (Jean-Claude
Bouillaud) ha sido educada en un convento. ahí más que a la fe, se dedicó a la
lectura de novelas románticas. Soñó con príncipes, fiestas, Palacios, viajes y,
sobre todo, un amor fuera de la realidad. Cuando su padre se tuerce un pie, el
médico que lo atiende es Charles Bovary (Jean-François Balmer). Es nuevo en el país,
poco seguro de sí mismo y queda deslumbrado por la belleza de Emma.
Poco después, la pide en matrimonio, se casan y establecen a vivir a la pequeña ciudad vecina. Emma trata de ser una buena esposa, pero la verdad es que se aburre. Un baile en castillo de de la Vaubyessard le abre a Emma las puertas de sus sueños: las fiestas, la música, los amores prohibidos, todo eso que había visto en las novelad, todo existe. Y su belleza le da un lugar en ese medio. Su esposo, quien la adora, decide sacrificar la clientela que se está constituyendo para ir a instalarse a Yonville, ciudad un poco más grande. Cuando se cambian, Emma está embarazada.
En
Yonville empieza una nueva vida. Charles es recibido por M. Homais (Jean Yanne),
el farmacéutico, lleno de ideas , teorías y opiniones sobre todo. Emma conoce a
Léon Dupuis (Lucas Belvaux), un joven estudiante de derecho. Con él, hace
paseos interminables en el campo, hablando de viajes y de música, leen poesía, mientras
la pequeña Berthe vive a las afueras con su nodriza. Pero León tiene que ir a
París, el amor platónico se acaba. Cuando se presenta el vendedor M. Lheureux ((Jean-Louis
Maury) con sus telas, sus accesorios y fantasías diversas, Emma lo rechaza: ahora
quiere ser una esposa y madre ejemplares. Pero no logra encontrar satisfacción alguna
en ese nuevo papel que s e ha dado. Busca explicaciones, alguna orientación con
el cura (Jacques Dynam) pero este, acostumbrado a dificultades reales, materiales,
económicas o de salud, la rechaza.
Cuando
el aristocrático Rodolphe Boulanger (Christophe Malavoy), dueño de un castillo
a las afueras de Yonville, viene a pedir que el médico le haga una sangría a su
mozo de cuadra, se sorprende con la presencia inusitada de tal hermosura en
este pueblo perdido y con este esposo torpe.
Rodolphe no es otro León. Nada platónico en él. Sabe lo que quiere, tiene
los medios para obtenerlo. Emma se vuelve su amante, y no solo eso, se enamora
perdidamente de él. La realidad cotidiana es ahora imposible de soportar. Emma
convence a Rodolphe de huir lejos, a uno de esos países románticos. En la
fiebre del viaje, Emma recurre una vez más a su proveedor M. Lheureux y se
compromete con más compras lujosas.
Pero,
la noche antes de la tan esperada salida, Rodophe escribe una carta, llena de
pretextos y excusas moralizadoras y pretendidamente generosas. Emma sucumbe a
una fiebre cerebral durante cuarenta y tres días, Charles abandona todo para cuidarla.
Cuando vuelve en sí, M. Homais, como siempre lleno de buenas ideas, sugiere a Charles
llevar a s esposa a Ruan, al teatro, para distraerla. allá se encuentran a León
quien, terminados sus estudios, trabaja ahora en la oficina de un notario. Con
la bendición de Charles, Emma se queda dos días en compañía del joven quien ha
aprendido mucho de la vida parisina. Con un paseo, largo es cierto, en coche, le
basta para hacer de Emma su amante.
Esta
nueva Emma, quién va cada semana a Ruan, es apasionada, desinhibida, casi
masculina. Pero la ven con su amante, pero M. 'heureux quiere sus pagos y pide
un embargo de los bienes del matrimonio. Madame Bovary esta arrinconada, solo
le queda el frasco de arsénico en la trastienda de M.Homais. Muere en unos
sufrimientos atroces.
La
mujer más famosa de la literatura francesa es en sí un personaje fascinante.
Pero sobre todo el estilo de Flaubert muestra una maestría, un dominio de todas
las herramientas estilísticas de la lengua francesa. En Madame Bovary, Flaubert es conocido, sus cartas a su amante Louise
Colet lo muestran, por su perfeccionismo incansable. Podía pasar días enteros
para escribir una oración, semanas en un capítulo. Y después se subía a la
colina cercana a su casa de Croisset, junto a Ruan, para gritar su texto en el
viento y probarlo, su ritmo, sus sonoridades.
Flaubert,
fundamentalmente romántico y exuberante, se obliga a la mesura, al control.
Cada palabra tiene su peso. Y lo que pretende describir no es solo la vida
aburrida y desesperada de una joven que morirá de no encontrar sus ideales en
la realidad. Es también la estupidez de una sociedad donde los mediocres ganan,
donde el dinero manda, la iglesia y la familia no dan consuelo. El genio de Flaubert
se burla de todos, de sus pequeñeces y sus ideas de grandeza. Lo hace, usando
de recursos narrativos sutiles, aunque no siempre se ven à la primera lectura. Madame Bovary es de esas novelas en las
que el lector encuentra nuevas bellezas en cada nueva lectura.
Claude
Chabrol tuvo que eliminar para reducir el libro a la duración de la película. escogió
centrarse en su personaje principal, apoyándose en una Isabel Huppert
fascinante, hermosa, elegante, cambiante, a vece obscena. La viste con lujos o
con sencillez, la peina, la filma de cerca para ver todas sus expresiones, y de
lejos para disfrutar de su porte, sus vestidos, su cintura fina. Emma, como
todos los personajes femeninos de Chabrol, es una mujer fuerte, indómita,
prisioneras de un orden social al cual nunca aceptan someterse. La evolución en
el corte, las telas y los colores de los vestidos traducen abiertamente los
estados de ánimo, las ilusiones, la moral de Emma. Desde el sencillo vestido de
algodón color pastel, hasta el vestido negro de la seductora diabólica, pasando
por el maravilloso atuendo de equitación, acompañado del sombrero alto y de la fusta,
o el vestido de baile.
Una
voz off, la de François Périer, acompaña la narración y permite unas elipsis. Asimismo,
se adentra en los pensamientos de Emma, narra la rutina de la vida en Yonville
y lee las últimas líneas de la novela, un epilogo desprovisto de ilusiones.
Pero
Chabrol le quitó algo de su malicia a Flaubert, lo suavizó. Le quitó gran parte
de su ridiculez a Charles, empezando por darle el título de doctor cuando en la
novela es un simple oficial de medicina, es decir alguien que tiene práctica,
pero nunca acabó los estudios. La voz suave, la actitud humilde y bondadosa que
interpreta Jean-François Balmer lo vuelven casi enternecedor. Charles Bovary es
ahora, antes que todo, un hombre bueno y torpe, casado con una bruja
insensible. No parece tan estúpido. De la misma forma, de M. Homais, el falso
intelectual hambriento de gloria científica y administrativa, la presencia y la
interpretación de Jean Yanne hacen un
tonto poco peligroso, divertido más que molesto, y cuyas ideas no son
finalmente tan descabelladas.
Los
dos amantes, en cambio, corresponden bien a lo que Flaubert presentó de ellos,
seductores cada quien a su manera, pero reflejos de una clase social, sin
verdadera originalidad ni profundidad.
La
música, clásica o compuesta por Matthieu Chabrol, da a las escenas conservadas
por Chabrol todo su ambiente y su ritmo. Hay que recalcar particularmente en la
banda sonora los ruidos,igual que en la novela. Ahí reside uno de los talentos cinematográficos
antes de tiempo de Flaubert: los ruidos de fondo abundan, del campo, de la
casa, de la ciudad. Esos ruidos prosaicos, de la vida cotidiana, que hacen tan
infeliz a Emma. Otro de sus talentos es la multiplicidad y yuxtaposición de los
puntos de vista, presentando una misma escena según varios ángulos, en una técnica
que anuncia al Nouveau Roman. ¿Cuál es
la verdad? ¿La del pueblo campesino? ¿la de M. Homais y los notables? ¿la del
seductor cínico Rodolphe? ¿la de la vulnerable Emma? Chabrol supo recrear este
arte literario con imágenes, diálogos y encuadres.
Una
gran película para una inmensa novela.