Más que una comedia, esta nueva película turística de Woody Allen es un conjunto de cuentos de hadas absurdos, en el buen sentido de la palabra. Con buenos actores, aunque no extraordinarios. Que se divierten mucho. El director, que también actúa, parece divertirse mucho. Entonces divirtámonos. Pero la cinta no deja para mucho después. Parece que los viajes le hacen perder su toque especial a Woody.
Constituida de cuatro historias que no se encuentran nunca, y que tienen por única conexión el hecho de desarrollarse en Roma, la película maneja varios tipos de comicidad.
Primero la auto cita y auto burla, sobre todo cuando Jerry, el personaje interpretado por Allen, menciona sus obsesiones (las de Woody Allen el hombre ) en un casi monologo, durante una crisis de pánico en el avión a punto de aterrizar : miedo a morir, relación tormentosa con el sicoanálisis y Freud , o con dios. Siendo su esposa, Phyllis (Judy Davis) una sicoanálisista…
Pero lo dominante en la cinta son las situaciones absurdas. Esta tonalidad es anunciada por el agente de tránsito del prologo: parece bailar y seducir, atrayendo a los coches más que organizar el tráfico. Su lindo uniforme y su prestancia no sirven para nada ya que se oye el ruido de un choque.
Los efectos de cómico absurdo se hacen claros sobre todo en la historia de Leopoldo Pisanello (Roberto Benigni), este hombre que pasa, en un abrir y cerrar de ojos, de pequeño burócrata insignificante y rutinario, cuyas opiniones no le importan a nadie, a famoso. Se vuelve presa de los periodistas, que le hacen todo tipo de preguntas, pero sobre todo del tipo inútil: ¿duerme sobre la panza o sobe la espalda?, ¿Se rasura con jabón o con gel?, ¿Come pan blanco o integral para su desayuno? ¿Cuántas rebanadas? Los diálogos son dignos de Ionesco. Y, un buen día, con el mismo entusiasmo, los periodistas se desinteresan de él y va a molestar a un pobre hombre que lleva su ropa a lavar.
El caso del arquitecto John (Alec Baldwin) es más bien del tipo mágico : va a acompañar al joven Jack (Jesse Esienberg), futuro arquitecto, todo el tiempo de su historia con Mónica ( Ellen Page ), mejor amiga de su esposa Carol (Carol Alt). Y le va a servir de conciencia al mismo tiempo que de vidente. Las escenas de tres personajes, 2 reales y uno imaginario, se basan sobre quiproquos ya que los diálogos funcionan igual de bien tomando en cuenta o no al personaje imaginario.
Milly (Alessandra Mastronardi) entra claramente a un cuento de hadas. La fórmula mágica, el "Erase una vez" es aquí el itinerario que le dan, en varias ocasiones, para llegar al salón de belleza, salón que no encontrará nunca. La hermosa joven inocente y pura se va a perder en el bosque, Roma, ciudad desconocida para ella, y hacer encuentro tras encuentro. En el mundo de sus sueños, el mundo de las revistas de "People",una bella hada, Pia Fusari (Ornela Mutti) la presenta al que bien podría ser el lobo feroz. Ella, después de pensarlo, decide vivir el sueño de un día y sucumbir a los encantos de Luca Salta (Antonio Albanese), el actor famoso por sus conquistas. Hasta el momento en que la magia irrumpe de nuevo, bajo la apariencia de un ladrón de hotel, Rocco (guiño a Visconti) (Corrato Fortuna ) , mucho más joven y guapo que el gordito perseguido por una esposa cazando pruebas para el divorcio.
Por su lado, el joven príncipe (perdón esposo) de Milly, Antonio ( Alessandro Tiberi) será iniciado al sexo por la roja y pulposa Anna (Penélope Cruz), "acompañante" de todos los empresarios romanos.
El cuento de los dos inocentes perdidos en Rome se acabará por el regreso, juntos, a su provincia.
La historia del dueño de la funeraria, Giancarlo (el tenor Fabio Armiliato), padre de Michelangelo (Flavio Parenti), novio de Hayley (Alison Oill) es la realización de un sueño que nunca se ha expresado . Nunca ha deseado ser cantante de ópera. Pero el mago Jerry (Allen) logra cambiar su realidad usando un silogismo: el hombre tiene talento de cantante; pero solo bajo la regadera puede cantar bien; entonces, le pondremos regadera en el escenario. Y Woodi Allen, personaje (futuro consuegro del "cantante" y director de la película, le crea puestas en escenas totalmente surrealistas: concierto con piano y regadera, ópera "Pagliacci" con tenor bajo la regadera en todos las escenografías, amando, llorando, matando, bajo la regadera.
El punto común en todas las historias es la burla de la moda, de las apariencias, de los juicios del público inducidos por los medios, por las autoridades culturales. El público encuentra genial una puesta en escena ridícula. Los periodistas hacen preguntas estúpidas, los espectadores están seducidos por actores sin moral (ni sex appeal), los hombres se dejan impresionar por una capa superficial de cultura, patchwork de citas literarias y de frases seudo-cultas.
El marco de las cuatro historias e s obviamente maravilloso : Roma filmada en general en fin de tarde, con una luz anaranjada del atardecer. Roma es un estuche magnifico con cenas sobre terrazas, comidas en jardines. Para historias aparentemente divertidas, pero en realidad sórdidas, basadas todas sobre el engaño, el uso del otro para alcanzar fines egoístas.
Woody Allen hace un Paris, je t’aime o New York I love you a si solo, y mezclando las historias. Siguiendo con la tonalidad que le sirvió en Midnight en Paris, crea cuatro cuentos de hadas, donde los personajes encuentran lo que deseaban, conscientemente o inconscientemente. Cada uno tiene su duración propia. Un día para la aventura de Milly y Antonio, unos días para la historia de Leopoldo , unas semanas para la historia de amor de Jack acompañado de su ángel guardián John. Y varios meses para Giancarlo el cantante: no se monta una ópera tan rápido. Pero Allen, al mezclar, perturba todas los referencias temporales.
Así que las referencias que se han hecho al Decameron de Boccacce, no parecen tener mucho sentido. Los diez personajes obligados a quedarse fuera de Roma durante diez días y pasando el tiempo contando cada quien una historia al día estaban mucho mas inventivos y a la vez ordenados. Al menos se dejaban mutuamente terminar sus historias.
Parece que al contacto de la vieja Europa, Woodie Allen va olvidando lo que era su especialidad y que nos gustaba tanto: esta mirada divertida y desesperada sobre las miserias de los humanos y trampas usadas para sentirse grandes. Todo la "filosofía" de Allen que en un momento dado, podía darnos consuelo y sonrisa, se esta transformando en tarjetas postales y recursos mágicos. Al menos esta pasa en las dos últimas.
Por cierto, el título original parece ser una disculpa con la ciudad eterna. La película es un regalo "para" Roma, después de burlarse un poco de su gente y de ella misma al usarla como marco de unas historias tontas. Allen se burla de la ciudad sin dejar de quererla.
Y no como en la traducción estilo James Bond, "De roma con amor". Aunque la película parezca tarjeta postal.