Sin ser una biografía, la cinta se basa sobre la vida de Adrian Cronauer, quien fue locutor en la base americana de Da Nang, en Vietnam, de 1965 a 1966. No se puede decir que sea una película totalmente sin interés, pero resulta un poco aburrida.
Ficha IMDb
Cronauer (Robin William) llega de Creta, para sustituir a DJ (no con el sentido actual) de la Radio oficial del ejército gringo en Vietnam, para dos emisiones diarias. El hombre que parecía dormido, despierta frente al micrófono y manifiesta una energía diabólica. Su "¡Goooooooood morning, Vietnaaaaaaaaam!" se volverá adictivo.
Cronauer hace todas las voces, de personajes reales (hasta Nixon o Johnson) o inventados, grita, canta, ronca, llora. Improvisa y se renueva sin cesar. Habla de todo, bromea sobre todos los temas, de preferencia los más indeseables, políticamente, religiosamente o moralmente hablando. Difunde música moderna, jazz, rock. La baila, la mima.
Obviamente su personalidad y sus gustos no convencen a todos, en particular la jerarquía militar. Y cuando se atreve a mencionar (en forma negativa) un atentado, que él mismo ha presenciado, pero del cual, según los superiores, no se debe hablar para no bajar el ánimo de las tropas, queda suspendido. Su superior, el lugarteniente Hauk (Bruno Kirby) toma su lugar, con su humor pueril y patético, que solamente lo divierte a él, y con música de polka.
Que Cronauer haya realmente existido y tenido un éxito extraordinario con las tropas, al punto que hubo que reinstalarlo, no se pone en duda. Aunque el Cronauer real haya sido un republicano tranquilo y obediente de las reglas. Pero la forma de la película es bastante torpe. Sin contar las invenciones: el amor sin esperanza por una bella señorita vietnamita, cuyo hermano, que se vuelve amigo de Cronauer, pertenece al Vietcong.
La estructura es repetitiva, siguiendo una secuencia de base: grabación en el estudio (gesticulaciones y juegos de voces de William) + música sobre imágenes del campo con soldados + escena de Cronauer fuera del estudio. Y se repite.
El espectador se cansa rápido y, después de cierto tempo, ni siquiera los gestos y voces de William logran arrancarle una sonrisa. Sus intentos tímidos de seducción de la bella vietnamita no provocan ni ternura, ni compasión, ni tristeza.
Falta originalidad cinematográfica para contar la originalidad (ficticia) del personaje principal. Dos momentos, tal vez quedaran en las memorias: la voz de Louis Armstrong cantando "What a wonderful world" sobre paisajes en guerra, alusión a Apocalypse Now con la marcha de las Walkyrias de Wagner. Y el partido de base ball con los habitantes del barrio, antes de subirse al avión camino a casa.
Es divertido descubrir, en la sombra de Robin William, (si se puede decir, tomando en cuanta los respectivos tamaños) a un joven Forest Witaker, de apenas 26 años, con muchos kilos y un ojo enfermo menos de lo que conocemos.
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