Adaptada de una novela de Carlos Fuentes, la cinta logra ubicar la evolución personal de tres individuos muy diferentes, en medio de una Revolución Mexicana no demasiado gringa.
Ficha IMDb
Después de escuchar en una conferencia a un extraño escritor-periodista, capaz de publicar un extensísimo diccionario y de burlarse de sí mismo y de su público, una joven, ya no tan joven, Harriet Winslow (Jane Fonda) decide acabar con todas las mentiras impuestas en su familia. Que su madre (Anne Pitoniak) deje de simular ser una viuda para cobrar el dinero de la pensión: tiene que reconocer que su esposo la dejó por aburrida y su fue con otra. De todas formas, que no cuente ya con el apoyo y la compañía de su hija. Esta se va y la deja.
Como a las jóvenes de esta época la vida no les ofrecía muchas oportunidades, se va de institutriz. las más valoradas en esos años eran las francesas e inglesas. Pero quedaban un poco retiradas y, para una familia mexicana del norte del país, una gringa resultaba fácil de traer.
Total, que la señorita Winslow toma su camino. Cuando llega a Chihuahua, se topa con un ambiente de pánico en la ciudad. La revolución ha empezado. Los hombres de Villa tomaron posesión de las plazas, los restaurantes. Agreden, ofenden y desafían a todos. En particular, el joven Arroyo (Jimmy Smits ) se burla de un viejo gringo, Ambrose Bierce (Gregory Peck) instalado en la región para vivir ahí el último capítulo de su vida.
Al día siguiente, Miss Harriet consigue un coche que la lleva a la hacienda, pero la familia huyo sin esperarla, la casa grande está abandonada, los villistas se instalaron alrededor, y el general Arroyo vive en un vagón, en compañía de su prostituta favorita,
El gringo viejo pasa de vez en cuando, montado sobre su caballo negro.
Al paso de los días, miss Harriet va a perder poco a poco todas las capas de su educación correcta, de sus ropas, de su lenguaje. El triángulo amoroso encuentra su estabilidad cuando la relación entre Bierce y Harriet se vuelve menos pasional, y ella reconoce en él una figura paterna, lo que le permite divulgar la mentira en la que ha crecido. Al mismo tiempo, Arroyo y los revolucionarios le enseñan una vida más espontánea y más centrada en el momento.
Pero Arroyo provoca la furia de Villa (Pedro Armendáriz Jr.) al no avanzar cuando se le había ordenado. Prefiero satisfacer sus deseos personales, en particular su venganza personal, ya que es hijo de una empleada violada por el hacendero, que nunca reconoció a su hijo, antes que servir a la revolución. Será juzgado en forma sumaria y ejecutado.
La pintura de la hacienda venida a menos, de los usos y costumbres de los revolucionarios, ropas, comida, cantos, lenguaje, se unen a una ambientación de un Mexico eterno, él de las creencias seculares, como los rituales a los muertos.
Mas allá de un choque de costumbres, opiniones, historias personales, el encuentro de tres solitarios, decepcionados por una vida que no estuvo a la altura de sus valores, permite a cada uno, a través del enfrentamiento y del acercamiento, afirmar su personalidad profunda. Cada uno ayuda a los demás a encontrarse, reconciliarse con si mismo. Cada uno sale de su aislamiento a darse cuenta que se parecen, muy en el fondo. Encuentran juntos, es decir al mismo tiempo y al contacto mutuo, su propia verdad, una verdad humana, que rebasa las fronteras sociales, culturales o de edad. Lo que los une es la fuerza de la rebelión.
La película podía caer en el folklorismo, en el cliché de las traileras y las cananas. Pero supo, seguramente por ser inspirada por una gran novela, encontrar una voz original.
Recordemos que Luis Puenzo dirigió, años antes, un drama, muy valiente en este tiempo, sobre las consecuencias de la dictadura argentina: La historia oficial (1985), que obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera.