Una adaptación tan mala que el autor de la novela,
Robert Merle, se opuso a que su nombre apareciera en los créditos. Y tuvo toda
la razón de sentirse traicionado. Su novela de anticipación proponía una
reflexión, en espejo, sobre nuestra civilización, con sus defectos, cualidades
tal vez, y peligros. No queda nada de eso, en una historia cuyo desarrollo se
ve poco claro y con personajes sin espesor.
Ficha
IMDb
En
pleno verano de 1972, en el campo al suroeste de Francia, cinco hombres de
edades diferentes, una anciana y un retardado mental se ven sorprendidos por
una explosión nuclear mientras están en la cava de una casona. El dueño, Emmanuel
Comte (Michel Serrault), de unos 50 años, está llenando botellas de vino de su cosecha,
y sus amigos Colin (Jacques Dutronc) el electricista, Peyssou (Robert Dhéry),
Bouvreuil el farmacéutico (Jean Leuvrais) vinieron a consultarlo sobre unas obras en el
pueblo vecino de Malevil , del cual es alcalde. También está el veterinario (Hanns
Zischler) quien se encarga de los cuidados a los diversos animales de la
granja, vacas, caballos y puercos. La anciana Menou (Emilie Lihou) ha sido
empleada de Emmanuel desde años al mismo tiempo que cuida de su hijo, ya mayorcito
Momo (Jacques Villeret), temeroso de todo, limitado de sus capacidades mentales
y de vocabulario limitado.
Protegidos
por las paredes espesas de la cava, lo único que perciben es una luz azul
intensa, el ruido de un soplo infernal y, sobre todo, un calor que sube a más
de 70 grados. Al salir horas después, se encuentra con un paisaje de fin del mundo,
tierra seca, árboles quemados, casa derrumbada, bajo una lluvia de pedacitos de
deshechos.
Hay
que enterrar los animales muertos, al empleado del establo quemado. Se quedan a
vivir juntos, con las pocas provisiones, durmiendo en el piso y velando
alrededor del fuego que prendieron en el patio. Al paso de los días, tratan de
sembrar algo, Colin trata de construir una radio para comunicarse.
Cuando
desaparece una yegua con un puerco y, poco después, Momo, se deciden a ir un
poco más lejos en sus exploraciones y descubren en una caverna a una
adolescente ciega, Evelyne (Pénélope Palmer) que momo ya tomó bajo su
protección. La traen a casa y la vida sigue.
Meses
o años después, Evelyne ya creció y parece que recuperó la vista. Menou está
muy enferma. Otra exploración los llevará a un viejo tren en un túnel donde
vive una pequeña comunidad de sobrevivientes bajo la dirección implacable de
Fulbert (Jean-Louis Trintignant), “el Señor Director”. Racionamiento de comidas,
de movimientos, obediencia total, el régimen de Fulbert, con pretextos morales,
es en realidad un sistema entre totalitarismo y secta, con lo que implica de
servicio sexual obligado de las mujeres, y prisión para cualquier tentativa de
discusión.
Una
de las mujeres, Cathy (Jacqueline Parent) al reconocer à Colin, decide huir y
contar todo lo que sabe de Fulbert. Entre trueque y amenazas, se construye un
semblante de relación entre las dos comunidades. Un “comandante “Fabrelatre
(Eduard Linkers) llega no se sabe bien de donde y alía su fuerza militar a la
dominación mental de Fulbert para atacar a Malevil. los buenos ganan. Fulbert y
Fabrelâtre están eliminados. La radio funciona, las parejas se forman, nacen
pequeños animales, todos tienen ropa limpia….
Pero
llegan helicópteros con gente en ropas antiatómicas. Se los llevan para
descontaminarlos….
El
principio de la historia es él de la novela, pero con menos personajes y, sobre
todo, ninguna presentación de sus antecedentes. El momento de la explosión es
tratado con mucho efectismo. Pero, a partir del momento en que todos salen, el
tiempo se detiene. La imagen, por cierto, muy hermosa en su estilo apocalíptico,
se alarga, lentísima. No pasa nada. Si la novela se centraba en la
reconstrucción de la vida de la comunidad, en el pensamiento constructivo para
hacer algo, aquí no se hace nada. Los personajes siguen siendo puras
superficies. Unas cuantas frases expresan un sentimiento, muy de vez en cuando.
Parece no hacer interacción entre ellos, ninguno para sentir o evolucionar. Hay
inclusive poca coherencia en la narración, en el tiempo. ¿Cuándo creció la
invidente? ¿Cuándo dejo de serlo? ¿Cuándo llegó Fabrelâtre?
De
Chalonge toma unos elementos de la novela y los pega sin construir un hilo
narrativo coherente. Y, sobre todo, quita todo lo que hace el interés de una
novela o película de anticipación: la reconstrucción de la civilización. ¿Con
qué hay que quedarse? ¿Qué hay que eliminar? ¿Qué hay que inventar? ¿Qué hay
que organizar? Qué valores conservar o transformar. Merle en su novela, además
de manejar el paso del tiempo y de los espacios, profundizar los caracteres, al
mismo tiempo que va integrando unos nuevos conforme los encuentros, con los
cambios que esas llegadas provocan en una dinámica ya instalada, plantea las
grandes preguntas de todas las civilizaciones: toma de decisión,
responsabilidades, obediencias, y sobre todo el lugar de la religión, con el
personaje fascinante de Fulbert.
En
la cinta parece que el talento de los actores es demasiado grande para la insipidez
de los personajes. Que hubiera sido del sarcasmo frío de Trintignant con el
Fulbert de Merle, y de la humanidad egoísta de Emmanuel con el inmenso talento
aparentemente bonachón de Serrault.
Además,
al juntar a varios personajes en un solo, obviamente ya no tiene nada de las
individualidades que se complementan o se oponen. Así mismo la cuestión del
lugar de las mujeres, muy discutible en la sociedad según Emmanuel, queda
reducida a nada.
Una
gran decepción, un gran despilfarro de actores, Después de una novela bien
construida, discutible en algunos aspectos, lo que la hace aún más interesante.
Y
totalement digna del género narrativo al cual pertenece.
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