Retrato de una obsesión, de una mente perturbada en un mundo podrido. Un personaje a la vez angustiante y fascinantemente repulsivo llevado por un Adam Sandler que recuerda al Al Pacino de Scarface .
Ficha IMDb
Sabemos que las piedras preciosas vienen de África; también sabemos que se dan en una forma bruta como piedras feas a las cuales habrá que tallar para obtener esas joyas extraordinarias que son un diamante, una esmeralda, un rubí, y que costarán fortunas.
De la misma forma Howard Ratner (Adam Sandler) es un ser extraño, feo, maleducado, malhablado e irrespetuoso. Está separado de su esposa Dinah (Idina Menzel), quien vive con sus dos hijos grandes en una magnífica casa de los suburbios. El mismo vive en un departamento en la ciudad de Nueva York con su amante Julia (Julia Fox) con quien lleva una relación muy física .Trabaja en la calle 47 en Nueva York es decir el distrito del diamante en su mayoría judío. Su tienda no da directamente a la calle, está en un piso, casi escondida, accesible sólo a los que lo conocen. Todo parece muy desordenado. Tiene doble puerta como un banco, y con un compartimiento aislado para entrar, pero que a veces no funciona. Un sistema de cámaras interiores permite vigilar quién hace qué con quién, quién dice qué, quién disimula qué, así que Howard tiene un control completo y maniático de su negocio. Es además un fanático de un equipo de básquet y en particular de un jugador muy famoso, Kevin Garnett. Pero, sobre todo, Howard sufre de una indomable adicción al juego: le debe 100 000 dólares a su cuñado prestamista Arno (Eric Bogosian). Su amor de las piedras lo lleva a adquirir un ópalo negro sin cortar, procedente de la mina etíope Wolo. Piensa subastarlo por el precio de un millón. Cuando Garnett ve la piedra, se obstina en tenerla como amuleto para su juego de la noche. Howard acepta a regañadientes y toma el anillo de campeonato NBA del basquetbolista como garantía.
Empeñando el famoso anillo, Howard consigue dinero para apostar a un juego perfecto de Garnett. Así obtendrá el dinero de su apuesta, recuperará el anillo, pagará sus deudas y finalmente recuperará su piedra que podrá subastar. Un plan perfecto y prometedor de inmensas ganancias. Todo se encamina bien, hasta que Arno y sus hombres Phil (Keith Williams Richards) y Nico (Tommy Kominik) secuestran al hombre feliz. Arno revela que canceló la apuesta de Howard ya que se hizo con dinero que no era suyo. Primera desilusión y pérdida.
Garnett devuelve la piedra y propone comprarla por 175 000 dólares, lo que Howard rechaza ya que su expectativa de venta es mucho mayor. Pero descubre que el ópalo ha sido valuado para la subasta por mucho menos de lo previsto, así que es poco probable que alcance el precio de venta esperado. Para obligar a Garnett a pujar, Howard utiliza a su suegro Gooey (Judd Hirsh) para subir las ofertas. Todo el plan se cae cuando Garnett abandona la subasta. Ahora Howard tiene que pagar su propia piedra, y muy caro, sacar el anillo de la tienda de empeño y pagar su deuda de juego.
Finalmente vende la piedra al deportista, apuesta en el juego de baloncesto de la noche y gana mas de un millón. Al fin, tiene el control de la situación. Pero sus acreedores no lo dejaran disfrutar de su felicidad…
El elemento clave de toda la historia es esta piedra no cortada que Howard utiliza como instrumento para solucionar sus problemas . Al jugador de baloncesto le va a servir de amuleto. Con su acreedor le va a servir de moneda de negociación. Pero finalmente nuestro personaje va a ir cayendo y cayendo cada vez más en sus propios juegos y sus propias falsedades. Sus manipulaciones lo van a apretar cada vez mas en una red de complicaciones. El objeto de su deseo se le escapa. El amuleto mágico se vuelve cada vez mas virtual e inaccesible.
Howard terminará pagando con su propio cuerpo en el sentido que le van a cortar los dedos del pie como se cortan pedazos de una piedra para revelar la joya que lleva dentro. Lo fascinante en esa película es la fealdad: de la misma forma que la piedra no cortada es fea, de la misma forma que el carácter y la apariencia de Howard son feos, de la misma forma la sociedad en el cual se desarrolla es fea, empezando con su familia : su esposa que lo desprecia, su amante que lo engaña, por los mafiosos con quienes se junta.
La extrema fealdad se vuelve fascinante. El destino del personaje es trágico. Su adición lo llevó a dejarse poseer por un trozo de piedra. Las expectativas sobre esta roca y la belleza que lleva escondida lo llevan a un mundo de planes cada vez más complicados y lejanos de la realidad. La piedra es temporalmente reemplazada por el anillo de NBA, objeto concreto símbolo de un talento y un trabajo reales. Pero este objeto también pierde su realidad tangible al transformarse en dinero para nuevos planes enredados. El siguiente objeto concreto de valor tendrá que ser parte del propio cuerpo de Howard para ponerlo en contacto con la realidad sensible, con las consecuencias de sus actos que siquiera el secuestro lo había hecho entender.
Howard es un hombre condenado a vivir en lo irreal, a creer que sus deseos se van a realizar simplemente porque el así lo desea. Vive totalmente en el principio de placer, es un niño caprichoso y ávido que no ha crecido y no ha alcanzado la madurez mental que fuerza a aceptar las obligaciones y los deseos de los demás adultos. La analogía entre la mina y los intestinos de Howard, filmados al principio durante una colposcopia, muestra claramente el significado profundo de la piedra y la asimilación del contenido del colón al dinero que necesita para satisfacer sus pulsiones. Howard es la piedra en bruto que no ha sido tallada . Con sus talentos y su visión negociadora y financiera, bien podría ser un empresario genial .
De la misma forma, Adam Sandler, lejos de sus papeles cómicos, muchas veces poco inteligentes, emerge de esta cinta con un talento poseído , absolutamente genial. Es literalmente el diamante en bruto de la película. Personaje angustiado en estado de permanente excitación de una película angustiante, nos mantiene en el filo del asiento, encerrados en un mundo opresivo, sin escape posible, ni para él, ni para nosotros, con una música de Daniel Lopatin que nos taladra los oídos y se mezcla con sonidos constantes y confusos de la calle, con conversaciones, o músicas, y unas imagines de Darius Khondjil en constante movimiento frenético.
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