En la gran tradición francesa del cine popular y realista después de la Segunda Guerra Mundial, une historia aparentemente sencilla, con grandes actores.
Ficha IMDb
Una joven pareja es encontrada al alba, muerta en un autobús abandonado. Se suicidaron con cianuro . El caso está claro. No hay nada que investigar. Pero el inspector Ernest Plonche ( Louis Jouvet) quiere entender por qué dos jóvenes hermosos y enamorados, con el futuro delante de ellos, decidieron acabar con sus vidas, sin dejar explicaciones y obtiene de su jefe el comisario Constant (Paul Barge) unos días para investigar.
La versión oficial de los padres es que el matrimonio iba a realizarse pronto con la bendición de todos. Pero a lo largo de pláticas informales, alrededor de un té, un vaso de vino o un aperitivo, dependiendo del nivel social de sus interlocutores, Plonche va poco a poco entendiendo quiénes son los responsables de esta tragedia.
El joven Jean Bompart (Daniel Gélin) trabajaba en las oficinas del industrial Charles Mareuil (Marcel Herrand) quien había anteriormente empleado a su padre Auguste (Georges Chamarat) antes de despedirlo por robo. Invitar a Jean a la fiesta de cumpleaños de su hija Catherine (Dany Robin ) fue para los Mareuil una suerte de compromiso social, a pesar de su abierto desprecio. La madre, Madame Mareuil ( Yolande Laffon) , por sus actitudes más que por sus palabras deja ver la contrariedad que significó el amor que surgió espontáneamente entre los dos jóvenes y la decisión de comprometerse en él. Por otro lado, el padre Auguste Bompart (Georges Chamarat), oportunista alcohólico que se pretende artista, animaba a su hijo a sacar provecho de los Bompart, como el lo había hecho anteriormente.
Plonche va descubriendo que todos mienten, y que los jóvenes han sido las víctimas inocentes de conflictos entre sus padres. Nuevos Romeo y Julieta, no pertenecían a familias enemigas, sino a clases sociales que, sin ser propiamente enemigas, no pueden entenderse ni aceptarse. Con flashbacks sucesivos se va reconstituyendo la tragedia de los jóvenes amantes malditos.
Louis Jouvet, su silueta alta, su voz profunda, su humor glaciar (los diálogos son de Michel Audiard) pasea su cinismo y su severidad con la misma naturalidad en un salón burgués, un cuarto de sirvienta, un taller de artista. No para de buscar, empujado por una necesidad de saber y de reivindicar, casi de vengar, a dos inocentes que fueron sacrificados en el altar de las conveniencias sociales y de los egoísmos de los “adultos”. Su expedición hacia El Touquet , Paris-Plage, es el momento más tenso. Una extraña fuerza lo habita y lo lleva de la playa a las tiendas, los hoteles, en su oscuro traje de ciudad y de oficina, en medio de trajes de baño, sombreros de paja y vestidos floreados. No pertenece a esta sociedad feliz que quiere distraerse. El tiene un deber con que cumplir.
La cinta es un grito sordo, una recriminación a una sociedad que no quiere evolucionar, constituida de egoístas, que buscan satisfacer su deseo de vida fácil o su necesidad de mantener el estatus. Gente que se siente amenazada por la libertad, la espontaneidad de unos enamorados que todavía creen que todo es posible. Si hoy Louis Jouvet nos parece ser una imagen vieja, conservadora, tiesa, en esta cinta simboliza una fuerza flemática pero revolucionaria. La fuerza de la ilusión de una sociedad de iguales. Esta película fue la última del genial actor, maestro, director de teatro.
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