En 1940, Marcel Pagnol saca una novela, mitad novela, mitad guion, de la película que realizó el año anterior. De esta novela, Daniel Auteuil saca su película actual, la que, obviamente, no puede hacer caso omiso de la anterior. Las grandes sombras de Raimu, Fernandel y Charpin se transparentan atrás de los intérpretes actuales.
Ficha IMDb
La historia depende mucho de su época. En los años treinta y en el campo, el honor de las chicas era asunto sagrado. Patricia (Astrid Bergès-Frisbey) es la hija del “puisatier”, este hombre indispensable a la vida de los campesinos, ya que de él depende la construcción y manteniendo de los pozos. Sin él, no hay agua. Sin agua no hay cultivos, no hay vida. Este tema es tratado en varias ocasiones por los escritores provenzales, en esta zona del sur de Francia que llegar a ser sumamente caliente y árida en el verano. Pagnol mismo tocó el tema en su cinta Manón des sources (1952), con su esposa Jacqueline en el papel protagónico, y de la cual sacó una novela, que fue más recientemente adaptada por Claude Berri (1986), con Daniel Auteuil en el papel del feo enamorado, Ugolin.
El "puisatier", Pascal Amoretti (Daniel Auteuil), es un hombre, sencillo, trabajador, honesto y orgulloso de su oficio. Desde que murió su esposa, vive solo con sus cinco hijas, a quienes educa con rectitud. La mayor, Patricia, fue “prestada" muy chiquita a una señora de Paris que no podía tener hijos, y porque Pascal decepcionado de tener tantas hijas, menos valiosas en comparación con un hijo varo, pensó que no tenía ninguna importancia. Patricia se educó en la capital, en una escuela religiosa, hasta tomó el acento de allá.Al volver a los dieciséis años, se encargó de la casa y de las hermanas menores. Ahora Pascal la quiere como a un hijo. Es su princesa.
No le disgustaría darla en matrimonio a su asistente, Felipe ( Kad Merad), un hombre serio, tranquilo, no muy guapo, pero que vive cerca y que dueño de un dinerito ahorrado.
Pero la princesa Patricia encuentra a su príncipe, Jacques Mazel ( Nicolas Duvauchelle), hijo de un rico comerciante de la ciudad ( Jean-Pierre Darroussin), aviador, guapo y que sabe deducir a las mujeres.
Una cita, una carta destruida por una madre celosa (Sabine Azéma), una salida repentina a una misión, un embarazo. Cuando los padres Mazel se niegan a escuchar la demanda de Pascal en nombre de su hija, este se ve obligado a mandarla a casa de su hermana Nathalie ( Anne-Marie Chazel), que también hizo “errores” en su juventud y a olvidarla.
Finalmente todo acabará bien y las familias encontraran armonía y entendimiento. Porque, en el mundo de Pagnol, la gente es esencialmente buena y merece vivir feliz.
La adaptación de Daniel Auteuil es fiel al espiritual de Pagnol. Logra transmitir el amor al campo de Provenza, a los olivos, a las carreteras en la sombra de grandes árboles (plátanos, pero no los de la fruta). Aunque se esperaba más espacios abiertos, más lavanda y más cigarras. Él mismo es fiel a la interpretación del gran Raimu. Tiene el acento, la fealdad bondadosa, los silencios, la mirada y la tosquedad de esos padres que aman demasiado y saben que no tienen derecho a expresarlo. Su emoción, contenida y profunda, se transmite. Junto a él, Kad Merad como Felipe, es también muy justo en su interpretación. Es el heredero perfecto de Fernandel, Feo, bondadoso, honesto, que puede inspirar admiración y hasta amor, un amor sencillo y tranquilo.
Pero los demás dejan mucho que desear. Jean-Pierre Daroussin es muy tieso para el bueno de Mazel, rebasado por su estatuto de comerciante, por el libertinaje de su hijo, de quien admira las proezas aéreas, y sobre todo por su esposa, madre posesiva antes que todo. Sabine Azema actúa cono en un circo, es un payaso histérico y despeinado. Uno no sabe si llorar o reír al verla patalear y sacudirse. Y la del título, la hija del puisatier, se ve bastante tonta y sin profundidad, cuando en la novela, es una joven orgullosa de sus sentimientos, de su maternidad al mismo tiempo que llena de un amor y sumisión ejemplares a su padre. El aviador Jacques es igual de inconsistente que ella, lo que corresponde perfectamente al papel, en la novela y en la película anterior.
Pero lo más criticable en la cinta es la decisión de Auteuil de suprimir las alusiones precisas a la época. Aunque se vea a los jóvenes irse a la guerra, y se les vea después en uniforme, hasta cuando no deberían porque están de permiso, se omite el anuncio por el Maréchal Pétain de la aceptación de la derrota. Es una lástima porque es eso lo que explica la salida, la desaparición y la nueva situación de Jacques a su regreso.
Estas circunstancias particulares en las que vivía Francia en los años 40, con el culto al campo y a los trabajadores manuales instaurado en la Revolución nacional de Pétain, ayudan a entender la oposición entre Pascal, el hombre cercano a la tierra, y los Mazel, comerciantes de la ciudad.
La cinta omite también algunos detalles que complementan el retrato de los personajes: el humor de Felipe, los orígenes italianos de Pascal, sus bromas ….
Pero lo que queda después de verla es la emoción delicadamente transmitida por Daniel Auteuil, el sentido de la familia, y el inmenso amor por el nieto, “Amoretti chico”, por cierto “interpretado” por el propio hijo de Daniel Auteuil .
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