Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, August 26, 2016

3 coeurs (Benoit Jacquot, 2014) – 8.5/10

Construida como una tragedia clásica, en cinco actos y muchos silencios, esta cinta trata de pasión y de imposibilidades, con un trío de actrices extraordinarias.

Ficha IMDb

En una pequeña ciudad de provincia, un hombre (Benoît Poelvoorde) corre en la noche hacia la estación de trenes. Pero el destino le impide alcanzar su tren. Llega al anden cuando las puertas se acaban de cerrar. Tiene que quedarse. En un café- restaurante-tienda de tabacos, aceptan servirle un agua mineral, cuando ya están cerrando. Y, en ese minuto llega una mujer (Charlotte Gainsbourg) a comprar cigarros. Estaba escrito, tenían que encontrarse. Van a pasar la noche caminando, platicando, fumando. A la mañana siguiente, cuando ella lo acompaña a tomar el primer tren, deciden de pronto volverse a ver, sin darse nombres ni números de teléfono. Solo un fecha: el viernes siguiente, una hora: las siete de la tarde, un lugar: el jardín de las Tuileries. 

Ella vuelve a su casa, la decisión que no podía tomar sola ya se tomó: no va a acompañar a su esposo a los Estados Unidos.

Una semana después, ella sube feliz al tren. El recibe a dos chinos en su oficina del Ministerio de Impuestos. No hablan francés, él no habla chino. Lo único que cuenta es que no hicieron correctamente su declaración e invadieron impuestos. Con eso ya se anuncia parte del tema: lo que cuenta es la verdad, no lo que se dice, o se oye.

Mientras ella se instala en su silla del parque, él se apresura a salir. Angustiado porque sabe que no va llegar a tiempo, tiene una indisposición cuando su coche sale del estacionamiento subterráneo. La luz es demasiado fuerte, la angustia demasiado grande: se desmaya. Y cuando llega al parque, ella, decepcionada, ya se fue. 

Volvió a su ciudad, a su casa, a su esposo (Patrick Mille), quien la acogió y la consoló. Volvió a su vida, su madre, su hermana, la tienda de antigüedades. Volvió a la vida normal que incluye un viaje a Estados Unidos con su esposo. Pocos días después, mientras la hermana llora de angustia porque nunca han sido separadas, la madre sirve la última comida familiar.

Semanas después, Marc a quien le han diagnosticado una fragilidad cardiaca, vuelve a trabajar a la ciudad y, otra vez, el destino actúa. En un pasillo encuentra una mujer en llantos, agobiada por unas amenazas fiscales. Marc le propone ayudarla.

Lo que espectador sabe, y que los personajes no saben, es que esta mujer, Sophie (Chiara Mastroianni) es la hermana de Sylvie. Sabemos que algo anormal esta por pasar pero no sabemos en qué tonalidad se va a desarrollar.

Y la tonalidad va a ser la del silencio. El día que Marc, ya casado y feliz con Sophie, descubre en un cajón el encendedor con el cual Sylvie, la mujer anónima, jugaba, se va a mostrar, a distancia, por Skype, sin decir palabra.

El resto es un encadenamiento de encuentros, de miradas, de silencios. Un último intento de volver atrás, de hacer como si no hubiera pasado el ataque al corazón, el físico, y de volver al ataque al corazón original, el sentimental, terminará en otro ataque al corazón, fatal esta vez. Fatal físicamente para Marc. Fatal sentimentalmente para las dos hermanas porque Sophie, finalmente entenderá. 

La historia avanza en forma irremediable, marcada por el destino, como en los cinco actos de una tragedia clásica. Un hombre está dividido entre dos mujeres, a quienes ama de forma diferente. Convencido de haber perdido el amor de su vida, decide con su cabeza y la parte razonable de su corazón hacer su vida con otra. Se trata de su corazón tranquilo, el que puede aguantar solo emociones de tamaño humano, familiar, un amor amistoso. Su otro corazón, el sensible, no puede aguantar la pasión, al mismo tiempo que la desea. Como en las grandes novelas románticas, el cuerpo expresa los sentimientos. Es la metáfora de lo inexplicable. 

No se habla mucho en esta cinta, se dicen solo las cosas de la vida cotidiana, las razonables. Lo demás pasa en las miradas, en los ojos en los cuales pueden asomarse las lágrimas, otra forma de expresar la angustia. La mirada puede entender lo no dicho y la madre, experta en detalles, sean gastronómicos, artísticos, sociales o sentimentales, percibe lo que cada uno trata de esconder.

Se puede pensar en los grandes del cine francés, Truffaut experto en las finezas del amor dividido: Les deux anglaises et le continent, Jules et Jim, o La femme d’à côté. Chabrol, experto en las hipocresías y costumbres burguesas provincianas. 

De la misma forma, la voz off (la del director) de un narrador cómplice del espectador llena las elipses de tiempo y permite sentir el peso de los días mientras la mentira o el silencio se prolonga, como la voz de Jeanne Moreau en las películas de Marguerite Duras.  La extraña música de Bruno Coulais , tal vez demasiado intensa, acompaña los momentos en que algo va a pensar, imponiendo una angustia antes de que pasé lo que impedirá cualquier vuelta atrás. 

Marc trata de mantener una  posición que, al mismo tiempo, sabe imposible. Si sus problemas cardiacos son  la manifestación física e incontrolable de su dolor, su trabajo, tan razonable de inspector de impuestos le ofrece una posibilidad de manifestar su desacuerdo con su situación. La auditoría que lanza en contra del alcalde Castaing (André Marcon), amigo de su suegra, invitado a la boda después de celebrar el matrimonio civil, es una forma de aventarse a la fosa de los leones. Es un suicidio profesional, una huida hacia adelante. 

Las tres actrices están perfectas para esta relación cercana, demasiado cercana para poder escapar la una de las otras. Charlotte Gainsbourg, a medida que avanzan los años, se vuelve más humana, más flexible, más sensible, al punto de ser casi hermosa. Chiara Mastroianni y Catherine Deneuve no pueden esconder su parentesco en la vida real. La hija de la pareja ideal Deneuve-Mastroianni, no heredó la belleza de sus padres, pero si la presencia y un talento tal vez mas interior. 

Benoît Poelvoorde, sin embargo, no fue el más indicado para hacer frente a este trio talentoso. Algo le falta, no es bastante “clásico”, tal vez por acostumbrar papeles más ligeros, para transmitir la dimensión trágica de su personaje. 

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