Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, January 18, 2019

Vox Lux (Brady Corbet, 2018) – 6.5/10


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A pesar de una prestación hiperbólica de Natalie Portman y de muchos efectos de luces y lentejuelas, la cinta no deja de ser muy superficial y casi aburrida por su falta de consistencia narrativa.

Ficha IMDb

En 1999, Celeste (Raffey Cassidy), alumna de secundaria, vive el horror de una masacre. Un compañero, Ethan( Fred Hechinger) entra al salon de clase y dispara. Céleste sobrevive con una bala en la cadera. Con la ayuda de su hermana Stacey (Stacey Martin) compone una canción para recordar a sus compañeros fallecidos; la canta en un memorial; la canción da la vuelta a Estados Unidos, volviéndose un himno a la paz, la solidaridad, la esperanza, la resiliencia. Celeste es ahora un símbolo. Como los símbolos pueden atraer bastante bien el dinero, un empresario (Jude Law) se dedica a convertir a la joven en un ídolo mercantil de pop music.


 La división de la cinta en tres partes puede parecer cita-homenaje a Lars von Trier, pero es más bien un pretexto-justificación a las lagunas-elipsis de la narración. Tres episodios de violencia publica: el atentado en la escuela, inspirado por los sucesos de Columbine, Colorado en 1999, y tantos que siguieron; el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, y un ataque en una playa europea ,son el detonador de cada episodio-etapa de la vida profesional de Celeste (Natalie Portman). De su vida personal casi no se habla: ¿Por qué se quedó su hermana con ella? ¿Cuál es exactamente su papel? ¿Cuándo nació esta hija, Albertine (Raffey Cassidy)?

Parece que le tiempo en la cinta salta de un episodio a otro. Sin establecer puentes. Celeste en un momento tiene una personalidad y un comportamiento. El carácter de la adolescente no tiene nada que ver con la adulta famosa. La cinta no logra explicar o mostrar la evolución. La inocencia desapareció, lo que es normal, pero la nueva persona, rígida, intolerante, egoísta, la que habla sin dejar espacio al otro, la cínica, no se instaló de golpe. Y los sucesos violentos exteriores no son suficientes para explicar la brutal transformación.

La tercera parte, con una Celeste adulta, dedicada totalmente a la promoción de su nuevo disco Vox Lux , quiere yuxtaponer la vida personal y la vida profesional : Celeste en su papel de madre es igual de intolerante e impositiva que en su papel de cantante. Impone su presencia, sus explicaciones, la expresión de sus sentimientos. No deja ningún espacio para nadie. Exige compasión y comprensión, pero es incapaz de darlas. La interpretación de Portman hace de ella un monstruo porque es una interpretación compuesta de estereotipos. Es artificial en su exageración. Sin ninguna sutileza o composición interpretativa, Natalie Portman actúa con las mímicas y tonalidades de un papel falso. Se va a lo fácil: exagerar. Celeste se revuelca en la victimización, la auto compasión, física por la bala que sigue alojada en su cuerpo diez y siete años después, sentimental por su situación de madre soltera, heredera de un oscuro error de juventud, jamás explicado. De la misma forma, la interprete se queda en la superficialidad de una interpretación que se arriesga a volver ridículo su personaje, por lo poco creíble de su grandilocuente y caricaturesca sobreactuación

La presencia de un narrador en off, en la voz de Willem Defoe, convierte la historia en un tipo de cuento de los tiempos modernos, y parece proponer una moralidad: la violencia exterior nos convierte en lo que somos. Somos víctima del mundo que nos rodea. Tal vez sea finalmente eso el tema de Vox Lux. No tenemos interioridad, somos una forma hueca que se deja ocupar por el estimulo mas fuerte que se nos presente. O será eso la descripción de los artistas populares, los que llenan los estadios de reflectores y espectadores enloquecidos.

Es inevitable hacer un paralelo con el Black Swan (Darren Aronofsky – 2010): misma hipérbole en el artificio, el maquillaje, el traje, la expresividad. el olvido de la persona hasta el sacrificio para producir un objeto artístico efímero. pero Brady Corbet no supo sacar de su personaje y de su interprete la fuerza maléfica del artista poseído por la obra. como una bailarina, Celeste es disfrazada, disimulada bajo mascaras, cabello pintado, brillantina, lentejuelas. en el Cisne negro, esos excesos contribuían a la poesía, en el sentido propio, a la creación de la belleza. El sufrimiento era necesario para llegar a la transfiguración, a la muerte y renacimiento del ave fénix. Aquí esos elementos subrayan lo plástico, la artificialidad sin verdadero objetivo. Inclusive la coreografía del espectáculo final es poco original y muy repetitiva.

Celeste la cantante es un producto fabricado con mucho color, brillantez y movimiento. Celeste la mujer-hermana-madre es una persona hueca, que mueve mucho la cara y los labios, pero no expresa nada. Sus palabras son repeticiones de frases previsibles: “Mis canciones cada vez son peores, pero cada vez se veden den más.”; “Todo el mundo quiere algo nuevo y vacío.”

Mucho ruido, muchos colores, mucho brillante, para cubrir un vacío que ni siquiera inspira a conocerlo mejor. Un mundo falso que cubre una falsa profundidad.

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