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Son famosos como estrellas del cine o del deporte,
cada movimiento o palabra de ellos le da la vuelta al mundo, no hay personaje más
mediatizado que ellos : los papas están en el centro de la actualidad. Siempre.
Y cuando se tiene la suerte de tener dos al mismo tiempo, no se puede
desaprovechar la oportunidad, sobre todo si parecen tan opuestos, en
comportamientos y pensamientos. La cinta iba directo al éxito. Sin embargo, su
simplicidad glamorosa no alcanza a cautivar la atención. Afortunadamente, los
dos interpretes levantan el nivel.
Ficha IMDb
Varios ejes
temporales organizan la cinta, cosa rara para una adaptación de una obra de
teatro. Un eje es él de las elecciones papales, de 2005 y 2013, con todo su
ritual : televisiones, encierro del conclave en la Capilla Sixtina, votos,
humos. Sigue una línea cronológica, desde la elección de Ratzinger en 2005,
llegando Bergoglio en secundo lugar.
Otro eje está en la
época actual, con Francisco (Jonathan Pryce) ya en el puesto, tratando de hacer
una reservación de avión para ir a Lampedusa, lugar de arribo de emigrantes .
Otro es el mero
tema de la cinta , el encuentro de los dos papas, en Castel Gandolfo, cuando Joseph Ratzinger, papa
Benedicto XVI (Anthony Hopkins) todavía ejercía, pero ya estaba pensando en
retirarse, por motivos de salud y tal vez por el exceso de escándalos en el
vaticano.
Todo eso se
complica con los flashbacks en la vida de Bergoglio (Juan Minujin ) en
Argentina, su juventud, el llamado sacerdotal, la vida de jesuita, las decisiones
como jefe superior de la Orden durante la dictadura militar de Videla entre
1976 y 1983, el retiro hacia una vida humilde de ayuda al pueblo, hasta
llevarlo a la decisión de retirarse a los 76 años como cardenal para trabajar
como simple cura. Envía una carta, por el correo normal, al papa en turno, para
pedir la autorización. Sin respuesta, decide ir a Roma. Por coincidencia, el
papa esta justamente llamándolo. Pasará dos días en compañía de Su Santidad, en
su residencia de verano, una magnifica casa en media de un jardín paradisiaco.
Es en esa parte
donde se ve claramente el origen teatral de la cinta : se trata de un largo
dialogo entre dos personajes opuestos por sus gustos, sus referencias culturales,
sus orígenes, sus trayectorias intelectuales y activistas, sus opiniones sobre los
grandes problemas de la sociedad actual y de la Iglesia. La simplicidad y el
humor de Bergoglio se oponen a la seriedad de Ratzinger. Un argentino y un alemán,
un intelectual y un trabajador social. La meta de la obra es obviamente encontrar
el punto común entre los dos, para dar una visión pacificadora de la Iglesia,
como si los temas sociales fueran meros puntos de detalle. Los dos hombres,
como simples mortales, logran entenderse, visitan juntos la Capilla Sixtina
antes de que lleguen los turistas, comparten pizza y Fanta viendo la final
Alemaña argentina del mundial de futbol 2014. Uno de los temas centrales, los
casos de pedofilia con las posiciones oficiales de Juan Pablo II y Benedicto XVI
, se ve casi callada, en el momento que Bergoglio se distrae de la conversación
y deja de escuchar lo que dice Ratzinger de Maciel, fundador de los Legionarios
de Cristo en México, y personalmente abusador de unos sesenta menores, mientras
gozaba de la simpatía, y del dinero, de las clases altas mexicana, y hasta recibió
las felicitaciones de Juan Pablo II.
La fotografía de Los
dos Papas es hermosa, favorecida por los colores de la naturaleza italiana,
y de la pompa eclesiástica. Los rojos y violetas, el blanco y el oro levantan
el animo, y propagan una idea de lujo pacifico, pero convencido de su propia
fuerza. La sotana siempre ha sido un traje favorecedor. ¡No olvidemos a Keanu Reeves
en Matrix ! Y el listoncito purpura sobre el traje negro de cardenal es
de una elegancia pasmosa. Hay que reconocerlo : estos dos papas son muy
seductores . Encarnan el poder de atracción de la Iglesia. Los dos interpretes están
a la altura de esta misión : jalar la atención, discutir de religión en forma
sencilla , introducirnos a la vida intima de seres de un nivel que nos rebasa. Y
llegar a una reconciliación.
Claramente, la
cinta ostenta una preferencia hacia el papa de los pobres, el sencillo y
humilde, él de los zapatos negros viejos , del futbol y la pizza, su falta de respeto
hacia las reglas y los protocolos. La interpretación de Pryce, con su eterna sonrisa
en los ojos , su paciencia que parece ser bondadosa y comprensiva pero tal vez
es superioridad, frente al elitismo abierto interpretado por Anthony Hopkins, casi
caricatural a veces, encerrado en su cultura de otros tiempos, pone de
manifiesto la diferencia entre dos concepciones de la Iglesia, una conservadora
y una progresista, una autoritaria frente a una benevolente. Bergoglio ha demostrado
en el ejercicio de su papado su voluntad de hacerlo de ora manera: nada de
lujos, hacer él mismo todo lo que un hombre normal hace para organizar su vida.
Y sobre cuestiones dolorosas : homosexualidad, prostitución, contracepción, y
sobre todo pedofilia sacerdotal, habló claramente, actuó como ninguno de sus antecesores
había hecho.
La cinta trata en forma abiertamente desigual
a los dos papas al no mostrar la juventud de Ratzinger, su familia antinazi a
pesar de la obligación de entrar a las Juventudes Hitlerianas, en los últimos años
del tercer Reich, su voluntad utópica de cambiar la Iglesia. Parece que su
personalidad en realidad dulce y más bien tímida haya sido transformada por la interpretación
de Hopkins. Todo está hecho para hacer que el espectador ame a Bergoglio y rechace
a Ratzinger, el "Rottweiler de la Iglesia”.
Los lujos y ritos
del vaticano, y el rechazo que provocan en un humilde cardenal, elegido en
contra de su voluntad, lejos de las maniobras complotistas de cardenales ávidos
de poder que habita algunos como en los
buenos viejos tiempos de los Borja, recuerdan la ironía de Habemus Papam (Nanni
Moretti – 2011) con un Michel Piccoli asustado por el peso que se le viene encima
y que prefiere esconderse en el Vaticano antes de huir en las calles de Roma, mientras
un psicólogo interpretado por el propio director trata de entretener a los
cardinales organizando un torneo de voleibol . Moretti el italiano hizo una
cinta mucho mas personal y libre.
A la cinta de Meirelles
le sobra seriedad y buenas intenciones. Tratando de construir una estructura narrativa
compleja, produce confusiones sobretodo cuando mezcla aparentes documentos de
archivo con elementos de ficción interpretados por actores. Mezcla también las
tonalidades, usando un humor feroz al sobreponer Dancing Queen a la entrada
en conclave, y una solemnidad dramática en otros momentos. Parece que el
director no supo qué escoger y qué desechar en su selección de medios para brindar
un homenaje al nuevo papa. Se pierde en su camino y pierde fuerza de convicción,
al mismo tiempo que cae en simplismos y falta de sutileza. Tuvo que caer en
extremos poco verosímiles como una crisis de fe sufrida por Benedicto y
aliviada por la presencia de Bergoglio.
Es una lástima
porque tenía unos interpretes de primera que podían elevar el duelo a niveles
mucho más altos, mas allá de una cinta promocional para el vaticano.
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