En la sombría historie la Guerra Fría, un episodio de juego. Pero las partidas de ajedrez significan mucho más ya que disimulan un juego de espías, en el contexto del clímax de la crisis : Cuba y las ojivas rusas. Un genio matemático y ajedrecista, pero alcohólico será el vehículo de extraños intercambios .
Ficha IMDb
En 1962, el odio entre los dos bloques se ha intensificado. El mundo esta dividido. Hay que escoger su lado : pro-capitalismo y Estados Unidos, o pro-socialismo y Unión Soviética. La pelea se extiende a todos los campos : ideología, economía, conquista del espacio, armamento, hasta el ajedrez. las embajadas son nidos de espías. Pero estos circulan en todas partes, algunos complican más la confianza al ser dobles, o hasta triples.
Cuba es un espacio clave : cercano a la Unión soviética en cuestión ideológica, está demasiado cercano a Estados Unidos en cuestión geográfica. La amenaza está al alcance de la vista. Cuando se corre el rumor que la URSS va a utilizar a la isla como base de almacenamiento y posible lanzamiento de sus misiles nucleares, Kennedy y su equipo empiezan a temblar. Necesitan saber si el rumor es fundado, si los misiles están realmente listos.
En ese contexto sigue el enfrentamiento pacifico de los ajedrecistas. Tradición cultural muy arraigada en los países del este, el ajedrez tiene desde años sus mejores jugadores en la Unión Soviética. El enfrentamiento en el tablero es la metáfora del enfrentamiento en la Guerra Fría. Lo que se justifica aun más sabiendo que el ajedrez es, antes que todo, un juego de estrategia.
La final oponiendo al campeón (en el sentido medieval) americano al campeón soviético Gavrylov (Evgenyi Sidikhin) va a tener lugar en los próximos días en Varsovia, en terreno casi neutral. Polonia no es la Unión soviético, pero es un estado del Pacto de Varsovia, está detrás de la cortina de hierro. Es un país aliado del gran hermano soviético, es decir un amigo obediente.
El plan gringo esta bien organizado: su campeón, Konigsberg, además de defender el honor ajedrecista, recibirá de un espía los planos de los cohetes. Pero el campeón muere, probablemente envenenado por los soviéticos, y la urgencia de los tiempos obliga a encontrarle un sustituto. Será Joshua Mansky (Bill Pullman) , matemático genial y borracho quien ocupará su lugar, muy a pesar suyo, acompañado por los agentes especiales Stone (Lotte Verbeek ) y White (James Bloor) , todos bajo los ordenes de Novak (Corey Johnson), alto mando en la CIA.
El torneo, en cinco partidas, se desarrolla casi normalmente, con algunas trampas del lado soviético como poner a un hipnotizador entre el publico para desconcentrar a Mansky. Las borracheras de este mantienen un cierto suspenso: nunca se sabe si será capaz de llegar a tiempo el escenario. Hasta el momento de la transmisión del microfilm , cuando demasiadas personas se encuentran al mismo tiempo en el mismo lugar y algunos resultan asesinados. Un breve momento de duda sobre quién es el espía confiable, quién es el falso espía, quién trabaja para quién. Pero todo se aclarará muy rápidamente. Cada uno vuelve a su país, a su vida, a sus botellas o a sus misiles. La crisis pasó. Fue mucho miedo, pero no pasó a mayores. ¡Ouf!
Porque lo importante en la cinta no es la historia que cuenta, sino cómo la cuenta. Todo empieza en una suerte de apuesta intelectual y estratégica : ¿y si URSS tuviera la intención de bombardearnos? ¿Y si los misiles estuvieran ya listos? Vamos a asumir que la respuesta es : si , y vamos a prepararnos para tal situación. Pero, mientras, vamos a verificar. Para eso necesitamos los planos, para obtener los planos necesitamos al oficial soviético que traicione a su país, y al mensajero que los traiga.
Esto provoca una construcción paralela : por un lado, la historia del héroe a pesar suyo , el ajedrecista que viaja al lado enemigo para jugar su batalla simbólica ; por el otro lado la preparación de la batalla real en el terreno. Imágenes de archivos de aviones, de bombardeos, de solados preparándose. Y, otra imagen en cierta forma simbólica, la representación en un mapa del espacio bélico, con sus barquitos de madera , sus aviones desplazados por un bastón que manipula una mano invisible.
Son tiempos de miedo : el altísimo edificio del Palacio de Ciencia y Cultura se vuelve un personaje. Su arquitectura típicamente socialista impone la presencia del hermano mayor. Fue Stalin quien regaló el edificio a Varsovia. Casi siempre se le ve en contrapicado : es imponente, pesado, es gris, es austero, de pura piedra. Es una amenaza permanente. El interior es lugar de una pelea de poder. Los polacos tienen que obedecer al poder soviético quien se hace presente en la persona del inflexible general de contra inteligencia Krutov (Alksey Serebryakov). Algunos aparenten jovialidad como el maestro de ceremonias del torneo (Wojciech Mecwaldowski). Pero todos tienen miedo. Saben que ojos los observan, que micrófonos los escuchan. Son rehenes de un poder superior.
Se organizan fiestas lujosas, con música, cocteles, canapés y vestidos glamorosos. Y cada uno trata de sacar su ventaja de las situaciones : tomar una copa más, esconder una botella, escapar un momento, imponer sus voluntades, mostrarse durante un instante .
Son tiempos de miedo y de ruina para Polonia. Quince años después, el gran hermano ruso no ha podido o no ha querido, borrar los estragos de una guerra devastadora. Polonia , país generoso y hospitalario, ya no tiene nada que ofrecer a sus huéspedes. En el edificio-prisión donde nadie puede actuar o hablar espontáneamente, sólo un hombre, Alfred Slega ( Robert Wieckiewicz) , director del Palacio de Ciencia y Cultura, suerte de payaso orgullosos de ser polaco, trata de enseñar a su visitante lo que es realmente Varsovia, lo guía en un paseo nocturno expresionista, le cuenta su guerra, le presenta sus amigos, se emborracha con él. Varsovia tiene una vida subterránea. Los soviéticos no han podido invadir todos los espacios, todas las mentalidades. Este viaje a un mundo perdido, al cual se llega por los sótanos y las alcantarillas, es también simbólico, como el ajedrez o los mapas de batalla. Es el símbolo de lo indesarraigable de un pueblo a pesar de las ideologías que le quieran imponer, es el símbolo de la fraternidad que puede existir entre seres de buena voluntad.
Mas allá de los clichés : el ruso temible, la espía seductora pero falsa, el genio alcohólico, el hombre bueno que acaba muerto y de los juegos obvios de simbolismos, la cinta logra imponer un ambiente y un estilo que justifican plenamente el titulo. La Guerra Fría obligó a vivir y actuar en un mundo frío, oscuro, digno de Kafka y de John Le Carré .
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