Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, July 3, 2020

Victoria and Abdul (Stephen Frears , 2017 ) -7.5/10

Cuando una dama vieja y gorda toma de capricho a un joven extranjero, es un escándalo ridículo. Cuando la dama en cuestión es la reina mas potente del mundo, se vuelve épico. Un nuevo relato de relación peligrosa por Stephen Frears , con la actuación inspirada de Judi Dench

Ficha IMDb

Victoria (Judi Dench), soberana del Reino Unido, de Gran Bretaña e Irlanda,  reina de Canadá y Australia, emperatriz de las Indias es vieja, gorda y aburrida. Vive dormitando a lo largo de su agenda cargadísima de reuniones, cenas, tés, con gente importante, famosa y elegante. Y se aburre. Lo único que la saca de su letargia son los postres.

Al otro lado del mundo, en Agra, el joven Abdul Karim (Ali Fazal) trabaja con secretario en la prisión. Es el encargado de los artesanos que producen magníficos tapetes anudados. Ya se han mandado algunos de estos a Londres, que tuvieron la suerte de gustarle a algún ministro. Para ganar un poco mas de atención, el gobernador decide mandarle a su soberana un mohúr una moneda de oro a su efigie. Para agregarle un poco de exotismo al regalo, lo presentarán a su majestad dos hindúes. Abdul tiene la suerte de que lo escojan, junto con Mohamed Buksh (Adeel Akhtar) quien no cumple con el requisito de altura, pero sustituye a un compañero que se cayo de un elefante.

Una vez en Londres, se les prepara con mucho cuidado, en sus modales, actitudes, traje un poco fantasioso, con la suprema instrucción de nunca levantar la cabeza, y, sobre todo, nunca mirar a los ojos. Pero Abdul mira a la reina, le sonríe, le besa el zapato como si fuera una diosa. Es un electroshock para la vieja dama. A partir de ese momento , Abdul se vuelve su acompañante, su consejero, su juguete. Le pide que le enseñe su idioma, aunque no sabe bien cuál es : hindú, urdu, indostaní… Decide constituir un Durbar Hall en un anexo de Osborne House , su casa en la isla de Wight, como los príncipes mongoles .

Como Abdul sabe muy bien aprovechar su simpatía natural, pretende que su padre era un maestro munshi , y que ser rebajado a nivel de sirviente es una humillación : Victoria lo nombra su propio munshi. La noticia de que el encantador joven tiene esposa e hijos la desestabiliza un instante, pero mantiene su capricho al mandarlo de vuelta a su país para que traiga a la señora. Vuelve vestido con más lujo que nunca, acompañado con esposa y suegra, disimuladas por completo bajo sus burkas negras.

El primer ministro Robert Talbot Gascoyne Cecil, Lord Salisbury (Michael Gambon) no sabe a que santo recomendarse frente a las decisiones tomadas con el consejo de Abdul; el Príncipe de Gales, Bertie (Eddie Izzard ) futuro Eduardo VII , un pobre incapaz, se siente celoso ante el amor maternal manifestado hacia Abdul; las damas de la Casa Real se sienten humilladas por las representaciones de la historia india en las cuales deben actuar disfrazadas; el secretario personal de la reina, Sir Henry Ponsonby (Tim Pigott-Smith) ) se siente reemplazado en su propio empleo; al doctor Reid (Paul Higgins) le choca terner que cuiar de la salud reproductiva de la pareja hindú. 

Cuando Victoria anuncia su decisión de ennoblecer a Abdul, es la gota que derrama el vaso. Los miembros de la Casa Real amenazan con renunciar, pero la reina no cede. Porque Victoria, muy consciente de su situación de vieja, gorda, malhumorada, sabe que ella es la única reina, la que tiene el poder y el derecho de hacer lo que quiere. Esa relación durará catorce años.

En un entorno muy cuidado, de cuartos, palacios, jardines, con una fidelidad extrema a las imágenes que tenemos de la reina vieja, Stephen Frears hace una reconstrucción perfecta de una vida de protocolos y reglas, de distinción, reserva y disciplina. El centro de su obra es ella, la reina, la emperatriz, la que impone su personalidad y su mano de hierro, a la mitad del orbe, al punto de generar un adjetivo que resume todo un estilo de vestimenta, de comportamientos, de moralidad cerrada e intolerante casi puritana.  

Pero el director nos enseña una mujer, una dama solitaria, triste después de perder, treinta años antes, al esposo que tanto amó, Albert, y al sirviente tal vez amante John Brown . Se aburre en su vida de protocolos y encajes. Su único placer son los dulces. Abdul viene a ser un dulce viviente, un consuelo. El la hace reír, la hace soñar,  gozar de la vida, como este magnifico día de campo lluvioso y ventoso en las montañas, como el baile escocés o el canto de Puccini ( Simon Callow) en Florencia. Abdul le devuelve las ganas de vivir. Poco importa si no es totalmente sincero, si utiliza su exotismo para imponerse sutilmente pero firmemente.

Es amistad, maternidad, protección, complicidad. Nada perverso. Sólo el ultimo aliento de interés hacia alguien más, sobre todo alguien que se interesa en ella como persona, al mismo tiempo que la respeta como soberana.

La cinta utiliza los métodos del drama, del sentimentalismo. La critica a la nobleza y sus rituales, al sentimiento de superioridad del colonizador hacia el colonizado, del blanco hacia el hombre moreno, del cristiano anglicano hacia el hindú, o musulmán o lo que no se sabe exactamente que es Abdul, esta critica es muy leve, para nunca pesar en el propósito sentimental de la cinta. Sólo el compañero de Abdul, Mohamed,  pronuncia palabras severas hacia el régimen de explotación ingles, que “explota a la cuarta parte del genero humano” . Pero su personaje ha sido desde el principio desvalorizado al presentarlo como el que no debía estar ahí, el bajito de estatura y siempre de mal humor, un personaje negativo.

Lo más notable de la cinta es sin duda Judi Dench. Ya sabíamos que tiene en si misma, aparte de cualquier papel, una dignidad por no decir una majestad que provoca admiración y respeto. El papel era para ella, de la misma forma que fue Elizabeth I en Shakespeare in Love (John Madden – 1998). Su carita redonda perdida en los encajes, los listos, sus chales, tocados, sus mantillas y su pelo gris, hacen de ella la viviente aparición de Victoria. Su silueta bajita y enorme, siempre negra, su bastón, su silla de ruedas, son las reproducciones exactas de las fotografías. Pero su fuerza, su inteligencia traslucen : es realmente soberana. Recupera una mirada de niña en admiración por su compañero alto que se inclina hacia ella.

No se puede esperar de la cinta ninguna enseñanza histórica o social. De hecho, el retrato del Príncipe heredero es una caricatura de un hombre que se distinguió por su respeto hacia las poblaciones de la India. El relato es meramente una anécdota, un pedazo de vida intima. Podría ser invención, después de todo. Pero se sabe que el tal Abdul sí existió: existe su retrato pintado por Heinrich von Angeli, a solicitud de la reina, Victoria lo menciona en sus diarios y se encontró el diario del propio Abdul. En base a esos documentos Shrabani Basu escribió el libro The True Story of the Queen’s Closest Confidant, publicado en 2010 que tomó Frears como punto de partida, transformando un ser ambicioso y arrogante, que manipuló a la reina a favor de los musulmanes en contra de los hindúes, en un príncipe romántico.

Es, antes que todo, una demostración del talento de Frears para contar historias de amores extraños en marcos lujosos, como Relaciones peligrosas (1988) o Chéri (2009), y del inmenso talento actoral de la gran dama inglesa que es Judi Dench.

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