Uno no puede decidir quién es el más importante, el hijo bipolar (Bradley Cooper), o el padre obsesivo compulsivo (Robert de Niro) o la novia alocada (Jennifer Lawrence). La intricada relación que se va tejiendo en una historia de recuperación, propia y conjunta, es fascinante.
Ficha IMDb
Pat (Bradley Cooper) sale de un hospital psiquiátrico, pero queda bajo vigilancia ya que fue internado por agredir al hombre que encontró en su cama con su esposa Nikki (Brea Bee).Ya que perdió su casa después del divorcio, tiene que volver a vivir a casa de sus padres. El Sr Pat (Robert de Niro) es un poco extraño y obsesivo con el orden y el lugar asignado de las cosas. Trata de entender a su hijo, lo que hizo y la situación en la cual se encuentra. Pero al mismo tiempo lo ve como a un niño a quien debe educar. Pero sobre todo, necesita de amuletos, de patrones de conducta que no deben modificarse so pena de llevarlo al fracaso. Es, además de fanático del equipo local de futbol, jugador compulsivo y apuesta regularmente a su equipo con el objetivo de juntar dinero para montar un restaurante. Piensa que Pat es el amuleto que, con su regreso a casa, le va a traer todas las suertes que lo abandonaron últimamente.
Pat conoce en una cena a Tiffany (Jennifer Lawrence), joven viuda, sexy, desinhibida, de esas que parecen actuar antes de o en lugar de pensar. Es guapísima, libre, decidida. No parece abrumada por las dudas que devoran a Pat y se lanza a la conquista del joven en vía de rehabilitación.
Para tratar de reconstruir su vida, Pat sabe que debe portarse bien. Pone en marcha actividades que, según él, lo llevarán a un reencuentro con su ex esposa. Parte de eso es el jogging diario. Pero lo hace llevando encima, para transpirar, una bolsa para basura. Con eso hace patente su baja autoestima, tal vez la que siente hacia sí mismo o la que supone siente la sociedad hacia él. Después de todo, su esposa primero lo engañó, después se divorció, finalmente pidió una orden de alejamiento. Su padre está fuertemente decepcionado y su mama, Dolores (Jacki Weaver) no sabe bien como posicionarse entre los dos hombres. Pat quiere volver a encontrar su lugar entre sus amigos de antes pero ya no sabe cómo portarse con ellos, de qué hablar. Para colmo, la policía lo vigila y cualquier paso en falso lo puede llevar de vuelta al hospital. O sea que la sociedad en su conjunto está más que dispuesta a desecharlo.
Tiffany y Pat se van a usar mutuamente par alcanzar sus objetivos. Ella necesita una pareja de baile. Él necesita un intermediario para llevarle cartas a su esposa. Lo que descubrirá al final es que Tiffany nunca entregó las cartas y se encargó de redactar las respuestas que le dio a Pat, conservando así la dirección de los eventos.
El final es un final feliz, digno de una comedia. Triunfa el lado bueno de las cosas y tal vez no sea muy original. Pero uno se deja llevar por los intentos de todos para encontrar su equilibrio. La cinta consigue ganarse la empatía del público, por su contenido pero sobre todo por las excelentes, muy justas interpretaciones. Si Bradley Cooper y Jennifer Lawrence llevan muy bien los protagónicos, Robert De Niro no se queda atrás con su papel ligeramente angustiante de un padre autoritario , más parecido a su hijo de lo que quiere aceptar, y coqueteando con su propio desequilibrio mental.
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