Tan aterradora como su nombre, esta
joven de apariencia recatada es una nueva Lady Chatterley. Una dirección sobria
e implacable para un personaje fascinante de egoísmo y poder, en una Inglaterra
digna de las Hermanas Brontë.
Ficha
IMDb
En
1865 Katherine (Florence Pugh) tiene 17 años y es muy hermosa, pero pobre. Se
la venden a un lord viejo (Christopher Fairbank)
para su hijo Alexander (Paul Hilton), en complemento a unas tierras. Llega a
una casa fría, desnuda, en medio del campo, no tiene derecho a salir a pasear,
debe someterse a las exigencias de un esposo impotente que solo le pide
desvestirse y ver hacia la pared mientras él se satisface. No hay contacto con nadie
salvo la sirvienta negra, Anna (Naomi Ackie). La joven lady debe hacer acto de
presencia, embutida en su amplio vestido azul, cuando el Lord
padre recibe a sus amigos para hablar de negocios. Si le dan permiso de retirarse
a su cuarto, tendrá que esperar despierta hasta que llegue el esposo.
Cuando
padre e hijo se alejan unos días a unos negocios, Katherine revive. Sale a
caminar en el páramo, envuelta en su gran chal de casimir, vive a su ritmo,
come sola en el gran comedor. Hasta va al establo donde los mozos discuten y
hacen bromas. Ahí ve a Sebastián (Cosmo Jarvis) y empieza un juego de seducción
dominadora. Cuando el suegro vuelve y se entera de la situación, castiga y
encierra al amante. pero Katherine envenena su comida y lo asfixia. Ahora administra
la propiedad en toda tranquilidad. Pero en medio de una noche surge el esposo
en el cuarto conyugal sonde duerme la pareja ilícita. No les queda otra que matarlo.
Poco
después llega Agnes (Golda Rosheuvel) con el pequeño Teddy (Anton Palmer) pretendiendo
que este es fruto de la relación entre su hija y Alexandre. Pide asistencia, y Katherine
entabla una relación sorprendentemente tierna con el niño. Pero su amante se
siente rechazado y juntos asfixian al pequeño. Cuando Sebastián confesa el
crimen, Katherine voltea su declaración y, usando de su superioridad de terrateniente,
lo responsabiliza de todos los asesinatos y acusa a Anna la sirvienta de complicidad.
Esta, encerrada en el mutismo, no dice nada. La última imagen de Katherine la
muestra embarazada. ¿Cuál será su siguiente movimiento ahora que ya no puede
ocultar su adulterio?
El
título es en realidad el principio del título de una novela rusa de Nikolaï
Leskov Lady Macbeth del distrito de Mtsenk,
escrita en 1865, que cuenta los amoríos criminales de Katerina Lvovna,
esposa de un comerciante, devorada por la pasión sexual. La
novela, desconocida en este lado del mundo, tuvo en realidad bastante aceptación
en Europa: una adaptación en el cine en 1961 por el gran Wajda Lady Macbeth siberiana, y otra por
Todorovski en 1994 Katia Ismailía. Y, sobre todo Dimitri Chostakovitch compuso en 1934 una ópera, que tuvo la
desgracia de no gustarle para nada a Stalin, lo que le ganó a la obra treinta años
de interdicción de representación y al compositor de ser víctima de la gran
purga contra los artistas.
¿Porque
el titulo? La Lady Macbeth de Shakespeare es el prototipo de la mujer fuerte,
dominadora, que somete a todos a sus deseos violentos, sanguinaria, que no se
deja doblegar, aunque llegue a los extremos. La Lady Macbeth de la novela es
una joven provinciana de orígenes sociales humildes que, al darse cuenta de su
poder sobre los hombres, lo utiliza para satisfacer deseos sexuales. Es Emma Bovary,
que se aburre en su provincia.
En la cinta de colores fríos, con los grises adentro de la casa, el
blanco de las paredes y el azul impresionante del vestido, la libertad del
campo aporta naranjas, cafés del campo, rojos del chal en el cual Katherine se
envuelve para sus paseos solitarios. La vida entró en la rutina muerta de
Katherine y acabará en la sangre de sus víctimas.
Katherine
tiene la cara muy joven, casi adolescente de Florence Pugh, una cara lisa, un
porte rígido y elegante. Parece sometida, recta, pero deja percibir una terquedad
bajo su paciencia que, desde el principio, parece insostenible. Esta fachada perfecta
un día a otro tiene que explotar.
La simetría implacable de las imágenes, la cama en medio del cuarto, las
ventanas sin cortinas que enmarcan un paisaje prohibido, todas esas líneas que delimitan
como rejas el espacio de Katherine, ella las rebasará y la furia de sus deseos
fracasará todo y todos de manera irremediable. Contrasta el ambiente minimalista
casi nórdico del interior, sin accesorios, sin decoración, de una austeridad de
convento, o de prisión, con los grandes espacios ventosos. Salir al paramo romántico
lleva a Katherine a las pasiones de Cumbres
Borrascosas, cuya heroína se llama también Katherine, y al establo donde encontrará
un amante como la Lady Chatterley de D.H. Lawrence.
Al
escoger a una amante inferior, Katherine se venga del poder sexual que se
ejerció sobre ella, rebaja a su esposo y al odioso suegro dominador. Fue víctima,
ahora es verdugo. Todo que vio, sintió, lo saca ahora en contra de los demás. A
la sirvienta que ejecutó las ordenes de encierro, primero la toma como
confidente para después dominarla y humillarla más, al punto que esta se retrae
en un estado de mutismo. Para Sebastián también, esta ama que se ofrece es
oportunidad de revertir el poder. El joven lord, humillado por su padre, humilló
y sometió a su esposa. Los blancos humillan a los sirvientes negros y la
sirvienta parece disfrutar cumplir con las ordenes de dominación de la joven lady.
Hay lucha de clases, de géneros, de razas.
Katherine
es magnética, en su postura, su mirada, su voz implacable, las pocas veces que
habla. Sabe usar los códigos del cuerpo, de la cara, de la vestimenta, para
aparentar sumisión y, después, para vivir la dominación. Primero víctima, se vuelve dueña de las reglas.
El principio de la
cinta, al meternos con Katherine en la trampa que se va cerrando alrededor de
ella, al enseñarnos la pérdida paulatina de todas sus esperanzas, nos hace cómplices
empáticos de ella. Sentimos compasión para esta mujer encerrada en el silencio.
Estamos de su lado. Cuando saca a Sebastián de su establo, la entendemos. y nos
costará aceptar que la joven víctima llevaba un monstruo adentro. Que la verdadera
Katherine era una egoísta, sangrienta, dominadora, implacable, diabólica.
Caímos en la trampa
de Lady Macbeth.