Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Tuesday, April 3, 2018

Phantom Thread (Paul Thomas Anderson, 2017) - 7/10


Una cinta elegante como los vestidos creados por el personaje principal. Pero esta belleza exterior disimula un malestar, un juego enfermizo de dominaciones. Deja al espectador a la expectativa, sin saber muy bien adonde lo querían llevar y que le querían mostrar, o contar.

Ficha IMDb

Londres en los años 50’s. En la hermosa casa que le sirve depara vivir, trabar y recibir a sus clientas, Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), se prepara para un día más de trabajo y creación. Con sumo cuidado, se viste, lustra sus zapatos y anuda su corbata. Desde los primeros momentos se sospecha que este cincuentón alto, guapo todavía, no es fácil de vivir. Su hermana, Cyril (Lesley Manville) quien vive en el mismo edificio y preside el desayuno tiene singulares derechos de decirle lo que opina, pero también tiene la difícil tarea de despedir a las que ya no le sirven, ya no le gustan, o simplemente le impacientan al señor. Despedir, o más bien, desechar.

Porque Reynolds Woodcock es el amo y dueño, el creador y verdugo, poseído por la costura, por la belleza, y por el recuerdo de su madre. Es el sastre de las ricas, las famosas, las poderosas, hermosas o feas, de Londres, e Inglaterra, de Europa. Pero es un tirano misántropo y misógino que no soporta el menor ruido, el menor error, el menor cambio a su rutina.

Y al mismo tiempo es un hijo que nunca superó la muerte de su madre, siguiendo el camino y el talento que ella le ensenó. Como ella lo hacía, tiene la costumbre de coser mensajes secretos, hilos fantasmas, en sus prendas, para proteger y acompañar a las que los visten.

Bajo sus órdenes, todo tiene que ser perfecto al milímetro, todo que ser dominado. La tensión de la vida y del oficio es tan precisa como la tensión de los hilos y las costuras. Al punto de ser extenuante. Por lo que. Después de un desfile particularmente exitoso, su hermana le aconseja a Reynolds adelantarse a la casa de campo donde lo alcanzará después.

Y ahí pasa algo totalmente imprevisible, Reynolds se fija en la mesera del restaurante, Alma Elsen (Vicky Krieps). Él, que parecía homosexual, presta atención a una mujer. El cincuentón se fija en un veinteañera. El hombre culto y delicado se fija en una pueblerina. De ahí seguirá una relación de Pigmalión con una Galatea que primero se deja, fascinada de fascinar a tal artista. Pero, poco a poco se rebela. Bajo la supervisión y el ojo clínico de una hermana mayor posesiva, protectora, celosa. No solo de su hermano, sino de las reglas del oficio y de la familia.

Alma aporta la belleza, es el modelo perfecto que Woodcock ha estado buscando desde siempre. Pero también aporta la discordia porque no se somete al egoísmo del amo, o porque quiere someterlo a su propio egoísmo, a su propia imagen de lo que debe ser una relación amorosa.

Por odio o por amor, intenta envenenarlo con hongos. Por miedo o por remordimiento, lo cuida. Y él, por amor o por miedo, por debilidad o por perversión, entra en el juego de ella. ¿Seguirán así eternamente despreciándose, sometiéndose, jugando al amor-odio?

La cinta acaba sobre una impresión de fracaso, de falla. ¿Tanto para tan poco? ¿Tanta belleza visual para tan poca profundidad en el análisis? ¿Se trata solo de una serie de momentos, de frases hirientes?

La belleza de los vestidos, de las telas, la elegancia de los 50’s, sobre todo a ese nivel (el creador vistió a la futura reina de Bélgica), la magia de los dedos que cosen, cortan, bordan, construyen un estuche refinado para una historia y unos personajes que finalmente muestran poco.

La interpretación de las mujeres es muy previsible, en el papel de la hermana que conoce a su hermano al pie de la letra, y de la amante que no pertenece a ese mundo, que no sabe las reglas. En cuanto a Daniel Day-Lewis, quien dijo que este seria su ultimo papel en cine, actúa demasiado, sus silencios artificiales, sus respiraciones demasiados largas antes de hablar, sus miradas demasiado insistentes, construyen en personaje falso, artificial, casi insoportable a veces. Lleno de orgullo, de auto-admiración. Su interpretación molesta porque a veces provoca simpatía, pero mas frecuentemente produce rechazo y exasperación.

¿Es romance, es sátira, es sadomasoquismo, es acoso, es manipulación? En todo caso es enfermedad.
Y uno se deja llevar a pensar en lo que Bergman o Hitchcock hubieran hecho con esta historia refinada de perversión. Una historia que se parece mucho, demasiado a Rebecca , la cinta que Hitchcock adaptó en 1940 de la novela de Daphne du Maurier , con Joan Fontaine y Laurence Olivier.

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