Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Monday, May 6, 2019

Las herederas (Marcelo Martinessi, 2018) – 9.5/10


Cuando todo parece terminado, una nueva vida se abre en la soledad de una mujer silenciosa, obligada a afrontar una situación económica y afectiva en declive. Una cinta toda en observaciones intensas y matizadas, con un enorme respeto y una inmensa delicadeza., le ganó a su protagonista Ana Brun un Oso en Berlín.

Ficha IMDb

En el Paraguay actual, probablemente en la ciudad de Asunción, dos mujeres tienen que enfrentar a la vez la madurez y los problemas económicos. Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún) viven juntas en una gran casa de una zona acomodada. No se entiende bien al principio la relación entre ellas, pero es claro que están juntas en las dificultades, a pesar de enfrentar la vida de forma muy diferente. Chela es silenciosa, retraída, fácilmente deprimida, no le gustan muchas las reuniones con las amigas, prefiere pintar naturalezas muertas en su taller o quedarse en cama. En cambio, Chiquita es extrovertida, le gustan los placeres y las distracciones.A tal punto que la única solución, para solventar las deudas que contractó, ya que no aceptan el sobre de la colecta de sus amigas, es vender lo que han heredado de sus familias. De hecho, están viviendo en una casa llena de humedad que parece venta de garaje: casi todo esta a la venta, los muebles imponentes, los cubiertos de plata, la vajilla, el piano La enorme araña del comedor se salva por el momento. Mientras las visitas desfilan y se meten en la vida y los recuerdos de las dos mujeres, estas tratan de seguir con sus costumbres: la charola del desayuno de Chela, las ventanas cerradas a la luz, el ambiente claustrofóbico. Pero las deudas contraídas por Chiquita alcanzan tal nivel que se ve obligada a la cárcel preventiva por fraude. 

 Ahora sola, Chela no tiene rumbo que seguir, salvo ir a la cárcel a visitar a su amiga-amante y escuchar la estrategia de su abogada. Chiquita parece haber encontrado fácilmente su lugar en esta prisión que parece más bien un pueblito. Habla fuerte, sabe darse a respetar y no parece sufrir demasiado. Hasta provoca una fuerte pasión en una de las compañeras de encierro.

Un día, casi sin saber cómo, Chela lleva en el viejo Mercedes, que todavía no se ha vendido, a su vecina Pituca (Maria Martins), a su juego de cartas. Con naturalidad, esta le da dinero para la gasolina. Con la misma naturalidad, recomienda a Chela con sus amigas. Aunque no tenga licencia de manejo, y no se sienta muy hábil en las calles demasiado transitadas o en los trayectos demasiado largos, Chela se vuelve la conductora habitual de las damas. Le tienen mas confianza que a un taxista desconocido que bien podría asaltarlas, o peor, al ver sus joyas, su ropa elegante y sus mascadas de seda.

Cuando Angie (Ana Ivanova), hija de una de las comadres, le pide ayuda para sacar sus cosas de la casa de su novio, y después para llevar a su mama a un hospital lejano para sus terapias, Chela, que ya emprendió el camino de la liberación, empieza a sentirse joven otra vez, a hacer intentos de coquetería, a permitirse una nueva sensualidad, que había perdido, o que tal vez nunca experimentó bajo la dominación de Chiquita. Una noche muy tarde, se atreve a comer sola en un puesto de la calle, cosa que nunca en su vida había hecho, que una mujer de su medio social nunca hace. Y no pasa nada, nadie se sorprende, nadie le dice ni le hace nada. La vida es mucho mas fácil que lo que uno teme. Basta con hacer las cosas, el mundo le seguirá el paso.

La cinta es una maravilla de intensidad al mismo tiempo que de sutileza. El fotógrafo Armando Arteaga se hace discreto para no interferir con la intimidad femenina. En una casa siempre cerrada, oscura, se ve por las puertas entreabiertas, en los espejos. El espectador se siente como un observador escondido en un closet, que alcanza a ver solamente una parte de la vida, de los cuerpos, de los objetos. Las mujeres están filmadas en planes muy cerrados, muy cercanos. El resto de la casa, los demás personajes están siempre en un segundo plano difuso, fuera de foco. Chela parece moverse en un mundo de fantasmas, desprendiéndose de las sombras que la han envuelto hasta ahora.

Es un mundo de mujeres, desde las mas ricas, viudas o todavía casadas, ociosas y felices, libres de su tiempo gracias a su dinero, hasta Paty la sirvienta (Nilda Gonzalez) que no sabe leer, pero ha aprendido en la parroquia a masajear los pies. Es un mundo lleno de cosas, de palabras, de chismes femeninos. Chela escucha, observa, habla poco. Pero al mismo tiempo que las cosas salen de su casa, ella se deshace de sus miedos, de sus costumbres limitantes. También sale de su posición social, al pasar de señora ociosa a empleada. Las que son sus iguales, herederas de una clase social en vía de extinción, la pagan por un servicio como ella le paga a Paty.

Sin parecer, con mucha delicadeza, la cinta aborda varios temas que no le gustan al cine, ni a la sociedad: la homosexualidad femenina, la soledad, el deseo sexual en la edad madura, la decadencia de los que fueron los ricos y poderosos de un país. Es una historia de pérdidas, de gente que uno preferiría ver desaparecer o al menos hacerse lo mas discretos y callados posible. Si Chela no habla mucho, si nunca ha hablado mucho, retoma día a día las riendas de una vida que parecía perdida, abandonada.

Y cuando Chiquita sale de la cárcel, vuelve a la casa y vende el coche, Chela, con sus lentes de sol y su Mercedes, se lanza a la vida sin licencia de manejar, y deja atrás de ella una cochera abierta.

Nunca es demasiado tarde para rebelarse y enfrentar el mundo exterior.

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