Una buena historia de suspenso, un poco convencional, ligada a la historia y los monumentos de la ciudad de Vitoria en el País Vasco. Es la adaptación de una novela de Eva García Sáenz de Urturi, que ha sido muy exitosa en España
Ficha IMDb
En la ciudad de Vitoria – Gasteiz reaparecen los cadáveres : se trata de un joven y una chica de 20 años, desnudos, en la cripta de la Catedral. Poco después aparecerá otra pareja en la Casa del Cordón, otro lugar emblemático de la ciudad. Y después, otra pareja debajo de la plataforma de la Virgen durante la procesión de la Virgen Blanca. Cada vez una diferencia de 5 años en la edad de las victimas, lo que viene a completar una lista de crímenes parecidos hace 20 años. Para esos crímenes se condenó al arqueólogo Tasio Ortiz de Zarate (Alex Brendemühl) quien está a punto de salir de prisión. Otro punto común es la presencia de abejas como arma de muerte y de uneguzkilor, flor de cardo, sobre las partes sexuales de los cuerpos.
Alba Díaz de Salvatierra (Belén Rueda) vuelve a la ciudad de sus principios, acompañada de su esposo el periodista Mario Santos (Manolo Solo), para trabajar con el inspector Unai López de Aya (Javier Rey), apodado Kraken no se sabe por qué, ayudado de la joven Estibaliz Ruiz de Gauna (Aura Garrido) .
Todo pasa muy rápido, los descubrimientos se suceden, siempre en lugares y momentos constitutivos de la identidad de la ciudad. Se hace referencias a la mitología alavesa, o sea vasca . Álava es una de las tres regiones que, con Vizcaya y Guipúzcoa, constituyen, la comunidad autónoma de Euskadi. Curiosamente en esta cinta, cuya intriga es tan ligada a las raíces profundas de la región, nadie habla vasco. Eso contribuye a una cierta impresión de falsedad, de una historia pegada pero no integrada a su entorno.
El suspenso se diluye al dar a conocer muy pronto la identidad del asesino. De tal forma que el interés de la búsqueda de un asesino en serio, súper inteligente y casi artista, tipo Se7en (David Fincher - 1995) se pierde totalmente. El motivo de su venganza, que acaba siendo el elemento dominante del suspenso, no está profundizado . El papel de presunto culpable de la primera serie de asesinatos, tipo Aníbal en El silencio de los inocentes (Jonathan Demme - 1991), se ve reducido a unas cuentas visitas para destilarnos unas cuantas informaciones.
Con todo eso y una relación entre los dos personajes principales que no tiene mucho sentido, pero permite unos encuentros nocturnos de corredores y algo de sexo, el resultado es un poco aburrido por falta de verdadera originalidad, sea en la historia misma, en el estilo cinematográfico o en las interpretaciones.
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