A partir de hechos históricos que han dividido a Francia a finales del siglo XIX, Polanski monta una historia de búsqueda de la verdad, frente a instituciones militares y judiciales decididas a defender sus posiciones. La divulgación de la verdad oficial y de la reputación fabricada y aceptada por el publico no siempre son dignas de que se les crea.
Ficha IMDb
La primera mitad de la cinta provoca, más que suspenso, frustración y extrañeza. El titulo se asocia automáticamente al asunto Dreyfus, famoso caso de espionaje y antisemitismo en la Francia de finales del XIX. Pero el acusado y sentenciado capitán Alfred Dreyfus (Louis Garrel), ya fue juzgado, sentenciado, degradado y mandado a la Isla del Diablo. Está fuera de panorama. La secunda conexión automática es el famoso articulo escrito por Zola y publicado el 13 de enero de 1898 en el diario L’Aurore donde trabaja Georges Clémenceau. Y Zola casi no aparece. El espectador sigue con cierto interés al teniente coronel Marie-Georges Picquard (Jean Dujardin) pero sin entender claramente cuál es el tema de la película, quedando muy claro que Picquard es antisemita y antidreyfus.
El tema es en realidad la construcción de la rehabilitación de un acusado inocente. Picquard busca no rehabilitar a un judío, sino restaurar el honor del ejercito. Quiere volver a colocar al ejercito francés en su lugar de defensor de la verdad. En realidad, poco importa para él quién es el hombre Dreyfus: judío o no, amable o no. Lo que importa es que el ejercito en sus sucesivos niveles administrativos, montó una falsa acusación, y para eso fabricó las evidencias que necesitaba. Los motivos de esa posición del ejercito residen en el contexto social e ideológico : se necesitaba un asunto de espionaje para poner a los franceses en contra de Alemania, se necesitaba un espía . Que mejor que un judío, que en el ambiente general de la época en Francia y muy probablemente en todos los países europeos, ganaría fácilmente las simpatías.
Picquard actúa en nombre de la verdad y de altísimo concepto que tiene del cuerpo al cual pertenece y del país que sirve. Hacer una falsa acusación no es digno de este ejercito, no es digno de este país, que el acusado se llame Dreyfuso de otra manera.
Es una historia de militares, de gente disciplinada, rígida. En 1906, la última oración de Dreyfus a Picquard, ahora ministro de Guerra, (Clémenceau es entonces presidente del Concejo de ministros) no es para agradecerle . “Usted hizo su deber” . Picquard no defendió a Dreyfus, defendió al ejercito. Y el ejercito no puede ser injusto y debe someterse a aparato judicial. No al revés.
La primera escena es un golpe : en la mañana del 5 de enero de 1895, en el inmenso patio de la Escuela Militar, cuadrado, simétrico, los soldados perfectamente uniformados ocupan los cuatro lados, muy alejados del centro por las grandes dimensiones del conjunto. La ceremonia es muy solemne. Pasó a la historia por grabados que todos los alumnos franceses han visto en sus libros de historia. La imagen fija en sí es perturbadora. Pero verla en acción (curiosamente, los personajes están colocados al revés de su posición sobre el grabado, tal vez para decirnos que la verdad histórica es mentira), en su sucesión de pequeños actos simbólicos : cortar los botones, arrancar los galones, las hombreras, las condecoraciones, pisotearlos, resulta casi insoportable, hasta el momento cumbre cuando el oficial le quita su espada, y la rompe sobre su rodilla. Polanski muestra el dolor, la humillación de Dreyfus, quien logra controlarlas gracias a la fuerza de la dignidad. Esta escena tendrá su eco al final, después del juicio de 1899, cuando cae la sentencia repetida : Dreyfus es culpable de espionaje, y tiene que salir entre columnas de soldados que le dan la espalda, aunque le hayan reducido la condena a 10 años.
A partir de ahí, toda la película será un ejercicio de austeridad, de control, de rigidez. Esos hombres son militares, actúan, trabajan, hablan como militares. Están en todo momento en la disciplina y el control, en la rfgidez. De la misma forma, el comandante Henry (Grégory Gadebois) defiende una cierta idea del ejercito : la obediencia. Hay que recalcar que Polansky nunca ridiculiza a este personaje sin independencia de reflexión, entrenado a la obediencia ciega: se tiene que cumplir las ordenes de los superiores. Es también tener un cierto sentido del honor.
Los únicos momentos de abandono y espontaneidad son los encuentros de Picquard con su amante, Pauline Monnier (Emmnuelle Seigner), una mujer casada. Pero su capacidad tal vez de sentimentalismo y suavidad se ve rechazada cuando le pide matrimonio a Pauline por fin libre de los lazos matrimoniales. Ella rechaza la oferta. No hay necesitad de caer en exceso de sentimentalismos. Casarse no es necesario.
La estructura de la cinta de Polanski es en sí un homenaje y una traducción cinematográfica del talento retórico de Zola : a la figura de anáfora, repetición de las mismas palabras al principio de párrafos, frases o versos seguidos, Polanski hace eco por su potente montaje: cada responsable de la injusticia lee en voz off el párrafo que lo acusa. Es un gran momento de emoción. Zola está poco visible en la cinta -pero su talento de escritor y la fuerza de su indignación empapan la cinta. El ambiente gris de las oficinas militares de contra espionaje, los largos pasillos y las puertas cerradas son la metáfora de una administración pesada, de un ejercito preso de una obsesión.
De por si, la película está llena de talento reconocido. ¡Cuantos actores , de los de verdad, de los del teatro, de la tradición, han aceptado papeles muy breves! Denis Podalydès, Mathieu Amalric, Didier Sandre, Bruno Raffaelli…Esas presencias le dan al trabajo del director un peso y una fuerza de convicción en tiempos difíciles, cuando la reputación del hombre ensucia la calidad de una obra construida a lo largo de décadas.
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