Un asesinato lleva a una serie de preguntas y descubrimientos cada vez más oscuros y podridos, así como muertes violentas. Un clásico del cine de “polar” francés, con Alain Delon en la cima de su éxito.
Ficha IMDb
Xavier “Xav” Maréchal (Alain Delon) es sacado de los brazos de su amante Françoise (Michelle Darc) a las 5 de la mañana por su amigo diputado Philippe Dubaye (Maurice Ronet). Este acaba de matar a su influente colega en l asamblea Nacional Serrano (Charles Moulin) y necesita una coartada. Serrano lo presionaba de renunciar para uno se sus amigos, amenazando denunciarlo por los negocios turbios que hizo y que tenía apuntados en un cuaderno, con la lista de muchos políticos corruptos. Sin pensarlo, Maréchal acepta y hasta se propone para recuperar el cuaderno que Dubaye escondió en el departamento de su amante Valérie Agostinelli (Ornella Mutti) en un suburbio elegante.
Después de contestar las preguntas del comisario Pernais (Jean Bouise) y del Comisario Moreau (Michel Aumont), que se pelean el caso, el último aparentemente convencido de la culpabilidad de Dubaye, Maréchal va a buscar el cuaderno pero se topa con hombres misteriosos decididos a recuperarlo y a eliminar, talvez, a Valérie. La misma noche, Dubaye es asesinado. El portero de su edificio también. Maréchal empieza su propia investigación pero es solicitado por una cantidad de gente importante, sutilmente o no: departamento saqueado, invitaciones a comer, a platicar, a hacer negocios, a cazar, sonrisas e intimidaciones, con la intervención de Maître Lucien Lacor (Daniel Ceccaldi), abogado de los Dubaye. Entiende que el cuaderno es el objeto de todos los deseos. Con ayuda de Valérie, fotografía todas las paginas del cuaderno, descubriendo los nombres de los corruptos a mas alto nivel, antes de esconderlo en un casillero de la Estación Montparnasse.
Un misterioso empresario extranjero, Nicolas Tomski (Klaus Kinski) invita a Maréchal a una caza en Sologne, con hombres importantes y el abogado Lacor miembro de una Hermandad . En el camino, se salva de un accidente perfectamente orquestado. En la caza, Lacor recibe un escopetazo y muere. Valérie es perseguida en la calle. Cuando Christiane Dubaye (Stéphane Audran), se cae del séptimo piso, Maréchal decide revelar a la prensa unas paginas del cuaderno. Y sigue hasta obtener lo único que le interesa : el nombre del asesino de su amigo.
La cinta es producida por Alain Delon, en ese momento en la cima de su fama. Está claramente hecha para contribuir a la construcción del ídolo : numerosos planos cercanos para resaltar la belleza de su cara y sus ojos, la firmeza de su carácter; un personaje de hombre integro, fuerte físicamente, inteligente, seductor sin hostigar.
Mort d’un pourri corresponde además con el estilo de moda : policiaco con acción : unas cuantas persecuciones bien montadas. Y sobre todo una denuncia de los ricos y corruptos empresarios y/o político. Como una nueva ola que expresa el descontento y la liberación del cuestionamiento del poder iniciado en mayo 68. Sin embargo, esta denuncia queda muy floja e imprecisa. Se limita a generalizar un sentimiento de hastío : todos los que tienen algún poder político o económico están podridos. No hay análisis, ni siquiera enunciación de las actividades de cada uno : solo un hermoso castillo, departamentos excesivamente decorados, restaurantes lujosos, mucho alcohol : como prueba de la descomposición de los valores, la esposa de Dubaye es una alcohólica perdida. Maréchal y Dubaye son amigos de siempre y socios en negocios . ¿Qué negocios llevan en este edificio de grandes ventanales? ¿Cómo es posible que Maréchal no supiera nada de las turbias participaciones de su gran amigo?
El reparto es el mismo de todas las cintas de thriller político- policiaco de la época : grandes actores secundarios, voces y caras conocidas a pesar de olvidar los nombres: Julien Guiomar, Jean Bouise, Michel Aumont, Henri Virlojeux. El problema es que, para hacer brillar a la figura central de Alain Delon, están subempleados, entre ellos el inquietante Klaus Kinsk. Mireille Darc no hace nada y Stéphane Audran tiene poca oportunidad de demostrar sus cualidades.
La música de Philippe Sarde, interpretada por Stan Getz al saxófono, tiene el estilo acostumbrado en este género, como un homenaje al Miles Davis de Ascenseur pour l’échafaud (Louis Malle - 1958), sótano parisino, años 60, deambulación nocturna. Es, tal vez, lo mejor de la cinta. Porque esta historia, esta forma de dirigir, estos actores, todo es lo mismo que tantas películas de esos años.
Una película producida por el señor Alain Delon para servir al ídolo Alain Delon, guapo, inteligente, integro. Totalmente falso y aburrido.
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