Louis Malle tenía 25 años, era su primer largo metraje de ficción. Es una noche de caos, en las tres narraciones simultáneas, provocados por el mismo detalle. Es un suspenso policiaco, acompañado por las geniales improvisaciones de Miles Davis. Con actores que fueron después los más famosos del cine francés, la cinta obtuvo el premio Louis Leduc, que Malle volvería a obtener con Au revoir, les enfants en 1987.
Ficha IMDb
Julien Tavernier (Maurice Ronet) asesina a su jefe, el arrogante negociante en armas Simon Carala (Jean Wall) , cuya esposa Florence (Jeanne Moreau) es su amante. Todo ha sido preparado para no dejar ninguna huella, pero en el momento de subir a su coche para alcanzar a la mujer que lo espera, Tavernier se da cuenta que dejó la cuerda que le permitió entrar a la oficina del director, colgando del balcón. Vuelve al edificio, pero el vigilante corta la electricidad para el fin de semana y el asesino se queda atrapado en el elevador.
Mientras tanto, Louis (Georges Poujouly), novio de la joven empleada de la florería vecina, Véronique (Yori Bertin) se roba el coche, en el cual Tavernier ya dejó su impermeable con sus papeles, sus guantes, su arma, y un documento de espionaje industrial. Los dos jóvenes se van y pasan delate del café donde Florence espera a su amante. Ella reconoce el coche, y ve a una mujer junto al conductor que toma por Tavernier. Los joven siguen con su escapada loca, Louis desafía a la Mercedes de una pareja alemana de más edad. Todos acaban en un motel, novedad en este entonces en Francia, tomando champaña, hasta que al alba, Louis trata robarse el coche alemán. Pero era sin contar con la astucia de los burgueses ricos y viejos, que se la esperaban. El joven los mata. De regreso a Paris, Louis y Véronique abandonan el coche de Tavernier con pistola e impermeable, y vuelven al cuarto de ella, donde deciden, llevados por las ideas románticas de la joven, a suicidarse con gardenal.
Mientras tanto, Florence, presa de la angustia y los celos, aburrida y fría, deambula toda la noche en las calles de Paris, buscando a su amante bajo la lluvia, preguntando por el en todos los bares y cafés. Distinguida y arrogante por fuera, esta devastada por dentro y su voz habla en off, al estilo Marguerite Duras. Termina en la jefatura de policía, en compañía un montón de borrachos. Pero su apellido le permite un trato especial, respeto, excusas, que recibe con una majestad despreciativa.
Es cuando aparece el comisario Cherrier (Lino Ventura), y su ayudante (Charles Denner).
Mientras tanto, Tavernier trata de escapar de su elevador. Cuando puede salir en la mañana, ya que la policía hizo abrir las oficinas después de encontrar el coche, se precipita hambriento a un café, donde todos los clientes lo miran horrorizados ya que los periódicos ya publicaron su foto como el asesino del motel.
En los últimos minutos, la cinta funciona como una clásica historia policiaca, cuando Florence toma en sus manos la investigación, para exculpar a su amante. En paralelo, el comisario Cherrier, quien no es secundario como se pensaba, conduce la suya Se encontrarán en el motel, y la pequeña cámara fotográfica dará todas las respuestas. Las tres líneas narrativas se encuentran.
La cinta fue una innovación total en la forma de hacer películas. La alternancia de las escenas en el espacio reducido del elevador, que se desarrollan básicamente en la dimensión vertical ,con los intentos de Tavernier de escapar; la escapada de los jóvenes, a toda velocidad sobre la autopista, y el deambular sin sentido de Florence, filmado con cámara al hombro, imponen un ritmo angustiante. La trompeta de miles Davis, y las improvisaciones de los músicos conforme veían la proyección de las escenas, proporciona este ambiente jazzístico nocturno estridente de desesperanza.
Todo el desarrollo narrativo sale de dos elementos muy breves: la relación entre Julien y Florence, que casi nunca están juntos en pantalla (su presencia juntos en las fotos serán el índice revelador para el inspector al final), y la cuerda olvidada en el balcón, motivo que desencadena toda la cascada de dominós que sigue.
La factura anuncia A bout de souffle de Godart ( 1960) declaración de independencia de la Nouvelle Vague, pero el guion podría ser de Patricia Hightsmith , como Plein Soleil, adaptado por Clement (1960) o Strangers on a Train, adaptado por Hitchcock (1951). El culpable, al salvarse de la sospecha de un crimen que cometió, se enfrenta a la sospecha de un doble asesinato que no cometió.
La fotografía en blanco y negro, a cargo de Henri Decae, se adapta a los distintos ambientes: encerrada en el elevador, abierto para los dos jóvenes, alternando calles y bares para Florence.
La crítica de la burguesía está presente, en la persona de las parejas “adultas”, de los señores potentes, como Carala y el alemán, hombres seguros de sí mismos, implacables en su desprecio hacia los más jóvenes. La parte de la investigación preliminar en el motel está llena de humor, desde el discurso del sustituto del fiscal (Hubert Deschamps) y los testimonios, recitados en un tono totalmente falso por los que no han vista nada, entre los cuales se encuentra un muy joven Jean Claude Brialy, quien estará después presente en muchas de las cintas de la Nouvelle Vague, empezando por las de Chabrol y Truffaut.
Pero los jóvenes son también prisioneros de la sociedad de consumo entonces en plena auge: la fascinación por el coche último modelo de Julien, su capota convertible, su velocidad. Si Louis se va hacia la mecánica, Véronique esta fascinada por la elegancia de Tavernier, por la diminuta cámara fotográfica, por el motel, nuevo sistema de hospedaje que permite la discreción de las parejas irregulares, pero sobre pequeño espacio gringo en la tradicional Francia. De hecho, no había motel en los alrededores de Paris cuando se filmó la cinta y hubo que ir bastante más lejos para conseguir esta locación. Véronique es también presa de una cursilería exacerbada. Delira sobre su porvenir como pareja diabólica, sus amores publicados en los periódicos, su separación en la prisión. Y convence a su amante de suicidarse en su pequeño cuarto de servicio. El destino de la joven pareja es reflejo y consecuencia del comportamiento de la pareja adulta de amantes malditos. El tema de los jóvenes fuera del orden social, los “blousons noirs”, (chaquetas negras), por desesperanza y rechazo hacia un modelo adulto que no les satisface, se volverá a encontrar en muchas cintas de los sesentas.
Si los sesentas son época de bonanza económica, son también tiempo de guerras: después de Indochina, Francia está peleando en Argel, y Tavernier, ex paracaidista, trabaja para Carala, vendedor de armas.
El personaje de Tavernier está servido por un Ronet inmutable, que casi no habla, inclusive en la escena del asesinato de Carala, filmada con un rigor geométrico, y cuyo ruido es disimulado por el sacapuntas eléctrico de la secretaria, detalle más gringo que francés, ya que se usa poco el lápiz en Francia. El solitario, de pasado turbio, dotado de capacidades físicas inquietantes, es hermano mayor de los personajes de Melville.
Una cinta perfectamente bien construida, que maneja un suspenso eficiente con innovaciones fílmicas, excelente música, y magníficas interpretaciones, además de ser testimonio de una época. Una obra de arte.
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