Una comedia sencilla que suena natural, con muy buenas interpretaciones y una revelación progresiva de las verdades que han hecho sufrir a los tres personajes y algunos más, lo que permite una reconstrucción de cada uno gracias a los otros.
Ficha IMDb
Un gringo cincuentón, Mathias Gold (Kevin Kline) llega a un hermoso departamento en un edificio antiguo del centro de Paris. Gastó sus últimos dólares en el boleto de avión para venir a vender este bien que le dejó su padre. Piensa tener al fin la solución a todos sus fracasos. Pero descubre, bien instalada en su sillón, a una anciana inglesa, Mathilde Girard (Maggie Smith) quien ocupará el lugar hasta su muerte ya que el padre de Mathias se lo compró bajo el sistema de “viager”. Esta transacción muy particular y muy francesa permite adquirir un bien a un precio que puede ser muy económico si el antiguo dueño se decide a morir rápido. En efecto, el comprador paga mensualidades al vendedor durante lo que le queda de vida. Si ese fallece pronto, el bien costó apenas unas mensualidades. Si resiste más años, el monto de la compra puede resultar exorbitante. Es lo que le pasa a Mathias. En realidad, heredó una deuda de 2400 euros mensuales. Ultimo regalo de un padre a quien odiaba.
Pero Mathias no se desanima. Ya tiene comprador, François Roy (Stéphane Freiss), dispuesto a pagar inmediatamente, sin preocuparse por las condiciones del “viager”. Además, empieza a vender discretamente algunos muebles o chácharas que encuentra en unos cuartos abandonados del departamento.
Para complicar más las cosas, está Chloé (Kristin Scott Thomas) hija de Mathilde, quien de entrada siente repulsión por Mathias. Porque ella sabe cosas que ni Mathias ni el espectador conocen, un secreto que comparte con su madre. Además, cuando acepta discutir de negocios con Mathias, se enfurece al reconocer al comprador, empresario conocido por destruir los antiguos edificios del barrio para construir modernos hoteles. Chloé tiene las claves y significados de todo lo que Mathias ignora. En toda la historia, él es no solo el recién llegado, sino más bien el niño a quien no se le ha explicado nada. Poco a poco, al contacto de estas dos mujeres, va a entender el porqué del comportamiento suicida de su madre, lo que tal vez motivó su odio de niño hacia su padre.
Al mismo tiempo, Mathilde va a entender la responsabilidad que tiene en la infelicidad de Mathias, y tal vez de Chloé. Pero también recibirá la explicación de su propio abandono.
Chloé como digna hija de su madre, tiene la fuerza para enfrentar las situaciones y tomar decisiones. Está decidida a ser feliz pero no a costa de la felicidad de otros, por lo que sabe cortar con su relación adúltera con Philippe (Stéphane de Groodt), para no hacerle a otra lo que su madre hizo a la madre de Mathias. Su papel va de la comedia, mostrándose un poco ridícula al principio, en su camisón de abuela, pasando por la fuerza para confrontar la verdad, y terminando con la voluntad abierta de escoger la felicidad.
Maggie Smith es magnífica, como la anciana segura de sí, autoritaria, egoísta tal vez, seductora a pesar de los años. Su sentido del humor hacia los demás y hacia sí misma la lleva a un duelo sin piedad con Mathias, para defender su casa, su hija y hasta su propia historia. En ninguna momento baja las armas. Y cuando entiende lo que no supo durante años, sigue igual de digna. Una mujer orgullosa de sus decisiones, de sus amores.
París esta filmada con sencillez, sin buscar efectos, lejos de lo sofisticado. Todo es real, los nombres de las calles corresponden realmente a lo que son, el patio de la casa es desigual y algo triste, el jardín es de lo más natural y la casa desordenada.
El verdadero parisino de la cinta, Auguste Lefebvre, agente de bienes raíces, (Dominique Pinon) habla un inglés honesto mezclado de francés, tiene bastante humor y sencillez. La falta de pretenciosidad o de lindura artificial de la cinta da gusto. Casi sorprende por ser una cinta gringa que por lo general inventan lo que piensan ser francés para verse elegantes.
Además, los diálogos, salidos directamente de la obra de teatro del director, tienen un sentido del humor muy fino, jugando con las palabras y los malentendidos entre idiomas, con actores, y personajes, que tienen niveles distintos de dominio del inglés y del francés, lo que permite situaciones muchas veces muy divertidas.
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