Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, December 25, 2015

Lord of the Flies (Peter Brook ,1963) - 8.5/10

De la angustiante novela de William Golding, Peter Brook logró sacar una fábula sobre la maldad innata del ser humano, al mismo tiempo que la ancla en circunstancias históricas muy precisas, organizando así una acusación implacable contra la sociedad de los adultos, que no pueden sino reproducir esos niños náufragos sobre una isla desierta. 

Ficha IMDb

La historia inventada por Golding es muy conocida: un avión transportando niños se estrella sobre una isla. Los que sobreviven son alumnos de un prestigioso internado inglés. Segun ellos mismos, son los hijos de la más alta sociedad del país más civilizado del planeta, 

 Rápidamente se van a dividir en dos grupos. Los que siguen a Ralph (James Aubrey secundado  por su principal aliado, apodado Piggy (Hugh Edwards) debido a su exceso de peso,  van por el camino de la democracia, de la palabra y la razón. Puede hablar solo el que tiene la concha, objeto simbólico del respeto a la palabra de cada uno. Pero  Jack (Tom Chapin), ex leader del coro, decide organizar su propio clan en el cual la ley es la fuerza, la espontaneidad. Saben matar y, si eso en un principio  garantiza carne para alimentar a todos, le abre también la puerta al salvajismo. 

Poco a poco, el antagonismo entre los dos jefes, Ralph el sabio y Jack el salvaje, se va a hacer más patente, hasta llegar a una guerra sin piedad. El reino de Jack, basado sobre la sumisión obtenida contra la promesa de poder, triunfará del reino de la moderación y la previsión. La búsqueda de la satisfacción inmediata ganará sobre el sacrificio temporal en vista de un bien a futuro. La religión productora de arte, se transformará en un culto primitivo y sangriento. La intolerancia matará a dos inocentes y amenazará a  Ralph, que logrará salvarse solo por la intervención, tal Deus ex máquina, de un adulto. Este ser, masculino y militar, se horrorizará al ver lo que la vida sin reglas ha hecho de los niños de la elite británica. Pero su buque, militar, tal vez los lleve a una disciplina mortal. A su guerra de juguete tal vez suceda una guerra real, mucho peor.

Peter Brook opta por no aislar la aventura de los jóvenes náufragos de la realidad contemporánea del mundo “civilizado”. El prólogo, durante el cual desfilan los créditos iniciales, pasa de celebraciones religiosas o juegos de base-ball, a rampas de lanzamiento de cohetes, a bombardeos y ciudades en ruinas. Aviones de guerra sobrevuelan Big Ben: la guerra esta sobre Inglaterra, país de colegios prestigiosos, país de educación estricta. El ser humano oscila de la educación más estricta a los impulsos más abominables. Ni ángel, ni demonio, es los dos al mismo tiempo y basta de unas condiciones inhabituales para que el fondo oscuro vuelva a la superficie. 

Es un cuento antagónico a Robinson Crusoe, escrito dos siglos antes por otro inglés, Daniel Defoe. Mientras Robinson reproduce sobre su isla toda la civilización humana, desde la agricultura, la industria y la cultura, hasta el esclavismo, los niños de Golding hacen el camino al revés y vuelven a un estado pre-cultural. 

El medio ambiente al cual han llegado no impone condiciones especialmente difíciles: en la isla hay frutas, carne, agua. La temperatura es agradable. Hay árboles para construir chozas. Ralph es quien aprovecha el miedo de los más pequeños a un monstruo, para llevar la mayor parque del grupo a prácticas que puedan calmar este monstruo, multiplicando sacrificios y ofrendas, hasta el día en que el sacrificado será uno de ellos, que justamente, había encontrado la prueba de la identidad, muy humana, del monstruo. La ejecución tiene lugar durante una escena alucinada, tribal, una ceremonia nocturna en honor a un dios oscuro, a la preparación de la caza, donde los niños, en trance, se dejan llevar hasta los últimos limites, matar a un semejante , en una comunión diabólica.

La segunda víctima es Piggy, muy vulnerable desde que le quitaron sus lentes, otro objeto simbólico de la reflexión y la prudencia. Nadie más se horroriza por lo que han hecho, han pasado a otra realidad, una de ser primitivos, aullantes y pintados. 

Brook dejó a sus jóvenes actores improvisar, y rodó casi sesenta horas de película. Muchas veces, da la impresión, terrífica, que no había cámara, que habían realmente regresado a un estado prehistórico. Las figuras de pre-adolescente, imberbes y de caras angelicales, en un lugar paradisiaco, contrasta con el mensaje de la novela y de la cinta. El ser humano no es bueno. La escena de la llegada del coro cantando sobre la playa, con sus ropajes de iglesia, es de una enorme belleza, al mismo tiempo que profundamente irónica. Ellos traen en mal, cantando un Kyrie, canto de la misa que significa “Señor, ten piedad de nosotros”. Lo surrealista de la imagen, digna de Buñuel, anuncia el profundo sinsentido que van a vivir, un horror del cual solo Dios podría tener piedad.

Las imágenes se organizan en la verticalidad. Desde el principio Jack se coloca arriba de Ralph. Después, sur reino se establecerá en las alturas de la isla, pero es un poder que da rienda suelta a lo más bajo de los instintos, a la crueldad, a la brutalidad. Los de arriba son incapaces de mantener elevado el humo de la fogata que podría traer rescatistas, como son incapaces de cualquier elevación intelectual o moral. Los de abajo son los hombres normales, simplemente humanos, dotados de razón, de sentido de igualdad, inclusive de generosidad, como Pigggy, quien piensa siempre en que podrá ser bueno y útil para la mayoría. Por cierto, a Piggy, demasiado pesado, le cuesta mucho subir hacia la fortaleza de Jack. Y, de hecho, no lo dejarán, y lo precipitarán al agua. 

Uno sale de la proyección profundamente desconcertado sobre su propia naturaleza, como si esos niños fueran un experimento de laboratorio, como les gustaba a los autores del siglo XVIII poner personajes en una isla, lejos de las convenciones de la civilización, para encontrar la verdad del comportamiento humano. Pero ellos creían en la bondad del ser humano. La historia nos ha mostrado que, tal vez, ya no se puede. 

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