La novela de Anne-Sophie Brasme, que la realizadora leyó cuando tenía diecisiete años, le dejó una impresión tan durable que decido adaptarla. Es la historia de una amistad entre dos adolescentes, primero idílica, que va poco a poco evolucionando en una relación de abuso psicológico. Es una disección detallada, Sin juicio moral, de ciertas relaciones de seducción, sin ser sexual, de fascinación, que acaban en destrucción.
Ficha IMDb
Charlie (Joséphine Japy) tiene diecisiete años. Es buena estudiante, tiene amigos, convicciones, sufre de asma. Parece bastante equilibrada en su vida. Cuando llega Sarah (Lou de Laâge) a la escuela a mitad de año, parece normal que ella sea la encargada de ponerla al día. Poco a poco se va construyendo una amistad, que le permite a Charlie expresarse más, sentirse más segura de sí misma.
Es que Sarah es absolutamente fascinante, su madre trabaja en una ONG, lo que la lleva a misiones en África y la obliga a dejar a su hija sola, al cuidado de una tía. Sarah ha viajado, ha encontrado gente del mundo del arte, del espectáculo. Siempre tiene anécdotas que contar, donde ella siempre lleva el papel central. Además es guapa, libre, audaz. Atraída por esta estrella brillante, Charlie deja de lado a su amiga y confidente de siempre, Victoire (Roxane Duran) y deja a Sarah entrar a su vida familiar. Esto no va sin incidentes perturbadores porque la joven, muy independiente en sus opiniones, no vacila en intervenir y juzgar al padre de Charlie ( Radivoje Buknic).
Sin embargo, y a pesar de las reticencias de la tía Laura (Claire Keim), Vanessa, la madre de Charlie (Isabelle Carré) se deja acercar por la nueva amiga, al punto de suscitar ciertos celos en su hija.
Poco a poco, las fallas empiezan a notarse En forma insidiosa, el comportamiento de Sarah evoluciona hasta el abuso, el desprecio, la manipulación. Sarah es definitivamente perversa, narcisista, mitómana, mentirosa. Nada de lo que ha contado es cierto. Su madre (Carole Franck) es alcohólica, nunca ha viajado ni conocido todo que presumía. Charlie se aísla de sus compañeros, quien tratan de ofrecerle ayuda. Su angustia se traduce en crisis de asma, tal vez auto provocadas. Literalmente, ya no puede respirar.
Es cierto que la historia se parece a muchas de estas cintas de adolescentes, con escenas casi obligadas: en clase, en el patio de la escuela, los amigos, las fiestas, la casa en los suburbios y las comidas con los padres que no imaginan lo que está pasando por las cabezas de sus hijos….
Pero hay en la cinta, en el ambiente creado por Mélanie Laurent, una verdad profunda de angustia, de nerviosismo, de inseguridad, que poco a poco va ocupando el lugar de la felicidad que el principio dejaba esperar. Es un ambiente al estilo Hitchcock, al estilo Chabrol, y no sorprenden los intentos de asesinato, o de suicidio, que progresan lentamente e irremediablemente. En un marco de vida aparentemente ordinario, protector, se instala una atmosfera turbia, donde ninguna referencia funciona, porque alguien ha tenido la capacidad de confundir las pistas, de cambiar los significados.
La administración sabiamente progresiva del dolor, del aislamiento, de la crueldad, generan frustración, al mismo tiempo que las esperanzas de reconciliación, de una reliquia de amor, imposibilitan la rebelión, o siquiera la resistencia. Charlie actúa frente a Sarah exactamente como su madre frente a su padre. Las dos siguen aferradas a su primero impresión y no pueden aceptar que esta ya no sirve, que han sido traicionadas por quien les prometió amor, o amistad, inmensa e incondicional.
La presentación de las relaciones entre adolescentes tiene la calidad de mostrar un entorno muy verosímil con personajes secundarios llenos de espontaneidad. Las dos protagonistas tienen un enorme talento, igualmente interesantes y conmovedoras en sus semejanzas y oposiciones. Lou de Laâge es capaz de pasar, en un instante de la ternura al sadismo, de la seducción a la amenaza, y ser creíble en cada una de sus facetas. Joséphine Japy se deja caer poco a poco, quiere mantener las apariencias mientras se deshace por dentro, trata de mantener un equilibrio aparente cuando sabe que la locura la amenaza.
Las imágenes son muy cuidadas, sobre todo durante las hermosas vacaciones en la playa, las texturas y colores hacen de esta temporada de paz antes de la tempestad, un momento de esperanza, que acentuará el contraste con la declaración de guerra de Sarah. Todos están felices, todos encuentran felicidad o al menos placer, en la comida, el amor (o el sexo), el sol, el mar y el viento.
¿Cómo, después de tanta felicidad y complicidad, se podría aceptar que la manipulación y la crueldad sean reales?
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