Empezando con el realismo: un maestro de literatura en prepa y su alumno dotado, llega a lo angustiante del voyerismo. Un extraño caso de seducción-posesión por medio de la escritura.
Ficha IMDb
Libre adaptación de la obra El chico de la última fila del dramaturgo español Juan Mayorga, parece al principio otra historia de maestro decepcionado por sus alumnos y para evaluar el nivel de su grupo de Primero de Prepa , el Profesor Germain Germain (Fabrice Luchini) dio . Como tema de primera redacción del año: Cuente su último fin de semana. El tema no es espectacular pero los resultados son deprimentes. Salvo uno. El chico de la última fila, Claude Garcia (Ernst Umhauer), que no habla mucho, le entrega lo que parece ser el primer episodio de una serie intrigante, acabando su trabajo por un sugestivo "continuará" .
La vida del profesor Germain no es muy divertida, su esposa, Jeanne (Kristin Scott Thomas) se preocupa más por la galería que administra y que, tal vez le van a quitar las dos gemelas dueñas Rosalie et Eugénie (Yolande Moreau). Sus alumnos son unos "becerros" y las nuevas reglas de la Educación Pública llevan directamente a la mediocridad, con la aceptación sumisa del director (Jean-François Balmer). Nada para hacer vibrar a un enamorado de las letras y, tal vez, escritor fracasado.
Esta historia de observación obsesiva de una casa está escrita con talento y una voz sarcástica muy extraña para esa edad: la crítica es dura hacia su compañero de clase Raphael Artole (Bastien Ughetto), su padre Raphael también (Denis Ménochet), apasionado de básquet y su madre Esther ( Emmanuelle Seigner) con su "perfume de mujer de la clase media" . En resumen y con algo de desprecio "los Rapha". Pero lo que cuenta ¿es cierto? Es imaginario? En todo caso, tiende algo de enfermizo. Y el maestro se deja atrapar.
¿Cuál es exactamente su motivación? Ni el mismo lo sabe. ¿Es la felicidad tardía del maestro quien finalmente encuentra a un alumno talentoso, creativo, y quien toma en cuenta sus consejos? ¿O es la curiosidad, el deseo de entrar a la vida de su alumno, y con él, entrar a la vida de una familia perfecta?
¿Dónde está el límite entre realidad y ficción? Cuando el maestro sugiere cambios en la escritura, la escena se repite. ¿Significa que todo fue imaginario? Hasta ocurre que el maestro se encuentra con García en la escena contada, en la casa de los Rapha.
Es un juego dentro de la película, dentro de la escritura del chico. Pero el final será muy real en la vida del maestro, porque el alumno, en realidad hijo único de un padre enfermo, prisionero en una vida nada glamorosa, entrará a su vida, seducirá a su esposa. Y el maestro acabará en una clínica de reposo, totalmente deshecho. Volverá a la vida y la esperanza sólo con la visita del chico, al proponerle este observar juntos las vidas detrás de las ventanas del edificio de enfrente.
El alumno se volvió maestro. Peor aún, se volvió titiritero, le quitó toda voluntad y todo libre albedrio a hombre maduro e inteligente.
En realidad, todo eso no es más que la ilustración del poema de Baudelaire: Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.
La dirección y el guión intrigantes están muy bien servidos por un Fabrice Lucchini razonable en su dicción y actuación, que no se deja llevar a su tendencia natural a sobreactuar, una Kristin Scott Thomas, primero comprensivamente distante para acabar completamente perdida, y un joven Ernst Umhauer, seductoramente malvado, carácter que acentúa el uso del uniforme, tipo internado ingles, totalmente inusual en Francia.
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